lunes, 24 de abril de 2017

Sobre la timidez

Es curioso lo que ronda entorno al asunto de la timidez.

Creo que la reticencia de una persona tímida a hablar con gente, sobre todo gente desconocida, tiene dos vertientes. Por un lado teme que le descubran nuevos defectos que él o ella no sabía que tuviera. Tal vez teme no conocerse lo suficiente y que los demás sepan más de ellos que ellos mismo, y que lo que sepan sea la parte mala. Así, los evitan para eludir la oportunidad de que se lo hagan saber.

Por otro lado temen defraudar las posibles expectativas que se hayan formado de ellos los demás. Así que se mantienen apartados sin mostrarse demasiado, sin comprometerse, lo que significa adoptar una estrategia del misterio antes que desvelar el fraude que son.

No todos los que se declaran tímidos lo son. Hay pues la timidez natural del ser humano, la que Gandhi, que estoy leyendo ahora su autobiografía, declara tener y la timidez patológica. La timidez de Gandhi no es más que timidez de novato, de recién ingresado y de prudente, pero luego, en sus actos demuestra una resolución absolutamente envidiable. En cambio, el tímido patológico es una persona encerrada dentro, sin el impulso, sin la resolución para salir –tal vez desactivada por la cobardía, pero también alimentada, esta inmovilidad, por las respuestas del cuerpo (el cuerpo más que el mundo, el cuerpo reaccionando pésimamente ante las respuestas del mundo) a experiencias pasadas de intentar salir; porque si uno no recibe recompensas sino esporádicamente, termina por dejar de actuar; si cada paso que da le significa un enorme esfuerzo cuando a su alrededor los demás actúan, en las mismas circunstancias, con perfecta indiferencia, termina por desalentarse–.

Claro que sale. Pero tan poquito a poco que para cuando empieza a notarse semejante a los otros, cuando empieza a creer que es uno entre todos, poco más o menos, ya han pasado todas las oportunidades y se encuentra viviendo en el páramo que llega después de haberse tomado todas las decisiones. Y, sobre todo, se encuentra con una construcción sobre sí mismo que le inhabilita para la resolución, para la acción, para el compromiso, ahora férreamente razonada tras largos años de autojustificación.

La pregunta constante es ¿soy tímido o soy simplemente cobarde? Y el tímido patológico siempre cree saber que la respuesta es la segunda, aunque se agarra a la posibilidad de la primera para no culparse demasiado. Pero se culpa, y eso le hace esconderse para ocultar esta verdad a los otros y ocultarse a sí mismo que los otros ya lo saben.

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Escribí este texto en primera persona y luego lo cambié a la tercera por vergüenza de que supieran que trataba de mí. Pero luego lo he releído y me he dicho que exagero, que las cosas no son, ni han sido, tan «patológicas» como de aquí se deja traslucir. Y luego me digo que lo digo porque he olvidado momentos verdaderamente «patológicos» del pasado, afortunadamente.  Y luego me digo que no importa una cosa u otra porque de todas maneras no voy a atreverme a publicar este texto. Y luego me digo que sí que me voy a atrever porque precisamente es uno de esos actos que yo nunca haría y que me he comprometido vagamente a hacer de vez en cuando si es que me atrevo. Y luego me digo, tranquilizadoramente, que no me voy a atrever. Y luego que sí. Y luego que no. Y ya ven, este es el tipo de estupideces que decía que para los demás resulta una somera estupidez y para los tímidos resulta de severa trascendencia.

lunes, 17 de abril de 2017

¿Hacer o hacerlo bien?

