jueves, 15 de diciembre de 2022

Una nueva reflexión acerca del sentido de la crítica.

 Me gusta pensar que tengo un estilo literario reconocible y que es imponderable, puesto que hasta ahora nadie ha ponderado nada sobre él. Que mi distribución de signos de puntuación es impecable puesto que nadie le ha señalado nunca un pecado. Que mi vocabulario es correcto y preciso, puesto que nunca nadie me ha señalado imprecisiones ni incorrecciones. Que mis expresiones son ingeniosas, imaginativas, frescas. Y que mis ideas son, si no novedosas, particulares, personales, con un toque de diferenciación respecto a las ideas comunes que flotan en la mente de todos. Si no acertadas, bastante bien orientadas hacia la verdad. En fin, me gusta pensar que puesto que nadie me objeta nada, soy un escritor de entradas de blog de categoría media alta, y que mi blog es uno de los mejores blog que tengo la paciencia de leer.

En lo que no me gusta pensar es en que nadie más lee mi blog.

miércoles, 30 de noviembre de 2022

Salir a ver




Desde dentro solo se comprende con la mente.

El cuerpo comprende de otra manera, que no es una manera lógica, verbalizable. Que a lo peor ni es comprensión sino simple constatación, certeza: esa cosa que no da la mente, por muy bien que sepa argumentarla. 


La foto la saqué en Baeza, Jaén. La casa tenía pinta de estar abandonada, pero en un abandono raro, de esos en que todo se habría quedado como está y simplemente que la gente habría desaparecido. Tenía ganas de entrar a ver, pero no me atreví. De pronto me doy cuenta de que no es salir o entrar, sino cruzar el umbral lo que me atemoriza. Una vez del otro lado simplemente estás ya allí y hay que avanzar o huir.

viernes, 25 de noviembre de 2022

La vida, un resumen.

 Culpar a la vida de lo que hacemos los humanos es humanizar la vida, hacerla creación nuestra, cuando es lo contrario. 

No es la vida lo malo o lo bueno, sino lo que hacemos de la vida los que la vivimos. 

Tampoco es la muerte el gran castigo de la vida, sino una herramienta más de la vida para perdurar. Aunque a nosotros, humanos, nos suene contradictorio. 

No nos resignamos a ser más que lo que somos, unos portadores de esa entidad superior a nosotros como individuos y como especie y que es mucho más compleja que el que nosotros estemos vivos el mayor tiempo posible.

Esto que llamamos «ser conscientes» de ella, de nuestra vida y de nuestra muerte, de nuestra diferencia con respecto a las otras formas de vida, que llamamos «una forma superior», no será más que otro experimento de la vida que saldrá mal o saldrá bien como salió mal probablemente el de los hipopótamos con alas, por eso no hay, y por ahora va saliendo bien el de los escarabajos peloteros, que sí hay. Y que aunque esta sea su forma actual después de muchos siglos de evolución, probablemente no será su forma definitiva, pues los cambios son continuos y las circunstancias variables en el universo, desde meteoritos que revientan contra la tierra y provocan cataclismos hasta ciclos solares que periódicamente nos inundan de radiaciones. Todo eso transforma a los seres vivos y la vida se despliega en muchas formas precisamente para prever cada contingencia y tener diferentes alternativa con que enfrentar las dificultades. Y hasta ahora lo ha hecho bien, que ha sobrevivido a no se cuantas, cinco por lo menos, extinciones masivas. 

Y lo cierto es que la vida obra sin propósito concreto, al menos en apariencia, salvo el de durar. Y el azar y lo que surja, el clima, y las estrategias que van apareciendo y que se van complicando, desde la simple célula que se replicaba a sí misma hasta todo el sistema criptográfico del adn. Siempre bajo la impronta del probar muchos caminos y seguir por aquellos que consigan sobrevivir hasta donde lleguen, como hace el agua cuando fluye cuesta abajo.

Y aquí estamos nosotros, creyéndonos los reyes de la creación, el hito culmen de la vida, su más perfecta creación, porque hemos llegado muy lejos si esto se puede decir cuando uno avanza en una dimensión completamente nueva, y creyéndonos superiores, como las hormigas de la marabunta, porque somos  muchos y podemos comernos todo lo que encontramos a nuestro paso, o como las especies invasoras que se reproducen descontroladamente cuando no tienen depredadores que limiten su expansión. 

Igual que la marabunta, igual que las langostas, o los cangrejos rojos de río, seguiremos hasta que otra cosa superior nos coma a nosotros o nosotros acabemos con todo lo que se podía comer y nos extingamos a nuestra vez. Ahí seguirán después de nosotros otras especies más pacientes, con menos ínfulas de superioridad y con mejor capacidad de adaptación a las circunstancias sobrevenidas. Las preferidas de la vida para cumplir su propósito. 

viernes, 18 de noviembre de 2022

Que como crin hirsuta

Me desperté hoy con estos versos rondándome la cabeza, en la voz de Pablo Milanés inevitablemente.

Que como crin hirsuta de espantado
Caballo que en los troncos secos mira
Garras y dientes de tremendo lobo,
Mi destrozado verso se levanta...?
Sí, pero se levanta!— a la manera
Como cuando el puñal se hunde en el cuello
De la res, sube al cielo hilo de sangre—:
Solo el amor, engendra melodías.

José Martí 


Sorprendente poema de José Martí. Por lo menos a mí me dejó perplejo la primera vez que lo oí en voz de Pablo Milanés.  Después, ya dejé de meditarlo y simplemente era una tremenda canción en aquella tremenda voz. Tremenda canción en la que ni rimas mi palabras bonitas han sido necesarias para encajar perfectamente en una forma musical. La maestría de don Pablo, de esos intérpretes que son capaces de cantar un prospecto medicinal, y la de don José, uno de esos poetas que sabe escoger la palabra exacta para que la sonoridad del verso parezca rimado.

Ya tenía, Martí, otros versos en los que la voz respondía a un cuestionamiento, aquel de «Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras», también incluido en el disco de Milanés. Este, igualmente, responde a una recriminación, allí por su aparente desaliño que también puede estar haciendo referencia a sus versos.

En este poema esa metáfora del caballo asustado ante la fiera es tremenda. Y es probablemente un menosprecio o así lo entiende el poeta, al introducir el pero, que da paso a una defensa. Claro, el caballo se levanta espantado, asustado ante el lobo. Pero el poeta, admitiéndolo, considera que si bien hay miedo, al menos hay movimiento; incluso ante el espanto, se levanta. Ahora viene lo que perpleja.

La metáfora del puñal – casi recuerda a una viñeta de cómic, el puñal en alto, el hilo de sangre cayendo desde su punta, el gesto fiero del verdugo y el tajo brutal en la garganta de la res – , ¿cómo casa esta imagen con el caballo espantado ante el lobo? En ambos casos algo “se levanta”, pero ¿dónde ve la semejanza el poeta en ambas situaciones?

Y qué me dicen de la conclusión: Solo el amor engendra melodías. ¿De donde sale este corolario? Después de las dos estampas violentas, ¿dónde se ha destilado el amor? 

Solo el amor engendra melodías, quiere decir, tal vez, no estas estampas que he descrito. Ya voy adivinando. Me recriminas que mis versos no son melódicos, suaves, arrulladores, sino que son violentos, duros, sangrientos. Y es verdad. Porque de donde salen no tienen ocasión de adoptar otras formas sino esas. De donde salen no hay amor, que es el que engendra esas melodías que tú esperas. No está aquí, en este poeta, en lo que necesita expresar, la fuente de esas melodías. 

Y corroboran, creo, estas palabras, inventadas, otros versos suyos, como el aludido Al buen Pedro. Es curioso. El poeta de los Versos sencillos, o Ismaelillo (“es rubia, el cabello suelto, ...”, “para un príncipe enano se hace esta fiesta...”) que ya ha demostrado con insuperable suficiencia su capacidad de sensibilidad sin ñoñería, siente necesidad de justificarse por la rudeza de sus otros versos libres. Tal vez porque estos sí que le dolían y estaban hechos con rabia, no con amor, y por eso carecían de melodía. (Hasta que llegó Pablo)

viernes, 4 de noviembre de 2022

Mario Verdaguer

 Copié un párrafo de La montaña mágica donde Settembrini hablaba de su causticidad refiriéndose a los habitantes del Sanatorio, y en particular al doctor Behrens, al que él llama Radhamante o algo así. Me hizo gracia porque lo asocié con El polillas. Settembrini viene a decir, a mi entender, que la malicia es una forma que adopta la crítica, y que la crítica es absolutamente necesaria para el progreso de las sociedades. 

En realidad Settembrini no dice malicia sino maldad. Pero a mí maldad me parece otra cosa y siento que a lo que se refiere es a «malicia» . Así que en mi transcripción cambié una palabra por otra.  

Cuando lo hacía pensé que quién era yo para cambiarle una palabra al autor, pero luego me di cuenta de que es más probable que a quien le estuviera cambiando la palabra es al traductor. ¿Y quién fue el traductor?, pues un tal Mario Verdaguer.


Mario Verdaguer, Mahón, 1885. 

Su tío era el poeta catalán Jacinto Verdaguer. Su padre era profesor de instituto y en ejercicio de su profesión se pasearon por toda España. Pero Mario se educó esencialmente en Palma de Mallorca. Más tarde se trasladaría a Barcelona donde trabajaría en La Vanguardia, haciendo crítica literaria. Si no entendí mal, lo hacía a las órdenes de un tal Agustí Calvet, que era conocido como “Gaziel” y que tiene muy buena fama de periodista. Hay un librito de sus corresponsalías  durante la Primera Guerra Mundial, En las Trincheras, 2009, que podría ser muy interesante.

Nuestro autor, Mario Verdaguer, debió ser un tipo con iniciativa, porque fundó una editorial, Lux, y una revista, Mundo Ibérico, donde colaboraban Almada Negreiros –el que pintó aquel mágnífico retrato de Pessoa– , Benjamín Jarnés, Gómez de la Serna, Rafael Cansino-Assens.

