martes, 28 de mayo de 2019

siempre



Como decía Silvio en aquella canción,
gasto muchos papeles recordándote.
No sé exactamente a qué se refería él,
siempre fue –no, no siempre– muy críptico en sus canciones;
en cuanto a mi sistema de referencias,
tú has sido siempre –no, no siempre–  mi sistema de pesas y medidas,
mi metro fundamental, la medida de todas las cosas.
Siendo así y que tú vives y reinas
por los siglos de los siglos en el páramo de mi corazón,
no entiendo por qué demonios me encuentro siempre –sí, siempre–
tan perdido.  

miércoles, 22 de mayo de 2019

[Casi] he terminado ya Matadero 5, de Kurt Vonnegut.



Es una novela que, en principio, se puede adscribir al género de guerra, porque una parte de ella trata sobre las peripecias de un muchacho, Billy Pilgrim, en la guerra. Billy es capturado por los alemanes y trasladado a Dresde junto con un contingente de americanos. Allí son empleados como mano de obra hasta que la ciudad es brutalmente bombardeada. Creo que este es el objetivo declarado de la novela, hablar sobre el brutal bombardeo de Dresde, ciudad que no se esperaba que fuera bombardeada por nadie. También, claro, hablar sobre los horrores de la guerra en un intento de desalentar a cualquier alma cándida de interpretarla desde un punto de vista heroico y aventurero.
Entrelazado con este relato de la época de guerra hay sucesos de la vida de Billy Pilgrim tras la guerra: su matrimonio, su prosperidad social como óptico, sus hijos, su accidente de avión y su extraña historia acerca de que fue raptado por unos extraterrestres, los Trafalmadorianos, y expuesto durante un año –un año extraterrestre, no terrestre, porque en la Tierra nadie notó la desaparición de Billy– en una especie de museo antropológico intergaláctico para disfrute de los Trafalmadorianos. No estuvo solo, sus captores tuvieron la bondadosa idea de hacerlo acompañar por una preciosa actriz del momento, Montana Wildhack, con la que Billy llegó a tener un hijo (bueno, no lo sé, no he leído todavía esa parte).
Sí, Billy cuenta, y la narración no lo desmiente, que desde que fue raptado por los extraterrestres, su mente viaja adelante y atrás en el tiempo, salta de un momento a otro de su vida sin apenas control del pobre Billy que lo mismo se ve haciendo el amor con su mujer en el hotel donde pasaron la luna de miel, que caminando con los pies destrozados después de que fuera capturado por los alemanes en compañía de un tipo bastante atrabiliario llamado Weary. Billy ha intentado contar esta historia de los viajes en el tiempo y sus asuntos con los Trafalmadorianos, pero esencialmente lo toman por un chalado y recibe frecuentes broncas de su hija por exponerse al escarnio público, él que ha ostentado algunos cargos relevantes en diversas sociedades del entorno de la optometría, en donde es un próspero empresario.
Billy sabe ya cuándo y dónde va a morir, por ejemplo, y la importancia que tiene en ese asunto aquel loco, Paul Lazzaro, que juró vengar a su amigo Weary cuando este, agonizando en el vagón que trasladaba a los americanos capturados, culpó a Billy de todos sus pesares.  Y lo sabe casi antes de conocer al tal Lazzaro en la enfermería del campo al que llegaron como escala antes de encaminarse a Dresde.
El asunto es tan extraño que nadie parece dispuesto a creerle, y menos su hija. Nosotros los lectores estamos bastante convencidos, aunque Billy tuvo que ingresar en un hospital psiquiátrico meses después de regresar del frente, que ya no era frente. Allí conoció a un tal Eliot Rosewater que le introdujo en la lectura de las novelas de ciencia ficción de Kilgore Trout, cuyas tramas se parecen sospechosamente a lo que le está pasando a Billy.
De esto trata la novela. Y lo cuenta bien, animadamente, con un cierto distanciamiento, un tono irónico que hace dudar de la veracidad de todo lo que se cuenta. Así es. Ahora, en la próxima salida con el perro, tal vez dos más, voy a rematar la novela a ver qué sorprendente final me depara.

Ya sé cómo termina el libro: un pajarillo le dice a Pilgrim ¿pío, pío, pí?

miércoles, 15 de mayo de 2019

Pere Calders

Estoy leyendo a Pere Calders (1912-1994), un autor catalán, que podría estar encuadrado en la literatura de posguerra –se exilió a México y regresó en 1962– aunque sus obras, me parece a mí, por lo que ando leyendo, nada tienen que ver con lo que se escribía por aquí, y hasta por allí en aquellos tiempos. Vamos que me parece un autor muy peculiar que me asombra y molesta no haber conocido antes.
Estoy leyendo un libro de relatos que se llama Crónicas de la verdad oculta y resumiré las tres primeras historias que he leído para que se perciba un poco el talante del escritor.

