lunes, 31 de agosto de 2020

Volverán los negros cuervos

del cadáver los ojos a picar,

volverán los gusanos a las tripas,

y las larvas de las moscas crecerán,

volverá la podredumbre de la muerte

a reducir un cuerpo hasta la nada.

Lo que estaba vivo ya perece,

lo que no, se queda igual.

domingo, 30 de agosto de 2020

viernes, 21 de agosto de 2020

Kafka, Hannah Arendt y el menda

 Unas citas de Hannah Arendt, del artículo Kafka revalorado, que confirman mis impresiones acerca de estilo kafkiano. 

El protagonista descubre que el mundo y la sociedad de la normalidad son, de hecho, anormales, que las sentencias emitidas por los prohombres de prestigio reconocido son, de hecho, demenciales y que los actos que se derivan de esas reglas del juego son, de hecho, desastrosos para todos

A pesar de que todos, más o menos, a juzgar, por ejemplo, con lo que se puede apreciar en FB y con lo que dicen que pasa en otras redes sociales en las que la gente comenta cosas del mundo y no solo soplan pompas de jabón, somos conscientes del absurdo de nuestras modernas sociedades de consumo: imposible continuo progreso, especulación económica, crisis periódicas, polarización económica, destrucción de medio que nos sustenta, economía abusiva, etc., etc., etc. Y sin embargo quien más quien menos, mejor o peor, todos seguimos haciendo lo mismo, cumpliendo con nuestras obligaciones por absurdas y contrarias a nuestras propias ideas que sean, porque es lo que hay que hacer o porque no conocemos una alternativa razonable que no nos deje fuera y despojados o por las razones que sean, en esencia seguimos practicando el fingimiento.

El fingimiento de una competencia universal, la apariencia de una laboriosidad sobrehumana, es el motor oculto que impulsa la maquinaria

Es decir, mientras seguimos observando cómo todo nos parece que se precipita al caos y lo comentamos y nos llevamos las manos a la cabeza, seguimos levantándonos temprano, yendo a trabajar,  cumpliendo mal que bien con lo que tenemos que hacer y por lo que nos pagan, estamos contribuyendo, estamos manteniendo en marcha esa maquinaria que nos destruye. Y volvemos a casa y, los que aún tenemos tiempo para eso, entretenemos la espera de la siguiente jornada, entre otras cosas, comentando en Fb o en el bar de la esquina lo mal que va todo y que esto no hay quien lo arregle. Porque obedecemos a una creencia de necesidad, de que las cosas son como son y poco más se puede hacer para que no sean. Dice ella que hay una común (humanalmente o al menos occidentalmente) sensación de inevitabilidad, o mejor de necesidad, que tal vez habría que superar

La apariencia de necesidad, una apariencia que se hace real gracias a la fascinación del género humano por la necesidad

Yo más bien diría que más que fascinación es como una forma de rellenar esta sensación racional de no saber muy bien por qué ni para qué vivimos. De darle importancia al inexplicable hecho de estar aquí y saberlo, que es, esto último, lo que realmente nos mantiene desasosegados todo el tiempo. Y ese desasosiego es, seguramente, el que nos lleva a pensar en una inminente catástrofe. Otra idea recurrente de la Humanidad, como si aún siguiéramos sin creernos que tenemos derecho a estar aquí o como si fuéramos desde el principio conscientes de la culpabilidad de haber adquirido conciencia, es decir, de haber roto el equilibrio natural

La creencia absurda, tan vigente en los tiempos de Kafka como en los nuestros, de que la Humanidad está destinada a someterse a un proceso determinado a priori por no se sabe qué poderes, solo sirve para acelerar la decadencia natural

Opina ella que esa sensación de inevitabilidad en lo que se refiere a las cosas humanas nos lleva a una permisividad, una inacción que es precisamente la que nos conduce hacia la degradación hacia la que se dirige todo lo que pertenece a la naturaleza cuando se abandona a las fuerza naturales (la erosión, el tiempo, el desgaste). Todo se volverá polvo tarde o temprano, también nosotros. Pero la idea es que precisamente nosotros, como todo lo que tiene vida, podemos luchar contra esa degradación de manera consciente, y sin embargo pareciera como que no somos conscientes de esta capacidad sino que actuamos en contra, es decir, acelerando los procesos destructivos que íntimamente consideramos ineludibles.



