miércoles, 23 de diciembre de 2020

Tenéis fe; tened, pues, fe en el Señor.

 Hay una novela de Cesar Aira, el Mago, creo, donde un mago, uno de verdad, disfraza su condición bajo la profesión de prestidigitador. Solo que él hace los trucos en realidad. El mago no tiene necesidades porque puede satisfacer cualquier necesidad con solo desearla. Si necesita dinero, simplemente lo hace aparecer; si necesita el amor de una mujer, con un gesto inocula en ella un amor sincero. Ya está. Por eso se siente profundamente insatisfecho y vacío, no sabe distinguir cuál es la realidad del mundo y cual es la realidad que él ha creado, no puede distinguir el mundo de su propia subjetividad.  

Me he acordado de esto leyendo la novela de Alberto Laiseca, El jardín de las máquinas parlantes, en donde un mago le explica a un lego, por distinguirlo, que tiene que creer en todo lo que le diga, no puede confiar en la realidad de lo que pasa porque los magos enemigos pueden disfrazarse de cualquier cosa y engañarle sin que él tenga opción a descubrir que es un fraude. 

Piensa uno en estos tiempos de fake news y de saturación de información y te das cuenta de que es lo mismo. La verdad es solo una cuestión de fe, de en qué o en quien quieres fiar-te. Pero en la realidad siempre puedes desconfiar de todo y al menos contrastar múltiples informaciones y sacar un promedio que te permita, si no descubrir la verdad, adivinar el núcleo en torno al que se han tejido todas esas mentiras. 

Naturalmente esto implica un gran trabajo, tanto como ir tanteando el suelo a cada paso que das no sea que se vaya a hundir. Si uno fuera a desconfiar de todo lo que pasa ahí fuera el mundo se haría una pesadilla desde que te levantas hasta que te acuestas. Poniendo en cuestión todo lo que ocurre, la fiabilidad de cada persona con la que hablas, la capacidad de tu coche para responder al acelerón, la de tu bolígrafo para continuar vertiendo tinta, hasta la de tu corazón para seguir latiendo. No. Uno tiene que tener ciertas certezas, fiar-se de muchas cosas para ahorrarse muchos trabajos de verificación, y es por eso que al final, es verdad, gran parte de nuestras existencias están basadas en la fe, en la creencia sin verificación. Y es por eso que yo os conmino a todos a que tengáis fe en el Señor ... etc.


viernes, 11 de diciembre de 2020

Crónicas de actualidad.

 Yo no entiendo nada. Al rey emérito JC primero le pagaron una enorme cantidad de pasta por conseguir que un consorcio de empresas españolas obtuvieran la adjudicación de la construcción del AVE de Medina a la Meca en Arabia Saudí. Quien le pagó no fue el consorcio de empresas sino el gobierno (o lo que sea) de Arabia Saudí. No lo entiendo. Entendería que las empresas le hubieran pagado al ex-rey para que utilizara su campechanía con sus amiguitos árabes para conseguir que estos optaran por las empresas españolas, pero ¡qué sean estos lo que le hayan pagado!... 

Y entiendo menos que más de la mitad de ese dinero que por lo visto fueron 100 millones se los "regalara" (cuando pienso que le negué un euro a un chiquillo desdentado que tocó ayer a la puerta de casa) a la señora Corinna. Que, según su abogado, no se los había pedido. Que sí, una ayudita para el colegio del chiquillo me parece que no está de más, pero es más de la mitad de lo que ingresó por su campechanía o lo que fuera. Tal vez es "su parte" del negocio y la campechanía fue a medias.

Esto se descubrió investigando los tejemanejes de ese tio, El Villarejo, que lo sabe todo sobre lo que en Podemos llaman "Las Cloacas del Sistema". Que cada vez que le da por respirar destapa más chanchullos y que debe tener más enemigos que Venezuela en el panorama político, y sin embargo ahí lo tienes, intocable, al parecer. 

Todo esto no tiene nada que ver con la deuda que acaba de pagar su exmajestad de casi setecientos mil euros, que es mucho como deuda a hacienda por parte de un asalariado que ingresa oficialmente algo menos de doscientos mil euros anuales, y que por lo visto se debe a que el hombre no gastaba de su dinero, sino del dinero que amablemente le cedía( graciosamente o no, a saber qué favores le exigiría, que esos mexicanos son muy machos por fuera pero luego..., ah, no, que este es medio inglé), en una tarjeta prestada, un fulano mexicano al que también debe sobrarle por todas partes (menos, probablemente, por la parte de los salarios que paga a sus empleados... bueno, empleados, el tío es banquero e inversionista, así que es de esos que ni siquiera paga sueldos, especulación pura, dinero de aire), que tiene que regalarlo, pero que para la hacienda española son ingresos del exrey, y por lo tanto sujetos a contribución. 

Vamos, que por esas atmósferas superiores vuela el dinero de un lado para otro en bandadas tan compactas como las de los estorninos. Y no está mal, que hace bonito, como las bandadas de los estorninos, pero con las dificultades que hay por aquí debajo no sé yo si es ejemplo edificante. Y que para lo único que se use ese dinero es para ir a cazar elefantes, o encerrarse en habitaciones de 11.500 euros por noche, que, teniendo en cuenta que en los hoteles del sur están anunciado ofertas de 60 euros por noche, ciertamente es algo carilla, no sé yo si está eso mejorando el mundo o no. El mejicano-inglé, por lo menos invita a sus fiestas a la gente del pueblo, dicen, al menos a la inauguración de su castillo allá en Irlanda, donde, dicen, acostumbra a hacer fiestas cucas, invitando al exmonarca, claro, de disfraces y eso.

martes, 1 de diciembre de 2020

El cajón de las tareas pendientes

 

Vengo pensando que hay muchísimas cosas, triviales en su mayoría, que proyecto hacer, pero que no hago; que pospongo hasta que sea «su momento», quizá dejando pasar su momento que es, muchas veces, el momento en que se me ocurre hacerlas; y que se van acumulando ahí, en el cajón de tareas pendientes. 

Son cosas, ya digo, sin importancia: ir al cine, salir por las tardes, hacer un viaje, escribir un libro, hablar con alguna persona que me interesa por una u otra razón, leer algún libro, abandonar el trabajo, suicidarme...Las voy dejando por simple pereza o porque su realización me genera mucho trajín y no es el momento, o porque no encuentro una motivación compensadora de tanto esfuerzo, o simplemente porque no encuentro una motivación para hacerlas, o porque preveo por adelantado la inutilidad del acto.

Muchas dejarán de tener relevancia, otras perderán vigencia y otras envejecerán esperando y siempre estarán latentes; pero solo unas pocas se realizarán. No las más interesantes, no las más trascendentales; apenas las que su materialización no estorbe demasiado el hábito de vida mediocre y sin sobresaltos que se ha hecho fuerte en mí.  

lunes, 30 de noviembre de 2020

El extraño caso del timonel, relato leído de Rafael Arozarena


 

Un extraño relato de Arozarena con esos ambientes oníricos o fúnebre o  ... que caracterizaban a los fetasianos como Isaac de Vega, Rafael Bermejo o Jose Antonio Padrón (aún no leído, por cierto, pero estoy en un tris de)

viernes, 20 de noviembre de 2020

Pedántico

Siempre te pregunto y tú siempre me respondes ambiguamente. Ahí va una vez más: ¿todavía me quieres?

No. 

¡Vaya!, echo de menos tu famosa ambigüedad.

Peeeero, puedo matizar.

Así me gusta. Confiaba en ti.

Quererte, quererte, así, quererte, yo creo que ya no te quiero. Pero no cabe duda de que pienso mucho en ti. Y que todavía quiero a aquel recuerdo que ya no eres tú... 

Donde hubo algo queda, dice el refrán.

¡Eh!Aquí el de los refranes soy yo.

Es cierto. 

...Y ahí voy, quiero decir, que en tanto en cuanto, dicho en términos vagos, eres la misma persona que aquella a la que amé, y que aún sigo amando a aquella persona, pudiéramos decir que todavía te amo como recuerdo viviente de aquella persona que fuiste.

¡Oye, que no me he muerto!

Pero has mudado de piel muchas veces, y de carácter, y yo, bueno, yo tampoco soy el mismo, sino otro que ha heredado los recuerdos de aquel que fui, y sus hábitos, que conservo, siendo otro, por nostalgia, pudiéramos decir, o por debilidad, o por vacío, es decir, por no tener con qué rellenar ese vacío que quedaría si me olvidara definitivamente de ti.

Entonces sí que me quieres.

Psé, un poquillo.

Es que eres un romántico. Pedante, pero romántico.

viernes, 13 de noviembre de 2020

El péndulo

 Siempre estoy entre dos ideas base del sentido de mi existencia. Una idea es que la mayor parte del tiempo rige el azar. Es decir, que nuestra situación actual en una buena parte se debe a la casualidad,  en otra no menos buena parte se debe a nuestra propia iniciativa. Pienso en muchas situaciones en las que podía haber cambiado todo y que si no lo hizo no fue porque yo decidiera… actuar o no actuar, da igual, sino porque las cosas se precipitaron de una determinada manera sin darme opción. Sin embargo, la otra idea es que yo, por ser como soy, estoy completamente predeterminado y que si volviera a vivir volvería a alcanzar este punto exacto de mi existencia irremediablemente. Vale, tendría otra camisa, no me habría pelado, mi hija se llamaría Pepe o tendría un coche a rayas, pero en esencia seguiría siendo lo mismo. 

Yo estoy más por esta segunda opción porque, por más que lo pienso, aquellas situaciones críticas en las que podía haber cambiado mi vida, en realidad lo que hizo el azar fue no someterme a la crisis de tener que decidir, sino que pasó de largo y tomó la opción por defecto. Son pocos esos puntos de inflexión que recuerdo, pero, en todos los casos sucedió así. Así que, aún me queda la sospecha de que si se me hubiera dado la oportunidad de tomar una gran decisión que torciera el rumbo de mi existencia, con toda probabilidad hubiera tomado la decisión que me habría traído hasta aquí.

No. Lo que pasa es que hay espíritus voluntariosos y hay espíritus remolones. Los espíritus voluntariosos corren hasta cuesta abajo, para decidir ellos en todo momento y no la pendiente. Los espíritus remisos se mueven a desgana, y aprovechan cualquier pendiente para alcanzar destinos insospechados que  por sí mismos nunca alcanzarían. Nada de azar. El azar es solo un recurso no un vector. El único vector es la voluntad, mayor o menor en cada uno. Como el calor. Cuanto más energía más calor, cuanto menos, frío. La voluntad es la energía de los destinos. 

Pero, ¿de dónde viene la voluntad?, vurgarmente hablando, ¿nace o se hace? Siempre ando buscando una vía de escape que me libere de la responsabilidad de una vida insatisfactoria. No es culpa mía, señor, es la sociedad la que me ha hecho así. La sociedad, la genética, la falta de imaginación, la falta de propósitos, el no estar suficientemente loco, el estar demasiado lúcido. En fin. La cobardía. Muchas necesidades en contra de ese azar que aparecerá o no. Y, si aparece, nos pillará en buen momento o no. 

Esto se va pareciendo cada vez más a un péndulo. Mientras hay tictac hay tiempo. Bendito sea.

martes, 10 de noviembre de 2020

Una entrada de relleno autopublicitario

 



Es un pantallazo del ranking de honor de las entradas a este blog.  Es claramente una estadística, ¿qué significa?. La entrada más accedida es una traducción de un trozo de Romeo y Julieta que hice una vez para comprender un diálogo que me parecía curioso. A eso le sigue un texto de corte romántico que le escribí una vez a una señorita que tenía esa manía de “alegrarse por mí”, lo que a mí me parecía una especie de a mí qué me importa dicho con elegancia. A la misma u otra señorita le escribí Tu cara da alegría porque esa es la emoción que me embargaba cada vez que miraba una fotografía suya, después de enjugarme las lágrimas. Y mira tú por donde, la misma señorita es la destinataria virtual de Amor Plutónico en el que comparo esa emoción platónica con aquel distante que fue planeta y dejó de serlo por un quítame allá esas órbitas. Estos cuatro superan, cada uno de ellos, las mil visitas, frente a los que siguen que ni llegan. Conclusión: la gente necesita amor. No. No amor, enamorarse, que no es lo mismo. La diferencia entre enamorarse  y amar es, más o menos, la que va de explotar a simplemente arder. Luego hay amores más o menos intensos. Los hay que apenas son rescoldos, y los hay, ¡ay dios!, que ya solo son ceniza.