En la primera, un agrimensor –¿por qué será que pienso en Kafka cada vez que leo esta palabra?– es contratado por un rico terrateniente para medir sus tierra. El agrimensor está recién casado y el terrateniente les ofrece una casa para que vivan mientras está empleado para él. Cada día el agrimensor se va al campamento y cada tarde regresa con su mujer. Llevan una vida absolutamente feliz. Pero cada día el campamento se va alejando más y más y el agrimensor tiene que salir más temprano y llega a su casa más tarde.  En una ocasión en que el campamento está cerca de una villa en fiestas, los obreros le solicitan el día libre. El duda, pero tras unas abordables exigencias se lo concede y él aprovecha para volver a casa un poco antes. Por el camino tiene un accidente con el caballo. Este muere y él queda ligeramente herido y aún a gran distancia de su hogar. Mientras camina con dificultades se le hace de noche. Continúa andando, cada vez más cansado,  y entonces ve una estrella fugaz. Recordando una costumbre de la infancia pide un deseo, que su casa esté al otro lado de la siguiente vuelta del camino. Es consciente del absurdo de la petición, pero de algún modo el juego le hace más llevadero el cansancio y la distancia que aún le queda por cubrir. Sin embargo, para su completa sorpresa, encuentra su casa a la vuelta del camino. No puede creérselo. Es una persona completamente racional y aquello que ha sucedido es imposible. Aún faltan muchos kilómetros para alcanzar su casa. No es aquel el entorno en el que estaba enclavada su casa. Es como si esta hubiera sido trasladada de lugar. No obstante su mujer está a la puerta esperándole, haciéndole gestos con una linterna, como suele hacer cada día. Y cuando llega y la reconoce no cabe duda de que es ella y de que aquella es su casa, sin faltar ningún detalle. Después de descansar y curarse de sus heridas, el hombre decide que no puede conformarse con aquella situación, que tiene, como mínimo que llegarse hasta el lugar donde antes solía estar su casa para ver si sigue allí, o si ha desaparecido de allí para trasladarse aquí. Sea cual sea el caso es una completa afrenta a su racionalidad, y se le planteará una duda: si la casa sigue allí, no sabrá a cual de las dos regresar, cual será la verdadera. Si ya no está allí, tendrá que asumir el milagro o bien que él ha sufrido alguna especie de trastorno mental que le ha hecho creer en un pasado, a pesar de inmediato, falso, al creer que su casa estaba en un lugar distinto al que realmente se la ha encontrado.  Establecido que sea cual sea la solución del enigma se va a ver inmerso en un universo de confusión, decide salirse por la perpendicular y marcharse a la ciudad.

Me gusta esta solución del problema porque es sorprendente. Al mismo tiempo que natural. Acostumbrado uno a las narraciones empeñadas en resolver todos los entuertos en que ella misma se ha metido, a que las historias tengan un final, o si no el autor se verá severamente criticado por no haber sabido resolver los conflictos que ha creado, este autor decide finalizar la historia de la forma más impertinente y perentoria, sin que ello parezca forzado.

La segunda historia trata de un asesino que mientras se prepara para cometer su próximo crimen es visitado por su ángel (es de presumir que ya se conocen de intervenciones anteriores) que trata de convencerle de que desista de su propósito. Pese a que tiene sus titubeos el asesino continúa con lo que tenía previsto, el ángel no consigue su propósito redentor.

Es interesante que el asesino persiste a pesar de que en cierto modo le concede la razón a los argumentos del ángel, pero tampoco lo hace por ninguna clase de fatalismo trágico; tal vez si que haya un cierto fatalismo, pero absolutamente banal.

La tercera historia es la de un hombre que encuentra una mano en su jardín. Una mano cortada. En lugar de llamar a la policía decide poner un anuncio que reza que si alguien ha perdido algo importante en su jardín, que puede pasar a recogerlo. Naturalmente no menciona el objeto con el fin de que no venga cualquier pillo a reclamarlo. Entonces empieza a recibir la visita de una serie de personas que han perdido algo en su jardín y que después de una breve gestión de búsqueda la recuperan. Las cosas extraviadas son de lo más variado, una aguja de un gramófono, una virtud, la memoria. Por fin llega un quiromántico que se ofrece a leer la mano por si extrajera alguna pista acerca de quién es su dueño. En efecto, tras la exploración y la información que le suministra, el dueño del jardín averigua quién es el dueño de la mano y se la lleva. El dueño de la mano, que en efecto era suya, es un filósofo que vive en una choza en el extrarradio de la ciudad y que decidió aplicarse literalmente el principio bíblico que dice, que una mano no sepa lo que hace la otra, para lo que consideró que resultaba imposible, viviendo en tan completa intimidad una con la otra, que una mano no supiera lo que hacía la otra si no es que una de ellas estuviera apartada, así que decidió cortársela.