lunes, 17 de agosto de 2020

Sodoma y Gomorra, una escritura alternativa (manuscrito hallado en el fondo de una papelera)

 A mí la Humanidad en su conjunto, me cae mal. Solamente algunas de sus partes me resulta tolerables. Y preferiblemente de muy poquitas en muy poquitas, para qué nos vamos a mentir. Dicho esto, estaba pensando el otro día, leyendo la sección del Génesis en que Abraham trata de rebajar la cuota de hombres justos que pone Dios para decidir no cargarse Sodoma y Gomorra, y me sorprende todo lo que dura la conversación. Y también lo poco enérgico que es el Señor en sus decisiones, lo fácilmente que se deja convencer. Aquello parece un mercadillo al revés:

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Oye,Abraham, que había pensado que me voy a cargar las ciudades de Sodoma y Gomorra en castigo por la depravación en la que ha caído la raza humana. Y da suerte que  no les hago lo mismo que cuando Noé, pero como hice aquella maldita promesa.

¿Vas a hacer que perezca el justo con el pecador?, dijo Abraham. Hombre, no seas intransigente. Tu baja, mira como está la cosa. Y si encuentras, digamos, cincuenta justos. Oye, hay gente buena aquí, qué culpa tienen ellos de que los otros sean unos bestias. Esperemos a ver cómo evoluciona la cosa. Si estos acaban volviéndose como aquellos o algunos de aquellos se vienen para acá. ¿Eh, qué te parece?

El Señor no se lo piensa mucho.

¡Vaaale!, si encuentro cincuenta justos me ahorro los fuegos artificiales y la chamusquina. No creas tú que a mí me gusta mucho...

Hombre, Señor, ya que hemos fijado cincuenta. Espero que no sea terriblemente preciso. Vamos que si en vez de cincuenta encuentras cuarenta y cinco. Coño, pues son casi casi cincuenta, ¿no?

Pse. Pero sea. Si son cuarenta y cinco no mato ni a un gato. 

Esa es otra. Continúa Abraham. Esos pobres animalitos, qué culpa tienen. ¿Qué me dices de cuarenta?, venga, magnánimo Señor. Sea por los gatitos. Si encuentras cuarenta sigues de largo y te tiras el pedo, con perdón, un poquito más allá, en el desierto.

No te excedas en tus confianzas, Abri. Pero ¡bah!, cinco menos tampoco es menoscabo de mi cólera.

Perdón, Señor. ...pero , digo yo.

¿Más?

Es que pienso yo en Tu Divina Inmensidad, Señor, que abarca todas las estrellas y más allá.

Sí, sí,las estrellas son solo la primera cortina, hay más.

Eso digo. ¿Qué significan para ti estos pequeños numeritos? ¿Cómo distinguir entre tanta inconmensurabilidad un cuarenta de un treinta?, ¿eh?

Tengo mucha paciencia contigo, Abri. Mucha paciencia. Sean treinta. Si yo lo que quiero es no tener que hacerlo. Me va a doler más a mí que a ellos. Si es que a mí estas parafernalias también me dan mucho yuyo. Hacer de padre y castigador... yo lo que quiero es dormir toda la eternidad debajo de una higuera.

Coño, pues date una oportunidad, Señor, y déjalo en veinte. Seguro que hay veinte buenos muchachos por ahí debajo.

Sí, sí, esa es mi esperanza. Bueno, vale, si encuentro veinte personas justas no asolo la ciudad a sangre y fuego.

¿Dije veinte?, estaba pensando en diez, te lo juro, estaba pensando en diez y se me fue la lengua. Venga, a ti que más te da.

Diez y me voy, que mira que eres tú hábil mercader. Me va a salir un pueblo difícil de ti. Hala, me voy que ya se está poniendo el sol y quería dejarlo resuelto antes de la noche, que hacen más bonito las explosiones.


Se baja Dios para Sodoma y vuelve al cabo de una hora escasa. las ropas destrozadas, el pelo revuelto y lo ayudaban Lot, un sobrino de Abraham,y un hijo de este.


¿Pero qué ha pasado, Señor?