Se le cataloga de autor de vanguardia siendo su dos novelas más importantes en este sentido La mujer de los cuatro fantasmas, de 1931, y  Un intelectual y su carcoma, de 1934. El autor de un artículo que leí por ahí, en el Heraldo de Aragón, (bastante complicado de leer, por cierto, porque las letras suben y bajan a medida que la publicidad dinámica se inserta y desaparece), dice el autor de dicho artículo que no pudo leer ninguno de los dos, pese a que puso buena voluntad. Recomendaba a cambio la lectura de unos libros de memorias: La ciudad desvanecida, 1953, y Medio siglo de vida íntima barcelonesa, 1957. 

En uno de estos habla de un tal Pedro Luis de Gálvez que, por lo visto, fue uno de esos bohemios desharrapados al estilo de como se describen en Luces de Bohemia,  de Valleinclán. Pese a bohemio y desharrapado, muchos se ocuparon de él, desde Pío Baroja, hasta Juan Manuel de Prada que prácticamente lo hace personaje de su Las Máscaras del Héroe, 1996, libro que hace años leí con gusto, aunque siempre creí que el personaje estaba basado en Rafael Cansino-Assens

Entre las cosas que se cuentan del tal Pedro-Luis de Gálvez está que una vez que habiéndose arrejuntado con una mujer en Madrid y habiendo tenido ella un hijo que había nacido muerto, iba por las tabernas con el ataúd en brazos pidiendo limosna para poder enterrar al chico dignamente. Dicen que es una exageración de Baroja en La caverna del humorismo,1919, pero que la verdad no está lejos de eso. El periodista del Heraldo afirma que Mario Verdaguer cuenta otras anécdotas de este hombre en Barcelona, también relacionadas con pedir limosnas a base de vender sonetos dedicados. 

También se cuenta que de Gálvez fue miliciano activo en Madrid y que a él se le deben algunos fusilamientos. Esto, al parecer, se extrae de una carta  escrita por Pedro Muñoz Seca al que dejaron seco por aquellos días estos mismos milicianos, y del que cuentan que sus últimas palabras fueron: «Podéis quitarme mi hacienda, mi patria, mi fortuna e incluso —como estáis al hacer— mi vida. Pero hay una cosa que no podéis quitarme: ¡el miedo que tengo ahora mismo!». Sin embargo también se dice de Gálvez que fue la fortuna de más de uno que gracias a él evitaron su detención. 

Todo esto se lo debía a don Mario Verdaguer por el atrevimiento de cambiar una palabra en su traducción del fragmento de La montaña mágica


(*Todo esto lo he sacado de la Wikipedia déjenle algunas perrillas de vez en cuando que hacen buena labor)

lunes, 17 de octubre de 2022

¿Para qué?



El hombre no vive únicamente su vida personal como individuo, sino que también, consciente o inconscientemente, participa de la de su época y de la de sus contemporáneos./.../ El individuo puede idear toda clase de objetivos personales, de fines, de esperanzas, de perspectivas, de los cuales saca un impulso para los grandes esfuerzos de su actividad; pero cuando lo impersonal que le rodea, cuando la época misma, a pesar de su agitación, está falta de objetivos y de esperanzas, cuando la pregunta planteada, consciente o inconscientemente, pero al fin planteada de alguna manera, sobre el sentido supremo más allá de lo personal y de lo incondicionado, de todo esfuerzo y de toda activdad se responde con un vacío, este estado de cosas paralizará justamente los esfuerzos de un carácter recto, y esta influencia, más allá del alma y de la moral, se extenderá hasta la parte física y orgánica del individuo. (Thomas Mann, La montaña mágica)


Sigue diciendo que para superar esa pregunta clave que se interpone al paso de uno cuando no tiene las seguridades sobre lo que quiere hacer o lo que quiere conseguir férreamente afirmadas, ¿Para qué estoy haciendo esto?, es necesario estar aislado de la época, estar loco, es decir, no compartir la locura común (en mis palabras). 


En verdad creo que esta es una época de esas en las que "la vida impersonal que nos rodea" tiene absoluta carencia de perspectivas. Vivimos una época milenarista, en la que nadie tiene demasiadas esperanzas en un futuro, donde se anuncian cada dos por tres catástrofes políticas, económicas y, sobre todo, climáticas. Con esta falta de perspectivas el que no se refugia en su propio ombligo, falto de cualquier asidero exterior confiable, se refugia en la estupidez de negar las evidencias y creer que la culpa la tienen otros y que eliminando a los otros eliminamos el problema.


Vivimos sin futuro. Y hasta que no empecemos a creer en un futuro no arrancaremos. Aunque cuando hemos creído en un futuro hemos arrasado bastante con todo lo que se nos ponía por delante, y ahora una parte de ese no futuro se debe a ese futuro precipitado que quisimos conseguir antes. 


Pero el texto de Thomas Mann en realidad está tratando de justificar la pasividad, la desgana vital de Hans Castorp, su entrega incondicional, sin autocrítica a los placeres mundanos de su condición burguesa. Lo excusa de ser una persona vulgar, es más, lo exonera de serlo, porque para ser una persona sobresaliente, para sobreponerse a la pasividad de la época son necesarias condiciones que "muy pocos poseen": "un aislamiento (del sentir y comportamiento general) y una pureza moral que son raros y una naturaleza heróica o de vitalidad particularmente robusta".


Ni Hans Castor ni yo poseemos ni lo uno ni lo otro, pues no somos más que simples hombres; hombres en uno de sus sentidos más honrosos. A buen decir de Thomas Mann, cosa que le agradezco. 

jueves, 29 de septiembre de 2022

Planetas habitables no tan lejanos

 Una de las razones por las que me parece muy estúpida esa costumbre de informar sobre los llamados exoplanetas, es decir, esos planetas que están más allá de nuestro sistema solar y que podrían disponer de todas las características para albergar vida tal y como la conocemos aquí en la Tierra es que suelen estar a distancias mucho mayores de lo que es posible alcanzar ni en miles de generaciones, es decir, decenas, centenares cuando no a miles de años luz de distancia. Ya un año luz es una distancia insalvable para el ser humano, no te digo 10, 100, 1000. 


Leo en El agujero blanco en el tiempo, de Peter Russell que cuando observamos la luz que proviene del Sol desde nuestro sistema de referencia terrestre, observamos este intervalo como compuesto de una cierta cantidad de espacio – 150 millones de kilómetros que nos separan del sol – y cierta cantidad de tiempo que tarda la luz aparentemente en cruzar esta distancia, unos ocho minutos. Sin embargo, al parecer, las ecuaciones de la Relatividad nos dicen que, a la velocidad de la luz la longitud medida en la dirección del desplazamiento se encoge hasta la nada y que el tiempo se ralentiza hasta quedar paralizado. Así que, por lo que a la luz – o a lo que viaja a esa velocidad, añado yo – se refiere, no ha viajado distancia alguna ni tampoco ha transcurrido tiempo ninguno. 


Eso quiere decir que si mandáramos a uno de esos planetas naves que viajaran a la velocidad de la luz, en efecto, desde la Tierra perderíamos la cuenta del tiempo que tardarían en alcanzar su destino, pero para los que están dentro de la nave, ese tiempo sería CERO, es decir, llegarían en el mismo instante de partir.


Pues vale. Ahora ya solo nos falta construir la nave. 

Hay un pequeño inconveniente en esto y es que, según la misma teoría, lo mismo que se encoge el tiempo y la distancia, las masas se expanden hasta el infinito. Lo que significa que por más pronto que llegáramos no cabríamos ni uno solo de nosotros en ese planeta.  A ver cómo lo resolvemos. 

En cierto modo, en todo esto parece haber truco. Si la masa se expande hasta el infinito, entonces no solo llegamos al destino en el instante cero sino que el destino al que nos dirigimos es parte de nosotros, así que ya no tenemos que ir, porque ya está aquí. Es todo muy raro. 

A la luz no le pasa porque los fotones carecen de masa. Nuestra nave espacial debería estar hecha de fotones o cualquier otra partícula sin masa.  Es decir, deberíamos hacer construir nuestras naves a aquel Salvatore Garau que construía esculturas invisibles. 


lunes, 26 de septiembre de 2022

Lluvia

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Llueve. 

Corren barrancos, revientan cloacas, se inundan calles. 

Llueve. 

Y la gente se queda mirando con una sonrisa boba la lluvia caer. 

Se inundan casas mal acondicionadas. 

Maldicen. 

Echan de menos los días de sol. 

Se quejan al gobierno de que no haga nada. 

Llueve. 

Las televisiones no hablan de otra cosa. 

Se cierran los colegios para que los niños no corran peligro. 

Los maestros aprovechan para limpiar en casa. 

Si no se les ha inundado con la lluvia. 

Llueve. 

Los móviles se inundan también con vídeos de escorrentías, 

tan hermosos de ver, carreteras cortadas por derrumbes. 

Llueve. 

Alegría. 

Algo de agua llega a las presas. 

No es suficiente. Nunca es suficiente. 

Pero al menos 

llueve.

martes, 20 de septiembre de 2022

Monólogo de Yorick (Teatro)

 Monólogo de Yorick


El escenario representará un cementerio.Debe ser un cementerio de lo más evidente. Incluso exageradamente evidente: cipreses, túmulos, estatuas de ángeles y muertes cubiertas con capucha y su guadaña alzada; lápidas con toscas calaveras talladas, tierra suelta, tumbas hundidas con sus lápidas inclinadas, si no completamente derrotadas. En el centro la tumba de Yorick, delatada por su lápida bien visible. La tierra aparece revuelta y sobre ella la calavera que usó Hamlet para su monólogo. 

Será de noche, con la luz de la luna dando de lleno sobre la calavera. A lo largo de la obra se hará de día y anochecerá nuevamente, para luego volver a amanecer y anochecer una vez más. Así tantas veces como el director lo considere oportuno para dar una idea de eternidad. 

Es un único acto,con una única escena. 


Aquí comienza.


Yorick:






































































FIN

lunes, 12 de septiembre de 2022

Osvaldo Lamborghini,

 Supe de Lamboghini por un vídeo de Roberto Bolaño en el que clasificaba a unos cuantos autores argentinos según líneas de escritura que partían de autores consagrados de una época digamos dorada  que serían los años veinte. Derivas de la pesada se llama la conferencia.

Deriva gansteril de la literatura después de Borges.  A esta literatura la llama “de la pesada”, no sé por qué. Submundo o inframundo fuera de la ley, así define “de la pesada”. 

Primero: Martín Fierro.  No maravilla como poema, pero viva como novela. Novela de la libertad y de la mugre, del valor, no de la inteligencia y no de la moral.

