viernes, 29 de marzo de 2019

Feliz Cumpleaños

Feliz cumpleaños.
Hoy se ha cumplido un año más desde este día cualquiera del año pasado.
Cualquier día es bueno para recordar que es una victoria haber nacido. Tal vez la única.
Y que durar un año más al menos es tener bastante suerte.
Tal y como andan las cosas por ahí.
Feliz cumpleaños.

viernes, 22 de marzo de 2019

En resumen

Por azar he escogido el CD de homenaje a Aute, un disco magnífico que no me canso –ya debe hacer más de diez años que lo tengo– de escuchar. Entre unas canciones y otras, y que no necesito excusas, me vienes a la memoria. Y que hoy es el día de la poesía y si me preguntas acerca de eso, en efecto, te diré que no otra cosa que tú es poesía. Sin pupilas y sin nada que medie, y cualquier otra cosa que pueda ser la poesía, simplemente no me interesa.
Poesía es la apariencia de unas simples letras, que forman palabras corrientes con unos significados estándares que pueden encontrarse en el diccionario. Digamos una persona que trabaja duro, que paga su hipoteca, que cuida de sus hijos, y algo menos de sí, aunque también se da sus homenajes de vez en cuando, que padece y disfruta a partes desiguales según las épocas. En fin, lo normal. Y entonces alguien va y lee y ocurre un milagro, que nadie puede ver ni apreciar de otra manera que en un raro brillo de los ojos y una sonrisa boba y un mirar hacia dentro y una dejadez desesperante.
Y por dentro está ocurriendo todo. Simplemente todo lo que esta horrible cosa que llamamos existencia debería estar desplegando alrededor nuestro cada segundo, en lugar de este páramo sin solución de continuidad, sin señales, ni caminos, con frío o sol o lluvia estéril porque no hay nada que crezca en estos yermos. Exagero. Es temporada, invierno, por así decir, y me paso los días tratando de encontrar un camino y las noches soñando mundos que con el simple hecho de ser otros me llenan de plenitud. Privilegio de perezosos, supongo. Es ridículo, pero sigo perdido. ¿Cómo hace la gente para tomar un rumbo y avanzar?
El resumen es que aún no te merezco. Peor que eso, aún no sé cómo merecerte. No te incomodes, no tiene nada que ver contigo, sino con esta insatisfacción de mí que te tiene como referencia o que le ha puesto tu figura a una referencia imaginada. No sé todavía cómo deshacer este nudo y no quiero emplear el método alejandrino, supongo que por romanticismo –quiero seguir siendo yo, lo que quiera que eso signifique– Y como nunca dejo que me pase nada, que cuido muy bien de mí, me faltan desgracias que tuerzan mi destino. 

viernes, 8 de marzo de 2019

Un batiburrillo con la imaginación como centro de alabanza

Lo que va del dicho al hecho es lo que va de una luminosa esperanza llena de imprecisas resonancias placenteras al cuerpo aplastado contra la acera que se ha mostrado incapaz de volar. Dicho así, en tono poético, entendiendo por poesía la definición que da Ember Bey en la novela La mujer de Rojo de Orhan Pamuk de aquello que expresa lo que pensamos pero que somos incapaces de transcribir con palabras. Cierto que la poesía son palabras, pero palabras imagen, palabras sugerencia, palabras resonancia. En poesía dos más dos no tienen por qué ser cuatro, sino desesperación o aburrimiento; también asombro, por qué no.
El dicho es una proyección de la imaginación, una expectativa basada en un modelo interno elaborado más con deseos y aspiraciones, sueños, fantasías, que con la materia concreta de la realidad. El dicho todavía no ha atravesado la superficie que separa los dos medios. Cuando se ve en el otro lado cayendo y sin alas, agita los brazos, patalea,  grita, “no era esto”, y cae tropezando contra el malentendido de las palabras y choca catastróficamente contra el suelo del entendimiento de los otros. Siempre es así para los que aún no hemos conseguido dominar esta transición. Estas palabras que yo aún percibo con alas y colores, quién sabe cómo están cayendo ahí fuera en lo gris.