Las dos entradas siguientes aluden al sexo. La primera solo en el título. Luego no toca nada ese tema, pero siempre he creído que su éxito está en el título. La segunda hablaba de una película que vi una vez, cuando era niño. Fue la primera ocasión que tuve de presenciar un acto sexual. Me había colado, por supuesto, en el cine. ¿Significa esto que después del amor lo que le interesa a la gente es el sexo? Muy probablemente. ¿Qué viene después? La cultura de masas, la cultura que todos compartimos, Love of lesbian (música),  Shakespeare, Álvaro Mutis (literatura), Eliseo Subiela (Cine) Y por ahí va bajando. El único posible tema de actualidad es el último del ránking, hablando de la manada. Pero no habla de esa manada, así que de nuevo el título le hace una jugarreta al lector curioso que viene creyendo que va a encontrar una cosa y encuentra otra mucho mejor.

viernes, 30 de octubre de 2020

Obrar (5 intr.)

Un espectáculo que consista en ver (y oír; oler, ocasionalmente,  no siendo bien apreciado por los entendidos) defecar a un «intérprete» en recinto instituido exactamente para ello, con toda la formalidad de un teatro: con su amplio escenario ocupado únicamente, en el centro y bien iluminado, por un retrete; su telón; un patio de butacas, palcos y gallinero. 

Un espectáculo muy apreciado, al menos por los entendidos; apenas comprendido por advenedizos, que, sin embargo, lo respetan como actividad de élite (que algo bueno debe tener si los ricos la aprecian tanto). 

Intérpretes de fama internacional que giran por los diferentes países y compiten por prestigio en grandes festivales que se comentan profusamente en los periódicos y que dan a las localidades donde se celebran un aura cultural de primer orden. Cada uno de ellos con sus particulares perfiles que para unos son defectos y para otros, rasgos de sublimidad. Llamados genios por los más exaltados por la forma en que tienen de soltar el lastre con mayor o menor esfuerzo, con discreción o aspavientos. 

Muy apreciadas las pedorretas que casi están catalogadas en todas sus manifestaciones por los críticos: el gorgoteo que precede a una baba licuada, la cornamusa que en ocasiones anuncia una ausencia de materia fecal, el redoble que va dejando escapar una pasta pegajosa, o el estallido garbancero que esparce una perdigonada por toda la vasija. De especial predilección, lo que extraña por su falta de espectacularidad,  la perfecta y minuciosa «salchicha» que sale deslizándose casi con dulzura dejando un moñigo de dimensiones y densidad esclarecidas. Hasta el punto que se conservan, en el Museo Nacional del Arte del Buen Cagar, varias muestras sublimes que rozan la perfección, a juicio de los expertos y críticos más importantes, y cuyos productores han sido encumbrados a las Olímpicas cúspides de la fama.

Un espectáculo, en fin, de sábado por la noche, al que acude lo más exquisito de la ciudad ataviado en sus mejores galas y que colma el cagadero si el intérprete es de prestigio, o apenas lo abarrota si es un actor nacional. Siempre los llena aunque se trate de un aficionado local. 

Como en todo espectáculo el público entra ruidoso y expectante, y se va sentando mientras comenta los aspectos de la iluminación, las características del retrete, (el intérprete y su equipo tienen potestad para determinar la forma, color medidas, etc., de la vasija. Incluso hay quien exige agua perfumada y coloreada para broche final, a pesar de que el público no llega a apreciar esto. De hecho, se considera una falta de aplomo artístico el tirar de la cisterna. Y en los concursos internacionales, está prohibido hacer desaparecer las heces, formando parte del veredicto final la inspección ocular del resultado).

Poco a poco el público se va silenciando. Es un público muy disciplinado, consciente de la alta concentración que requiere el intérprete y de la sutilidad de algunos de los efectos sonoros (otra de las características a tener en cuenta en la elección adecuada de la vasija), y tras algunas toses finales  un manto de disciplinado silencio cae sobre el teatro. Entonces hace su aparición el intérprete. Aplausos cerrados, magnificados según la notoriedad del artista, que terminan en el justo momento en que este se sitúa, en pie aún, delante del cuenco fecal, saluda con una leve inclinación y se lleva las manos al cinturón. (El intérprete va correctamente vestido de frac. No es baladí el gesto de bajarse los pantalones, luego los calzoncillos y a continuación extender la cola del frac adecuadamente para que no caigan dentro de la vasija ninguna de sus dos bandas; todo ello sin hacer una exhibición descarada de las partes pudendas) Entonces pueden escucharse unos levísimos, ¡aaah!, emocionados desde el público. Y empieza el espectáculo.

Al principio todo es silencio. Si se alarga mucho, no es extraño escuchar alguna tos de disconformidad. Lance mal recibido es la emisión por parte del intérprete de algún gemido que denote esfuerzo para convocar el evento. El cagar más apreciado es el que no se hace esperar demasiado, ni se precipita, el que no se obliga. El más celebrado es el que se anuncia con pompa y exaltación, aunque en esto hay gustos. Hay quien aprecia más un sonido arrastrado, gutural, licuado, y hay quien prefiere los golpes secos, limpios, airosos. Todos celebran con aplauso un chapoteo perfectamente definido por considerarse la expresión más exacta del acto. Sin embargo los heterodoxos, sin despreciarlo, prefieren otras formas de emisión menos canónica.

El espectáculo finaliza con un suspiro del intérprete o bien un prolongado silencio que determina la discontinuidad. Intérpretes hay que saben sorprender al público en este último momento emitiendo un, así llamado por imitación de otras artes, bis, que si consigue prolongarse medianamente es signo de dominio en este arte. Aunque últimamente hay demasiados que parecen haber aprendido la técnica y se está volviendo ordinaria.

El aplauso final determina el éxito, claro. El intérprete no se limpia ni se levanta hasta que no se ha cerrado el telón. No forman parte del espectáculo, las abluciones anales ni la higiene del intérprete en general. Si el público lo exige con la duración de la ovación, el intérprete, ya correctamente aseado y engalanado, sale a saludar. El número de salidas escala la  satisfacción del público. 

Solo algunos pocos admiradores e, indefectiblemente, los críticos, pueden acercarse a observar el resultado para dar cuenta del broche final el acto. Algunos intérpretes, sobre todo aquellos que ya están instalados en la fama, no se arriesgan a esta confirmación final y prefieren tirar de la cisterna antes de correr el riesgo de una mala crítica que manche la brillantez del acto. 

El público desaloja la sala comentando el espectáculo y llena los restaurantes de la zona en la esperanza de tropezarse con el intérprete.

Al día siguiente aparecerá en los diferentes medios la crítica del espectáculo que establecerá definitivamente el éxito o condenará al fracaso la obra. 

miércoles, 21 de octubre de 2020

Mi vida sexual tal y como podía haber sido si todo esto fuera cierto

 Mi vida sexual no ha sido plena, pero puedo también fabular sobre ella, lo que la haría crecer en calidad y colorido. Podríamos decir que empezó cuando atisbé el sujetador de la maestra sustituta que me corregía algunas faltas de ortografía allá por primero o segundo de EGB. 

Acostumbrados a la brutalidad de La Directora, a la que también teníamos por maestra, cuya más preciada herramienta de trabajo era una palmeta de un centímetro de grosor ,que debían comprarse en ese entonces en las papelerías y que actualmente sólo se venden en los sex-sado-shop, la llegada de la sustituta nos volvió a todos los chicos sumisamente obedientes y a las chicas absurdamente celosas, lo que era raro en ellas que, reinando la directora, no nos dirigían ni los insultos – salvo Amalia y Monserrat que estaban en nuestra mesa, y creo ahora que eran un poco machonas, que nos insultaban a modo y hasta nos metían mano en nuestros aún inertes pitos. Tras su marcha todos quedamos muy apenados y yo me enamoré, para compensar, de Alicia, la cual, literalmente, no podía soportar mi presencia a causa de un pertinaz moco que se empeñaba en quedarse siempre colgando de mi nariz y que yo me había acostumbrado a desalojar con la lengua. El momento culmen de esta relación inexistente fue cuando en la función, tal vez de Navidad, haciendo de enanito, trasportábamos su cuerpo inerte para depositarlo en la urna de cristal, ella, claro, era Blancanieves, y yo sufrí un acceso de éxtasis prematuro cuando mi mano tocó la tela de su vestido de tul o lo que fuera (de manera completamente honesta y justificada).

Un salto de seis o siete años me sitúa, estando en la clase del Patineta – nunca he conseguido ubicar el tiempo por años, ni siquiera por mi edad, así que debo recurrir a la clase en la que estaba en ese entonces y de ahí deducirlo -, en la piscina del colegio en donde mi hermano era un gran nadador y yo aún era capaz de soportar que un jodío enano gordito me ganara sin apenas esfuerzo en todos los estilos. Mi hermano y su pandilla se envolvían la cuca con papel higiénico para que hiciera bulto – la piscina no tenía agua caliente – y pasaban y repasaban por delante de la chicas, entre las cuales, se decía, alguna llegó a picar. Pues la hermana de esa se enamoró de mí. 

Yo aún no pensaba en chicas, pero a ella no le importaba. Me seguía a todas partes, con gran fastidio mío, y se colaba en el vestuario cuando estaba yo cambiándome. Ella fue la que me introdujo en la adolescencia precisamente utilizando ese mismo verbo con una parte de mi cuerpo y otra parte del suyo, no necesariamente complementarias. Salimos un tiempo, ahora sé que muy corto, y tengo que confesar que nunca sentí nada por ella. Me dejaba llevar y traer sin participar demasiado hasta que se hartó de mí y no volvió a dirigirme la palabra.

A pesar de esta precoz - ¿y tal vez traumática?, pues no estaba preparado para ella y me preocupaba mucho más lo del puto gordito – iniciación, conservé mi timidez en toda su fiereza, aunque aprendí a hacerme pajas.

Ya con catorce años o así, los tiempos de las baladas de Santana, ya sonaba Supertramp, me introducía tímidamente a Led Zeppelin, - aunque en secreto me gustaba Richar Cocciante y los cantantes italianos románticos -, mi primo se pasaba las vacaciones en mi casa. El tipo se las daba de hombre de éxito entre las mujeres, y en lo que yo puedo certificar no mentía. Aunque era algo mayor que yo me había tomado afición y juntos vagábamos por ahí en busca de aventuras. Si he de ser justo, mi papel en todas las relaciones de amistad que he tenido ha sido siempre el que en las obras de teatro clásicas sería el criado o el bufón. Acompañaba y asistía al galán, pero me quedaba un poco rezagado en sus lances. De vez en vez, la afortunada o desafortunada dama en perspectiva, era asistida a su vez, y mi papel consistía en entretener a ésta mientras los galanes se cortejaban. A mí me presentaron a la hermana de una que en cierta ocasión me preguntó que si se muriera una tal Meli, cómo me sentiría yo. Respondí naturalmente que no conocía a la tal Meli y entonces ella me respondió que así es como la llamaban en su casa. Ante esta lógica lo único que se me ocurrió fue abrazarla y besarla con toda la torpeza de que era capaz en aquel entonces. Ella me rechazó tras un retardo lo suficientemente largo como para recordar aún el sabor de aquellos labios. Estábamos sentados en un banco del parque, tras la iglesia y serían alrededor de las cuatro de la tarde de un brutal día de agosto. No había nadie por los alrededores a causa de la siesta, pero ella me dio esperanzas justificando su actitud: Aquí no, tonto, ¿no ves que nos pueden ver y  me conoce todo el mundo?  Luego mi primo y su hermana rompieron, no recuerdo por qué causa y yo traté de alargar nuestra relación a pesar de la falta de justificación teatral. Pero se metió por medio uno de la localidad que me la robó por la mano. He de reconocer que el tío le ponía más énfasis que yo.