Confundimos (o confundo) hacer con hacer bien. Y a menudo dejo de hacer por temor a no hacerlo bien. Tal vez sea solo una excusa susurrada por la pereza. Creo que lo importante es hacer, y solo como un nivel más refinado hay que pensar en si lo hecho está bien o no está bien hecho.
Hacer tiene que ver con nosotros, es una decisión y un logro puramente nuestro. En cambio, el que que esté o no bien hecho es una valoración externa, una comparación de lo hecho por nosotros con otra cosa, y tiene más que ver con una cuestión de medida, de valoración.
Del mismo modo, atribuirse mérito por simplemente haber hecho es salirse del acto básico de hacer para entrar en ese otro ámbito de la comparación, de la medición, de la competición.
Hay que conseguir despegarse de la valoración como objetivo principal de toda acción. El objetivo principal de toda acción es la acción misma y la enseñanza, la experiencia, que aporta haber hecho.

lunes, 10 de abril de 2017

Breve investigación sobre Boabdil, el supuesto rey llorón de Granada

a cuenta de la lectura, en curso, de los Cuentos de la Alhambra, de Washington Irving


Pues de mi última y única visita a Granada me traje, ¿quién no?, un volumen de los Cuentos de la Alhambra para hacerme perdonar mi negativa a visitar el complejo monumental en cuestión.  Me lo traje en inglés para hacerme perdonar la vulgaridad de comprar un volumen de los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving en Granada y que al menos me sirva para algo la lectura, que ya se sabe que leer  no sirve para nada bueno y, para colmo, seca el cerebro y hace que uno le pierda gusto a la vida real de pan y queso de ahí fuera. En cambio el inglés es muy útil. Muchas carreras laborales se han visto impulsadas gracias a la adquisición de esta habilidad. “How are you? My taylor is my friend, but my girlfriend is not my taylor. I have an uncle in América”, etc.

Estaba leyendo un pasaje de la narración de don Washington, ese en el que relata cómo Boabdil, desde el llamado monte del Último Suspiro del Moro, se despedía de Granada y su madre, hurgándole bien en la herida, le decía: “eso, llorón, llora como membrillo los que no has sabido conservar como melón”, o algo así y me pregunté: ¿Qué fue de este chaval? ¿Dónde acabaron sus días?

Pues, sus días acabaron en Fez, en la Barbaría, o Berbería, lo que actualmente es Marruecos. Y no se murió joven, no, que ya el hombre se había gozado una vida: 69 años. Me pareció extraño que un personaje histórico que soporta una carga tan simbólicamente enorme como haber perdido el reino de Granada y padecer hasta el llanto esta pérdida, hubiera vivido tanto tiempo. Parece que pega más que estos tíos se mueran en medio de terrible compunción, arrojándose a un precipicio o enterrándose su propia espada (alfanje queda más propio) para calmar tanto dolor. Pues no, entre los muchos que mató en su vida no se contó a sí mismo.

Nació este hombre mismamente en Granada en 1459 y murió en 1533. Su padre Muley Hacen era, a la sazón, el emir, con sus más y sus menos,  que luego veremos, porque la cosa es complicada.  Su madre, la de tan tiernos consuelos, Aixa, estaba justamente cabreada, aunque tal vez utilizaba la cabeza de su hijo a falta de la de su cónyuge o la de la preferida de este, Isabel de Solís, alias la Zoraida, una cristiana conversa. Ya se sabe cómo funcionaban, llega un juguete nuevo y los demás se arriman en el trastero. Solo que Aixa ya tenía hijos y pretensiones para estos. Confabuló con su hijo cuanto pudo para que este fuera el legítimo heredero y se defendió y defendió a su hijo para que entre su padre y su preferida no le quitaran el cargo. Se dice que la tal Aixa era una mujer de armas tomar, "mujer varonil, intrigante, despechada, cruel y vengativa".

Todos eran miembros de la dinastía nazarí. Una dinastía es una familia cuyos descendientes se van sucediendo en la corona. Esta fue, obviamente, la última dinastía musulmana en España. Dominó Granada desde 1238 hasta 1492 (254 años y 20 sultanes nazaríes).  Pero una cosa es una dinastía y otra cosa es un linaje o un bando. Vamos a ver si desentrañamos esto.

