jueves, 30 de julio de 2009

¿Elogio de la razón?

Mi personaje de cuento favorito siempre ha sido Juan Sin Miedo. Le envidio por no tener miedo, claro. En cambio le desprecio un poquito porque su falta de miedo es más bien resultado de su falta absoluta de imaginación, que es una especie de ignorancia. En realidad lo que busca Juan Sin Miedo no es tener la experiencia del miedo, es ampliar su mente estancada, cerrada sobre la pura existencia. Es decir, este hombre se aburre porque no es capaz de ver más allá de la pura existencia de las cosas. Cuando otros, caminando por un bosque, intuyen monstruos terribles, él solo experimenta el silencio y el frío. Cuando otros en una casa abandonada sienten presencias, él solo siente vacío.

Yo quiero ser un Juan Sin Miedo racional. Que sea por la razón por la cual nada me parezca temible. Porque tener miedo de cualquier cosa o circunstancia no es más que dejarse dominar por la imaginación y suspender la razón. Pero que la imaginación siga ahí llenando de presencias los vacíos y de murmullos los silencios.

La razón, que [¿casi?] nadie posee en su plenitud, es un arma imbatible, es un escudo inexpugnable y es una herramienta de infinitos usos para explorar e investigar en cualquier medio. Y es la única herramienta de validación del misterio.

El misterio es el lugar donde la razón no tiene base sobre la que sustentar sus elucubraciones. Hay quien dice que no existe, que todo misterio es desconocimiento. Y aquí volvemos de nuevo a la percepción de la realidad de Juan Sin Miedo. Si la realidad es simplemente lo material, lo que podemos razonar, si todo tiene causa y efecto, ¿no nos queda al final la misma sensación de Juan Sin Miedo? ¿todo es lo que es y nada más?

Quiero creer en los misterios, pero quiero investigarlos racionalmente hasta alcanzar ese borde y consignar que efectivamente ahí se acaba el mundo de la razón. Pero mi razón no es tan fuerte, y por las noches, cuando bajo al garaje oscuro en busca del coche, experimento ridículos escalofríos.

miércoles, 29 de julio de 2009

La vejez... me llega...ra

“Me estoy haciendo viejo” es una frase que decimos o que pensamos todos más de una vez a lo largo de nuestra vida. He oído esa frase tanto en boca de muchachos de veinte años como en la de señores de setenta. Yo también la digo, pero he de reconocer que en el fondo aún no me la creo. Pienso en ello muchas veces y pienso, casi con miedo, en el día en que, de verdad, desde dentro, no pueda ya eludir la certeza que contiene. El día en que el eco interior de esa frase diga exactamente “ya soy viejo”.

No he vivido una vida muy intensa, tal vez he dejado de quemar muchas etapas que sencillamente se agotaron en la espera y creo que esas son las que lastran, las que uno cree que todavía tienen su tiempo y hacen que retrases el momento de admitir la verdad. Esta actitud es origen de comportamientos patéticos como que me haya comprado una bicicleta después de los cuarenta años – y que cada vez que salgo me despida de los míos por si no volviera a verlos.

Sin embargo me rebelo muchas veces contra esas personas que como excusa para no hacer esfuerzos mentales – aprender algo nuevo – acuden a esa expresión, u otra muy semejante “ya estoy viejo para eso”. La mente no envejece al mismo ritmo que el cuerpo. Y es precisamente ese el conflicto que presenta la vejez, la mente se niega a reconocer que el cuerpo ya no obedezca a sus expectativas. Lo mismo que hay viejos prematuros – que han nacido con un cerebro ya troquelado – hay jóvenes encerrados en cuerpos marchitos.

Es necesario pues tratar de mantener un equilibrio. Ir adaptando las expectativas de la mente a las capacidades del cuerpo, ir practicando las renuncias adecuadas. Ir liberándose de las obligaciones de vivir que muchas veces nos son impuestas y nos llevan por caminos que – de haber sabido elegir con cordura – no hubiéramos tomado. Ir liberándose también de las angustias por no haber cumplido determinadas ilusiones. Establecer puntos de no retorno para poder decir, “bueno, ya no tengo que preocuparme más por esto, no hay posibilidad”.

En fin, me estoy haciendo viejo, y hay que empezar a pensar en ello, para que no me coja por sorpresa el día que descubra que ya lo soy.


martes, 28 de julio de 2009

Ricardo Arjona

Ahora escucho a un tocayo llamado Arjona. Sale de vez en cuando en una cadena de tv donde echan música latina. No estoy ilusionado con este tío. Tiene un cierto aire a Sabina, pero hay mucha obviedad en sus letras, y falta de poesía muchas veces - y cuando digo esto, me refiero a ritmo en la frase a vocablos mal elegidos [¿"vocablo" estará bien elegido?], y bastante horterez. Pero es lo que escucho ahora. El último disco es, sin la menor duda, lo mejor que ha hecho. Es el que escucho más de corrido sin rubor.