Los años de instituto no fueron muy fructíferos para mí. En tercero me arrimé con unos cuantos tipos de la fila de atrás y me cogí mis primeras borracheras durante los recreos. Volvíamos luego a clase completamente borrachos – no siempre, claro, y no tanto – y nos quedábamos dormidos con las tonterías de la de física y discutíamos a favor de Nietzsche contra el de filosofía. Fue en tercero cuando el instituto se convirtió en mixto –hasta entonces estaban separados los chicos y las chicas en institutos masculinos y femeninos – y conocimos a unas muchachas de primero. Eran dos hermanas y una tercera  amiga de ambas. A mí me gustaba una de las hermanas. Poseía una nariz muy peculiar que me ponía literalmente cachondo cuando hablaba con ella. Conservo su firma, la de la chica, en el disco de Mike Oldfield, Tubulars Bells, que había intercambiado por un casete doble de Yes, creo,  con uno de los colegas. Nos magreábamos en la cafetería del instituto, un cuchitril oscuro que abrieron tiempo después de que nos prohibieran salir del centro durante los recreos, y que no despachaba bebidas alcohólicas. Allí siempre estaba sonando Angie de los Rolling Stone.

En Cou fue el intento de golpe de Tejero. La chica ya me había olvidado, pero yo a ella no. Pasé todo el curso deprimido o borracho. Los tres amigos nos veíamos por las tardes y los fines de semana. Una vez asistimos a un partido de base ball del equipo en el que jugaba uno de los tipos contra un equipo de la flota cubana. Unas cubanas que estaban en el partido hicieron en seguida buenas migas con nosotros. Las cubanas literalmente se nos lanzaban encima a arañarnos medio en broma medio en serio cada vez que los nuestros marcaban un tanto. Nosotros no conocíamos para nada las reglas de ese ni de ningún otro deporte así que prácticamente medimos la victoria por el grosor de nuestros miembros que aumentaban su tamaño –licencia poética- con cada tanto a favor. Cuando éramos nosotros los que perdíamos nos pasaban una botella de ron para que lo celebráramos con ellas. Por lo borrachos que acabamos el partido muy bien podíamos haber empatado. Después nos fuimos con ellas a las afueras de la ciudad y acabamos gloriosamente en un bosquecillo que rodeaba el cementerio de Santa Brígida.(Lo que queda de ese bosquecillo es ahora patio interior de las urbanizaciones de lujo que brotaron bajo él como la mala hierba)

Y después del Cou vino a la universidad, a la que llegué solo, porque mis amigos decidieron que ya estaba bien de estudiar. Uno ahora es taxista y sospecho que alcohólico (no, no es incompatible en algunas ciudades, al parecer) y el otro trabaja empleado en un almacén. Hace años que no los veo.


miércoles, 16 de septiembre de 2020

Una pequeña Historia del mundo (modestamente)

 Yo creo que todos funcionamos con un par o tres de ideas básicas, axiomáticas, que son el fundamento de nuestras acciones, de nuestros pensamientos , de nuestro comportamiento en el mundo. Como digo, esas ideas son axiomáticas, no han sido razonadas. Probablemente implantadas a lo largo de nuestra educación. Ni siquiera somos conscientes de ellas muchas veces. Tal vez llegar a conocerlas nos ayuda precisamente a comprendernos, incluso a modificarlas y empezar a comportarnos y pensar y actuar de otra manera. 

Con respecto al ser humano, yo sospecho que hay dos grandes bloques. Un bloque son los que piensan que el ser humano es de por sí perverso y que es necesario crear leyes, normas, sociedades, en fin, mecanismos que limiten los efectos de esa perversión. Es decir, el Hombre es perverso y la sociedad es un mecanismo de contención. Los que creen en esto enfatizan en la creación de leyes, limitaciones, escuelas. Una sociedad debe ser altamente regulada. Los que cree en esto, sospecho, se saben también ellos mismos perversos y algunos no dudan en influir para que los mecanismos de regulación y control les dejen a ellos un poquito más de holgura que a los demás. Y no se sienten culpables por ellos porque esa es la naturaleza del Hombre y tampoco hay que .

Por el contrario están los que creen que el Hombre es bueno, de natural, todo lo bueno que se puede ser en la Naturaleza, y que son precisamente las sociedades las que lo han pervertido. Y por ello se empeñan en buscar mecanismos que modifiquen a las sociedades con el objetivo de que la naturaleza bondadosa intrínseca del Hombre actúe por sí misma, regulando solamente los elementos estrictamente necesarios: los estados no deben molestar demasiado, las normas no deben ser excesivas ni excesivamente rígidas.

Pero cuando vieron que las cosas empezaban a írseles de las manos a los del primer grupo, se dijeron. Oiga, si las cosas van a ser así, será mejor que saquemos el provecho que podamos. E inventaron el capitalismo. Nada de reglas, nada de estados en lo posible, salvo para defender el derecho a la propiedad y a la libre gestión de las propiedades. Y vieron que habían hecho algo bueno porque precisamente los más avispados de estos eran los que más beneficio sacaban de la nueva situación. Porque si los demás son tontos y se dejan robar, qué culpa tenemos nosotros. Y si nosotros somos más fuertes y podemos imponerles una condición, qué argumentación moralista me van a interponer si sabemos que ellos en nuestro lugar harían lo mismo. Y siempre han habido fuertes y débiles y ricos y pobres, es una condición natural del Hombre. Y esas pobres mujeres qué harían sin nosotros. Además. 

Así que los otros, los que creían que el Hombre era naturalmente bueno y que unos pocos malvados los oprimían a saco aprovechándose de su ingenua bondad, de su ganas de simplemente hacer el trabajo que hubiere que hacer para sobrevivir otro día y tener algo de sobra para divertirse un poco al final de la jornada, y les imponían un ritmo y unas obligaciones a las que o se adaptaban o se quedaban fuera, se dijeron, estos es insostenible, e inventaron el comunismo. Que es una forma de estado en el que este no deja nada al criterio individual sino que todo está sujeto a provecho común. Y se regula desde quien puede hacer qué hasta cuándo puede y cómo debe hacerlo.

Pero el ser humano, convengámoslo, es el que es, no «el que tiene que ser», como Zaratustra, y, se deja ir por la parte de menos esfuerzo y más beneficio, primando lo primero, aunque eso implique  que se joda el otro. Y resultó que el que más éxito tuvo fue el capitalismo y el otro, más por la condición humana que por el error de las ideas, se vino abajo. 

Y ahora tenemos lo que tenemos. Los que creen que el ser humano es vago y perezoso, y además malvado, y que solo unos pocos tienen verdaderas condiciones para sobrevivir y los otros simplemente caen por su propio peso, se hacen cada vez más hueco, no sin la admiración y el deseo de emularles de muchos de esos otros que cada vez están peor. Y que, ¡oh, condición humana!, les apoyan y les defienden cuanto más palos reciben, siempre y cuando crean que es en cabeza de otro, aunque no sepan a ciencia cierta ni dónde tienen la cabeza muchas veces. 

Y ahí andan campando, asegurando que todo va bien, que el tiempo es bueno, que la economía mejorará, que la cocacola es mejor que la pesicola, adónde va a parar, que este pan es muy distinto que este otro porque la parte de afuera se diferencia, que los negratas y los moratas van a quitarnos todo lo que es nuestro, (¡nada!, porque todo es suyo), que lo de las vacas locas, la gripe aviar, la gripe porcina, el ébola, el covid, (todos en los últimos veinte años) son ¡inevitables!…

En fin.

 

lunes, 14 de septiembre de 2020

El queso Rilke

 Hay gente para la cual todo aquello que no entiende significa un reto.

Hay gente para la cual todo aquello que no entiende es una tontería

Yo, por ejemplo, no entiendo cómo se puede sacar tanto jugo de esa caña seca que es Rilke.

En cambio estoy orgulloso porque si no me gusta el queso pido doble ración 

(un queso que no me guste es que debe estar aún más allá: se puede decir que no hay negativo en la recta del queso).

Vale, exagero. Pero es una forma de hablar en parábola, como hacía Jesús,

para que entiendan los cerriles.

Cada uno debe comprender el mundo a su manera. Yo por ejemplo, veo a Rilke como un queso que no me gusta.

¡Qué raro!, me digo. Y pido doble ración.

Lo mismo la caña era de azúcar. Y el tal Otto está borracho.

Bendita borrachera sin resaca


domingo, 6 de septiembre de 2020

¿Alguien tiene queso?

 He estado leyendo sobre quesos. (¿Quién se ha llevado mi queso?). Es un libro de autoayuda de esos, tipo americano, que todo lo proyectan hacia un mejor rendimiento y una mayor eficacia laboral, todo ello con un espíritu henchido de felicidad que se proyecta hacia un futuro esperanzador (una buena casa, un buen coche, unos jefes que te admiran por tu nobleza y entrega… y toda esa mierda (**)).

La historia, en esencia, es que hay cuatro personajes en un mundo-laberinto. Dos son ratones y dos son personas (en realidad son liliputienses, pero es solo para ponerlas a la misma altura que los ratones). Todos buscan queso por el laberinto. Cada uno a su manera, es decir, los ratones de una manera instintiva, casi aleatoria, casi automática, explorando cada rincón; los humanos utilizando mucho el razonamiento heurístico, que decimos en informática cuando no se emplea la fuerza bruta. Encuentran un gran depósito y se instalan en la comodidad. 

Pero el depósito desaparece. Los ratones, recuperados del pasmo de no encontrar lo de siempre donde siempre, se ponen a la búsqueda de otro depósito. Ya no sabemos más de ellos hasta el final. Los humanos aún necesitan un par de visitas más antes de creer que en efecto todo el queso ha desaparecido y no va a volver. Entonces empiezan a plantearse qué hacer. Uno es partidario de ponerse a buscar de nuevo. El otro sigue en la negación de lo que ha ocurrido. El uno duda, porque el otro es más autoritario. Pero después de algunos esfuerzos completamente inútiles y de sentirse ridículo en una negación insensata,  el uno se lanza a la búsqueda. La historia sigue por él. Sus dudas y sus victorias sobre su propio miedo. Hasta que por fin consigue encontrar un nuevo depósito. Al final se plantea volver a buscar al otro pero decide que es él el que tiene que encontrar su propio camino. (Se traduciría por ¡que le den!, vurgarmente)

La palabra más repetida probablemente es temor. Y básicamente toda la historia tiene que ver con atreverse a enfrentar los temores y que indefectiblemente se va a descubrir detrás que si hay algo que temer, nunca es tanto como se preveía o por lo menos la realidad del peligro lo hace menos temible.

Evidentemente uno debe estar siempre en guardia. Esto es ley de vida. No debe uno echarse en la gloria del momento porque el momento pasa o pasa la gloria. Quiero decir que tarde o temprano uno deja de disfrutar y empieza a aburrirse de la monotonía. Además la estabilidad, el sosiego, hace que uno pierda de vista su propio potencial a fuerza de no ponerlo en práctica, a fuerza de no fallar uno pierde la confianza para aceptar las derrotas. Incluso uno magnifica las consecuencias del desastre. 

Dos cosas supongo que enseña el libro: una es que hay que aprender a superar el miedo. (me acabo de acordar del hallazgo que encuentro en el libro ¿qué es lo que haría si no tuviera miedo?: esa es la gran pregunta. Y la gran acción sería hacerlo (*)).

La segunda sería no reposes en la seguridad, usa la seguridad como reposo. Es decir, no te quedes en lo seguro sin moverte. Sigue moviéndote pero sabiendo que siempre tienes algo seguro a lo que volver. Sigue siendo cobardica pero al menos no es meter la cabeza en la tierra. 


(*) en mis auto reflexiones he trabajado algo eso, no se puede cambiar si todo se hace igual; no se puede ser otro si siempre actúas como tú lo harías (pregúntate ¿qué es lo que yo no haría nunca?, y has eso; etc.