Al parecer, todos los que fueron gobernando Granada individual o colectivamente, es decir, peleándose entre ellos y repartiéndose las zonas, pertenecían a una misma familia o eran descendientes de aquel primer Abu Nasr de 1238 que da nombre a su dinastía. Pero dentro de estos existían como dos clanes, los Abencerrajes y los Bannagas. Cuando un muchacho quería alzarse para ocupar su “legítimo” lugar en el trono acudía al bando que estaba en desgracia con el actual emir; si a este lo apoyaban los Abencerrajes, pues se hacía ayudar por los Bannagas, si eran los Bannagas los que apoyaban a actual emir, pues entonces eran los Abencerrajes los que ayudaban al “delfín”. Ambos, según conviniera, se hacían ayudar de los Cristianos, que siempre estaban ahí fuera intentando darle una nueva dentellada a un cacho de provincia mora. Y, por supuesto, estaban los alfaquíes, que eran los sabios, o sacerdotes, que interpretaban la ley y dictaminaban qué era lo que estaba de acuerdo con las escrituras y qué no. Pues estos siempre apoyaban a los que no se hacían ayudar de los cristianos, que unas veces eran unos y otras veces eran otros.

Boabdil era llamado Muhammad XII.  O más bien, Muhammad XII era llamado Boabdil por los cristianos, una forma de pronunci
La forma en que llegó al trono o como se llame eso donde se sientan los emires  – el cojín?–  seguía en cierto modo la tradición. Veamos primero cuál fue esta tradición y luego nos ocuparemos de sus actuaciones.

Todo empieza con un tal Yusuf III (1417), al que le sucede su hijo, Muhammad VIII (solo tenía ocho años, así que era llamado “El Corto”); reinaba en su nombre un visir Al-Amín. Pues los Abencerrajes se le sublevan y alzan al trono a Muhammad IX (“El Zurdo”). Muhammad VIII, apoyado por los Bannigas, intentó recuperar el trono, pero, lo que perdió fue la cabeza. En esta fase, fama tenían los Bannigas de ser amiguitos de los cristianos, asi que con la ayuda de Juan II, los Bannigas “expulsan” a Muhammad IX y ponen en su lugar a Yusuf IV, nieto de Muhammad VI (vaya por dios, ya he perdido al séptimo). No sé cual de los dos, si Yusuf IV o Muhammad VI era el famoso Abenamar de los romances.

—¡Abenámar, Abenámar,   moro de la morería,
el día que tú naciste   grandes señales había!
Estaba la mar en calma,   la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace   no debe decir mentira.

Allí respondiera el moro,   bien oiréis lo que diría:
—Yo te lo diré, señor,   aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro   y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho   mi madre me lo decía
que mentira no dijese,   que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey,   que la verdad te diría.
—Yo te agradezco, Abenámar,   aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?   ¡Altos son y relucían!

—El Alhambra era, señor,   y la otra la mezquita,
los otros los Alixares,   labrados a maravilla.
El moro que los labraba   cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra,   otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,   huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,   castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,   bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieses, Granada,   contigo me casaría;
daréte en arras y dote   a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan,   casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene   muy grande bien me quería.

Así tenemos el reino dividido entre Yusuf IV, apoyado por los Bannigas y los cristianos, y Muhammad IX, apoyado por los Abencerrajes. Entonces intervienen los Alfaquíes, cuya palabra es ley; ellos apoyaron a Muhammad IX, así que Yusuf IV perdió el habla, (años después, nuestro bien considerado Muhammad XIII, Boabdil, “El Valiente”, se casaría con su hija de precioso nombre, Esquivila)

Ya estamos en 1445 y me aparece el Muhammad X, “El Cojo”, enfrascado en una contienda con Muhammad IX, “El Zurdo”. Se conoce que fue menos relevante con qué brazo te limpias la sangre que tener la mitad de probabilidad de meter la pata. Ganó “El Zurdo”, pero duró poco, porque poco después estaba Yusuf V que ni se enteró de que estaba gobernando cuando vuelve a aparecer Muhammad IX, el cual tuvo la precaución de hacer matar a Muhammad X, como ya había hecho con Muhammad VIII y Yusuf IV, todos ellos del bando de los Bannigas.