Borges es solo un paréntesis, dice.  Cuentos desganados y perfectos, referido a aquellos que glosan al Martín Fierro. 

(¡cuidado!: Borges y Cortázar, los má grandes, eso queda claro, pero no toca hablar de ellos en esta conferencia)

Borges da luz a una serie de autores.

Macedonio Fernandez, Ricardo Güiraldes, Ezequiel Martinez Estrada, Mujica Láinez, Bioy Casares, José Bianco, Eduardo Mallea, Silvina Ocampo, Sábato, Cortázar, el mejor, Roberto Arlt.

Con la muerte de Borges se acaba todo aquello.

La literatura argentina actual es romántica, surge de los dominios de la pesada

La literatura actual argentina: Reacciones antiborgianas; conservadores, no revolucionarios.

Tres líneas de despliegue, (entiendo que siempre en esta idea de reacción a lo borgiano/cortazariano, y además, añado yo, a esa idea de boom latinoamericano ligado a lo folclórico)

1.- Osvaldo Soriano   no genera rama literaria. Fácil acceso a las masas de lectores (matizado). No lo deja muy bien, baja calidad, vendedor de barato.  Sin embargo no escribe mal, al contrario... insiste

2.- Roberto Arlt  rápido, arriesgado, autodidacta (desorden y caos), personaje de dostoievski

Su profeta sería Ricardo Piglia:   de los mejores narradores actuales, pero no acaba de gustarle el desvarío que teje alrededor de Arlt.

Literatura del yo, de la intimidad extrema,  no le gusta, le parece la destrucción de la literatura. Solipsistas.

3.- Osvaldo Lamborghini.  Corriente secreta.  

Reivindicado por Cesar Aira, albacea de Lamborghini.  

Una cajita en el sótano. Cuyo contenido es el infierno.  Crueldad. Un verdadero nihilista.

Sus herederos condenados a escribir mal, salvo Aira.

YO: no sé si él estaría de acuerdo, pero si en alguna de estas líneas fuéramos a incluir a Bolaño (que ya sé que no es argentino) sería en esta tercera, más hermanito de Aira que de Piglia o de Soriano


Desde mi punto de vista, Laiseca y Fogwill estarían dentro de la corriente Lamborghini/Aira. Son autores despreocupados por lo literario, más bien nihilistas,  contadores de historias sin mucha trascendencia, sin mucha preocupación por la trascendencia ni por las ventas, todo hay que decirlo. No halagan el gusto del lector

En cambio Angélica Gorodischer está en el tan denostado bando Soriano. Simplemente porque su escritura es popular, muy accesible. Y probablemente se venda tanto y tan bien, y tan justamente como se vende la de Osvaldo Soriano. Yo diría que es una escritura poco comprometida, una literatura más bien mercantil. (Insistiendo, como insiste Bolaño, que no es mala literatura, al contrario debe ser buena para sostenerse)

Me quedaría(de los que he leído últimamente) Hector Tizón al que ajustaría a la rama que me queda, la de Roberto Arlt/Piglia, por su contenido intimista, no en el sentido directo que lo hace Bolaño, referido principalmente al tipo de escritura de Piglia (¿autoficción?), sospecho, pero sí una literatura en la que prima ese análisis de emociones de los personajes. 

¿Qué hay de Juan José Saer? Todavía no puedo asegurarlo pero creo que va en la banda más anárquica de Aira, lejos de Lamborghini, (aunque las descripciones de los asesinatos en La Pesquisa son desagradablemente explícitas, sin llegar al regodeo de Lamborghini) pero en esa línea despreocupada, conscientemente despreocupada de «lo literario» que es una forma también de tenerlo presente; más preocupados de la construcción de la historia (o la observación de la construcción de la historia, sospecho, en el sentido de que son autores espectadores de su propia obra).

Respecto a Lamgorghini.

¡Uf! Como sugiere Bolaño, un lector no avisado puede quedar seriamente traumatizado por su lectura. El relato Fiord empieza ya directamente con un festival de lo feo, de lo sucio, de lo violento.  Un regodearse en un chiquero de seres humanos. Muestra unas leves insinuaciones políticas y un escenario que paródicamente podría definirse como ceremonial, pero que no llevan a ninguna conclusión.  Es como un refocilarse en lo feo, la porquería, la violencia. Y sin embargo, todavía, aquí, hay como un histrionismo, una falta de veracidad, una payasería que levemente alivian el impacto. Pero más adelante...

Después viene Sobregondi retrocede, que, aunque tiene título, porque hay una apariencia de personaje, es una retahila de textos muchas veces incoherentes, sin orientación ni sentido. Yo los he comparado con los que escribo en mi libreta cuando me aburro. A mí me gusta, no escribir, sino rallar con formas de letras. Me gusta trazar con las plumas y no me fijo muy bien en lo que escribo. Lo hago incluso mirando una película o escuchando música más atento a los diálogos o a la música que a lo que estoy escribiendo. A veces transcribo partes del diálogo. A veces construyo palabras mezclando comienzos y finales de otras palabras que oigo o me sobrevienen.  Eso es la escritura de Lamborghini. Bien, pues a eso le sumamos una mente enferma, enferma de ganas de crueldad, enferma de alcoholismo, y probablemente de algo de locura, aunque cuando el hombre se pone escribe muy coherentemente y entonces es peor, es cuando se te revuelve el estómago, te entra miedo de que alguien descubra que estás leyendo aquello. Eso es Lamborghini.


Ya no lo leí más después de El niño proletario.


El libro es Novelas y cuentos I, edición de César Aira – Bolaño dice que lo mismo podía haberla editado el portero del edificio, un señor que pasase –, en Mondadori /Editorial Sudamericana Narrativas. Si la buscan puden – no lo recomiendo – descargársela de por ahí. 

Post Data: he empezado a leer a Rodolfo Wilcock y lo primero que pensé es que me recordaba a las invenciones de Bioy Casares. Pues acabo de leer en wikipedia que, en efecto, eran muy amigos. 

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Tren sin sentido (cívico) tren desbocado.

 "Me vienen a la cabeza las últimas páginas de la novela de Emile zola, La bestia en el hombre. Un tren, lleno de soldados de camino al frente, rueda cuesta abajo a toda velocidad; mientras tanto, el maquinista y el fogonero se pelean. El fogonero insiste en avivar el fuego del motor y el maquinista intenta detenerle. En pleno forcejeo, uno de ellos agarra al otro por el cuello y los dos caen de la locomotora... dejando que el tren, lleno de soldados que cantan y beben y no se enteran de lo que ocurre, se precipite colina abajo. ¡Y así acaba el libro!

Parece que nos encontramos en una situación similar. Nos precipitamos hacia el desastre a un ritmo cada vez más acelerado y no hay nadie en el asiento del conductor. La única diferencia significactiva es que conocemos el peligro que nos aguarda. Es como si el maquinista estuviese recorriendo todos los vagones para advertirnos que el tren está fuera de control, y nosotros seguimos tranquilamente sentados jugando a las cartas. Oímos la advertencia, pero por alguna razón -- quizaś porque estamos ya curados de espantos, nos sentimos impotentes o estamos demasiado preocupados con nuestros propios problemas -- continuamos como si todo fuese a salir bien. 

Lo que parece faltarnos es la voluntad de levantarnos de nuestros asientos e intentar evitar el desastre colaborando todos juntos. Nos falta valor para afrontar la verdad. La mayoría parecemos estar más preocupados en defendernos de los demás pasajeros o en asegurarnos de ganar nuestra partida". (de Un agujero blanco en el tiempo, de Peter Russell, GAIA, 1994)


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El martes pusieron "Solo ante el peligro"(Fred Zinneman, 1952). El peligro es Frank Miller, un malvado que tenía la ciudad sumida en el caos hasta que el chérif consiguió encarcelarlo por asesinato. El tío estaba condenado a muerte pero le conmutaron la pena por cadena perpetua. Y más tarde le indultaron y salió de la cárcel. Va a regresar a la ciudad para, primero, asesinar al chérif que lo encarceló y luego volver a tomar posesión de la ciudad. 

El chérif pide ayuda a todos los ciudadanos. Hasta hace un momento todos se mostraban agradecidos con él, lo felicitaban por su reciente boda, le agradecían lo que había hecho por la ciudad. Pero desde que se enteraron de que Miller volvía a la ciudad su actitud ha cambiado. Unos consideran que no es asunto suyo parar a Miller, que eso es cosa del chérif, que para eso le pagan. Otros se desvían del tema acusando a los politicastros de Washington de incompetencia, bla, bla, bla. Otros consideran que no se estaba tan mal en la época de Miller, se ganaba dinero y había mucho ambiente en la ciudad. Otros declaran explícitamente su miedo. Algunos, absurdamente, creen que el chérif debería irse de la ciudad para que los tiros ocurran en otra parte y no perjudiquen la buena reputación de ciudad tranquila. Absurdamente porque, si gana Miller, todos están seguros de que regresará a "tomar posesión" de "su" ciudad. Al final todos están dispuestos a dejar que la ciudad retroceda hasta el caos primigenio con tal de no ser ellos los que se tengan que sacrificar intentando conservar lo que todos consideran que es una buena situación, la actual.

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A mí me parece que en ambos ejemplos, de lo que se está hablando es de falta de un sentido cívico, un sentido de autorresponsabilidad (es decir, responsabilidad que se impone uno a sí mismo) por el todo, por lo público, el lugar en el que vive y comparte con los demás, lo que no le pertenece propiamente a uno, sí perteneciéndole porque nos pertenece a todos. Y como nos pertenece a todos todos debemos estar implicados en su mantenimiento en la mejor situación, y no solo aquellos de nosotros que tengamos como labor concreta ese mantenimiento puntual. 

Me aclaro. La confianza de todos los soldados es que el asunto de conducir el tren es del maquinista y ellos no tienen que hacer nada más que disfrutar del viaje; si el tren va desbocado, ese es un problema que tiene que resolver únicamente el maquinista, no ellos.  A pesar de que si el maquinista no lo resuelve todos acaban muertos. La idea es que todos deberían contribuir, siguiendo naturalmente las indicaciones del experto, pero no dándole la espalda a sus peticiones de ayuda y exigiéndole que él solo se encargue del asunto puesto que ya le pagan para eso, como le sucede al pobre Kane ante la llegada del malvado Miller y sus secuaces. 