Calla, calla. Si me quedo un rato más me follan entre todos. ¡Qué panda de cabrones! Están tan ahítos de sus maldades entre sí, que se ceban en los extranjeros, por la novedad,  y como no me hice conocer, maldito respeto que me tenían. Estuve corriendo un rato por las calles, no por hobby, que me perseguían con unas caras de pervertidos, que me digo, yo no voy a preguntarles nada. Y donde quiera que pedía asilo era peor, el que no me echaba una escudilla de agua hirviendo, se bajaba de antemano los pantalones. Que va. Aquí no se salva nadie. Menos mal que estos buenos amigos me echaron una mano en el último momento. Aunque este pequeñín de aquí no hace más que palparme, sospecho que buscando la bolsa. No llevo bolsa, niño, no busques más.


Es Lot, mi sobrinillo, se casó con una chiquita muy buena de ahí, de la ciudad y se quedaron a vivir. Y este es su hijo, el pequeño, un revoltosillo.


Pues diles que salgan pitando porque a estos me los cargo ya mismo. Y que se den prisa y no se queden admirando el espectáculo porque la cosa va a ser dura y no quiero que se queden en shock.


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Y bueno, ya saben lo que ocurrió. Lo que decía es que Abraham demostró tener mucha buena voluntad por sus compadres de especie. Lo que es yo no hubiera pasado del primer renglón.


Oye, Riforfo, que había pensado que me voy a cargar las ciudades de Sodoma y Gomorra en castigo por la depravación en la que ha caído la raza humana. Y es suerte que  no les hago lo mismo que cuando Noé, pero como hice aquella maldita promesa.

A mí me parece bien. Señor. Y en cuanto a lo de la promesa. ¿Qué te digo? No te estés haciendo sangre. Cuando acabes con todos no quedará nadie que recuerde que prometiste nada. No sé si me entiendes.

¡Ah!, pues... no lo había pensado.

Es que eres tan justo Señor.


sábado, 15 de agosto de 2020

Pedazos

 Siempre me gustó este ¿poema? de este minoritariamente apreciado autor, apenas por las mentes  más agudas que han llegado a conocerlo, que soy yo.

Está escrito en una época de juventud tardía, pero es que a mí todo me pasa tarde y mal, cuando ya no tengo el cuerpo para reaccionar como conviene a la situación. Es lo que les pasa a los que no toman las decisiones a tiempo, que de todas maneras les llega luego lo que tenía que suceder y los coge fuera de época, cuando ya no son capaces de valorar adecuadamente la experiencia.

No. No es que a mí me haya pasado, pero tengo un amigo que ...

En cuanto al poema. No sé. A veces me parece ridículo, pero otras veces creo de verdad que es sublime (esto también le pasaba a Onetti, lo vi en una entrevista). Esas frases que me parecen tan bien acabadas, esa melancolía que se te prende a los ojillos (no, no, es solo el aire que me ha metido algo en el ojo... el otro es solidario con su compañero) y el recuerdo de la juventud que, a toro pasado, siempre es un buen recuerdo (otra cosa son las ganas que teníamos de crecer ya, que todo aquello era un puto coñazo, los padres, los maestros, los guardias, los mocolindos, no nos dejaban tranquilos, y en cambio las chiquillas, esas sí que pasaban de nosotros).

Son pedazos de tu corazón

que tú envuelves en papel de plata

para ofrecerlos a las chicas del paseo

los jueves por la tarde.

Ellas los recogen indiferentes

y los van comiendo pellizquito

a pellizquito mientras hablan

de sus cosas y sonríen a los niños

que pasan mirándoles sus cortas falditas.

Luego se limpian sus manitas

ensangrentadas en blancas servilletas

que roban de los bares

y se sientan a soñar

frente a los escaparates. Cruzan

sus piernecitas mostrándoles

los estrechos muslos a los chicos

ansiosos que las miran, y se van

sacudiéndose las faldas, que revolotean

sobre su lívida piel, como los ojos

de los muchachos tristes que las ven

marchar.

