viernes, 28 de diciembre de 2007

Entent cordial

- Hola

- Hola

- ¿Cómo estás?

- Muy bien

- ¿Te has fijado que acabamos de elevar el número medio de palabras en nuestras conversaciones, que ya tienen cuatro años, de 1 a 1’000… algo?

- ¡Ah pues es verdad!

- ¡Y a medida que hablamos la estadística aumenta!

- Cierto

- Ya vuelves a los monosintagmas

- Es verdad perdóname

- No perdóname tú, es que hace años que vengo arrastrando un sueño

- ¿Ah sí? ¿Qué clase de sueño?

- Uno relacionado con nuestras sucintas conversaciónes, para no salirnos del tema.

- ¿Y cual es?

- Que el promedio de palabras ascendiera a tres.

- ¿Y por qué precisamente a tres?

- ¡Bueno! Si vamos a ser precisos, yo pronunciaría un promedio de tres y daría por cumplido el sueño aunque tú siguieras limitándote a una.

- Seguro que hasta tienes pensadas cuáles serían esas palabras, ¿correcto?.

- Correcto, eres muy perspicaz.

- ¿Y cuales serían?

- “Me gustaría besarte”, esas serían las mías.

- ¿Y la mía? Ardo en deseos de conocerla

- Pues yo había pensado que la tuya fuera, a ver si te parece bien, “encantada”.

- No está mal elegida, no. Entre un mundo de posibilidades…

- Cosas de la intuición.

- Ya veo

- No sé qué te parece, ¿podríamos ensayar?

- ¿Ahora mismo?

- Si te parece mal…

- No, no, si no es eso…

- Me gustaría besarte

- Encantada

- ¡Muac!

-

- Te saben los labios a café con leche, sólo que mejor.

- A ti a tabaco

- Me pido otro cortado y probamos de nuevo.

- No sé que decirte.

- ¡Oye! Pues no ha estado mal para ser un ensayo. En lo sucesivo podríamos limitarnos a este guión.

- Un poco monótono, ¿no crees?

- Pero una monotonía muy bella. La eternidad fuera así… Pero, te noto reticente.

- No, si gustarme me ha gustado, pero ya en seguida se ha vuelto una conversación vieja.

- Podemos seguir desarrollándola, si quieres.

- ¿Qué propones para continuarla?

- Se me ocurren cosas, se me ocurren cosas, pero cada conversación tiene su lugar.

- Trasladémonos a uno más adecuado.

- Bella iniciativa.

- Pues vamos.

- Vamos.

El laberinto

Mi prodigiosa mente elabora prolijas conclusiones acerca de la realidad a partir de los datos que mis atribulados sentidos le proporcionan. Esta interpretación del mundo le es facilitada a una entidad conjunta a la que llamaremos Yo, la cual tomará determinaciones a partir de ella y de una historia anterior.

Este último elemento es muy importante, bien gestionado, se entiende. Mal gestionado se convierte en un perfecto estorbo que impide todo movimiento cuando urge la presteza y obliga a avanzar cuando todo apunta a la retirada. Por si las cosas no estuvieran bastante complicadas, este Yo tiene alguna potestad sobre los sentidos; y desgraciadamente suele interferir en la información que éstos, en un principio toman con ya dudosa precisión de la realidad, filtrándola de datos que circunstancialmente le parecen inútiles – cayendo en la desgracia de eliminar información crucial - o bien enriqueciéndola con matices – exigiendo absurdamente que determinados datos necesarios para su determinación estén inclusos - de los que estaba desposeída en un principio. Es por ello que este Yo del que hablo no acierta a salir del complejo laberinto en el que se halla la mayor parte del tiempo, y que cada paso que da o cada paso que deja de dar le parecen adentrarle más en la espesura.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Canon

canoncanoncanoncanoncanoncanonc
anoncanoncanoncanoncanoncanonca
noncanoncanoncanoncanoncanoncan
oncanoncanoncanoncanoncanoncano
ncanoncanoncanoncanoncanoncanon

canon è troppo

(Otra cosa es que le hubieran llamado impuesto y que fuera para el estado y que el estado decidiera invertir ese beneficio en la creación de cultura, pero creo que esto, en estos términos, es comunismo)

martes, 18 de diciembre de 2007

Nada es tan importante

Nada es tan importante

En un universo infinito, para realizar un acto realmente relevante, es necesario hacer explotar una galaxia entera.

En una galaxia nos basta con colapsar una estrella.

Pero en un sistema solar, un hecho, a esta escala, ridículo como que un pedrusco se entrometa y cruce su órbita con la de un planeta ya nos proporciona un gran espectáculo.

Dentro de un planeta podemos elegir: volcanes, terremotos, huracanes.

La especialidad de los países son las guerras que consumen mucho papel de periódico.

Aquí, en nuestra ciudad, lo que más ocupa a las fieras de la prensa son los afanes especulatorios de nuestra alcaldesa y su amo.(*)

En el aparcamiento del colegio el paso de una chica que cruza hacia su coche centra toda mi atención en este instante.



*ex acaldesa, el amo sigue siendo el mismo

Terrorismo Suicidio y Razón

El hombre está demasiado atado a su cuerpo. Nos dominan los instintos aunque sus efectos se hayan desmandado y sofisticado hasta las dimensiones de las grandes multinacionales, que al final vienen a satisfacer el ansia de territorio, de liderazgo de tribu, de asegurar los alimentos. Lanzamos los misiles con la misma filosofía con que los arcaicos africanos lanzaban sus dardos con punta de piedra.