Sentido cívico es ese compromiso común que debemos -- exigencia -- tener todos por conservar lo nuestro. Y no, nunca, apropiándonoslo, porque que sea nuestro no implica que sea mío. Ese nuestro debe estar tan asumido como ese mío y con su sentido propio. 

Si esto ocurriera así no veríamos los entornos de los contenedores de basura de la ciudad -- al menos por mi barrio -- siempre saturados de los más variopintos objetos (libros, muebles, vacijas de retrete, colchones) que la gente que los tira allí no se molesta en llevar a los lugares apropiados -- los puntos limpios, ¡coño! -- simplemente porque confían en que otros lo harán por ellos. Muchos creyendo que tienen el derecho ciudadano de que los llamados Servidores Públicos estén al quite de sus menores caprichos. Por no hablar de los c...nes que aprovechan cualquier rincón para abandonar bolsas de escombros. 

Lo mismo que digo de los contenedores de basura, lo digo de las cagadas de los perros, el mantenimiento de los jardines y mobiliario urbano, la generación de ruidos y humos, el uso indiscriminado de los automóviles, la deforestación de las ciudades y por extensión la del planeta, la extinción asesina de especies animales y vegetales, el cambio climático, el respeto por la diferencia, el apoyo a los más desvalidos que nosotros, aunque vengan en barca... votar en conciencia, pagar impuestos honestamente, yo qué sé la cantidad de cosas que encierra esto de tener Sentido cívico. 

Pero todo se resume en tener un poco de voluntad de convivencia. Resulta tan fácil decirlo y la idea es tan simple. 

Postdata. Hay un programa de radio en el que tienen como eslogan: "No estás sola". Pues el eslógan del Sentido cívico es la misma frase pero en sentido admonitorio: ¡No está usted solo, coño!

viernes, 2 de septiembre de 2022

Reflexiones sugeridas por la lectura de El AGUJERO BLANCO EN EL TIEMPO de Peter Russell

Tal vez no tienen nada que ver con lo que se lee allí, pero de su lectura salen. 

-1-

Medimos el mundo con nuestras coordenadas y por lo tanto el mundo tiene nuestras dimensiones. Pero otros miden el mundo con las suyas y las dimensiones son otras. Lo cierto es que el mundo es multidimensional y cada uno de nosotros somos un sistema de referencia, y los otros, puntos en el espacio que nosotros regimos y centramos. Por eso toda afirmación que hagamos sobre el mundo será cierta en nuestro sistema de referencia pero no necesariamente en los otros sistemas. 

-2-

Todos – probablemente forma parte de la psique humana – nos sentimos la cima de la evolución, el tope superior, después del cual todo es decadencia. Y cuando admiramos a otro, lo hacemos de la misma manera que una alta montaña admira y envidia los picos nevados de otra superior. Orgullosa de su propia altura que le permite comprender la majestuosidad de la otra. Despreciando aquellas colinas más bajas, incapaces de alzar la mirada más allá de sus propias mediocridades.

-3-

Nuestra visión del mundo está tan manipulada por los libros que leímos, las películas que miramos, las noticias que recibimos – seleccionadas para despertar nuestro interés – que la gran mayoría vivimos en un mundo irreal y pensamos, opinamos y actuamos como respuesta a ese mundo irreal en el mundo real y concreto en el que vivimos. No es muy diferente de llevar permanentemente una de esas gafas de realidad virtual caminando por el mundo real. (Probablemente este es el efecto del sedentarismo, la pérdida de la realidad física, solo conocemos lo que nos rodea, lo demás lo imaginamos. Cuando caminábamos, no necesitábamos imaginar, íbamos allí)

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La única solución a este problema es viajar. Ir a ver los sitios, no leerlos. Pero esto nos descubrirá que la realidad no nos interesa. (La realidad es plana, es… real)

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Necesitamos el misterio – ¿o solo yo? –, necesitamos creer que hay todavía zonas blancas en los mapas de las que nada sabemos. Necesitamos creer en palabras que inventamos y que no definimos a propósito porque precisamente es su indefinición lo que nos atrae hacia ellas.

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Este mismo nosotros es una invención. ¿Quiénes somos nosotros sino yo y la esperanza de no estar solo en el mundo? Y al mismo tiempo, yo soy el único digno en este mi mundo, y el resto, puntos deficientes en el espacio del cual yo soy referencia. (Pertenecer al grupo pero no como partícula indistinguible. Ser como todos pero siendo distinto. Todos tatuados pero con un tatuaje distinto… del mismo catálogo)

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Si fuéramos todos iguales, si, al final, el nosotros fuéramos la gran mayoría ¿no sería terrible? Saber que todas nuestras decisiones, todos nuestros actos están previstos, están inscritos dentro de una limítadísima zona del infinito espacio multidimensional que habitamos. 

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Nuestro cuerpo se limita a un espacio tetradimensional, con alguna de las dimensiones lastimosamente capadas, pero nuestra mente vive en un espacio de ¿cuántas dimensiones? Es decir, ¿cuántas coordenadas independientes localizan cada uno de nuestros pensamientos, y al final, nuestras acciones? 

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Si todas esas coordenadas fueran físicas, adiós trascendencia. Somos mecanismos. No puede ser. Seres tan importantes como nosotros, como yo. La cima de la evolución. Vale. Los ateos lo aceptamos, pero entonces no puede ser que la evolución se pare aquí. Tiene que continuar. Nos vamos refinando.  La cosa no puede pararse aquí, tiene que haber una dirección y un sentido (el anti-sentido es regresar atrás, a la cueva, a los árboles, al agua).

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Esta supuesta post evolución que tal vez transcurra en el ámbito de la mente, supongo, no deja de ser una nueva zona blanca que explorar





miércoles, 24 de agosto de 2022

¿Música?

 Estaba escuchando a John McLaughlings, Al di Meola y Paco de Lucía, y me dio por pensar si esos grandes compositores del pasado, no sé, Bach, Beethoven; ellos o la gente de su tiempo, escuchando esto que hoy consideramos «buena» música, pensarían, siquiera, que esto fuera música. 

No cabe duda la habilidad de sus dedos al moverse por los trastes y las cuerdas de la guitarra. Es decir, sí que apreciarían la prestidigitación, la vertiente cirsense de unos tipos que son capaces de sacarle a la guitarra tales sonidos, pero, ¿lo llamarían música?

Había un violinista en esos viejos tiempos, Paganini, que pasaba por ser el tipo más habilidoso tocando el violín, tanto que decían que había llegado a algún acuerdo con el diablo. He escuchado sus composiciones y parecen música al mismo tiempo que – yo no entiendo de eso – parecen complicadas de interpretar por la velocidad de la digitación que requieren. También he escuchado composiciones de guitarra y siempre me han parecido bastante simples – siempre desde mi ignorancia – muy lentas, muy melodiosas, sin abusar de los acordes como se hace hoy. Imaginar a Paco de Lucía haciendo esas florituras en el siglo diecisiete, dieciocho o diecinueve hubiera dejado a Paganini con su violín en ridículo… en cuanto a habilidad, el pacto con el demonio sería poco, pero ¿en cuanto a música?

Aparecen de vez en cuando en FB entradas de esas que dicen algo así como este tío, no sé, David Bowie, o cualquiera de los Rolling Stones, los Beatles mismos, son unos genios, han revolucionado la música, en fin, esas boberías que suelen decir los fanes incondicionales. ¿Llamarían música a eso que canta Bowie, o los Beatles, los Stones, nuestros antepasados, ya no del siglo XV, los de principios del siglo XX? 

Luego vendrían los vanguardistas, tipo Schonberg que se inventa nuevas  formas de organizar los sonidos que luego se van a utilizar para componer. Vendrían los compositores aleatorios, la música electrónica, el ruido de los futuristas. Pero ya en el siglo diecinueve tenían las miras más abiertas y escuchaban músicas orientales, y trataban de comprenderlas, eran muy abiertos los chicos del S XIX. Pero ¿cómo reaccionarían ante Maluma (lo menciono de oídas, no sé ni cómo suena este tío, voy a oírlo por coherencia con este texto, esperen un momento y sigo – ¡coño!, si hasta se le entiende lo que dice, lo cual no me parece precisamente un piropo – )? Supongamos una delegación del siglo veinte, no sé, Schonberg, Stockhausen, Steve Reich, John Thorn, Los Beatles, Led Zeppelin, Sinatra, Sinead O’Connor… elegidos aleatoriamente, y hacen una tourné por los siglos pasados de atrás adelante, XIX, XVIII, XVII, XVI… si consiguen sobrevivir al siglo diecinueve, en el dieciocho los ajustician a todos por entes demoníacos, y eso que es el siglo de la ilustración. 

Como en los computadores, las familias tecnológicas, las versiones de los sistemas operativos y de los procesadores no son compatibles hacia atrás, pero sí hacia adelante. Es decir, la idea de las familias era que aunque se hubieran modificado los procesadores, los programas desarrollados para los procesadores antiguos, aún siguieran pudiendo ejecutarse en lo procesadores nuevos, sin embargo, programas desarrollados para los procesadores nuevos y sus nuevas características no podrían ejecutarse en máquinas antiguas. La idea es que las innovaciones no obligaran a tener que desarrollar de nuevo todo el entramado de programas que ya estaban funcionando, porque si no el mercado se iba a hacer gárgaras. 

Es decir, las innovaciones culturales no son compatibles hacia atrás. A medida que las sociedades evolucionan van dejando un rastro de baba de caracol de elementos comúnmente aceptados al tiempo que se van integrando elementos nuevos que en el pasado no habrían sido aceptables. De algún modo esto inhabilita al arte como un concepto inmanente o absoluto. De algún modo se va construyendo y se va quedando (aunque siempre haya algunos que consideren que Beethoven les suena a pedo) no sé si en los genes pero sí en una especie de arquetipo junguiano. 