A este le sucede el siguiente en orden numérico, Muhammad XI, “El Chiquito”, que era hijo de Muhammad VIII (“El Chico”,  aquel que solo tenía ocho años cuando le endilgaron el marrón). Este era de los Bannigas y persiguió con saña a los Abencerrajes. Se le atribuye la famosa matanza.
(Una de las estancias de la Alhambra se llama la de los Abencerrajes y viene tal nombre desde una masacre que se hizo allí de unos treinta y seis miembros de esta familia. ("oigan, vengan a comer, que tenemos un cordero buenísimo y un hachis recién traído de marruecos que te lleva al paraíso en dos caladas, tráiganse a toda la familia que hay para todos") No está muy claro quien, ni si ocurrió una sola vez, ordenó esa matanza. Lo mismo no eran treinta y seis, sino tres, y lo mismo no eran propiamente Abencerrajes puros, puros, sino unos mensajeros suyos. Y lo mismo no solo fue “El Chiquito”, sino que era costumbre citar a los Abencerrajes en la Alhambra y darles muerte, en lugar de darles de comer)

A Muhammad XI le sucede Abu Nars Saad, Ciriza para los cristianos, padre de Muley Hacen y hermano de Muhammad V. Curiosamente era respaldado por los abencerrajes, tal vez estos estaban vengando aquella supuesta matanza.

Pero la cosa sigue y no es tan fácil. Si no matas al predecesor nunca estás seguro de que en la próxima primavera te florezca una daga en la espalda o se te abra un canal en la garganta: ahora habían tres zonas con sus respectivos gobernadores: Muhammad XI, Abu Nars y Muhammad IX, cada uno con su parte del pastel granadino.

Ciriza, osea Abu Nasr, perdió el favor de los Abencerrajes, así que se cargó a un par de cabezas relevantes de ese clan –otra matanza de Abencerrajes en la Alhambra, aquí menciona el Patio de los Leones, pero debe ser la misma porque la famosa sala está ahí detrás–. Los Abencerrajes se juntaron con Yusuf V, que les duró un año, y luego convencieron a Muley Hacen, el padre de Boabdil, para sublevarse contra su propio padre.

Y así llegamos hasta Boabdil que siguió la tradición.

Por lo que parece o consigo deducir, Boabdil, antes de “alzarse”, al emirato, quiso hacer méritos e intentó atacar una fortaleza cristiana en Lucena. La cosa estaba hecha, le dijeron, todos distraídos y sin posibilidad de recibir refuerzos, le dijeron. Lo tomaron prisionero. Para liberarlo, el padre, Muley Hacen, intentó negociar un trato, pero la madre, Aixa, que no se fiaba de las intenciones del padre, quien por lo visto favorecía a un hijo de la Zoraida, un tal Yusuf, realizó sus negociaciones por su lado.

Esto fue en 1482. Al año siguiente, y apoyado por los Abencerrajes, Boabdil derrocaba a su padre Muley Hacen.  Por ahí estaba su tio, Boabdil “El Valiente”, o El Zagal, que al parecer había estado en lucha con Muley en algún momento. Y que en esta ocasión se puso de su lado.

Parece que en 1485 o 1486, Boabdil volvió a estar preso de los cristianos. Esta vez porque los cristianos estaban enfadados porque “El Chico” no les tributaba como correspondía. Entonces fue cuando se alzó con el trono El Zagal, su tío, con elnombre de Mohammed XIII. Pero Boabdil, “El Chico”, pactó con los cristianos la cesión de algunos terrenos, precisamente los que correspondían a su tío, en la banda de Almería, y, dejando como rehén, a su propio hijo, lo que no le debió sentar muy bien a la Morayma, su esposa, consiguió el apoyo cristiano para recuperar el trono.