Hace falta más racionalidad y la razón debe despegarse del cuerpo, prescindir de él si es necesario. Esta es la gran enseñanza de los terroristas suicidas. Su confianza en un concepto racional, como es el de la venganza, y la fe, es tan alta que supera a su instinto de supervivencia. Sin embargo, y es lo que hace que tan sólo sean el vestigio antediluviano del hombre del futuro, sólo utilizan esta fuerza de la razón para el mal: para matar, y en esto siguen obedeciendo a la carne, que sólo concibe el poder como capacidad de destrucción.


El hombre racional del futuro no carece de instinto de supervivencia, pero ese instinto es global. La propia muerte les será indiferente. Lo que importa es la supervivencia de la especie (Volvemos con esto a las plantas, y a los insectos). La razón imperará de tal manera que no habrá tabúes sino leyes. Las relaciones entre las personas no estarán condicionadas por su desconfianza instintiva. No habrá miseria porque los miserables preferirán estar muertos a andar pasando desgracias. No se acumularán riquezas porque es un absurdo no utilizarlas. Habrá mayor solidaridad porque no habrá desconfianzas inútiles. Tampoco habrá opresores porque los oprimidos preferirán morirse a aguantar las tonterías de uno que se cree poderoso y éste no tendrá a quien oprimir. Y los que decidan no morirse lucharán y tendrán la partida ganada porque si pierden pueden decidir no sufrir las consecuencias.

(La ley en contra del suicidio es, actualmente, una ley racional, según mi apreciación. El pecado del suicidio, en cambio, es lastimosamente instintivo)

También será un mundo aparentemente más cruel visto desde nuestra óptica actual. La investigación científica no tendrá tabúes. Crecerán determinados delitos, como el tráfico de órganos, aunque se verá contrarrestado con la legalización de la donación en vida. La pena de muerte se institucionalizará. La justicia prácticamente será mecanizada. ¡Ah, el sexo! No costará tanto convencer a las mujeres de que se dejen magrear. El concepto de belleza variará como ahora las modas en el vestir (¡Los gordos estaremos un día arriba!)

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Cuando uno trata de pensar como sería un mundo completamente racional se da cuenta de lo imposible de ese mundo. Nos es absolutamente necesario el cuerpo, la parte física, el instinto que sirva como base y límite al infinito de posibilidades de la razón. Un hombre completamente racional hoy es un hombre completamente caótico. Para llegar a esto hace falta todavía mucha evolución interior. Si al mismo ritmo que nuestra evolución social, al menos seis mil años de evolución interior para llegar a un grado de conocimiento y control mínimo de nosotros mismos que nos permita alcanzar la luna de una convivencia pacífica y equilibrada.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Yo no se lo que eras

Creo ser muy racional. Y suelo creer que mi mente y mi cuerpo son entidades separadas, ajenas incluso la una a la otra. Es el cuerpo el que suele ponerle traspieses a los serios propósitos de la mente. Y es el cuerpo también el sentimental. El que llora cuando ve un accidente de moto mientras la mente, escandalizada, trata de reprimir el llanto. Siempre he sospechado de mí que esta asimétrica relación es una tara que nunca me he atrevido a encarar. Soy un tarado pero me he hecho el loco todos estos años para no darme cuenta de ello. Tal vez este distanciamiento que mantengo con los otros sea parte de la estrategia. Yo lo sospecho, los demás lo saben. Y, conociéndolos, se mostrarían ansiosos de informarme de ello si les diera la oportunidad.

Oigamos al doctor deseo. Para no escuchar las voces

domingo, 9 de diciembre de 2007

万晓利

Wan4 xiao3li4

Es un cantautor. De los de guitarra y armónica. Sus canciones son muy melódicas, pero la letra es muy importante. Lástima que no podamos comprender gran cosa.

Esta canción parece que viene a significar "No todo es tan malo como lo imaginas"




Esta otra trata, de una especie de bruja,"Yo soy la única huli, vivo en el bosque,mis enemigos son muy estúpidos, siempre consigo burlarlos. Cuando los hombres consiguen verme, les parezco muy hermosa, pero ellos no saben, que mi corazón permanece puro. Todos piensan que soy mala, todos piensan que no soy buena, no creen que en mi corazón, pueda haber algo de amor. Por eso me vuelvo tan falsa, cuando tengo oportunidad, pero tendrá mucha suerte, quien se enamore de mí..."


miércoles, 5 de diciembre de 2007

Mediocridad

Soy mediocre en mi mediocridad.

Mediocreo mis textos y los dejo a mediocrear para ponerme a mediocrear otras cosas. La mediocridad es un rasgo de mi carácter - y no quisiera meter a mi familia en esto, pero creo que es heredado -- mi padre no estaría de acuerdo, él es muy grandilocuente, muy de palabras contundentes y seguras de su saber, pero tiene unos ojillos tan chiquititos -- y que mis hermanos sufren la misma maldición - y está metida en lo más profundo de cada uno de mis actos.

Se me dirá que somos legión los mediocres, aunque nadie se incluya en esta categoría. Y en eso también soy mediocre porque soy de la clase de aquellos que creen que su mediocridad es menor que la de los otros, es una mediocridad mediocre, lo que curiosamente suma en positivo.

Es mi forma de luchar contra mi mediocridad ser consciente de ella. Y por esa consciencia de serlo, alzarme por encima de la masa mediocre ignorante de su mediocridad.

En mi mediocridad soy un mediocre integral lo que tal vez me reste mediocridad, pero no es por envanecerme, juro que aún no he encontrado aquel rasgo de mi carácter en el que sobresalga hasta la satisfacción.