¡Coño! aquí aparece con Pablo Milanés



Esta es la canción que me llamó la atención en la tv. Es una de las que recuerda bastante a Sabina:



(Puntualizo que no soy un fanático de Sabina, ni mucho menos)

Y no puedo olvidar la que canta con Paquita la del barrio

miércoles, 22 de julio de 2009

Noticia Curiosa

DOS JÓVENES AGREDIDOS POR UNA BANDA DE INTELECTUALES.

Dos jóvenes fueron agredidos por una banda de intelectuales a la salida de una conocida cafetería de la ciudad. Al parecer los jóvenes se burlaron de los intelectuales a causa de sus acentos refinados. Ante esta provocación los intelectuales, que se tomaban unas copas y charlaban sobre intrincados asuntos, mantuvieron la calma e ignoraron a los muchachos. Pero una vez fuera del bar y como los chicos insistieran en la provocación, los intelectuales arremetieron contra ellos causándoles heridas y contusiones que requirieron la intervención de los servicios de urgencias, a los que invocó uno de los intelectuales haciendo uso de su celular.

Los testigos afirman que los muchachos iniciaron la agresión de palabra y que quedaron estupefactos cuando uno de los intelectuales, adelantándose un paso abofeteó formalmente a uno de ellos, lo que al parecer sirvió de consigna para los otros que acto seguido se abalanzaron sobre los chicos a los cuales fácilmente derribaron con un hábil juego de piernas y luego procedieron a golpear con patadas y puñetazos. Una vez trasladados al hospital los heridos, los intelectuales se dirigieron por su propio pié a la comisaría donde tramitaron una denuncia contra los muchachos por intento de agresión y alegaron defensa propia para justificar los resultados del asalto.

Los muchachos agredidos, después de ser atendidos en el hospital declararon que ellos sólo tenían intención de divertirse un poco y que aquellos tipos casi los matan. Que dónde va a ir a parar este mundo si unos pobres delincuentes ya no pueden agredir a unos pánfilos intelectuales sin que estos respondan al asalto con mañas de atleta.

Diálogo

A: Ese tío está loco.
B: Sí, pero tiene razón.
A: No podemos darle la razón a un loco.
B: No le damos la razón a un loco, le damos la razón a la Verdad, aunque hable por boca de un loco.

jueves, 16 de julio de 2009

Epílogo

Volví a verla en mayo del año pasado. Estaba gorda, y no me reconoció. Me alegré.

viernes, 10 de julio de 2009

Triste vida

No tengo sueños

No tengo orgullo

No tengo culpas que expiar

No tengo obligaciones

No tengo recuerdos

No tengo risas que refresquen mi cara

No tengo osadía

martes, 7 de julio de 2009

Mercedes y Celinda

Una vez las bauticé. Mercedes y Celinda. Mercedes era la mayor y Celinda la pequeña. Viven en ese tiempo indeterminado en esa casita de campo con muchas gallinas, patos y palomas. Fíjate cómo Mercedes mira a una distancia infinita y sonríe vágamente. Celinda se protege de las palomas un poquitín, sólo un poquitín asustada, pero también sonríe plácidamente. Tal vez la madre está adentro haciendo el pan. Me gusta esa casa que apenas se adivina. Un poco apartada del pueblo. Ese patio de tierra. Tal vez es por la tarde.

CELINDA: ¿En qué piensas?

MERCEDES: ...

CELINDA: ¡Mercedes! ...¡ay, estas palomas!

MERCEDES: ¿qué?

CELINDA: ¿En qué estabas pensando?, te has quedado alelada.

MERCEDES: No, en nada, (suspira)

CELINDA:¡ Ay, mi niña, pareces boba!

MERCEDES: ¿Has... has imaginado alguna vez cómo sería salir de aquí?

CELINDA: ¿De aquí, de donde?

MERCEDES: De la foto, mujer, de dónde va a ser

CELINDA: ¿qué foto?

MERCEDES: ¿Qué foto, qué foto? ¿No sabes que estamos en una foto? ¿No te das cuenta de que llevas años con el brazo levantado, que esas palomas nunca terminan de bajar, que nunca entramos en casa, si es que esa es nuestra casa, a pesar de que ya le hemos echado el grano a las aves?

CELINDA: ¿Qué te pasa, Mercedes, estás loca? ¿De qué estás hablando?

MERCEDES: ¿Qué edad tienes, Celinda?

CELINDA: No se, cinco años.

MERCEDES: ¿Y te parece normal que una niña de cinco años hable como tú?

CELINDA: ¿Qué tiene de malo cómo hablo?

MERCEDES: Eres imposible, Celinda.

CELINDA: Estás muy rara, Mercedes, ¡ay! ¡estas palomas!