Una vez iba en coche escuchando la radio, música, como siempre, y de pronto me di cuenta de que aquello era rarísimo, un señor gritando acompañado de un ruido. ¿Por qué lo hacía?, él creía, sabía, que eso que estaba haciendo agradaba a quienes lo escuchaban, pero ¿por qué les, nos, agradaba escucharlo? De pronto me vi extrañado de que me gustase eso que llamamos música, desconocí el sentido de que un señor cantara, y que lo hicieran en público, unas letras bastante absurdas, generalmente, cuando se entienden, aunque no importaba demasiado. Le pregunté a mi hija que tendría siete, ocho años, ¿por qué nos gusta escuchar esto, porqué les gusta a ellos hacerlo? Mi hija tampoco supo responderme. 

domingo, 21 de agosto de 2022

La mujer de Strasser, de Héctor Tizón

 

Uno de esos libros que… no sé. (No gusta mucho, no da credibilidad, eso de que uno que habla de algo, por ejemplo un libro, empiece o termine o continúe diciendo, «no sé». ¡Aquí hay que tener las cosas claras, coño! ¡O se afirma o se niega, no hay medias tintas! ¿Tiene de verdad la gente las cosas tan claras? ) Me pasa muy a menudo que, en medio de la lectura, me pregunto porqué el autor me está contando lo que me está contando. Adónde quiere llegar. Otras veces no me pasa, porque se ve claro. Y otras veces más, tampoco es que se vea claro, pero no me pregunto nada; es decir, estoy completamente sumergido bajo la línea de flotación. Supongo que esas son las mejores obras de arte, esas ante las cuales no te haces preguntas, simplemente estás en ellas, las contemplas, las lees, las saboreas o hueles, y sientes una sensación de eternidad, de bienestar, de no querer volver a la superficie. 

Este es un libro de no sé. Y yo creo que el autor es consciente de, un poco, el enredo en que se ha metido. El personaje, narrador, aún no nacido en el momento de la historia que nos está contando, también declara desde el principio que 


Este libro/.../ No ha sido escrito a partir de un esquema, sino de una suma de recuerdos confusos, de la sombra de hechos proyectada a través de esos recuerdos y sentimientos que de una y otra manera se reiteran a lo largo de mi vida


Lo que quiera que eso signifique, se entiende que hay una conciencia de que algo raro, no habitual en el autor, ocurre con este texto. Solo puedo aducir la enorme diferencia con el anterior que he leído, La belleza del mundo, tan claro y preciso, tan directo y concreto. 

Algo de aquel hay aquí también, esos tramos filosóficos, que definen una idea de la existencia, la humana, en concreto – pero, no, en general – la existencia, como una sucesión de hechos, como un transcurrir, sin intención, sin propósito, ante la cual, casi por desgracia, los seres humanos estamos despiertos, conscientes, lo que nos lleva a la tragedia de preguntarnos porqué, para qué, hacia dónde. Tal vez de eso también va esta novela.

Como decía, el narrador es alguien que aún no ha nacido. Me vino a la mente Vida y opiniones del caballero Tristam Shandy, en que allí tampoco nacía el personaje, cuya vida y opiniones estábamos leyendo, hasta el final del libro. La madre es La mujer de Strasser, Hilda, y el padre, por supuesto, no puede ser Strasser, que entonces no se habría escrito la novela o sería una del tipo la saga de Los Dukay; otra de las incontables novelas que tengo pendiente leer. El padre es, supuestamente, Janos. Aunque Janos se queda y ella se va con Tilo, alguien que en la novela apenas es un fantasma que toca el acordeón. 

Resumamos. Estamos en tiempos de la segunda guerra mundial. Strasser y Hilda han huido de Alemania y han venido a dar a este remoto lugar de la selva donde Strasser ha sido comisionado para construir un puente. Debe ser arquitecto y Janos, un ingeniero. Janos le asiste en la obra. Ha venido de España, aunque no es español. Luchó como miliciano en la guerra y le sobrevienen recuerdos de aquellos horrores. Tilo debe ser uno de los indígenas que trabajan o viven entorno a la obra. Vive con su abuela que es una especie de hechicera o bruja local. La obra transcurre lentamente debido a las condiciones impuestas por la selva, la lluvia, los vientos, las crecidas del río. Strasser se muestra un hombre desesperado. Hay un claro conflicto con su señora. No se habla claro de ello. Ella le ama o cree que le ama. Él la ama, como se dice, a su manera. Pero entre ellos las cosas no van bien. Strasser bebe a matarse, se comporta como un loco atormentado. Pero a mí no me queda claro qué le reprocha a Hilda. Hilda recuerda momentos del pasado. Y sí, hay alguna infidelidad por ahí. Pero no me explica completamente el comportamiento de Strasser. También hay algo de El corazón de las tinieblas, en esta historia, ocupando Strasser el papel de Kurtz en su proceso de transformación de hombre civilizado a eso en lo que se convirtió Kurtz. En fin. La tensión sexual entre Janos y Hilda es evidente. Algunas veces instigada por el propio Strasser – creo, algo hay de eso, que Strasser tiene algunos problemas de índole sexual que le impiden consumar el matrimonio, o simplemente será que siente algún rechazo contra Hilda –. Sí, tal vez en algún momento llegó a haber algo entre ellos. El narrador así lo aclara, imputando su paternidad a Janos explícitamente.

Y bien, el puente es construido, pero todos, Strasser el primero, tienen la sensación de que aquella obra no tiene sentido, que ese puente no lleva a ninguna parte. Ha sido comisionado por el gobierno, uno de cuyos representantes viene a certificar la obra, pero la forma de referirse a todo eso es tan vaga que uno imagina una de esas obras gubernamentales hechas para figurar en la hoja de méritos para las elecciones. Strasser está dispuesto, una vez finalizada la construcción, a destruirlo, y destruirse midiéndose con Janos. Se habla mucho de la necesidad de Strasser de saber que existe, de confirmar su existencia y de ahí su desesperación sus actos brutales (una apuesta, contra una caja de cervezas, de que es capaz de pegarse un tiro en la boca). No sé, hay como un exceso de drama en este hombre, que contagia a todos los demás que tienen que soportarlo. Janos lleva también el suyo, su drama, pero es un hombre silencioso. Nosotros sabemos de su  vida porque él recuerda, no porque el cuente. Sus conversaciones con Hilda son mínimas y siempre giran alrededor de Strasser.

El puente se termina, Strasser muere en su intento de volar el puente y Hilda se va con Tilo y su acordeón. ¿Por qué con Tilo? Ni idea. Tilo es como la conciencia indígena. Una conciencia de identidad, no como los trabajadores, también indígenas, que son… simplemente son, están, viven. Cuando acaben en esta obra se irán a otra.  Nosotros, casi todos, somos esos indígenas, son la gente.

Me pregunto si leemos libros y vemos películas para identificarnos con los personajes principales y salirnos de esa comunidad, dejar de ser la gente por unos momentos y sentirnos, como busca Strasser, existir. 

Supongo que esta novela tiene necesidad de una segunda y siguientes lecturas. No da pereza pensar en ello. Don Héctor lo merece. Y es cierto, uno lo sabe al terminar de leer una novela, una primera lectura apenas se aproxima a haberla leído. Pero supongo que no todas la novelas ni pueden, ni merecen, ser leídas. Yo creo que esta sí lo merece. Se podrá o no. 

jueves, 18 de agosto de 2022

Piensos Cortos, de Xul Solar, (lectura)


 

Se le considera pintor, parece que influenciado por el futurismo italiano. Viajó a Europa en 1912 donde residió 12 años.  Digo se le considera, porque en esencia era un personaje extravagante con muchos intereses. Tenía por amigos a otros no menos extravagantes como Macedonio Fernández, o el ineludible Jorge Luis Borges. Se dedicó a estudios de astrología, esoterismo y lenguas. Como él mismo explica inventó varias lenguas, también era aficionado a crear signos gráficos. En cuanto a su esoterismo, el mismo Aleister Crowley le dirigió unas palabras laudatorias hacia sus San Signos, que son, según entiendo, sus visiones traducidas al neocriollo, una lengua de su invención. 

domingo, 14 de agosto de 2022

La belleza del mundo, de Héctor Tizón

 


Otra recomendación de Ortega y Porrini (*), un autor que desconocía completamente pese a que en la reseña biográfica del final se dice que «Es uno de los más grandes narradores contemporáneos en lengua española», cosa de la que no me cabe duda después de haber leído este libro suyo.

Es argentino (1929-2012), claro, como casi todas las recomendaciones de Ortega y Porrini, y de esa generación oscurecida por por la generación de Borges, Oliverio Girondo, Roberto Artl, Leopoldo Marechal, etc. Como Juan José Saer al que recientemente he leído, aunque al menos a este lo conocía de nombre. 

La belleza del mundo, no es una novela de amores. Yo diría que no es una novela de… algo. Sí habla de un amor, de un hombre abandonado por una mujer, que vagabundea durante veinte años por el mundo, al menos una pequeña parte de él, hasta regresar para saber y recuperar la paz. Este sería el resumen. Y es todo lo que voy a decir de su historia.

Leo varios libros al mismo tiempo y comparo los libros que he leído con los que estoy leyendo, ese es el fundamento de la medida. Este libro, mientras lo leía, me venía recordando a El sacrilegio de Allan Kent de Erskine Caldwell. No en la historia, sino en esa forma de contar fría, desapasionada, sentenciosa. El narrador es muy filosófico y acostumbra a cerrar sus segmentos de reflexión con una sentencia, una frase concluyente y totalizadora que forman en conjunto un tratado, tal vez sobre la vida. 

La belleza siempre es un milagro.

 

Tal vez habría querido decir que los grandes dolores son mudos, porque las verdaderas desgracias no se confiesan.

 

Hay que amar lo que es absolutamente digno de amor, y no lo que es sólo digno en determinados aspectos y en otros no… Nada de lo que existe es absolutamente digno de amor… Por lo tanto sólo podemos amar aquello que no existe.

 

El estilo es muy sencillo. De frase generalmente corta y párrafo breve, aunque sin llegar los extremos del citado Sacrilegio. Es algo en el tono de escritura, en las sensaciones que transmite lo que me lo recuerda. Y yo diría, porque también me lo recuerda, que transpira un tono de narraciones clásicas, los llamados cuentos infantiles tipo Hermanos Grimm, o Andersen, por el estilo que parece vocalizar despacio para ser bien entendido. Ser preciso en la descripción y no enredarse con la gramática.