Más tarde ocurriría la toma de posesión definitiva de Granada por parte de los cristiano tras un pacto bastante más que dudoso con Boabdil. A este le permitieron ocupar los terrenos  que habían sido de su tío, Laujar de Andarax en Almería, en la Apujarra Almeriense. A sesenta y nueve kilómetros de la capital, propiamente Almería. Parece que Laujar era la capital de una taha, que es como se llama a una circunscripción o división administrativa. La taha de Laujar comprendía, además de esta capital:  Fondón, Bayarcal, Paterna, Guarros, Fuente Victoria y Alcolea.

No estuvo en su "señorío" de las Alpujarras más que un año. Después vendió sus derechos a los RRCC y se marchó a Fez, Marruecos o Berberia o Barbaria, en 1493. Por lo visto, en las Alpujarras murió su esposa, Morayma. Nada se dice de su madre. La de "llora como mujer lo que no has sabido preservar como hombre", que obviamente, no tuvo lugar salvo en la imaginación de un tal Padre Echevarría que publicó un "Paseos por Granada", donde se inventaba esta patética historia, ¿quién se va a creer que una madre puede ser tan hijadeputa?

Las infamia de Boabdil no acaba en tierras peninsulares. Parece que también el Valiente Zagal, su tío, se pudo retirar de Granada con sus piernas en vertical, y que también lo hizo a Fez, algo tendría de bonito esta ciudad en aquel tiempo. Pues, puestos a elegir, el que gobernaba Fez en ese momento se decantó por Boabdil que, por lo que se cuenta, aunque es leyenda, cuando llegó Zagal a Fez lo encerró en una torre y le quemó los ojos, vaya capricho, todo por hacerle las gracias al amiguito Boabdil. Digo yo que su poder tendría Boabdil que el propio anfitrión de la casa donde se hospeda se siente obligado a homenajearle de esta espantosa manera. En aquel tiempo, los de Fez estaban ocupados defendiéndose de los Portugueses y por esta razón siempre dejaban esperando a los granaínos una ayuda que Muley Hasen y Zagal, el Valiente, se hartaron de esperar. Además la retirada de Boabdil de tierras peninsulares tuvo muy poco de huída y mucho de traslado, pues recibió toda la colaboración de los cristianos. Es más probable que si huía de alguien fuera de sus propios correligionarios a los que traicionó miserablemente.

Me parece a mí que Boabdil el desdichado más bien es una mala traducción de lo que en árabe sería  Boabdil el malnacido. Estos últimos párrafos tratan de exculparlo en cierta medida con aquello de que sus circunstancias moldean al hombre, es decir, que en aquellos tiempos todos eran una panda de salvajes egomaníacos, cabrones, asesinos, y este muchacho no hizo sino seguir el camino señalado por el comportamiento de sus predecesores ("oh, yo creía que esto es lo que tenía que hacer, como ellos hicieron lo mismo")

Pero la verdad es que entre sus correligionarios no tenía, ni tuvo para la historia, buena fama. En lo que los alfaquíes dejaron escritos al parecer no defendían ni una pizca al bueno de Boabdil “El Chico”, ensalzando mejor a su padre o a su tío, justamente llamado “El Valiente”. En cambio, y resulta sospechoso, los cristianos siempre describieron a Boabdil con laudatorios adjetivos, y hasta lo decoraron con rasgos que lo volvían en extremo atractivo (alto, rubio y con los ojos azules) a los ojos cristianos.

