lunes, 30 de mayo de 2022

Una sombra ya pronto serás, de Osvaldo Soriano.

 Una sombra ya pronto serás, de Osvaldo Soriano.


Trasteando por el baratillo de youtube me tropecé con una película argentina. Me llamó la atención el título Una sombra ya pronto serás porque me recordó a una frase que le dicen a Manuel en el musical de Alejandro Dolina Lo que me costó el amor de Laura. Creo que en ambos casos la frase venga de un tango de Carlos Gardel, Caminito


Caminito que entonces estabas

Bordeado de trébol y juncos en flor

Una sombra ya pronto serás

Una sombra lo mismo que yo


La película está protagonizada por Miguel Ángel Solá, que es un actor que, aunque argentino, aquí conocemos bien porque tiene una larga filmografía en España.

En la película es un informático que había estado trabajando en Europa, en Italia, en la Olivetti, y se había vuelto a Argentina una vez terminada la dictadura militar. Va camino de Neuquen donde espera encontrar trabajo en las petroleras. Coluchini, uno de los personajes con los que se tropieza, le preguntó que por qué se había vuelto, “pensé que aquí tendría oportunidades una vez acabada la dictadura”, le viene a decir, y el otro se echa a reír. 

El ambiente es de decadencia, personajes perdidos dando vueltas sin rumbo concreto pero con sueños imprecisos por alcanzar. Es una película de carretera, todo exterior, mucha luz. Como que estamos en una zona desértica. No sé si está claro o no en la película y en la novela pero estaríamos en la zona de la Pampa. 

El personaje anda muy depauperado, sin dinero y perdido. Todos en la película están perdidos. Todos van a alguna parte y están dando vueltas intentando encontrar el rumbo, lo mismo que nuestro personaje. Unos, como Coluchini, espera encontrar su Dorado, en Bolivia. Hay unos muchachos que andan buscando la Panamericana para enfilar hacia Ohio, Estado Unidos, La astróloga, Nadia, tiene intención de irse a Brasil. Y así todos. Y todos dan vueltas y se encuentran y se reencuentran sin salir nunca de esta especie de laberinto. El único mapa que hay, en un motel del Touring Club, es de otra zona que nada tiene que ver con esta. 

A mí me recuerda un poco a Alicia en el país de las maravillas en que el personaje, Alicia, (nunca me acuerdo del nombre de los personajes, ni de este tampoco, pero creo que es porque a este no se le nombra, solo recuerdo ahora que Coluchini le llama Zárate, porque así se llamaba su socio, que se marchó con su mujer y sus hijos a Australia) se va tropezando a lo largo del camino con los más variados y locos tipos, el conejo con el reloj, el gato de Cheshire, Humpty y Dumpty, el sombrerero loco y su fiesta de no cumpleaños, la reina de corazones y su sumisa y aterrorizada corte. A ver si recuerdo a todos estos personajes. 

Coluchini tuvo un circo. Pone voz y acento de italiano cuando quiere aparentar. Su especialidad es poner nafta sin pagar ni un peso, simplemente enseñando un fajo de billetes que lleva en el bolsillo, que hace que el empleado se confíe. El fajo solo tiene billetes por arriba y por abajo, el resto es papel recortado. Tuvo un circo de verdad, y se hizo con todo el sur, pero el país se volvió todo él un circo y ya no había manera de competir. Lo vendió porque aquello no daba para más. Ahora quiere ir a hacer fortuna a Bolivia, aunque no sabe muy bien por donde tirar. 

Lem, Lemons, lo llamó Alicia, la mujer que lo rechazó, es un banquero, aunque a él no le gusta que se lo recuerden. Va por ahí en un Cadillac cargado con ropa, comida y demás recursos. Su lugar fijo es Singapur, quiero decir que recuerda haber estado en Singapur, pero no sabe cómo ni cuando. Hay diez años perdidos de su vida que no consigue recordar. También estuvo en Alaska. Después que estuvo hizo calor seis meses. Coluchini dijo de él que era un perdedor, cuando vio la foto del niño con el trompo roto en la mano.  Siempre viste con elegancia. Es un tipo misterioso. No se sabe nada de él. Lo del banco son rumores. El personaje se lo encuentra justo cuando una mujer de la que está enamorado le acaba de dejar. Lem apesta a suicidio desde el principio. Pero antes quiere dar un gran golpe en la ruleta. Convence al informático de que busque la manera de emplear una gran libreta de datos de que dispone, para hacer una apuesta segura.  Sin mucha confianza el informático se las arregla para darle una lista de números ganadores. Luego Lem desaparece, prometiéndole que se volverán a encontrar y le dará su parte. 

Nadia, la astróloga recorre el territorio en su cuatro latas leyendo la buena ventura. La gente le paga con productos, y tiene el coche que parece un almacén de abastos. Su marido se enrolló con una empleada de su empresa y ella, para no perderlo, les obligó a vivir con ella en la misma casa. Le leyó las cartas al personaje, y le adivinó todo, la hija en Roma, su vida sin rumbo, “No se ofenda, pero usted es un hombre cansado de llevarse puesto”.

Ya mencioné a la pareja de muchachos que buscan la Panamericana para irse a Estados Unidos. Y  el cura Salinas y sus acólitos, que van dando la bendición por las estancias a cambio de donativos. Su especialidad es prometer que son capaces de hacer pasar a un rico por el ojo de una aguja. Y Barrantes que va por las estancias con una ducha ambulante duchando y desparasitando a los peones. Un tiro desafortunado del empleado del motel-gasolinera lo deja seco. Su sueño hubiera sido unirse a los que roban el cableado de cobre. Con eso sí que se gana dinero.

No es probable que ninguno salga del laberinto. El cura Salinas quería el dinero de sus donativos para irse a Roma. Coluchini simplemente creía tener un golpe de suerte cuando le robó el mapa. Al final Nadia se quedó con el dinero, suficiente para irse a Brasil, después llamará a Bengochea y los chicos, sus hijos. Barrantes, ya vimos la suerte de Barrantes, que murió en los brazos del personaje radiando un partido imaginario. El chico quedó en Berazategui después que, hace unos meses, muriera su madre y desde entonces apenas ha ahorrado algo para enviarle. Lem quedó varado en su Cadillacs. Le dejó una nota: “… Hágame seña”.

En cuanto a la novela, es que no distingo la novela de la película. Esta se adapta al texto como un guante de látex. También influye que vi primero la película y luego leí el texto. Lo único que se echa de menos es el encuentro del personaje con los milicos, dos tipos disfrazados de militares, con las marcas de su grado pintadas con bolígrafo (birome) y con las medallas recortadas de lata. Esperan incansablemente a que regrese su ejército.  También hay un fantasmal gaucho que le pregunta al personaje por una localización geográfica. Se lo encuentra en dos ocasiones y apenas cruzan un saludo. Este tampoco sale en la película.

Osvaldo Soriano es el de Ya no habrá más penas ni olvido, aquella simpática novela, que también vi primero en película, sobre las peleas que tenían entre sí los miembros del mismo partido peronista. (El mejor amigo de un peronista es otro peronista).  También tiene un pueblo fantástico donde transcurren casi todos sus relatos, este también, Colonia Vela. Lo busqué en el mapa, pero no existe, dicen que está inspirado en María Ignacia, en la región de Buenos Aires. 

A cuenta de estas buenas experiencias me he bajado dos novelas más de Osvaldo Soriano, que ya leeré en su momento. 


1 comentario:

  1. Barrantes es interpretado por Luis Brandoni, de ahí la transposición que no he advertido hasta ahora.

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