(**) es curioso. Todas estas mierdas me interesan, pero precisamente para lo contrario, es decir, para ver si alguna vez me aportan la sabiduría (y el valor) [corazón ya tengo bastante, ¡que soy bueno!, me lo dice mucho Dorothy] para tomar la decisión de abandonar mi cómodísimo y bien remunerado trabajo y dedicarme a lo que de verdad me haría disfrutar en la vida NO HACER  NADA

viernes, 4 de septiembre de 2020

Ovejaciones

Yo no sé nada, es verdad. Digo tan solo lo que he visto (León Felipe)

 ¿Y qué has visto? 


He visto que la gente somos inocentes, pero idiotas. 
Y que estamos dispuestos a dejarnos asustar con cualquier pretexto. 
Y correr de un lado para otro según nos ladren los perros. 
Y que todos queremos salvarnos los primeros. 
Y que ninguno admitimos hacer el gilipollas; pero si lo hacemos con todos, entonces sí, entonces está bien. 
Y que hay muchos perros porque hay muchos aspirantes a pastores. 
Y también, también hay lobos entre las ovejas, pero más entre los pastores. 
Y que las ovejas negras no son tantas, aunque todos nos creamos una. 
Y que de tanto correr al silbido y los ladridos, de un lado para otro, nadie sabe ya por qué corremos, adónde vamos, dónde está el pasto y dónde está el peligro.

lunes, 31 de agosto de 2020

Volverán los negros cuervos

del cadáver los ojos a picar,

volverán los gusanos a las tripas,

y las larvas de las moscas crecerán,

volverá la podredumbre de la muerte

a reducir un cuerpo hasta la nada.

Lo que estaba vivo ya perece,

lo que no, se queda igual.

domingo, 30 de agosto de 2020

viernes, 21 de agosto de 2020

Kafka, Hannah Arendt y el menda

 Unas citas de Hannah Arendt, del artículo Kafka revalorado, que confirman mis impresiones acerca de estilo kafkiano. 

El protagonista descubre que el mundo y la sociedad de la normalidad son, de hecho, anormales, que las sentencias emitidas por los prohombres de prestigio reconocido son, de hecho, demenciales y que los actos que se derivan de esas reglas del juego son, de hecho, desastrosos para todos

A pesar de que todos, más o menos, a juzgar, por ejemplo, con lo que se puede apreciar en FB y con lo que dicen que pasa en otras redes sociales en las que la gente comenta cosas del mundo y no solo soplan pompas de jabón, somos conscientes del absurdo de nuestras modernas sociedades de consumo: imposible continuo progreso, especulación económica, crisis periódicas, polarización económica, destrucción de medio que nos sustenta, economía abusiva, etc., etc., etc. Y sin embargo quien más quien menos, mejor o peor, todos seguimos haciendo lo mismo, cumpliendo con nuestras obligaciones por absurdas y contrarias a nuestras propias ideas que sean, porque es lo que hay que hacer o porque no conocemos una alternativa razonable que no nos deje fuera y despojados o por las razones que sean, en esencia seguimos practicando el fingimiento.

El fingimiento de una competencia universal, la apariencia de una laboriosidad sobrehumana, es el motor oculto que impulsa la maquinaria

Es decir, mientras seguimos observando cómo todo nos parece que se precipita al caos y lo comentamos y nos llevamos las manos a la cabeza, seguimos levantándonos temprano, yendo a trabajar,  cumpliendo mal que bien con lo que tenemos que hacer y por lo que nos pagan, estamos contribuyendo, estamos manteniendo en marcha esa maquinaria que nos destruye. Y volvemos a casa y, los que aún tenemos tiempo para eso, entretenemos la espera de la siguiente jornada, entre otras cosas, comentando en Fb o en el bar de la esquina lo mal que va todo y que esto no hay quien lo arregle. Porque obedecemos a una creencia de necesidad, de que las cosas son como son y poco más se puede hacer para que no sean. Dice ella que hay una común (humanalmente o al menos occidentalmente) sensación de inevitabilidad, o mejor de necesidad, que tal vez habría que superar

La apariencia de necesidad, una apariencia que se hace real gracias a la fascinación del género humano por la necesidad

Yo más bien diría que más que fascinación es como una forma de rellenar esta sensación racional de no saber muy bien por qué ni para qué vivimos. De darle importancia al inexplicable hecho de estar aquí y saberlo, que es, esto último, lo que realmente nos mantiene desasosegados todo el tiempo. Y ese desasosiego es, seguramente, el que nos lleva a pensar en una inminente catástrofe. Otra idea recurrente de la Humanidad, como si aún siguiéramos sin creernos que tenemos derecho a estar aquí o como si fuéramos desde el principio conscientes de la culpabilidad de haber adquirido conciencia, es decir, de haber roto el equilibrio natural

La creencia absurda, tan vigente en los tiempos de Kafka como en los nuestros, de que la Humanidad está destinada a someterse a un proceso determinado a priori por no se sabe qué poderes, solo sirve para acelerar la decadencia natural

Opina ella que esa sensación de inevitabilidad en lo que se refiere a las cosas humanas nos lleva a una permisividad, una inacción que es precisamente la que nos conduce hacia la degradación hacia la que se dirige todo lo que pertenece a la naturaleza cuando se abandona a las fuerza naturales (la erosión, el tiempo, el desgaste). Todo se volverá polvo tarde o temprano, también nosotros. Pero la idea es que precisamente nosotros, como todo lo que tiene vida, podemos luchar contra esa degradación de manera consciente, y sin embargo pareciera como que no somos conscientes de esta capacidad sino que actuamos en contra, es decir, acelerando los procesos destructivos que íntimamente consideramos ineludibles.



lunes, 17 de agosto de 2020

Sodoma y Gomorra, una escritura alternativa (manuscrito hallado en el fondo de una papelera)

 A mí la Humanidad en su conjunto, me cae mal. Solamente algunas de sus partes me resulta tolerables. Y preferiblemente de muy poquitas en muy poquitas, para qué nos vamos a mentir. Dicho esto, estaba pensando el otro día, leyendo la sección del Génesis en que Abraham trata de rebajar la cuota de hombres justos que pone Dios para decidir no cargarse Sodoma y Gomorra, y me sorprende todo lo que dura la conversación. Y también lo poco enérgico que es el Señor en sus decisiones, lo fácilmente que se deja convencer. Aquello parece un mercadillo al revés:

                                                         ---------------

Oye,Abraham, que había pensado que me voy a cargar las ciudades de Sodoma y Gomorra en castigo por la depravación en la que ha caído la raza humana. Y da suerte que  no les hago lo mismo que cuando Noé, pero como hice aquella maldita promesa.

¿Vas a hacer que perezca el justo con el pecador?, dijo Abraham. Hombre, no seas intransigente. Tu baja, mira como está la cosa. Y si encuentras, digamos, cincuenta justos. Oye, hay gente buena aquí, qué culpa tienen ellos de que los otros sean unos bestias. Esperemos a ver cómo evoluciona la cosa. Si estos acaban volviéndose como aquellos o algunos de aquellos se vienen para acá. ¿Eh, qué te parece?

El Señor no se lo piensa mucho.

¡Vaaale!, si encuentro cincuenta justos me ahorro los fuegos artificiales y la chamusquina. No creas tú que a mí me gusta mucho...

Hombre, Señor, ya que hemos fijado cincuenta. Espero que no sea terriblemente preciso. Vamos que si en vez de cincuenta encuentras cuarenta y cinco. Coño, pues son casi casi cincuenta, ¿no?

Pse. Pero sea. Si son cuarenta y cinco no mato ni a un gato. 

Esa es otra. Continúa Abraham. Esos pobres animalitos, qué culpa tienen. ¿Qué me dices de cuarenta?, venga, magnánimo Señor. Sea por los gatitos. Si encuentras cuarenta sigues de largo y te tiras el pedo, con perdón, un poquito más allá, en el desierto.

No te excedas en tus confianzas, Abri. Pero ¡bah!, cinco menos tampoco es menoscabo de mi cólera.

Perdón, Señor. ...pero , digo yo.

¿Más?

Es que pienso yo en Tu Divina Inmensidad, Señor, que abarca todas las estrellas y más allá.

Sí, sí,las estrellas son solo la primera cortina, hay más.

Eso digo. ¿Qué significan para ti estos pequeños numeritos? ¿Cómo distinguir entre tanta inconmensurabilidad un cuarenta de un treinta?, ¿eh?

Tengo mucha paciencia contigo, Abri. Mucha paciencia. Sean treinta. Si yo lo que quiero es no tener que hacerlo. Me va a doler más a mí que a ellos. Si es que a mí estas parafernalias también me dan mucho yuyo. Hacer de padre y castigador... yo lo que quiero es dormir toda la eternidad debajo de una higuera.

Coño, pues date una oportunidad, Señor, y déjalo en veinte. Seguro que hay veinte buenos muchachos por ahí debajo.

Sí, sí, esa es mi esperanza. Bueno, vale, si encuentro veinte personas justas no asolo la ciudad a sangre y fuego.

¿Dije veinte?, estaba pensando en diez, te lo juro, estaba pensando en diez y se me fue la lengua. Venga, a ti que más te da.

Diez y me voy, que mira que eres tú hábil mercader. Me va a salir un pueblo difícil de ti. Hala, me voy que ya se está poniendo el sol y quería dejarlo resuelto antes de la noche, que hacen más bonito las explosiones.


Se baja Dios para Sodoma y vuelve al cabo de una hora escasa. las ropas destrozadas, el pelo revuelto y lo ayudaban Lot, un sobrino de Abraham,y un hijo de este.


¿Pero qué ha pasado, Señor?

Calla, calla. Si me quedo un rato más me follan entre todos. ¡Qué panda de cabrones! Están tan ahítos de sus maldades entre sí, que se ceban en los extranjeros, por la novedad,  y como no me hice conocer, maldito respeto que me tenían. Estuve corriendo un rato por las calles, no por hobby, que me perseguían con unas caras de pervertidos, que me digo, yo no voy a preguntarles nada. Y donde quiera que pedía asilo era peor, el que no me echaba una escudilla de agua hirviendo, se bajaba de antemano los pantalones. Que va. Aquí no se salva nadie. Menos mal que estos buenos amigos me echaron una mano en el último momento. Aunque este pequeñín de aquí no hace más que palparme, sospecho que buscando la bolsa. No llevo bolsa, niño, no busques más.


Es Lot, mi sobrinillo, se casó con una chiquita muy buena de ahí, de la ciudad y se quedaron a vivir. Y este es su hijo, el pequeño, un revoltosillo.


Pues diles que salgan pitando porque a estos me los cargo ya mismo. Y que se den prisa y no se queden admirando el espectáculo porque la cosa va a ser dura y no quiero que se queden en shock.


                                                                      ----


Y bueno, ya saben lo que ocurrió. Lo que decía es que Abraham demostró tener mucha buena voluntad por sus compadres de especie. Lo que es yo no hubiera pasado del primer renglón.


Oye, Riforfo, que había pensado que me voy a cargar las ciudades de Sodoma y Gomorra en castigo por la depravación en la que ha caído la raza humana. Y es suerte que  no les hago lo mismo que cuando Noé, pero como hice aquella maldita promesa.

A mí me parece bien. Señor. Y en cuanto a lo de la promesa. ¿Qué te digo? No te estés haciendo sangre. Cuando acabes con todos no quedará nadie que recuerde que prometiste nada. No sé si me entiendes.

¡Ah!, pues... no lo había pensado.

Es que eres tan justo Señor.


sábado, 15 de agosto de 2020

Pedazos

 Siempre me gustó este ¿poema? de este minoritariamente apreciado autor, apenas por las mentes  más agudas que han llegado a conocerlo, que soy yo.

Está escrito en una época de juventud tardía, pero es que a mí todo me pasa tarde y mal, cuando ya no tengo el cuerpo para reaccionar como conviene a la situación. Es lo que les pasa a los que no toman las decisiones a tiempo, que de todas maneras les llega luego lo que tenía que suceder y los coge fuera de época, cuando ya no son capaces de valorar adecuadamente la experiencia.