También la historia tiene algo de fábula, no abandonan los personajes la inocencia pese a que les suceden o cometen hechos trágicos, (nada de crímenes ni sangrerío, hablo de abandonos, traiciones, hablo de emociones intensas, de soledad). Tal vez porque, por voz del narrador y a veces por sí mismos, reflexionan mucho acerca de lo que les ocurre y acaban aceptando la realidad tal y como se les presenta. Así, la idea general del texto es que la vida sucede y si usted quiere enturbiársela buscándole explicaciones o alimentando resentimientos, bueno está, pero todo eso resulta innecesario e inútil. Y esto es en esencia lo que comprende el personaje al final de su vida.

Ya nada le importaban las cosas ni los lugares. Pensó que quizá toda existencia individual era ilusoria, que la muerte y la vida del individuo nada significaban, que lo único que existe es la gran corriente que fluye, y que morir o matar es solo un gesto aparente.

En resumen, un descubrimiento, una demostración más de aquello que decía no sé si Hamlet, Macbeth o un hermano suyo  “hay más libros interesantes en las librerías de viejo de los que en tu vida vas a ser capaz ni de imaginar y entre ellos está tal vez El Libro”. Seguiremos descubriendo diamantes en el barro. Cómanse otros las flores frescas del día.


(*) Ahora, por más que la busco, no encuentro en qué programa hablaban de él y dudo si obtuve el nombre de ellos o de una conferencia de Roberto Bolaño sobre literatura argentina.

miércoles, 27 de julio de 2022

Un hallazgo

 Bueno. Pues esta mañana, mientras paseaba a Poncho y leía a Juan José Saer (La pesquisa: por ahora no estoy entendiendo nada. Empieza con un tipo contándonos acerca de un policía, Morvan, que está locolacabeza con un asesino que se dedica a matar viejitas, pero a lo bestia, con descuartizamiento y efusión de sangre a tutiplein. Y no tienen pista ninguna por donde tirar para atrapar al tipo. Todo lo más es el tipo el que los tiene a ellos, a Morvan y al equipo especial que se ha formado para investigar los crímenes, acorralados en un barrio determinado en donde han ido concentrándose los últimos crímenes. Y de pronto se interrumpe la narración y cambiamos a otra parte. Aquella ocurría en París y esta ocurre ahora en Argentina. Un fulano, al que llama Pichón, ha regresado, desde París donde reside, a la Argentina, con la excusa de resolver unos asuntos de herencia, pero en realidad, tal vez, deducción mía, para averiguar qué le queda de todo aquello que fue antes su vida. Allí le reciben otros dos amigos, también con nombres raros, Pinocho – a veces llamado Soldi – y Tomatis. Con ellos recorre los paisajes en torno al río Paraná; van a visitar a la hija de un extinto amigo, Washington,  que custodia celosamente sus manuscritos, entre los cuales el principal es una novela de temática clásica – Grecia, la Ilíada y esas cosas – por la que ellos están muy interesados y que no consiguen  que la mujer, con la que hace tiempo se han peleado, les preste para estudiarla en detalle – Pichón sospecha que la novela, que ha podido mirar un instante,  no es de la autoría de Washington, pero por el momento no ha desvelado su sospecha –. Pues esta se interrumpe de nuevo y volvemos a Morvan, pero ahora descubrimos que es Pichón el tipo que les está contando la historia a sus dos amigos, sentados en una terraza de la que nos describen con opulencia de detalles todo  lo que se ve desde allí, desde el color de los ladrillos – rojos – de una pared en frente, hasta la disposición de otras mesas; lo mismo ha hecho, – descripción demorada – mientras paseábamos por el río. Y aquí me he quedado; sin sospechar a estas alturas cual es el destino de este río, hacia qué remotos mares me está llevando. Mi primera impresión de este Saer, al que leo por primera vez, es que es un poco envarado, rígido, intelectual, y que estas historias que cuenta son probablemente una distracción para contar otra cosa que está debajo, tal vez en los detalles que con tanta minucia describe. No descarto tener que releerla para comprender de qué va todo su rollo) cuando de pronto atisbo a lo lejos, al pie del contenedor de basura, al que me dirigía con la caca de mi perro en la mano – no propiamente en la mano sino envuelta en un papel de periódico – una bolsa negra, grande, a un lado de la cual se apoyaba lo que parecía un libro – aún casi no ha amanecido y yo soy medio cegato - . Esta es una zona propicia para este tipo de hallazgos, a la gente ya no le gusta tener libros en casa. Solo son capaces de ver en un libro un depósito de polvo, y prefieren dejar vacía la estantería o sustituirlos por una pieza de cerámica que son mucho más cómodas de limpiar. El libro de fuera era uno de Elvira Lindo, autora que, diosmeperdone, no despierta mi compasión, sin embargo dentro de la bolsa había una serie de tomos de estas ediciones, tan antiguas ya, de Planeta, que contenían toda la obra en varios tomos de autores de mucha fama en aquellos momentos, y que nutrieron mi adolescencia en las aburridas y calurosas tardes de verano, como Frank Yerby, Frank Slaughter, Baronesa d'Arcy o Pearl S. Buck; tampoco despertaron mi compasión pero sí mis recuerdos y con ellos mi melancolía de tiempos idos, mucho más esperanzados, simplemente porque lo que había de venir aún no había llegado. No es que lo que haya llegado sea malo, pero ya llegó y en eso radica su carencia de esperanza. Ver estos libros así es como ver una camada de gatitos y no poder llevárselos uno a casa para salvarlos de las atrocidades del mundo, al menos yo no lo hago porque por encima de mi compasión está mi comodidad pequeño burguesa y un respeto profundo por los ciclos naturales, que no quiero perturbar ni desequilibrar con mi  intervención antropo-sentimental (aunque el sentimiento sea una característica humana en sí, quiero decir con esta conexión que obedece a una de esas actuaciones que son  absurdas, casi perjudiciales o peligrosas, pero que nosotros, como seres humanos, consideramos que hay que realizarlas por cuestiones  sentimentales, es decir, desde una visión egocéntrica e irracional). En fin. Solo sucumbí a llevarme uno de los gatitos, que era tan hermoso que no podía abandonarlo, un primer tomo de las obras completas de Carmen Laforet. Luego, conteniendo las lágrimas me alejé de allí para no escuchar los maullidos de mi corazoncito de lector clamándome por la vida de aquellos pobres libros.

El retorno ya no lo cuento porque no vale la pena. Enseguida, vuelto a zambullirme en la lectura de Saer, olvidé el episodio. Poncho tiró de mí para continuar su propia investigación del mundo y cuando todo estuvo cumplido, como en las escrituras, regresamos a casa. 

miércoles, 22 de junio de 2022

Sin novedad en el frente

 Sin novedad en el frente. No sé si recuerdan esa novela. Erich María Remarque. Yo, apenas. Pero la he leído tal vez tres o cuatro veces.  Y he visto la película también tantas veces. Trata de unos muchachos, germanos, en la primera guerra mundial. De esa sensación de vivir sabiendo que en cualquier momento te puede pillar una bala, caer un bombazo y destrozarte o, peor, mutilarte. De cómo te acabas habituando a las peores situaciones. De la muerte en general y el horror en particular. 

Es una sensación de muerte, pero no racional, como la tenemos todos, sino física,  sintiéndola cada segundo en el cuerpo mismo, en cada acto, en cada palabra que pronuncias. Se alude poco a la muerte, en esa novela, sin embargo. No se habla de ella. Pero está sobre todo. La muerte y el horror. Tiene una segunda parte, Después, donde los mismos personajes, los que han quedado, regresan a casa tras la guerra. Pero esto aquí no se aplica.

Ayer se celebró el día de hablar mucho de la ELA, ya saben, esa enfermedad degenerativa de las neuronas. Las neuronas se dan de baja, en particular las que se encargan de la movilidad, del estímulo muscular, las otras siguen con su rollo. Ahí está lo terrible. Te permiten ser plenamente consciente de tu deterioro. 

Por lo visto no saben nada de nada. Que te mueres en cinco años, si tienes suerte, poco más. Un testigo hablaba en nombre de los afectados por ella. Tenía cincuenta y ocho años. Una vida normal, aburrida o entretenida, normal, trabajando mucho, qué remedio, la mujer, los hijos. Las copitas con los amigos. Esperando la jubilación. Y ¡pum!, pisas una mina. Y no una de las que te matan del zapatazo, no. Una de las otras que te deja hecho un ocho, para que padezcas durante cinco años pidiendo agua por señas. Este hombre estaba enchufado a una máquina que le permitía respirar. “dependo de la electricidad, para vivir”, decía, ahora que está de moda el asunto de las energías. 

Hace unos meses un compañero cayó fulminado mientras paseaba por la Avenida. Iba charlando, supongo, tranquilamente con su mujer, y de pronto se quedó en el sitio. Un tipo muy valioso, de esos que tienen iniciativas que de algún modo influyen en el destino de la gente, a pequeña o mediana escala, pero que dejan poco más o menos su pequeño legado. De un zapatazo desapareció de nuestras vidas. Ahí lo vi la última vez, dentro del ataúd, empaquetado para la otra vida, la de Después

Yo estoy ahí con mi tensión, mi colesterol, mi azúcar. La médica piensa que bebo mucho y camino poco. A lo mejor es verdad. Que como mucha sal y que fumo como un carretero (¡dos cigarrillos al día, una barbaridad!). Me mido poco la tensión porque cada vez que compruebo esos números me entra el pánico de guerra. 

A algunos tipos, en aquella novela, les entraba ese pánico. Unos acababan, enloquecidos, corriendo contra el enemigo, otros trataban de huir hacia el otro lado y un heroico oficial le pegaba un tiro por cobardes. Otros se quedaban acurrucados en las trincheras o en los huecos de las explosiones tratando de pasar desapercibidos. No. Mejor no pensar en ello. Cuando me toque, que no me avisen mucho, apenas para decir adiós muy buenas. Que sea rápido e indoloro. 

Como si estas cosas uno las pudiera elegir. Nunca se sabe por dónde te va a salir. A mi tío le encantaba caminar así que el azúcar le amputó una pierna. A veces el azar es muy puñetero. El problema, decían los médicos, es que le echaba azúcar al café. De eso se murió. Mi médica lo tiene muy claro, estoy gordo. Todo demás argumento es inútil.

Y mientras, a esperar, a sobrevivir. A ocultarse lo mejor posible de las balas y de las bombas y de los oficiales enloquecidos siempre con el arma en la mano dispuestos a cargarse al que quiera rajarse. Hay oficiales que han matado a más de los suyos que a enemigos, dicen; eso se decía antes –en las novelas del siglo de oro, sobre todo– de los médicos, poco más o menos: que habían matado más enfermos de los que habían curado.  