Conclusión:

El año de cuatrocientos- que noventa y dos corría,
el rey Chico de Granada – perdió el reino que tenía,
Salióse de la ciudad – un lunes a mediodía,
cercado de caballeros – la flor de la morería.
Su madre lleva consigo – que la tiene compañía.
Por ese Genil abajo – que el rey Chico se salía,
los estribos se han mojado – que eran de gran valía.
Por mostrar más su dolor – que en el corazón tenía,
y aquesa áspera Alpujarra – era su jornada y vía;
desde una cuesta muy alta – Granada se parecía;
volvió a mirar a Granada, - desta manera decía:
“¡Oh Granada la famosa, - mi consuleo y alegría!
¡oh mi alto Albaicín – y mi rica Alcaicería!,
¡oh mi Alhambra y Akijares – y mezquita de valía!,
¡mis baños, huertas y ríos, - donde holgar me solía!;
¿quién os ha de mí apartado – que jamás yo os vería?
Ahora de estoy mirando – desde lejos, ciudad mía;
más presto no te veré, - pues ya de ti me partía.
¡Oh rueda de la fortuna, - loco es quien en ti fía,
que ayer era rey famoso – y hoy no tengo cosa mía!”
Siempre el triste corazón – lloraba su cobardía,
y estas palabras diciendo – de desmayo se caía.
Iba su madre delante – con otra caballería;
viendo la gente parada, - la reina se detenía,
y la causa preguntaba – porque ella no lo sabía.
Respondióle un moro viejo – con honesta cortesía:
“Tu hijo mira Granada – y la pena le afligía”.
Respondido había la madre, - desta manera decía:
“Bien es que como mujer – llore con grande agonía
el que como caballero – su estado no defendía”.

Paginografía

https://es.wikipedia.org/wiki/Boabdil
https://es.wikipedia.org/wiki/Laujar_de_Andarax
https://es.wikipedia.org/wiki/Alfaqu%C3%AD
https://es.wikipedia.org/wiki/Fez_(Marruecos)
http://www.culturandalucia.com/BOABDIL/Boabdil_Victima_o_sicario.htm
libros citados en estas páginas
Ginés Pérez de Hita "Historia de los bandos de los zegríes y abencerrajes, caballeros moros de Granada, de las civiles guerras que hubo en ella... hasta que el rey don Fernando el quinto la ganó (Zaragoza, 1595)
Camilo Álvarez de Morales, en su libro Muley Hacén, El Zagal y Boabdil: Los últimos reyes de Granada publicado por Editorial Comares (Granada, 2000)
Romance de Abenamar: http://www.poesi.as/indx0033.htm
Romance de Boabdil: http://antoniojosecerdan.blogspot.com.es/2011/08/las-lagrimas-del-rey-boabdil.html




miércoles, 5 de abril de 2017

Las cosas que NO me pasan cuando voy al cine.

Está en marcha en Las Palmas el 17 Festival Internacional de Cine. Voy procurando algún hallazgo, como en ediciones anteriores he tenido la suerte de encontrar: Sion Sonno, o Raul Perrone. Por el momento, nada que me haya impresionado hasta ese extremo. Sin embargo mi imaginación solitaria, se dispara con sorpresas inesperadas.