No. No es que a mí me haya pasado, pero tengo un amigo que ...

En cuanto al poema. No sé. A veces me parece ridículo, pero otras veces creo de verdad que es sublime (esto también le pasaba a Onetti, lo vi en una entrevista). Esas frases que me parecen tan bien acabadas, esa melancolía que se te prende a los ojillos (no, no, es solo el aire que me ha metido algo en el ojo... el otro es solidario con su compañero) y el recuerdo de la juventud que, a toro pasado, siempre es un buen recuerdo (otra cosa son las ganas que teníamos de crecer ya, que todo aquello era un puto coñazo, los padres, los maestros, los guardias, los mocolindos, no nos dejaban tranquilos, y en cambio las chiquillas, esas sí que pasaban de nosotros).

Son pedazos de tu corazón

que tú envuelves en papel de plata

para ofrecerlos a las chicas del paseo

los jueves por la tarde.

Ellas los recogen indiferentes

y los van comiendo pellizquito

a pellizquito mientras hablan

de sus cosas y sonríen a los niños

que pasan mirándoles sus cortas falditas.

Luego se limpian sus manitas

ensangrentadas en blancas servilletas

que roban de los bares

y se sientan a soñar

frente a los escaparates. Cruzan

sus piernecitas mostrándoles

los estrechos muslos a los chicos

ansiosos que las miran, y se van

sacudiéndose las faldas, que revolotean

sobre su lívida piel, como los ojos

de los muchachos tristes que las ven

marchar.

(Postdata: esto salió publicado una vez, se lo crean o no. Cierto que tuve que pagar por ello, pero ese es un detalle menor)

jueves, 13 de agosto de 2020

Diarios

Escribo un diario, como todos los Grandes Personajes de la Historia (de la literatura y de otros ámbitos; aunque, por otra parte, también muchos mindunguis escriben diarios, pero de esos no sé nada y no pueden haberme servido de estímulo: son los Grandes Personajes los que sirven de estímulo a los mindunguis, y, a veces, esos mindunguis devienen Grandes Personajes). Pero, a diferencia de ellos, yo no consigo anotar agudos pensamientos o describir curiosos sucesos que atestiguo en la rúa. Simplemente porque no se me ocurren los agudos pensamientos y porque, aparte de que salgo poco, en esta ciudad marina nunca pasa nada, y cuando ocurre algún suceso memorable y digno de referir, yo no estaba allí para ser testigo de él. Así que mi diario consiste en una serie de banalidades encabezadas, eso sí, por la rigurosa fecha; y solo tienen los méritos de referir la verdad más plana y, tal vez, hacerlo con una poquita de gracia. Un ejemplo:


Jueves 13 de agosto de 2020, primer año de la bienhechora extinción

Me levanto temprano para pasear al perro, pero antes, mientras me despejo de los últimos restos de sueño, me siento a la mesa y me pongo a escribir. La mayor parte de la veces simplemente hago tiempo para que me entren ganas de cagar. Porque, si no espero, me sobrevienen mientras estoy paseando al perro y tengo que venirme corriendo a mitad del paseo con el culo apretado.


Así, ¿cómo demonios voy a hacer Historia?

jueves, 6 de agosto de 2020

Hacer algo

El síndrome del hacer algo. Esa necesidad de hacer algo productivo que nos dé la sensación de que los días no se van en vacío. ¿Por qué?, ¿por qué no van a poder irse los días en vacío? Es una lacra económica esa de tener que llenar los días, de darles sentido, que suele ser económico, material, de tener que dejar constancia de haber vivido con una obra, con una estatua, unos estudios convenientemente reconocidos.

Démosle a cada día su propio afán, y con eso será suficiente. 

Pero no lo es porque uno se está comparando todo el tiempo con los demás, que están siempre en esa lucha de meritaje, de darse valor, de hacerse un nombre para la historia o para los organismos superiores. Con el propósito de ser tenidos en cuenta, supongo, mediante un sueldo, mediante una distinción o mediante unos golpecitos de agradecimiento-reconocimiento en la espalda.

Otra cosa es, sí, sentirse uno vivir para algo, por una razón. Pero cuesta mucho descubrir una razón, un sentido de vivir, y está constantemente torpedeado y bombardeado (por arriba y por abajo) por esta concepción económica de estos tiempos para los cuales si no hay evidencias no hay hecho, y habiendo evidencias hay hecho aunque no hayan sido. Así que se lanza uno a la procura de evidencias más que a la procura de hechos, que son sumamente más difíciles. 

Pero el sentido de una vida solo lo da una cosa, la sensación de estar viviendo sin cuestionárselo, sin, a cada paso, estar preguntándose para qué. Eso es el sentido de la vida. Vivir, sea yendo detrás de algo, grande o pequeño, o sea sin ir detrás de nada, observando simplemente, y regocijándose del simple estar, si es que ello es posible para una mente racional, o más bien, a medio camino de la racionalidad. 
En fin, que en vacaciones se pasa uno los días diciéndose, no he hecho nada, y es estúpido porque entre otras cosas las vacaciones son para eso, para no hacer nada. Pero como mientras está uno trabajando tampoco hace nada porque todo el tiempo se lo lleva el trabajo, el pretrabajo y el postrabajo, pues, al final, resulta que uno nunca hace nada. Y más bien es porque no hay nada que hacer. Lo único que hay es esa carencia, esa sensación de falta por hacer de algo.

Creo que esa falta por hacer es falsa. Es esta sociedad económica la que nos impulsa a tener que hacer algo que deje un resto que podamos adjuntar al currículo. Sin eso, es nada todo lo que hagamos, todo lo que de hecho hacemos, pasear, leer, dormir, disfrutar de los nuestros y la tranquilidad de nuestro hogar, tomar cervezas, amar, odiar o preocuparnos, o disfrutar de un día de playa, ir al mercado, hacer la comida. Pensar en hacer cosas que nunca haremos. Todo eso que de hecho hacemos todos todos los días y que es nada porque no hace currículo, no hace historia, no suma méritos que nos alcen sobre los demás.

Recordando la canción de Notevagustar todos quieren estar a la derecha del cero, pero el espacio de la recta los números naturales es muy largo y no hay números menos importantes que otros, todos deben estar allí, todos cuentan. 

viernes, 24 de julio de 2020

Distante

Ten cuidado por las noches, no pises la banda adhesiva para las ratas o te quedarás pegado hasta que amanezca y pueda soltarte.
¿Tienes ratas?
Tengo sospechas de ratas, aún. No quiero entrar en la certeza absoluta o no podría dormir.
¿Cómo es que tienes rata y no tienes gato?
No quiero tener gatos
Pero tampoco quieres tener ratas. Si tuvieras gatos tal vez no tendrías ratas.
Pero tendría gatos.
¿No te parece mejor tener gatos que tener ratas?
Me parece mejor no tener gatos ni ratas.
Eso es en un mundo ideal. En el mundo real tienes ratas.
Pero no tengo gatos. Supongo que me aproximo al ideal lo mejor que puedo.
No sé. Me daría más confianza tener gato.
A mí, por el momento, me da más confianza tener una banda adhesiva para las ratas. Ten cuidado por las noches.


Me pasa que se me ocurren conversaciones mientras veo películas en versión original con subtítulos. Esta se llamaba Usak, del director turco Nuri Bulge Ceylan, de 2002. El personaje tiene, en efecto, una rata o un ratón en la cocina. Un pariente del pueblo ha llegado para alojarse en su casa mientras consigue un trabajo. 

domingo, 19 de julio de 2020

Zaratustra y el poder

Me gusta la idea del Zaratustra de Nietzche de que el Hombre es una transición hacia el Superhombre. El Superhombre de Nietzche no es un Superhombre al estilo de como lo pensamos hoy o incluso de como lo pensaban los Nazis, es decir, un Hombre con superiores capacidades, queriendo decir superior que le dotan de poderes para destruir sin compasión a quienes se oponen a sus designios. Hoy, con nuestra mentalidad instintiva, entendemos Superhombre con un sentido de poder, de capacidad de destrucción, esencialmente, de capacidad de transformación también, pero, en nuestro estado actual, destruyendo siempre. En cambio creo que Nietzche tiene una concepción de Superhombre que es esencialmente de una superior capacidad de no contradicción, una superior capacidad de coherencia. Es decir, una superior capacidad de razón. El Super Hombre de Nietzche, es, para mi gusto, un ser auténticamente Racional, en el que la parte instintiva está perfectamente controlada en favor de la racional. Y esta capacidad racional nunca actuaría por motivos de ansia de poder, de diferenciación elitista, de búsqueda de placeres, sino de una organización social coherente que permitiera todas esas cosas desarrollándose de manera integrada y equilibrada. 
Estamos muy lejos de eso, creo, y tal vez, a la luz de cómo somos hoy, sea un simple ideal utópico. En el mundo actual, los grandes llamémosles vectores, en plan de terminología matemática, que dirigen, no en un sentido de mandar a hacer, sino en un sentido de orientar calladamente toda actividad, el movimiento del mundo, están en manos de grandes corporaciones económicas, que a su vez están dirigidas por fulanos cuyo único objetivo trascendental es la acumulación de poder y de bienes, es decir, disponer de casa, yates y mujeres de pago,  y la posibilidad de ordenar y que se les  obedezca. Es completamente ridículo. Con razón se volvió loco aquel hombre. 

Esto es solo la reflexión tras los primeros capítulos. Veremos si luego cambio de idea.

martes, 7 de julio de 2020

Películas que pueden ver por ahí


Calzones rotos. Revancha de mujeres (2017, Chile, Arnaldo Vasecchi)

https://www.youtube.com/watch?v=4wchYA6SL1Q

Son cinco mujeres que viven en una hacienda hacia la década de los cincuenta. La abuela se está muriendo y los dos primos vienen de la capital. Uno de ellos está casado con una gringa. Las tres hijas ya son mayorcitas. La más joven de las hermanas, Piedad, tendrá ya su cuarenta años. leonor, en realidad no es hermana sino recogida, pero se ha criado prácticamente como una hija. Leonor y Juan, uno de los primos, hace mucho tiempo descubrieron que habían dos cadáveres en el cuarto de los trastos, dentro de un baúl. Sabremos quiénes eran esos dos cadáveres. Más uno más que por lo visto encontraron colgando en una de las vigas de la galería del patio. Por no mencionar el cuerpo de la prostituta Marjory, que encontraron flotando en el río. Pero todo eso ocurrió hace muchos años. 


Brancaleone en las cruzadas (1970, Italia, Mario Monicelli)

https://www.youtube.com/watch?v=YYEWhXBHAC0

La armada Brancaleone es una película anterior de Mario Monicelli que ya conocía. Pensaba que era esta hasta que he visto que no, esta es una continuación del tema. Brancaleone es un soldado de fortuna que se dirige hacia jerusalén a participar de las cruzadas. Se acompaña de una panda de desarrapados: un cojo a caballo de un ciego, un enano, una bruja, un pecador que busca castigo, un leproso que al final no lo es. Es una burla toda la película de las luchas de religion, de las propias cruzadas, pero hecha con mucha seriedad, quiero decir, sin chabacanería, o con la chabacanería justa. Vittorio Gassman es Brancaleone


India Pravile (2003, Argentina, Mario Sabato)

https://www.youtube.com/watch?v=0lk9VhFaruI

Es un antiguo director de cine. Ya anda por los sesenta y bueno, siente las angustia de la edad, del olvido en el que ha quedado, de la muerte. De todo ello habla con su nieto y preocupa a su mujer y a su hija. Al nuero le hincha las pelotas (Peter Capusoto)


El poder de las tinieblas (1979, Argentina, Mario Sabato)

https://www.youtube.com/watch?v=MVuHIWThETI

La película toca el tema del Informe sobre ciegos del libro de Ernesto Sabato Sobre Héroes y tumbas. Un señor es importunado por otro, muy nervioso que le pide hablarle. Parece que es un amigo de la infancia. El otro le cuenta que existe una especie de confabulación, una sociedad secreta o logia de ciegos y que están intentando acabar con él porque conoce su existencia. Naturalmente lo toma por loco. Se lo encuentra varias veces porque el otro lo busca. Lo cree una especie de aliado (tal vez porque de pequeños tenían, ambos, la afición de sacarle los ojos a los pájaros y echarlos a volar). En cada encuentro el otro está más deteriorado, más derrotado. Por último lo acaban encontrando muerto en unas obras. En su último encuentro le encarga que redacte un informe sobre todo lo que está pasando para que el mundo se entere.