Creo que la mejor de las razones para estar vivo es que sin vida no hay imaginación. La imaginación es cuerpo intentando trascender. Los mundos de la imaginación podrían ser pero nuestra obstinación como humanos no nos permite alcanzarlos, nuestra lastimosa sumisión a lo concreto, a lo animal, nos lo impide. Está ahí, al alcance de la mano, en cada libro, en cada canción, en cada poema, en el sueño, en la contemplación de un paisaje o un cuadro, en las emociones efímeramente infinitas que alguna vez hemos experimentado. O en el simple deambular de Riforfo por  mi mente. ¡Quién fuera él! ¿Y qué me lo impide? No. No es solo yo. Es la realidad que es incompatible con todo eso. Y yo soy real. Aunque mucho menos verdad (y pongamos que esto es una nueva definición de verdad)

Eso, supongo, es «perseguir un sueño» ir detrás de una fantasía en el mundo real. Guardarse las certezas con que te golpea el mundo, el miedo, el dolor, hasta el hambre y la sed, en los bosillos de atrás y seguir avanzando con los ojos llenitos de... no ayer,  siempre,que es el adverbio perfecto de este nuevo imposible mundo. La imaginación no tiene tiempo. Por eso te sientes lleno de infinito algunos instantes. Y otras veces, de signo contrario, te ves inmerso en un detenido vacío sin solución ni horizontes.

La realidad es cruda, poco elaborada, o tal vez es que ya está gastada cuando llegamos a ella a los ocho, diez, con suerte catorce años. Algunos saben entrar en ella como cuando sales a la calle en uno de esos tórridos días de verano, que te envuelve un desagradable aire caliente al abrir la puerta: se dicen, “esto es lo que hay” y cierran detrás. Otros, menos aptos, nos pasamos toda la vida murmurando para nuestros adentros, pero que se oiga –qué otra cosa es esto que estoy escribiendo–, “tiene que haber algo más, tiene que haber algo más”, mientras bamboleamos el cuerpo adelante y atrás como autistas. Supongo que de ahí nuestra condición de raros. Es que no lo hemos aceptado todavía.

sábado, 2 de marzo de 2019

el mercado y la tecnología

 Era una respuesta a un post que leí en uno de los blog que tengo referenciados, que se me alargó demasiado


Yo creo, como con todo, que hay un tiempo en que gracias a la novedad, a los inventos nuevos, a la tecnología, crecemos más rápido, pero que luego, con el hábito y la perversión del instrumento, sobre todo en manos del mercado, el crecimiento se remansa y hasta se detiene.
Ha pasado con la televisión, por ejemplo, que significó, a mi juicio un avance brutal de las sociedades y, igualmente a mi juicio, ahora mismo es uno de los elementos cruciales que bloquea su progreso, si no es que sirve precisamente para atontarlas y bloquear su movimiento.

Pasa lo mismo con los móviles, con los automóviles, y con todo lo que cae en manos de un mercado ciego a todo lo que no sea el brillo del oro. En un comienzo abrieron multitud de posibilidades que nos permitieron independizarnos aún más, ser, de algún modo, más libres. Para luego convertirse, con el hábito y el exceso, en ataduras, de las que todos somos conscientes, aunque las excusamos débilmente con flojas palabras que aluden al signo de los tiempos y a la necesidad a que estos te obligan.

Lo cierto es que obramos empujados menos por nuestro interés y voluntad que por las presiones del mercado (renueva tu móvil cada año, disfrutas de las nuevas capacidades, cómprate otro coche mejor que ese viejo que te vendimos hace dos años). Y cada nuevo producto es una versión aparentemente mejorada de la anterior, aunque muchas veces es una versión degradada --¿cuánto dura un móvil en condiciones y cuánto duraba hace cinco años? ¿Y un coche? -- ¿Cuánto esfuerzo realizaban en hacer televisión antes, y cuánto esfuerzo ahora, en calidad, en contenidos con cierta riqueza cultural?

Cuánto mejor sería darles un uso inteligente a todos estos recursos, competir mercantilmente, no digo que no, pero con cierta ética, pero no en el barro, donde lo hacen, sino un poquito más arriba, y todos creceríamos con ese mercado.

El mercado (como si el mercado fuera una entidad; no lo es, es la humanidad, es el uso que hace de la libertad una parte de la humanidad, y no la mayor, sino la más despiadada, los que creen que la fuerza, o la inteligencia, o el dinero, los avalan para pisotear, abusar, acaparar, depredar, a su libre y divino antojo) no representa la libertad, sino precisamente exhibe las debilidades de la libertad, permitir a los mal intencionados obrar a su antojo reclamando su derecho sacrosanto.