(Postdata: esto salió publicado una vez, se lo crean o no. Cierto que tuve que pagar por ello, pero ese es un detalle menor)

jueves, 13 de agosto de 2020

Diarios

Escribo un diario, como todos los Grandes Personajes de la Historia (de la literatura y de otros ámbitos; aunque, por otra parte, también muchos mindunguis escriben diarios, pero de esos no sé nada y no pueden haberme servido de estímulo: son los Grandes Personajes los que sirven de estímulo a los mindunguis, y, a veces, esos mindunguis devienen Grandes Personajes). Pero, a diferencia de ellos, yo no consigo anotar agudos pensamientos o describir curiosos sucesos que atestiguo en la rúa. Simplemente porque no se me ocurren los agudos pensamientos y porque, aparte de que salgo poco, en esta ciudad marina nunca pasa nada, y cuando ocurre algún suceso memorable y digno de referir, yo no estaba allí para ser testigo de él. Así que mi diario consiste en una serie de banalidades encabezadas, eso sí, por la rigurosa fecha; y solo tienen los méritos de referir la verdad más plana y, tal vez, hacerlo con una poquita de gracia. Un ejemplo:


Jueves 13 de agosto de 2020, primer año de la bienhechora extinción

Me levanto temprano para pasear al perro, pero antes, mientras me despejo de los últimos restos de sueño, me siento a la mesa y me pongo a escribir. La mayor parte de la veces simplemente hago tiempo para que me entren ganas de cagar. Porque, si no espero, me sobrevienen mientras estoy paseando al perro y tengo que venirme corriendo a mitad del paseo con el culo apretado.


Así, ¿cómo demonios voy a hacer Historia?

jueves, 6 de agosto de 2020

Hacer algo

El síndrome del hacer algo. Esa necesidad de hacer algo productivo que nos dé la sensación de que los días no se van en vacío. ¿Por qué?, ¿por qué no van a poder irse los días en vacío? Es una lacra económica esa de tener que llenar los días, de darles sentido, que suele ser económico, material, de tener que dejar constancia de haber vivido con una obra, con una estatua, unos estudios convenientemente reconocidos.

Démosle a cada día su propio afán, y con eso será suficiente. 

Pero no lo es porque uno se está comparando todo el tiempo con los demás, que están siempre en esa lucha de meritaje, de darse valor, de hacerse un nombre para la historia o para los organismos superiores. Con el propósito de ser tenidos en cuenta, supongo, mediante un sueldo, mediante una distinción o mediante unos golpecitos de agradecimiento-reconocimiento en la espalda.

Otra cosa es, sí, sentirse uno vivir para algo, por una razón. Pero cuesta mucho descubrir una razón, un sentido de vivir, y está constantemente torpedeado y bombardeado (por arriba y por abajo) por esta concepción económica de estos tiempos para los cuales si no hay evidencias no hay hecho, y habiendo evidencias hay hecho aunque no hayan sido. Así que se lanza uno a la procura de evidencias más que a la procura de hechos, que son sumamente más difíciles. 

Pero el sentido de una vida solo lo da una cosa, la sensación de estar viviendo sin cuestionárselo, sin, a cada paso, estar preguntándose para qué. Eso es el sentido de la vida. Vivir, sea yendo detrás de algo, grande o pequeño, o sea sin ir detrás de nada, observando simplemente, y regocijándose del simple estar, si es que ello es posible para una mente racional, o más bien, a medio camino de la racionalidad. 
En fin, que en vacaciones se pasa uno los días diciéndose, no he hecho nada, y es estúpido porque entre otras cosas las vacaciones son para eso, para no hacer nada. Pero como mientras está uno trabajando tampoco hace nada porque todo el tiempo se lo lleva el trabajo, el pretrabajo y el postrabajo, pues, al final, resulta que uno nunca hace nada. Y más bien es porque no hay nada que hacer. Lo único que hay es esa carencia, esa sensación de falta por hacer de algo.

Creo que esa falta por hacer es falsa. Es esta sociedad económica la que nos impulsa a tener que hacer algo que deje un resto que podamos adjuntar al currículo. Sin eso, es nada todo lo que hagamos, todo lo que de hecho hacemos, pasear, leer, dormir, disfrutar de los nuestros y la tranquilidad de nuestro hogar, tomar cervezas, amar, odiar o preocuparnos, o disfrutar de un día de playa, ir al mercado, hacer la comida. Pensar en hacer cosas que nunca haremos. Todo eso que de hecho hacemos todos todos los días y que es nada porque no hace currículo, no hace historia, no suma méritos que nos alcen sobre los demás.

Recordando la canción de Notevagustar todos quieren estar a la derecha del cero, pero el espacio de la recta los números naturales es muy largo y no hay números menos importantes que otros, todos deben estar allí, todos cuentan.