Leto (2018, Rusia, Kirill Serébrennikov)


Es una película sobre el rock en Rusia en la época soviética, o al menos terminando la época soviética, en torno a los ochenta. Se centra en un grupo Kino, o más concretamente en su cantante Viktor Tsoi aunque yo diría que más central es el personaje que le lanza, Mike Naumenko. Este se interesa por lo que hace Tsoi y es gracias a él que Tsoi graba su primer disco. Suena mucha música soviética y versiones de música ochentera, lou reed, Trex, David Bowie, sex pistols, también se menciona a led zeppelin o the who, pero no van por ahí los tiros de esta gente. A mí me gustó más las canciones de Mike, pero cuando las oigo en youtube, la voz no me parece la misma que la que se usa en la película. Alguien canta sus canciones y me parece que me gusta más que el propio Mike Naumenko.
[Mike Naumenko tenía una banda que se llamaba Zoopark. El que hace Mike en esta película es el cantante de Zveri, banda actual]

la vida silenciosa/Nunca es demasiado tarde (2013, Reino unido, Umberto Pasolini)

https://www.youtube.com/watch?v=5ivvCfMPwJc

John May, un empleado en el ayuntamiento, se encarga de encontrar familiares de personas que han fallecido en completa soledad. Se supone que si no localiza ninguno el ayuntamiento se encarga del funeral. A el le parece importante su trabajo y aunque no encuentre a nadie trata de celebrar un funeral digno, hasta escribe unas palabras celebrando al difunto, al que no ha conocido, a partir de los objetos que encuentra en su casa. Lo van a despedir. Es muy lento trabajando, dicen, y genera demasiados gastos. Pero le darán buenas referencias. El hombre se implica más en su último trabajo. En realidad és es como unos de sus "clientes" una persona solitaria, con apenas contacto humano, salvo el que tiene en el trabajo. En su último caso consigue contactar con algunos familiares y amigos y hasta una hija del difunto. Parece que le cae en gracia a la hija del difunto y quedan para tomar algo después del entierro, pero el hombre sufre un accidente. Muere y lo entierran el mismo día en que enterraban a "su caso". La chica se ve preocupada por su ausencia. Ha acudido un buen grupo de gente, todos aquellos con los que él contactó para informarles de la muerte del amigo. En cambio a su entierro no acudió nadie. Aunque luego, al final, los espíritus de todos aquellos que él "acompañó" aparecieron para recibirle. Un momento realmente emocionante. Tal vez truco algo evidente, pero, oiga, emotivo.


Ghost World (2001, EEUU, Terry Zwigoff)

https://ok.ru/video/299842407046

Dos chicas, una de ellas es Scarlett Johanson, muy jovencita, pero es la menos interesante, la otra se llama Thora Birch, y es la personaje principal. Acaban de salir del instituto. Tienen que pensar en qué van a ser. Todos son idiotas. Con aspiraciones idiotas y a ellas no les apetece mezclarse con esa clase de imbéciles. Enid es la que tiene más iniciativa. Por divertirse deciden responder a un anuncio del periódico de un tipo que dice haber visto a una rubia en el autobús y que cree que conectaron. Se ríen un poco de la pinta del tio, pero luego se interesan por él y Enid acaba haciéndose amiga suya mientras Rebecca ya está metida en sus proyectos, encontrar un trabajo imbécil y alquilar un apartamento para irse a vivir sola. Enid medio se enamora del tipo, pero es solo una fantasía adolescente. Sin embargo con efectos muy reales, en el tipo.  Todo acaba más o menos bien, cada uno sigue con lo suyo. 



El elefante desaparecido (2014, Perú, Jesús Fuentes León)

https://zoowoman.website/wp/movies/el-elefante-desaparecido/

Me ha parecido un peliculón. Con mucha ilógica y ciertos elementos estereotipados de las películas de detectives, pero que se resuelve muy bien en un juego de confusiones entre el personaje y el autor. Se trata de un autor que está escribiendo su última novela pero no le sale. Unos tipos vienen a su casa a buscarle para llevarle a ver a una mujer, quiera o no. Ella le habla de su marido difunto Rafael Pineda, que murió el mismo día que desapareció su mujer. Ella ha recibido unas extrañas fotos y quiere que él investigue de qué va todo eso. Después el tipo va a una exposición donde un fotógrafo ha volcado en imágenes sus novelas, cuyo personaje principal es un investigador privado llamado Felipe Aranda. Al escritor le parece que el hombre que ha elegido de modelo para las fotos es perfecto para encarnar su personaje, de hecho se lo encuentra en el baño y da la impresión de que el tio se cree el personaje. Cuando el autor trata de hablar con él desaparece. Y todo sigue por ahí, siguiendo al tipo y encontrando cadáveres y con una fiscal que se la tiene jurada porque cree que él está implicado en la desaparición de su mujer hace años.

Magnífica película. 


Time trap. (2017, EEUU, Mark Dennis y Ben Foster)

https://www.youtube.com/watch?v=uc15iDU0wBc

Una panda de chicos y chicas  se van de excursión en busca de su profesor de arqueología que al parecer no ha vuelto de su última expedición a las montañas en busca de la fuente de la juventud. Tiene todo un aspecto muy inocente, pretenden pasar un día en el campo y volver por la noche. 
Llegan al lugar donde está aparcada la furgoneta hippie del profesor. Pero no hay nadie por los alrededores. Una cuerda que está amarrada a la furgoneta los lleva hasta la entrada a una gruta. Avanzan hasta un punto en que hay que descender. Deciden que uno de ellos se quede arriba mientras los otros bajan a explorar. Cuando llegan abajo, las cuerdas por las que han descendido caen como habiendo sido cortadas arriba. Ellos creen que es una broma del que quedó arriba, pero este no contesta al walkie Talkie. Además una de las chicas se ha herido al caer la cuerda mientras descendía. 
Entre que deciden o no avanzar oyen una voz rara por el walkie talkie. Se identifica como el chico que quedó arriba, pero no le identifican la voz. Además pide ayuda. Se empiezan a poner nerviosos. Deciden avanzar por la cueva. Llegan hasta un punto en que se ve una luz por un agujero del techo. Parece luz del día, pero parpadea de manera muy rara. Una de las chicas, que tiene experiencia en escalada, sube por la pared hasta salir al exterior. El paisaje que le rodea no tiene nada que ver con el que dejaron al entrar que era muy arbolado. Esto es un roquedal muy extraño, porque además está en un promontorio cuando ellos accedieron en una zona más llana. En fin, no identifica nada. El GPS que lleva para pedir ayuda no funciona, no se conecta a ningún satélite. Baja para contarlo y, antes o después, descubre el cadáver del chico que habían dejado arriba. Junto a él hay una cámara que ha estado grabando. 
El tiempo que ellos creen haber pasado en la cueva no llega a una hora, sin embargo, al mirar el contenido de la grabación parece que se haya hecho a lo largo del varios días. Además, en la cámara se aprecia que alguien ataca al chico y le golpea la cabeza con una piedra. Parece un troglodita.
Empiezan a explicarse la situación. En la cueva el tiempo pasa mucho más rápido que fuera. Cuando para ellos han sido unos minutos, afuera pueden haber pasado días. Por eso, al poco de bajar oyeron la voz del chico pidiendo socorro. Cuando la chica subió hasta la luz a ella le pareció que había estado un buen rato fuera, sin embargo ellos le reprocharon que ni siquiera hubiera salido. Otra demostración del la diferencia del paso del tiempo dentro y fuera. Además, analizando el parpadeo de la luz descubren que es el sol apareciendo y desapareciendo. Se explican que son los días pasando a toda velocidad. Luego razonan que ni siquiera son los días sino las estaciones completas. Lo deducen del desplazamiento del sol.
Deciden, no obstante, salir de la cueva y la chica empieza a ascender de nuevo, pero entonces una luz extraña baja desde lo alto, es como un láser que se clava en el suelo, se convierte en un tubo y luego del tubo salen unos escalones. Y por los escalones baja un tipo vestido con un extraño traje espacial. Justo en ese momento aparece un troglodita que los ataca. El extraño tipo se enfrenta al troglodita y lo ata al suelo con un raro aparato que le coloca al cuello. Ellos huyen por una de las grutas hasta alcanzar otra más amplia donde hay más trogloditas alrededor de un estanque con agua. Los atacan y el chico es golpeado. Las demás huyen y se esconden, pero una de ellas vuelve a buscar al muchacho. Está muerto o gravemente inconsciente. Mientras ella llora, el extraño tipo aparece y se empeña en arrastrar al muchacho hasta el agua. Ella intenta impedírselo, pero el la empuja. Cuando lo consigue, el chico resucita. Pero entonces llegan más trogloditas y el extraño tipo pelea con ellos. Pierde. Antes de morir les muestra con aparatos holográficos una especie de resumen del mundo. Catástrofe ambiental, búsqueda de otros planetas, nave arca de noé (una estructura triangular que la chica pudo ver cuando subió por el agujero). Ellos comprenden más o menos. El extraño tipo muere. Ellos siguen explorando la cueva en busca de una salida. Encuentran al profesor y también los cadáveres de los padres de éste, que también se habían perdido (en realidad la furgoneta era de ellos, el profesor había llegado en otro auto que el chico que quedó arriba había encontrado. Se metió por otra entrada en la cueva, que es la que presumiblemente había usado el profesor y le pasó lo mismo que a él, que la cuerda se desgastó con el paso rapidísimo del tiempo y cayó). También hay una niña que huye de un troglodita hacia una escena de soldados castellanos luchando con los trogloditas, pero congelada en el tiempo.  Ellos deciden salir de la cueva de una vez subiendo por el palo que había traído el extraño tipo. Pero cuando lo están haciendo aparecen los trogloditas. Uno de ellos pulsa un botón y el palo vuelve a encogerse. Todos caen, pero entonces uno brazos serpentinos mecánicos que salen de una extraña capa de agua que hay en lo alto del agujero los atrapa y tira de ellos. 
Están en una nave. A través del ventanal se ve la Tierra. 