Es decir, caminar más, bajar algún quilillo, quitar el azúcar del café, fumar un cigarrillo menos, y quitar también el café. Cuando uno lleva una vida de monje cartujo son muy pocas cosas las que pueda hacer para evitar la muerte. Rezar, dormir menos siesta, salir a echar de comer a las palomas. Y que no te pille la mala con los calzoncillos sucios.


martes, 21 de junio de 2022

Ondas desvanecientes o argo asín


  El guión es de otra entrada que hay por ahí debajo. Un divertimento que me hacía gracia leer. Es verdad que suena a En Clave de Ja. Qué le vamos a hacer. Uno no puede renunciar a sus referencias aunque no las reconozca. 

martes, 7 de junio de 2022

Comentario (demasiado largo) al blog del polillas

La entrada que comento es esta.

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 Yo creo que a usted le falta un poco de "sentido común" en su exceso de mirar con lupa y al detalle para descubrir lo que falla en cada cosa. 


A mí me parece correcto que en el Día de Canarias, se exalte lo canario, lo que quiera que fuere, o lo que quiera que cada exaltador considerare que fuere. Tal vez me parece menos correcto, y en eso convengo, creo, con usted, que cada año las exaltaciones tengan los mismos matices (que ya se están quedando viejos), los mismos enfoques (que apenas iluminan ya esta realidad), y que sean prácticamente las mismas voces las que las expelan. Pero eso solo pueden evitarlo las voces que quedan calladas (bueno, de acuerdo, también los altavoces que las divulgan, es decir, los diarios, las revistas, las radios y las televisiones que escogen las voces que les resultan más afines a lo que quiera que les interese). 

Y también me parece perfectamente normal que muchas coincidan en lo evidente, conservar la parte de la cultura que nos distingue. Si es que la hay, si es que nos distinguimos en algo, si es que que nos distingamos sirve de algo. Yo creo que el sentimiento de pertenencia a algo sigue formando parte de nosotros, quiero decir el ser humano, y creo que es eso lo que se celebra o debería celebrarse en estas conmemoraciones. El sentirnos, no diferentes por mejores, sino distintos por simplemente otros, con nuestras peculiaridades, nuestra variedad. Porque tuvimos un abuelo, y vivimos en un barrio y aún soñamos con la casa en la que transcurrió nuestra infancia.


Nunca acabo de entender el sentido de sus diatribas, sinceramente. ¿Cree usted que no se deberían celebrar "días de canarias", "días del libro", o sí deberían celebrarse pero de otra manera?, ¿y qué otra manera sería?

En fin, que solo percibo que se deleita usted en poner la lupa para descubrir la mancha, pero no acabo de comprender si tiene alguna propuesta para limpiarla. 

Sí, es cierto que al final propone usted algo, sobre la feria. Una especie de evento paralelo a la festividad consumista. ¿no se ha intentando ya, con iguales críticas de uno y de otro lado? Siempre dependiendo de quiénes fueren los organizadores o responsables del evento, la facción contraria (siempre hay una facción contraria) arremetería por no estar incluida una correcta representación de los suyos en correspondiente cuota a su importancia... etc. 

Todos estos eventos siempre están reproduciendo aquella historia del padre y el hijo que fueron a comprar un burro a la feria. Y creo que al final, lo que nos enseñaba aquella historia es que había que escuchar menos las críticas y tomar las decisiones sobre la base de un criterio propio, que ese siempre resiste toda crítica. Y creo que eso han hecho, por ejemplo, los libreros, que celebran una feria del libro para lo que le sirven las ferias del libro a los libreros, para vender libros. Las ferias del ganado sirven para vender ganado y las ferias de alimentación sirven para vender alimentos (locales, preferentemente). Lo demás, si se quiere añadir, que se añada: manifestaciones veganas, coloquios sobre dietética, etc. Los gobiernos financian estas cosas, porque estas cosas sirven para mover la economía, para atraer visitantes que gastan sus dineros, visitan la ciudad y lo comentan a sus amigos que vienen en las siguientes vacaciones. Es un planteamiento a largo, medio plazo y un beneficio distribuido.

Yo me arriesgo a pensar que los escritores, locales y de más allá, y lectores de literatura seria de la buena, esperan con excesiva comodidad a que sean otros, los libreros, el gobierno, los que se molesten en organizarles eventos a ellos, porque para eso pagan sus impuestos y votan, y su voto tiene más calidad que la masa ígnara que compra libros de adolescentes mediáticos, y presentadores de televisión metidos a escritores por vía interpuesta (no sé qué significa, pero me gusta cómo suena, y quiero decir, que no los escriben ellos sino que editores audaces pagan a alguien para que los escriban y ellos lo firman) en muchos casos. Pero lo cierto es que ellos aportan menos, o por lo menos están menos interesados en aportar más de forma voluntariosa. 

Si los escritores locales y los lectores de buena literatura se hubieran empeñado en fomentar sus gustos y sus obras, en crear un clima de cultura más allá de los aspectos económicos, tal vez se les prestaría más atención, si pensaran a más largo plazo y no al plazo pequeño de sus pequeñas urgencias, habría un "clima cultural" que contagiaría a la feria del libro. 

Pero cada uno desde su madriguera hace como aquel topo de la canción solo que al revés, (el topo no salía de su madriguera porque la luna brillaba tanto que le parecía un sol) que solo ven oscuridad por más sol que luzca y para eso, para que no se les vea, a ellos, para que ellos no puedan ver a quienes ellos quieren, no salen. Y por eso no están en la foto. 


viernes, 3 de junio de 2022

Flores raras

 Mi reflexión del día

Soy un pésimo agricultor. O visto desde otro punto de vista soy un magnífico mal agricultor. 

No hay manera de que broten mis semillitas. Por más que esparzo a diestro y siniestro montones de ellas. 

Que no me crece nada. O que lo poquito que me crece lo hace patéticamente, debilucho, resequío. Que no tengo mano para la agricultura. 

No sé escoger los sustratos adecuados, debe ser. Porque toda semillita tiene su sustrato. Y como dice en la Biblia debe caer en su buena tierra. Uno debe buscar buena tierra para sus semillitas y no plantarlas, como hago yo, al tun tún, a donde caigan.

Sí las riego, sí. No sé si mucho o demasiado. Que eso también es malo. No. Más bien soy escaso. Soy de los que quieren que ellas no dependan de mí, sino que crezcan de por sí con mi ayuda.

Por eso, cuando me brota alguna es como al desgaire (no sé si va aquí esta palabra, pero quería emplearla), como dejando claro que yo no tengo nada que ver, que creció porque quería. Yo me siento ridículamente orgulloso de esas pocas macetas. Pero es verdad que fueron ellas las que crecieron porque quisieron. No por mis cuidados; porque de otra manera todas las otras que no crecieron también lo habrían hecho. 

Lo propio es que cada semillita se plantase en su sustrato, aquel que le pertenece o al que ella pertenece. Pero a veces es difícil encontrar esos sustratos. Y que, bueno, uno espera que sus semillitas estén por encima de eso. 

Pero no. No lo están. El mundo es como es. Y cada semillina encuentra acomodo en el lugar al que pertenece. Y si cae en lugar extraño, pues hace lo que puede; pero puede poco. Porque contra el medio no se lucha. Ellas son conscientes, lo intentan a ver si, van creciéndo, como dije, resequías, raquíticas, y de pronto un día ya no pueden más y ¡hala!, a hacer compost.

Sí, es verdad, que hay sustratos universales. Pero esos solo valen para semillas corrientes, plantas comunes. Las mías son flores raras. 

miércoles, 1 de junio de 2022

Romance de la niña Gloria

 Estaba cuidando un examen y entre cabezada y cabezada me sobrevino un romance. 

Romance de la niña Gloria.

Por la mar océana

por la rubia mar

navega un velero

rumbo a Madagascar.

Me asomo a mirarlo

desde el almenar,

con un pañuelo blanco

lo saludo al pasar.

¡Ay!, mi caballero

que se hizo a la mar.

Por aumentar gloria y fortuna

él se quiso marchar

a combatir a los moros

que haya en Madagascar.

No sabe el muy idiota

que moros no hay allá, 

si acaso guerreros negros

de gran belicosidad,

que si no lucha con braveza

pronto se lo comerán.

Guardo el pañuelo blanco

que lágrimas no hay más

y de novios idiotas

aún me han de sobrar

que no les guste la vela

que no les guste la mar

que dispongan de fortuna

que de Gloria les ha de sobrar.

lunes, 30 de mayo de 2022

Una sombra ya pronto serás, de Osvaldo Soriano.

 Una sombra ya pronto serás, de Osvaldo Soriano.


Trasteando por el baratillo de youtube me tropecé con una película argentina. Me llamó la atención el título Una sombra ya pronto serás porque me recordó a una frase que le dicen a Manuel en el musical de Alejandro Dolina Lo que me costó el amor de Laura. Creo que en ambos casos la frase venga de un tango de Carlos Gardel, Caminito


Caminito que entonces estabas

Bordeado de trébol y juncos en flor

Una sombra ya pronto serás

Una sombra lo mismo que yo


La película está protagonizada por Miguel Ángel Solá, que es un actor que, aunque argentino, aquí conocemos bien porque tiene una larga filmografía en España.

En la película es un informático que había estado trabajando en Europa, en Italia, en la Olivetti, y se había vuelto a Argentina una vez terminada la dictadura militar. Va camino de Neuquen donde espera encontrar trabajo en las petroleras. Coluchini, uno de los personajes con los que se tropieza, le preguntó que por qué se había vuelto, “pensé que aquí tendría oportunidades una vez acabada la dictadura”, le viene a decir, y el otro se echa a reír. 

El ambiente es de decadencia, personajes perdidos dando vueltas sin rumbo concreto pero con sueños imprecisos por alcanzar. Es una película de carretera, todo exterior, mucha luz. Como que estamos en una zona desértica. No sé si está claro o no en la película y en la novela pero estaríamos en la zona de la Pampa. 

