viernes, 24 de abril de 2009

Un ala de mariposa que cae

Un día, uno cualquiera, después de muchos días en que nos hemos cruzado y nos hemos mirado un instante, se detiene ante mí y me pregunta, con perfecto descaro de juventud: "a ti te gustan mis tetas, ¿no?".
La miro a los ojos, bajo luego la vista hasta su lozano escote, vuelvo de nuevo la mirada hasta su rostro y le contesto bastante políticamente: "Entre todas las cosas que me gustan de ti, en efecto, tus tetas son dos"
Al parecer no esperaba mi aplomo. Lo deduzco del hecho de que la luz de su cara cambió; un poco cohibida preguntó torpemente: "¿ah, sí?, ¿y qué más te gusta de mí?"
"bueno", respondí,"me gusta tu cara, la veo equilibrada, bonita de mirar, y tienes una piel limpia, clara; me gustan tus pómulos y tus ojos, tienes una mirada cariñosa. Me gusta tu cuello que es alto cuello de garza, como dice el Marqués de Santillana. Me gusta tu cintura, supongo que porque viene magníficamente resaltada por la curva de tus caderas. Y me gusta que tus piernas sean largas y toda tú, delgada." Su sonrisa turbada acompañó mi confidencia, después no supo qué decir. Así que yo me presenté: mi nombre es tal, ¿y tú cómo te llamas?; a lo mejor también me gusta tu nombre." Ella me dijo su nombre, y después, con una excusa de prisas, se marchó. Yo la miré irse y desaparecer por una puerta -en realidad la puerta era de cristal, y podría haber seguido mirándola después, pero la poética del momento me exigía volverme y continuar mi camino. Luego retomé mi libro y continué mi reposado paso de lectura.

lunes, 13 de abril de 2009

La mala televisión

Según un estudio de la universidad de Kuchul en la provincia de Henan en China, los programas de televisión de baja calidad afectan de forma física al cerebro, funcionando a modo de virus informático sobre las neuronas.
La observación persistente de malos programas de televisión provoca una espantada de las neuronas, un movimiento de alejamiento de las otras neuronas que les transmiten tan malas vibraciones. La reacción es tan fuerte que que tratan de escapar del cerebro como puedan. Algunas se filtran por el oído interno en un vano intento de alcanzar el exterior por el oído medio, pero quedan atrapadas en el cerumen y mueren. Otras se deslizan por las fosas nasales y forman moco. De esta manera, la reacción ante los malos programas de televisión pueden tener la apariencia de un resfriado común.
Las neuronas que quedan en el cerebro se vuelven perezosas y huyendo de las sinapsis deciden hacer sinopsis razón por la cual una exposición prolongada a este tipo de programas provoca por ejemplo una reducción drástica de vocabulario.

martes, 7 de abril de 2009

Conferencia


Cuando me llegó el turno de exposición en el congreso me levanté de mi sitio con un fajo de papeles en una mano, me deslicé por la fila de asientos hasta el pasillo y avancé por él hasta la mesa sintiendo sobre mi los ojos de los asistentes.

En efecto, desde el momento en que se pronunció mi nombre un revuelo de actividad se formó en la sala mientras todos los asistentes, hombres y mujeres, se extraían los ojos. En cuanto me identificaron como el siguiente ponente apuntaron y lanzaron sus órganos amputados hacia mí cuyos impactos debía recibir yo con suma y estudiada indiferencia.

No obstante, al ser mi primera vez y desconociendo prácticamente, aunque se me había explicado multitud de veces, el protocolo, no pude resistir la tentación de arroyar el fajo de papeles y devolver de un certero golpe algunos de los globos oculares.

Con el primer golpe desvié la trayectoria de un ojo de pupila azul precioso, sin duda propiedad de la señorita que se sentaba en la primera fila y que tanto distraía a los conferenciantes con sus seductores cruzamientos perniles. Fue solo mala suerte que la trayectoria rectificada fuera a coincidir en el espacio con la enorme nariz del catedrático de Tecnología del derecho mercantil, nominación que había inventado él mismo para su plaza y que era capaz de explicar, si alguien osaba preguntarle, casando perfectamente derecho con tecnología dentro del mercado. El catedrático despertó indignado, se extrajo el ojo del orificio nasal, lo observó y luego miró a la rubia malinterpretándose una solicitud por parte de ésta.

Alcancé a golpear otro glóbulo antes de abordar el atril, pero lo hice con tal ímpetu que se me quedó aplastado en el improvisado bate emborronando completamente el título de la conferencia.

Llegado al frente de la sala desplegué mis papeles y después de limpiarlos ligeramente con el pañuelo tosí para llamar la atención del público distraído en reponer sus órganos visuales, cual extrayéndolos de una flamante petaca de ojos de repuesto, cual, miserablemente, reptando entre los asientos en busca de los originales y tal vez algunos más que pudiese pillar, pese a que estaba rigurosamente prohibido por el protocolo apropiarse de ojos ajenos.

Quise iniciar mi conferencia con el consabido "Señoras y señores", pero no sé por qué lapsus me dirigí en exclusiva a la rubia del primer asiento "Mi querida señorita, si sus muslos me lo permiten, voy a tratar de hablarle de..."

Finalizada la conferencia y para mi sorpresa, el público asistente rompió en aplausos como vasos de cristal de seguridad, deshaciéndose literalmente en los asientos en forma de diminutas piezas cúbicas que formaban montoncitos y terminaban por caer al suelo confundiéndose las unas con las otras de diferente persona.

Sólo quedamos en la sala la rubia, a la cual la conclusión de mi exposición la había pillado abrochándose el sujetador y a mi mismo que no podía aplaudirme por prohibición expresa del protocolo. Después de bajar del estrado y ayudar a la dama con la complicada abotonadura de su falda la invité a un café mientras los señores de la limpieza adecentaban el local y recomponían como pudieran a algunos de los asistentes - tal vez varios de ellos en uno - para la próxima sesión.

Riforfo Rex - Conferenciante