Al encenderse las luces de la sala observé que la chica que estaba sentada a mi lado – entró tarde, a oscuras, y me había obligado a levantarme para dejarle paso – era la misma que en la sesión de ayer se había sentado delante; antes de sentarse se giró hacia mí mientras se quitaba el abrigo y como nuestras miradas se cruzaron nos saludamos, ella sonrió acogedoramente.
Tratando de pasar desapercibido la miré de reojo, pero me pilló el gesto y me saludó:
– Hola. Otra vez coincidimos.
– Hola. Sí, va a ser que tenemos los mismos gustos cinematográficos.
– O que estamos igual de locos, porque mira que era raro esto que nos acabamos de tragar.
– Yo vengo buscando precisamente eso. Para ver normalidad salgo a la calle que me resulta más barato.
– Tienes razón.
Y, claro, salimos juntos de la sala. Al principio en silencio, pero luego noté que quería decir algo y como que no se decidía. Al fin arrancó.
– La verdad es que te he observado. Vas siempre leyendo mientras caminas. Y cuando llegas a algún sitio y levantas la vista, tu mirada parece velada, como si aún siguieras dentro.
– Dentro de qué.
– No sé, donde quiera que andes. En esa otra dimensión a la que te llevan las páginas del libro. Por cierto, ¿qué lees?
– Todo lo que pillo. No soy muy selectivo.
– Me refiero a ahora mismo.
– Ah, esto es un libro de … poemas, serán.
– ¿No lo sabes?
– No muy bien. ¿Frases cortadas a mitad que siguen debajo son necesariamente poemas?
– No soy experta en arquitectura literaria.
– Yo tampoco. En cualquier caso, se trata de un poeta, por lo visto, canario, exiliado y enterrado ya en Costa Rica. Me gustan las cosas acerca de las que reflexiona y la manera de hacerlo.
– ¿Y qué cosas son?
– Pues... el ser, la identidad... lo típico.
– Ajá. Lo típico.
– Pues aunque lo parezca no me considero despistado. Estoy muy atento a lo que pasa, no te creas. Aunque, a decir verdad, no me había percatado de que me estuvieran observando.
– Soy muy discreta. ¿Vas a la siguiente sesión?
– Hoy  no tenía previsto nada más, pero si me sugieres alguna otra película rara, lo puedo reconsiderar, no hay que desdeñar los consejos del azar.
– Estefanía.
– ¿Qué?
– Mi nombre, que no es Azahar, sino Estefanía.
– Dije az... Vale. Una manera muy astuta de introducir la cuestión de las presentaciones. Yo soy Riforfo.
– No podía ser menos, tipo raro, nombre raro.
– Eh, que mis padres lo eligieron con un cuidado exquisito.
– Suerte que no fueron también mis padres o a estas alturas yo me llamaría Estofado.
– Pobres viejitos, están quedando fatal. Discúlpalos, ellos no tuvieron la culpa  de vivir en unos tiempos tan oscuros.
– Pues volviendo a lo de antes, yo tampoco tenía previsto ver otra. La siguiente sesión termina ya demasiado tarde para mí, al menos entre semana.
– Pues, nada, hasta que coincidamos de nuevo... Yo me voy a tomar una cervecita antes de regresar a casa, que tengo la boca seca del paseo lector.
– A eso me apunto. Vamos, si no tienes inconveniente.
– Al contrario, has picado el anzuelo tan sabiamente tendido.
– Es que el engode estaba muy bien elegido.
– No puedo decir que sea un veterano pescador.
– Ni yo que sea una inocente pescadilla.
– Entonces encajamos bien, mi falta de experiencia la suple tu sobra de malicia.
– Tampoco me sobra tanto.
– Me estaba haciendo ilusiones.
– No te cortes.
– Tanta predisposición me hace sospechar. ¿No serás una de esas psicópatas que seducen a hombres maduros con sus juveniles encantos para acabar asesinándolos follando hasta matarlos?
– No. Solo soy lo que aparento.
– Si me permites, el que debe decidir lo que aparentas, en este caso concreto, al menos, soy yo, y soy una persona con una imaginación exuberante.
– Pues para concretar, me temo que no soy ninguna psicópata, por el momento.
– Vaya. Soy un hombre sin suerte.
– Ahora que... si no te importa quedar simplemente herido.
– Eso despliega nuevas posibilidades nada desdeñables, como que debas intentarlo todas las veces que haga falta hasta lograr tu maléfico objetivo.
– Tengo una voluntad de hierro. Cuando me empeño en algo puedo ser muy persistente.
– Yo soy una víctima fácil. Me entrego sin lucha.
– Eso le quita emoción a la aventura del crimen.
– Pues lucharé, lucharé.
– Pues arreglado, ¿firmamos un contrato o algo?
– Un beso bastará, somos personas honorables.