Este es el tipo de historias que pueden encontrarse en este libro y, sospecho, en el resto de la obra de Pere Calders, que yo, por mi parte, me prometo –ah, promesas, promesas– seguir explorando. El tono que tienen es un poco irreal, diría que caricaturesco, casi el de estos humoristas de los años treinta cuarenta, tipo Pedro Muñoz Seca, Mihura, Jardiel Poncela, pero sin llegar al descarado humorismo (sarcasmo muchas veces ) de estos, que tal vez, después de la guerra, se volvió más inocentón, aunque siempre con mucha malicia y retranca. No, este hombre es más seco en cuanto a humorismo, pero crea unos personajes que tendrían ese tono de caricatura irreal. Al menos a mí me los recuerda.

Ahí lo dejo, por si alguien lo quiere explorar.

NOTA: acabo de darme cuenta de que me salté una historia. La había olvidado. El hombre que atrapa con una mano la vida que se le iba y tiene que mantener el puño cerrado para que no se le escape. 

domingo, 12 de mayo de 2019

Trampa 22

Trampa 22 es una novela porque es larga, más de 400 páginas, y porque aborda las existencia de un conjunto de personajes, el mismo a todo lo largo de la novela. Pero no contiene exactamente una trama, sino una secuencia de escenas, en general, inconexas, por más que algunas se sigan a otras o nominalmente unos capítulos parezcan comenzar al final de los anteriores.

Pero esto es así porque el comportamiento de los personajes es completamente alocado, inconexo, al igual que sus conversaciones, absurdas muchas veces aunque con un curioso patrón , que es a lo que se podría denominar la Trampa 22. El patrón sería que la expresión se contradice a sí misma. O que el aparente significado de la primera parte de la frase es interpretado exactamente al contrario en la segunda parte. Al capellán lo dejan marcharse después de declararlo culpable, por ejemplo.

Por otro lado se burla de la burocracia militar que está más preocupada en verificar, o más bien, exigir, su propio cumplimiento que en servir de medio para lograr la efectividad de unas actividades concretas. En este caso el bombardeo de las posiciones enemigas y el mantenimiento ordenado de la base de operaciones.

Escudándose en esa burocracia a la que se le exige completa efecacia sobre sus propios protocolos con independencia de lo que la realidad esté verificando –el doctor Danika ha muerto porque su nombre figuraba en un listado de hombres que iban en un avión que se ha estrellado, pero el doctor Danika no había subido a ese avión y estaba justo al lado del sargento que sentenciaba que el doctor Danika también había fallecido puesto que lo decía en sus hojas de tripulantes–, los oficiales encargados de las funciones no estrictamente de guerra se aprovechan de su condición para enriquecerse y, principalmente, para estorbar la labor de los otros con el objetivo de alcanzar mayor prestigio que ellos. El intendente Milo tiene montada una empresa, que llama M&M, y de la que dice que cada miembro de la tropa tiene una partición para exigir su colaboración, que usa el transporte y demás recursos militares para comerciar con los más variados productos en todo el ancho mundo, algodón de turquía, bacalao de noruega, wiski irlandés de malta, etc. Es tal su celo comercial que llega hasta a bombardear su propio campamento para cumplir con un contrato con los alemanes. El coronel Cathcart aumenta continuamente el número de misiones que tienen que realizar sus pilotos antes de volver a casa para lograr mayor prestigio que sus compañeros.

Mientra, la tropa, los pilotos y demás miembros de las tripulaciones se vuelven locos por culpa de la ineficaz y malintencionada gestión de sus oficiales. Y por el continuo aumento de misiones mínimas que deben cumplir antes de ser repatriados. Y por las muertes que se van sucediendo.

Aunque está escrita de una forma divertida y, una vez que uno asume el grosor de la novela, se ha relajado en la lectura, la sucesión de capítulos no conduce aun progreso de la narración, en realidad esta estancada en el tiempo puesto que todos los sucesos podrían haber ocurrido en el mismo desarrollo de tiempo –con algunas salvedades cronológicas explícitas–. La impresión que te da es que la novela no evoluciona sino que es simplemente una sucesión de estampas que comienzan en cualquiera de ellas y pueden terminar en cualquier otra. El grosor de la novela lo que permite es que te acabes habituando a ese ambiente.

Todo el tono de la novela está envuelto en una ironía absoluta que hace dudar de si los personajes se creen o no lo que están diciendo que contradice absolutamente lo que está sucediendo. Hacia el final, cuando Yossarian, que es el personaje que podríamos llamar central, escapa a Roma (cap.39) de algún modo se levanta ese velo de ironía y se nos desvela todo el horror que trata de disimular, sin embargo el absurdo permanece. Detienen a Yossarian por haber desertado, en la misma habitación en la que está Aarfy que acaba de tirar a una chica por la ventana, al cual ni le prestan atención.

Aunque en los últimos capítulos se acentúa el horror medio disfrazado en los anteriores, y aparecen juntos casi los tres únicos personajes que nos parecen mínimamente razonables, Yossarian, Dumbar y el Capellán, se apaga la novela (que no termina) con un destello de esperanza, cuando Yossarian decide fugarse ¡a Suecia! (recuerdo que están en una isla del Mediterráneo, y son conscientes del absurdo, creo ¿o se habrán equivocado de nombre de país?).

Nota: Espero que la próxima novela a comentar sea Matadero 5