Parallels (2015, EEUU, Christopher Leone)


Se trata de una película de mundos paralelos. Hay un edificio que hace de transportador. Te metes allí y sales a una Tierra paralela. Cada Tierra viene a ser una posibilidad de existencia de la Tierra en este momento. Varios problemas se plantean: el primero, no tienen control sobre lo que pasa, es decir, nunca saben en qué nueva Tierra van a aparecer. Pocas probabilidades de volver a casa. Segundo, ¿quién controla todo esto?, en todos los mundos en los que aparecen, el edificio es lo único que permanece inmutable, aparezcan en una ciudad o aparezcan en un campo desolado. Está claro que el edificio lo construyó alguien y alguien muy poderoso para ser capaz de hacer ese traslado. Sin embargo todo parece demasiado automático, no tener un fin. Uno de los personajes lo dice claramente, aquí no hay nadie. Hay otro asunto. Hay otro problema, los yoes paralelos. No parece haber ningún conflicto con que los yoes paralelos se encuentren. De hecho, puesto que es el mismo mundo siempre, los personajes están plenamente identificados en ese mundo con tal que exista su yo en ese mundo. Así pueden acceder a su identidad y sus bienes sin problema (asegurado el medio de subsistencia)
La película parece ser un piloto de una serie. Deja en el aire un cierto objetivo, encontrar cuál es el origen de todo aquello, que ellos llaman mundo núcleo. En cada mundo al que acceden encuentran una pista dejada por el padre, que parece ser el que más sepa de todo esto, pero que no suelta prenda. La primera pieza parece ser un aparato de incierta tecnología. La película se acaba bruscamente después de visitar 3 mundos, así que nos deja in albis, esperando. Me molesta la figura de ese vengador que lo primero que hace para vengar la muerte por una bomba de su familia es poner una bomba. Sin embargo es eliminado ipsofacto y sin mayor explicación. (Me alegra porque me caía mal, era un psicópata)

LA JOYA DEL AÑO 

Kin Dza Dza (1986, URSS, Georgi Daneliya)

https://www.youtube.com/watch?v=EYHv8eJrW2Y&list=FL2CzARXfoSmOnsavUY_9cwg&index=58
Una genial película de Ciencia Ficción burlona. Que por lo visto en Rusia es una de esas pelis de culto al estilo de Amanece que no es poco. De las que la gente se aprende los diálogos y los gestos de los personajes como ese saludo consistente en darse golpecitos en la mejillas y luego inclinar las rodillas y el torso un poco hacia adelante abriendo los brazos y gritando ¡ku!
Un señor sale a comprar pan y macarrones. Cuando está llegando al centro comercial un muchacho que lleva un bolso de viaje y un violín le pide ayuda porque hay un mendigo que le está preguntando algo, que dice que es extraterrestre. El hombre, muy seguro se acerca. El mendigo les pide que le digan el número de este planeta para poder programar su aparato de teletransportación, se lo enseña, y les muestra una placa agujereada en la que les señala la localización de su planeta. El hombre cree que el mendigo está loco, le da la razón y le dice que no se preocupe, que él mismo pulsa el botón de tele transporte, y lo hace. Acto seguido el hombre y el joven están en medio de un desierto.
Conocen a unos artistas ambulantes que viajan por el desierto en una cafetera que vuela, y junto a ellos buscarán la manera de volver a casa. Una cosa tienen de muchísimo valor con que comerciar, fósforos, como tener diamantes.En cambio el agua es muy escasa, y se ha convertido toda en combustible. Si quieren beber agua tienen que volver a transformar el combustible en agua. La película dura dos horas, pero a mí me ha parecido las dos horas perdidas más divertidas de este año.

lunes, 29 de junio de 2020

La gente normal

Estaba sentado en una terraza mirando pasar a la gente mientras me tomaba una cerveza. De pronto me sobrevino una sensación de aislamiento, me sentí muy alejado, muy distinto de aquella gente que pasaba hablando entre sí, o solos con su teléfono, o sin teléfono o sin hablar. Todos los tipos, todas las clases de personas que pasaban me parecieron distintas a mí, y me sentí solo y quise ser una persona normal como ellos. Pagué la cerveza y me fui y estuve paseando por las calles. De vez en cuando consultaba el whatsapp y me tropecé con algún amigo con el que estuve hablando unos pasos y luego seguía solo; y mirando a la gente que estaba sentada en las terrazas volví a sentir ese aislamiento, esa sensación de diferencia, de alejamiento de esa gente que se sienta en la terrazas y hablan unos con otro, o solos con su móvil, o leen el periódico o miran simplemente a la gente pasar como hace la gente normal.


viernes, 26 de junio de 2020

El cinco por ciento que no somos... todavía

Vivimos en una burbuja que llamamos «yo». Lo que yo veo, lo que yo pienso, lo que yo acepto y lo que yo rechazo, etc. Esa es la zona de luz.
La zona de penumbra son todas aquellas posibilidades a que me podría llevar  el ser como soy, lo que podría hacer, la gente que podría conocer, los lugares a donde podría ir, lo que podría pensar, en fin todo aquello a lo que me podría llevar el ser como soy y el pensar como pienso. Eso es mi mundo, mi universo, mi esfera o burbuja.
Y después está la oscuridad. O la nada. Hay quien no cree que haya más allá, tal vez porque las paredes de su burbuja se reflejan y le dan la falsa sensación de que se extienden hacia el infinito siempre igual a sí mismas. Hay quien cree que «puede haber otros mundos» que el propio, pero al imaginarlos tiene que acudir a los elementos de construcción que conoce e inventa ese otro mundo  como un reflejo de este más o menos deformado. Ya lo dice la canción de Javier Krahe: en las antípodas todo es idéntico a lo autóctono.
Y probablemente en un noventa o noventa y cinco por ciento sea correcto, pero aún queda un cinco o un diez por ciento por descubrir.
Supongo que ese cinco o diez por ciento es lo que buscamos en los libros los que leemos, y lo que buscan los turistas cuando exigen (lo acabo de leer en un artículo de Eliane Brum) que los científicos no desembarquen en una isla de la Antártida porque ellos quieren experimentar la auténtica sensación de aislamiento que produce el estar allí. Tal vez existan aún en el planeta lugares auténticamente remotos, como esa isla, en las proximidades de la India, donde una tribu lleva viviendo en continuo aislamiento durante 55000 años, eso dice el artículo, hasta que un audaz muchacho (norteamericano, por supuesto), buscando el cinco por ciento, desembarcó allí y se lo comieron (no, simplemente lo mataron a lanzadas).
Tal vez todos tengamos un cinco o un diez por ciento que los demás, qué digo, que nosotros mismos no llegamos ni a sospechar y que por esa razón nunca llegaríamos a descubrirlo por nuestro propio pie mientras sigamos siendo como somos y pensando como pensamos, es decir, mientras seamos nosotros.
Una parte de nosotros está allá, en la oscuridad, y para que esa parte se ilumine tendríamos que dejar de ser como somos y eso no es posible sin ayuda externa y, con frecuencia, traumática. Me refiero a un trance de muerte, a un peligro o un terror espantoso, a sacarnos, como se dice tanto ahora, «de nuestra zona de confort», pero no con tiernos empujoncitos sino de una brutal patada.
Tal vez en otros tiempos más atribulados, en ese pasado que siempre imaginamos atroz, sobre todo para las gentes de base, esos que no hacen Historia, para los que mueren para hacer grande al héroe de turno, con tantas guerras, hambrunas,pestes, catástrofes climáticas o telúricas, sucesos que bajo nuestra percepción de libros de Breve Historia De… parece que ocurrían cada tercer día, las mentes de aquella gente no tenían tiempo de construirse un «yo» estable y tuvieran que andar siempre a la que salta, enfrentando nuevas situaciones cada poco tiempo. Tal vez eso les diera una difusa conciencia de sí mucho más amplia que lo que yo identifico ahora como una esfera o una burbuja, tal vez una neblina dotada de una vaga luz, donde todo, salvo lo muy próximo fuera una temible, en un grado u otro, sombra amenazante. Donde nada estuviera descartado porque no había ninguna seguridad de permanencia. Donde ni siquiera había una conciencia de sí mismos precisa con un yo soy tal que así, sino que se pensaran a sí mismo simplemente como respuesta a lo que les sobrevenía.
No lo sé. Creo que etapa de relativa estabilidad ha contribuido a aclarar y enfocar esa visión de lo que nos rodea y delimitar claramente su horizonte con una mayor precisión o contraste. En aquellos tiempos todo era posible y no eras capaz de intuir por dónde te iba a caer (estoy incurriendo en una ignorante visión catastrófica de la edad media y antigua, más propia de las películas actuales que de algún vago conocimiento documental que pueda tener). En nuestro tiempo todo son certezas; prácticamente, «lo que es es y lo que no es no es» y punto, así parecemos vivir cada uno de nosotros. Hasta los que creen en cosas absurdas lo hacen con una confianza y una pujanza conquistadora y ecuménica que asombra. Y la mayoría creemos saber cómo somos y con qué fuerza somos capaces de pisar.  Hasta que nos da la tos y es un cáncer, o nos acomete una guerra inesperada (¡imposible en una sociedad actual!), o nos invaden los bárbaros que considerábamos que ya no existían. O regresa una de esas plagas medievales. 
No somos solo como creemos ser. Somos solo como nos arriesgamos a ser. Supongo que esa es la conclusión de una reflexión, por llamarla de alguna manera, como esta. Si quieres cambiar debes hacer otras cosas, no las mismas. Si quieres vivir otra vida debes ser otro. No somos nadie de partida, nos construimos, y si sale mal podemos rehacernos.
Pero el tiempo corre. No te dejes estar.
Postdata: lo que vale para mí, vale para el mundo. ¿no estamos hechos todos y todo de apenas 118 elementos? (lo miré en la tabla)

martes, 2 de junio de 2020

Derrumbe

Era sábado y fui al mercado a comprar.

Todos me conocen, al menos de vista, en el mercado. La panadera me dice mi niño. Los de la verdura, ya conocen mis manías con las bolsas. El carnicero, con su diente de oro, me explica los cortes de la carne, que siempre se me olvidan, que hay que conocer para elegir bien un buen bistec. En el pescado me saludan con un “don” y me preguntan por mis cultivos y me envidian la gorra negra que mi mujer quiere tirar a la basura porque ya está muy deslucida.
Junto a la puerta compro un número de ciegos para el domingo, un sueldo para toda la vida, que me permite soñar con la posibilidad de no volver a ir al trabajo, y no volver a tener remordimientos porque no me parto el lomo como un caballo maltratado, por un sueldo a fin de mes. Curioso orgullo que tienen algunos y que me reprochan con cierta frecuencia.
En el puesto de la vendedora de ciegos una señora de cierta edad viste un curioso trajecito de niña chica. Va acompañada por una muchacha sensiblemente menor, sin nada destacable en su vestir, que está comprando un número. Cruzan conmigo el paso de peatones y oigo su conversación.
La mujer habla como una niña pequeña y la muchacha le habla como a una niña pequeña, le pide, en ese tono infantil, que le mantenga el número mientras ella manipula con la cartera,  y la mujer, hablando infantilmente, le pregunta detalles sobre el almuerzo de hoy, si van a comer ensaladilla rusa y albóndigas, a lo que la chica, le confirma que si eso es lo que quiere comer hoy pues eso es lo que preparará. Le habla con ternura de madre a esa mujer mayor vestida de niña.
Asistiendo a la escena noto una extraña sensación, como si una masa se me  desplomase por dentro, es importante el verbo, desplomarse, desmoronarse, derrumbarse,  casi percibo físicamente una ola de desolación que me recorre dejándome una incómoda sensación de vacío y en los ojos esa sequedad que precede al llanto. Me dura un momento la  tristeza. El cuerpo casi no lo nota y sigue su camino saludando a un paseante habitual de perros con el que coincido por las mañanas y al chico que ha puesto un negocio de limpia-coches bajo un Laurel  en los aparcamientos de pago del ayuntamiento.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Estaba mirando una peli y

¡Oh! ¿qué ha sido eso, Clay, lo has visto?
Claro, muñeca. Lo he visto tan claro como tú y he comprendido tan claro como tú lo que es.
¿Y qué es, Clay, por qué  no me lo dices?
Porque ya lo sabes muñeca. Por qué voy a estar gastando saliva inútilmente.
Oh, Clay, me gusta que me lo digas, me das tanta seguridad; dime, Clay, qué era eso.
Era un rayo muñeca, ya lo sabes, un maldito rayo. Y ahora se pondrá a llover, maldita sea.
Oh, Clay, un rayo. Tengo tanto miedo a los rayos, Clay. ¿Me protegerás de los rayos, Clay?
Muñeca, ni aunque quisiera, que no querría, podría protegerte de uno de esos.
Estoy segura de que sí, Clay, te pondrías delante para que ese rayo malo no me hiciera nada. ¿Lo harías, Clay, lo harías por mí?
No muñeca, ni por pienso, lo haría. Pondría a mi madre delante para que parara el rayo si tuviera que defenderme de él.
Oh Clay, eres cruel, no quieres decírmelo, pero sí que lo harías, como hiciste con aquel hombre malo.
No, no muñeca, yo no hice nada, aquel hombre malo se me tiró encima.
Te enfrentaste a él por defenderme, Clay. Fuiste tan valiente.
Huía, muñeca, el tipo me alcanzó. Y luego me alcanzaron sus amigotes.
Oh, Clay, parecías tan duro defendiéndote de todos aquellos brutos. Golpeándoles a unos y a otros sin compasión.
Sí, muñeca, así fue. Les dejé los puños para el arrastre con mi cara.
Oh, Clay, y cómo sonreías, con esa indiferencia mientras les golpeabas. Fuiste tan valiente.
Desde entonces no puedo cerrar la boca, me deben haber dañado la mandíbula.
Bueno, Clay, salimos. Cúbreme con tu fuerte brazo.
Ponte del otro lado muñeca, la escayola no me deja abrazarte.
Oh, Clay, pero al otro lado tienes la muleta, tendrás que caminar.
Me apoyaré en ti muñeca, tú eres mi báculo como decía el tipo aquel en aquella película que vimos el sábado, recuerdas, muñeca.
Oh, clay, haces que me sonroje. Sabes que apenas vimos la película.
Bueno, yo miré un momento. Cuando me mordiste, pero luego volví a cerrar los ojos.
Oh, Clay, eres tan romántico.

domingo, 17 de mayo de 2020

La piel de un ciego

riiiing, riiiing
¿Quién es?
Se ha muerto. Ha dicho que se ha muerto
Quién lo ha dicho.
Él lo ha dicho.
Y quién ha muerto.
Él ha muerto.
No entiendo. Cómo se lo ha dicho.
Él lo ha dicho. 

miércoles, 13 de mayo de 2020

Pornocracia, qué bonita palabra, y encima ellos quedan como Papas

Leyendo a Pío Baroja, Cesar o nada, de la trilogía de Las Ciudades, Cesar, después de haberse empollado el Baedecker cuenta una historia a don Calixto y al canónigo don Justo (César temió que don Justo fuera uno de esos ratones de biblioteca que saben la mar, pero en cuanto le oyó decir «haiga» y «mismamente» se quedó tranquilo). Era la historia de Teodora y Marozia que durante cuarenta años cambiaron los Papas como quien cambia las cocineras.
César es muy sarcástico y muy descreído. Se burla mucho de la institución eclesiástica, así que no me fío demasiado de su historia y voy a comprobarla en la sincopedia virtual.