El personaje anda muy depauperado, sin dinero y perdido. Todos en la película están perdidos. Todos van a alguna parte y están dando vueltas intentando encontrar el rumbo, lo mismo que nuestro personaje. Unos, como Coluchini, espera encontrar su Dorado, en Bolivia. Hay unos muchachos que andan buscando la Panamericana para enfilar hacia Ohio, Estado Unidos, La astróloga, Nadia, tiene intención de irse a Brasil. Y así todos. Y todos dan vueltas y se encuentran y se reencuentran sin salir nunca de esta especie de laberinto. El único mapa que hay, en un motel del Touring Club, es de otra zona que nada tiene que ver con esta. 

A mí me recuerda un poco a Alicia en el país de las maravillas en que el personaje, Alicia, (nunca me acuerdo del nombre de los personajes, ni de este tampoco, pero creo que es porque a este no se le nombra, solo recuerdo ahora que Coluchini le llama Zárate, porque así se llamaba su socio, que se marchó con su mujer y sus hijos a Australia) se va tropezando a lo largo del camino con los más variados y locos tipos, el conejo con el reloj, el gato de Cheshire, Humpty y Dumpty, el sombrerero loco y su fiesta de no cumpleaños, la reina de corazones y su sumisa y aterrorizada corte. A ver si recuerdo a todos estos personajes. 

Coluchini tuvo un circo. Pone voz y acento de italiano cuando quiere aparentar. Su especialidad es poner nafta sin pagar ni un peso, simplemente enseñando un fajo de billetes que lleva en el bolsillo, que hace que el empleado se confíe. El fajo solo tiene billetes por arriba y por abajo, el resto es papel recortado. Tuvo un circo de verdad, y se hizo con todo el sur, pero el país se volvió todo él un circo y ya no había manera de competir. Lo vendió porque aquello no daba para más. Ahora quiere ir a hacer fortuna a Bolivia, aunque no sabe muy bien por donde tirar. 

Lem, Lemons, lo llamó Alicia, la mujer que lo rechazó, es un banquero, aunque a él no le gusta que se lo recuerden. Va por ahí en un Cadillac cargado con ropa, comida y demás recursos. Su lugar fijo es Singapur, quiero decir que recuerda haber estado en Singapur, pero no sabe cómo ni cuando. Hay diez años perdidos de su vida que no consigue recordar. También estuvo en Alaska. Después que estuvo hizo calor seis meses. Coluchini dijo de él que era un perdedor, cuando vio la foto del niño con el trompo roto en la mano.  Siempre viste con elegancia. Es un tipo misterioso. No se sabe nada de él. Lo del banco son rumores. El personaje se lo encuentra justo cuando una mujer de la que está enamorado le acaba de dejar. Lem apesta a suicidio desde el principio. Pero antes quiere dar un gran golpe en la ruleta. Convence al informático de que busque la manera de emplear una gran libreta de datos de que dispone, para hacer una apuesta segura.  Sin mucha confianza el informático se las arregla para darle una lista de números ganadores. Luego Lem desaparece, prometiéndole que se volverán a encontrar y le dará su parte. 

Nadia, la astróloga recorre el territorio en su cuatro latas leyendo la buena ventura. La gente le paga con productos, y tiene el coche que parece un almacén de abastos. Su marido se enrolló con una empleada de su empresa y ella, para no perderlo, les obligó a vivir con ella en la misma casa. Le leyó las cartas al personaje, y le adivinó todo, la hija en Roma, su vida sin rumbo, “No se ofenda, pero usted es un hombre cansado de llevarse puesto”.

Ya mencioné a la pareja de muchachos que buscan la Panamericana para irse a Estados Unidos. Y  el cura Salinas y sus acólitos, que van dando la bendición por las estancias a cambio de donativos. Su especialidad es prometer que son capaces de hacer pasar a un rico por el ojo de una aguja. Y Barrantes que va por las estancias con una ducha ambulante duchando y desparasitando a los peones. Un tiro desafortunado del empleado del motel-gasolinera lo deja seco. Su sueño hubiera sido unirse a los que roban el cableado de cobre. Con eso sí que se gana dinero.

No es probable que ninguno salga del laberinto. El cura Salinas quería el dinero de sus donativos para irse a Roma. Coluchini simplemente creía tener un golpe de suerte cuando le robó el mapa. Al final Nadia se quedó con el dinero, suficiente para irse a Brasil, después llamará a Bengochea y los chicos, sus hijos. Barrantes, ya vimos la suerte de Barrantes, que murió en los brazos del personaje radiando un partido imaginario. El chico quedó en Berazategui después que, hace unos meses, muriera su madre y desde entonces apenas ha ahorrado algo para enviarle. Lem quedó varado en su Cadillacs. Le dejó una nota: “… Hágame seña”.

En cuanto a la novela, es que no distingo la novela de la película. Esta se adapta al texto como un guante de látex. También influye que vi primero la película y luego leí el texto. Lo único que se echa de menos es el encuentro del personaje con los milicos, dos tipos disfrazados de militares, con las marcas de su grado pintadas con bolígrafo (birome) y con las medallas recortadas de lata. Esperan incansablemente a que regrese su ejército.  También hay un fantasmal gaucho que le pregunta al personaje por una localización geográfica. Se lo encuentra en dos ocasiones y apenas cruzan un saludo. Este tampoco sale en la película.

Osvaldo Soriano es el de Ya no habrá más penas ni olvido, aquella simpática novela, que también vi primero en película, sobre las peleas que tenían entre sí los miembros del mismo partido peronista. (El mejor amigo de un peronista es otro peronista).  También tiene un pueblo fantástico donde transcurren casi todos sus relatos, este también, Colonia Vela. Lo busqué en el mapa, pero no existe, dicen que está inspirado en María Ignacia, en la región de Buenos Aires. 

A cuenta de estas buenas experiencias me he bajado dos novelas más de Osvaldo Soriano, que ya leeré en su momento. 


miércoles, 25 de mayo de 2022

Otra matanza en Texas

 En la tele, en un día normal tenemos tres o cuatro series de policías que buscan asesinos, que son generalmente mucho más astutos que los policías pero que al final cometen un pequeño error y la policía siempre vence. Los tiros saltan por todas partes, muere mucha gente, pero son extras, gente que no tiene ni nombre en los títulos de crédito, usted o yo.Los coches saltan por todas partes y quedan destrozados, vuelan y se estrellan contra escaparates, atropellan gente sin ton ni son, pero no son los protagonistas, que siempre salen de la chatarra sacudiéndose un poquito el polvo, no, son gente sin cara ni nombre en los títulos de crédito, unos cualquiera, usted y yo. Sale gente con todo tipo de armas desde sofisticados cuchillos hasta bombas nucleares, fusiles, pistolas, hasta los tirachinas son letales. Lo buenos son unos tipos forzudos que esconden un arsenal en el portabultos de su coche y lo llevan siempre ahí hasta cuando van a hacer la compra. Pero lo usan para el bien. Acribillan a los malos y ni una bala toca a ninguno de los ciudadanos que se arremolitan curiosos a ver las matanzas. Los malos sí, los tiros de los malos matan mucho a gente inocente, pero gente sin nombre, gente que no cuenta para el argumento y puede morir tranquilamente, como usted y yo. 

Esto todos los días a todas horas. ¡Y nos escandalizamos por una guerrita o porque otro muchacho ansioso de notoriedad se carga a diez o veinte chiquillos en una escuela! Amos, hombre.  Dan ganas de reírse

Una vez se me ocurrió ponerme a buscar episodios parecidos, sin ser muy exhaustivo, que soy mal investigador. 

1979

Brenda Ann Spencer; 2 muertos, 9 heridos

“i don’t like mondays”

California

Estados Unidos


1997

Eric Harris, Dylan Klebold ; 12 muertos, 21 heridos

Columbine

Colorado

Estados Unidos


1998

Andrew Golden; Mitchell Johnson; 5 muertos, 10 heridos

Arkansas

Estados Unidos


2005

Jeffrey weise; 7 muertos

Escuela Red Lake

Minessota

Estados Unidos


2007

Seung-Hui; 32 muertos, 29 heridos

Virginia Tech

Virginia

Estados Unidos


2008

Steven Philip Kazmierczak; 6 muertos, 21 heridos

Universidad del Norte de Illinois

Illinois

Estados Unidos


2012

Adam Peter Lanza; 26 muertos, 2 heridos

Sandy Hook (primaria)

Connecticut

Estados Unidos


2012

Thomas Lane; 3 muetos, 5 heridos

Escuela Secundaria Chardon

Ohio

Estados Unidos


2012 

Mohamed Merah

Tiroteos de Mediodía-Pirineos

Toulousse 

Francia


2015

Christopher Harper-Mercer; 9 muertos, 9 heridos

Instituto Superior de Umpqua

Oregón

Estados Unidos


2016

Abdul Razak Ali Artan

Universidad de Ohio

Ohio

Estados Unidos


2016

Jesse Osborne;3 muertos

Townville (Primaria)

Carolina del sur

Estados Unidos


2016

Mainak Sarkar; 1 muerto

UCLA

California

Estados Unidos


2017

2 heridos

Secundaria de Grasse

Grasse (sudeste)

Francia


2017

Cedric Anderson;3 muertos, 2 heridos

North Park (Primaria)

California

Estados Unidos


2017

F.G. 5 Heridos

Colegio Americano del Noroeste

Nuevo León

México


2017

Gastón Omar Vegan

Secundaria de Tigre

Argentina


2017

1 herido

Santiago del Estero

Santiago del Estero

Argentina

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2022 mayo 24
21 muertos
Uvalde, Texas
EEUU

El chiquillo compró dos rifles de asalto (¿cuánto cuestan dos rifles de asalto?, unos mil dólares).
Su madre dice, "mi hijo no es un monstruo", y seguramente tiene razón, es una persona normal. ¿No es más terrible eso?
Acusan a la policía de haber actuado tarde. Alguien tiene que cargar con el muerto para aliviar la pena de los afligidos padres. (que también son personas normales, como sus hijos)
Hoy (día27) la Asociación Nacional del Rifle celebra su día grande. No sé, san Fusil, o algo. Ellos proponen que, para evitar estos problemas, en absoluto relacionados con el Sagrado Derecho de que cualquiera se pueda comprar un fusil de asalto en el supermercado o en la tienda de golosinas,  se pongan más agentes armados en los colegios. Y además que lo profesores vayan armados a clase. Tal vez incluso propongan asignaturas especiales sobre manejo de armas. 
"Somos presas" dice una autora cuyo nombre no recuerdo ahora.