En efecto, Mariozia, era hija de Teodora, y en 907 se convirtió en la amante del papa Sergio III. Durante veinticinco años dirigió la política papal, periodo que luego fue llamado pornocracia. Dice que influyó en la elección de hasta seis papas y en la muerte de otros cuantos. Se casó con un tal Alberico al tiempo que tenía un hijo del papa, que Alberico reconoció. Cuando murió Alberico casóse con Guido de Toscana, hermano del que luego sería rey de Italia, gracias a la influencia de esta mujer y su marido. Tuvieron que luchar mucho contra el papa en ese momento, un tal Juan X, que se oponía a los planes de Maruziña y su marido Guido. Era cosa personal, porque por lo visto este Juan X tuvo tratos carnales con la madre de Mariozia, Teodora, y, insinúan las malas lenguas, que no sería descabellado pensar que Juan hubiera influido en la genética de Mariozia. Se llevaban a matar como padre e hija. Y cuando el hermanísimo subió al trono su primer acto consistió en patearle el culo al Décimo Juan hasta dejarlo fuera de la silla papal.
Cuando muere su segundo marido cásase ella con el cuñao, es decir, el rey don Hugo para lo cual este tuvo que anular su anterior matrimonio. Pero, ¿eso se podía hacer? Bueno, si el Papa lo dice, como es infalible… no falla. Así que le preguntaron al papa, “hijo, ¿verdad que el matrimonio de este hombre no valía y que el bueno, bueno, va a ser el nuestro”, y dijo el papa, “sí mamá”. El papa era un tal Juan XI, de «padre» Alberico y madre Mariozia.
Después el otro hijo, Alberiquito, se mosquearía con el nuevo matrimonio, porque él mismo perdía patrimonio, y se rebeló. Pero esto, amiguitos, es otra historia.

Me llama la atención lo circular de esta historia. Mariozia se carga la carrera de su presunto padre Juan X y Alberiquito se carga la carrera de su madre Mariozia. Y lo locos que están estos romanos.



sábado, 9 de mayo de 2020

Selby, epílogo

Leyendo Ultima parada, Brooklyn. Una serie de relatos donde los tíos se pasan el día en el bar hablando de motos y cuidándose el tupé, donde los tíos pegan a sus mujeres mientras piensan en homosexuales que pasan de ellos porque no tienen suficiente dinero; en homosexuales enamorados de tíos que esperan cobrar por tirárselas; de tíos que se quedan en la cama mientras sus mujeres se levantan a toda prisa para atender a los niños y vestirse para salir disparadas al trabajo, y les gritan para que callen a esos niños de una vez que no pueden dormir;  de tíos que mean por la ventana porque sus mujeres ocupan el baño, vistiéndose para ir a trabajar; ellos no tienen trabajo, pero tienen un tupé cojonudo que se cubren con una redecilla por la noche y piensan en las tías a las que se van a tirar en la próxima fiesta a la que ya tienen preparado ir; en fin de homosexuales que se sienten fastidiados porque una tía acaba de ponerse a parir en la cocina y la arrastran hasta la calle para que deje de molestar porque están teniendo una pequeña fiesta con unos macarras.

Esta es la visión del género masculino que ha dejado para la posteridad Hubert Jr Selby. Y hay muchos que todavía llevan con orgullo este modelo de comportamiento. Se imagina uno teniendo que explicar esto en el futuro, ojalá que sea un futuro en el que a uno se le caiga la cara de vergüenza de pertenecer  a esta categoría. No estoy seguro de que vayamos exactamente por ese camino.

Cierto, no todos somos así, ni mucho menos. Supongo que eso es un consuelo. Y supongo que si alguien se empeña también podrá sacar los trapos sucios de las mujeres, pero mucho me temo que tendrá que poner más inventiva.

A menudo pienso si todos esos incontables relatos que describen con pelos y señales las diversas características del mal con el piadoso fin de identificarlo cuando nos encontremos ante él y evitar dar ese mal paso, no se habrán confundido, a fuerza de repetición, de insistencia, de abundancia, con modelos de comportamiento que al final muchos adoptamos creyendo que es lo que se debe hacer.

No sé, a veces pienso que hay demasiada gente contando con demasiado detalle lo malignos que podemos llegar a ser algunos seres humanos.

Y siento decir, que todo esto no significa que me desagrade la lectura. Una lectura que revuelve las tripas no es necesariamente una lectura a evitar. ¡Esto es literatura amigo! El mal no descansa y uno tiene que estar avisado. 

domingo, 3 de mayo de 2020

Tralalá y un rascacio

Sigo leyendo Última salida, Brooklyn y esto viene a ser algo así como un plagio. Tómenselo como una reseña o como un desahogo porque el cabrón es un poco excesivo. A uno no le cuesta creer que haya gente así, hay gente pa too, pero lo que más impacta es esa indiferencia con la que ejercen la brutalidad, que casi, es una forma de explicarlo, está carente de malicia, como los juegos infantiles consistentes en torturar animalitos.

Se acerca el fin del confinamiento. Para algunos. Otros seguiremos con nuestra vida normal. Hoy nos hemos llegado hasta el Parque de La Ballena con Poncho y Selby. Él me estuvo contando de esa chica, T, ¿te acuerdas? La vimos en el bar del Griego la vez que nos cogimos aquel peo los tres con motivo de una de las presentaciones de Selby. Un peo de los buenos tuvo que ser que acabamos allí. De otro modo ni se nos ocurre pasar por esa calle estando más serenos. Si no recuerdo mal hasta pedimos ensaladilla; recuerdo que, a veces, me atormenta, te lo juro, con lo remilgado que he sido siempre yo para las cosas de comer. Sé que en algún momento vomité todo lo que había comido y parte de lo que había bebido en alguna papelera, que para eso yo soy muy cívico, y aún recuerdo el sabor del vómito asociado con aquella ensaladilla.
Cuando entramos en el bar los tipos aquellos nos miraban como jauría de lobos a unos cervatillos, los ojos les brillaban y sonreían dejando mostrar los colmillos con aire de cinismo que, y eso es lo sorprendente, no nos importaba una mierda. Los ignoramos y nos apoyamos en la barra reclamando cervezas. Y entonces ellos reconocieron a Selby que hasta entonces no los había saludado. A Selby lo respetaban como a un jefe mafioso. Tenían allí colgados, los marcos completamente cagados de moscas, pero los cristales impolutos para que se vieran bien, las caricaturas que Selby les había hecho de toda la panda.  Nos arrastraban del brazo hasta ellos, todos emocionados, y nos señalaban quién era quien. En uno de los dibujos aparecía la chica esa, T, con sus enormes tetas y su amplia sonrisa. Todos señalaron hacia ella que estaba al fondo y miraba orgullosa, pero tímida, y sacaba pecho para que se viera que era verdad que las tenía grandes. Ellos aparecían con sus tupés exagerados, sus paquetes bien resaltado con los pantalones ceñidos de amplias perneras, sus peines en los bolsillos traseros. Y a través de la puerta se apreciaban unas motazas que los flipaban más que todo. Se sentían los dueños de las motos ficticias y hasta se peleaban por cuál era de quién. Hasta el punto que, decía el Griego todo descojonado, pero a su manera, dejándolo ver solo a través de los ojos, sin modificar su semblante con ninguna mueca de condescendencia, que tenía que echarlos porque se amenazaban unos a otros con las navajas por la posesión de las motos.
Y Selby se reía y los trataba paternalmente, pese a que casi tenía su misma edad. Y ellos se movían alrededor de él como cachorrillos juguetones alrededor de la madre.
La encontraron, a la chica, detrás del bar de Willie, adonde van los borrachos y los soldados del cuartel a gastarse los últimos euros de la paga antes de volver al encierro. Estaba sobre el asiento trasero  que habían sacado de un coche abandonado hace meses allí. Tenía las ropas destrozadas y le habían roto la cara por varios sitios; la habían escupido, meado,  bañado en cerveza y semen, y hasta le habían metido un palo, que fue por donde se desangró. Dice Selby que se la habrían follado no menos de cuarenta tíos. Lo estuvieron contando toda la semana por ahí, y los que no habían estado, lamentaban habérselo perdido. Unos pocos aludían a la brutalidad que le habían hecho a la pobre chica pero enseguida quedaban desautorizados porque «era una guarra y se lo había estado buscando, provocando a los muchachos y mostrándoles las tetas y llamándoles maricones». Allí estuvo tirada toda la mañana hasta que alguien llamó a la policía mencionando el charco de sangre y el escándalo que montaban los perros que se disputaban el privilegio de lamer primero.

Mientras leía la historia de Tralalá, ya digo, paseaba con Poncho por el Parque de la Ballena. Había gente, más de lo habitual a esta hora en «tiempo ordinario», como dicen en los misales, caminando plácidamente o con el paso un poco acelerado, por aquello de parecer que están haciendo ejercicios. Muchos con sus máscaras puestas como manda la prescripción. Todo respira una paz social, un relax. Incluso nos saludamos a veces unos a otros, “buenos días, buenos días”, cosa extraordinaria en la ciudad y más entre desconocidos. Yo mantengo a Poncho amarrado porque aún tengo reciente la herida de que un policía me mirara ceñudo porque llevaba al perro sin correa. Hoy pienso preparar un caldo de pescado con el cual guisaré luego un rascacio precioso que compré ayer en el mercado. Fui tarde a comprar el pan y ya había una cola tremenda esperando a que un empleado del mercado les permitiera ir pasando. No me valía la pena esperar solo por el pan y me volví a casa a buscar el libro y el carrito de la compra para, ya puestos, hacer la compra completa de los sábados. Ahí me tocó una lectura poco incómoda, la boda de Tommy y el ansia de un tal Spook por tener una moto. Al final se compró una en el potrero de la policía, un cacharro que ni los polis tenían interés en quedarse. No me había dado tiempo de hacer planes para la compra e improvisé sobre la marcha.
Parece increíble que las dos situaciones ocurran en el mismo mundo. Parece inexplicable que alguien como yo lea «esa clase de libros» (en Inglaterra se lo censuraron porque resultaba pornográfico, estamos hablando de los años sesenta, cuando allí la justicia condenaba a los homosexuales y los obligaba a tomar productos químicos para que perdieran su pervertida líbido) 
Hoy es el día de la madre y la madre de mi vecina acaba de morir.