domingo, 29 de abril de 2012

Autobiografía


Yo soy, lo sé, muy ingenuo.
Y no comprendo casi nada.
Y a mí, al que menos, como todos.
Por eso no se mentir, aunque mienta.
Ni sé cual es la verdad, aunque a veces la diga.
Me dejo ser, falto de propósitos.
De vez en cuando me caigo, me arrastro
y, cuando estoy harto del barro,
me vuelvo a levantar. Volar, no vuelo.
Pero vivo en el sueño todo el rato.

sábado, 28 de abril de 2012

De esto y de aquello




No renunciaría a nada de aquello por evitarme esto. ¡Aquello me parece tan necesario y esto tan prescindible!. Y sin embargo es aquello lo que es absolutamente casual y esto lo que resulta siempre, siempre inevitable. No comprendo la lógica del mundo. Que lo necesario, lo bueno, sea lo contingente y efímero, y que lo malo sea lo imprescindible y duradero.

viernes, 27 de abril de 2012

Isla Basura






Véanme.
¿Qué tal doy?
Lo doy todo. Y no doy nada. Hay un viejo refrán...,
pero no seamos eruditos.
Véanme,
no me miren simplemente,
véanme. Aquí estoy.
¿Aquí estoy?
¿Y dónde es eso?
Por favor, deme la ubicación exacta, repito, deme la ubicación exacta”.
La ubicación exacta es:
YO-QUÉ-SÉ.
Espero que sean datos suficientes.
No tengo otra manera de localizarme.
No hay hitos reconocibles aquí.
Vivo en medio del apacible océano, sobre una descomunal isla de basura.
Flotando.
Flotando.
Flotando.


La imagen la he robado de aquí donde dan cuenta de mi isla.

jueves, 26 de abril de 2012

Apuntes para una biografía

Siempre creí (quise creer) ser este

Nació un día cualquiera de gatos en los tejados.
Un serial en la radio y algún olmo en Castilla.
Fue un pequeño alquimista, perseguidor de sueños
bien pronto apaleado con palmeta y cartilla.

Y como don Quijote, casi se vuelve loco,
de tantos héroes y de tantas hazañas.
Pero fue un niño triste, por eso poco a poco,
comprendió que la historia a veces nos engaña.

Inventaba recuerdos y después bebía para olvidarlos.

Claro está, fue poeta. Descifraba un lenguaje
que sólo para él le dictaban la cosas.
Y cuentan las malas las lenguas que hacia maridaje
con el diablo y con las mariposas.

Pero supo elegir y eligió su destino
y lo estrujaba en versos que nadie quiso leer.
Embajador de un mundo de dolor y caminos,
siempre guardaba un grito, siempre un poco de sed.

Nadie supo bucear en su honda mirada,
ni averiguar si fue feliz o no.
Loco y viejo en la tarde se paraba,
troceando sueños, troceando rebelión

No hizo nada brillante, nunca fue conocido,
paseó su sombra por la vida y se fue;
dejó un vago recuerdo para pocos amigos
y algunos versos en los que creer.
(1972)

http://www.cancioneros.com/nc/10304/0/apuntes-para-una-biografia-pablo-guerrero

carpetas voladoras


Últimamente
[cuando ya empezaba a creer en el cielo]
no hago más que encontrar ángeles
tirados en la playa
con las alas mojadas

miércoles, 25 de abril de 2012

25 de Abril. Portugal


Me pasa poco, pero me alegra descubrir que aún hay cosas “del mundo” que me emocionan. No me sé explicar por qué esas en concreto y no el resto de infinitos sucesos que no despiertan en mí más que una ligera reacción. Cada año redescubro que la Revolución de los Claveles me emociona. Siento empatía con ese momento de esperanza que debió vivir la gente en las calles ese día. Me imagino llorando a moco tendido, gozosamente experimentando la sensación de que todo va a ser a partir de ahora hermoso y claro y feliz. Este artículo me ha hecho llorar.

martes, 24 de abril de 2012

Nunca entrará en las cien mejores poesías de la lengua castellana


Quiero escribir tu nombre y me sale duda
quiero escribir mi nombre y me sale nada
quiero trazar las letras y mis manos sudan
quiero escribir un verso y me sale caca.

La inspiración sentada encima
de mis manos torpes con su culo aplastan
no las dejan moverse para darle vida
ni a un verso ni a la prosa ni a la mera nada

No se escribir, no se amar, no se decir, no se nada
por no saber no se ni como este verso acaba
tal vez lo he terminado pero es que me falta
acabar la tercera estrofa que ha de rimar con nada

La tercera he terminado y ahora voy por la cuarta
como ves en poesía no soy más que un zarandaja
porque vaga es mi pereza que apenas se trabaja
la sentencia final que sigue, mal rayo la parta

La familia de Pascual Duarte y un orador anónimo

Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltan motivos para
serlo. Los mismo cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin
embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en
variarnos como si fuéramos de cera y en destinarnos por sendas
diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres quienes se les
ordena marchar por un camino de flores, y hombres a los que se les
manda tirar por el camino de los cardos y las chumberas. Aquéllos
gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la
cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la
llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay
mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia,
y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.


                                                    La familia de Pascual Duarte
                                                       Camilo José Cela

No sé. Me acuerdo siempre de este comienzo. Y me digo, no sé si complacido o lleno de culpa, que soy de los que deberían gozar de un mirar sereno y sonriera al aroma de su felicidad con la cara inocente. Pero lo cierto es que no lo hago. Ando siempre a la caza de razones para ser malo, o más que para ser malo, para arrugar el ceño como las alimañas por defenderse, porque ser malo, lo digo con orgullo, no está en mi naturaleza. Pienso que me he perdido algo al no haber andado por esa otra senda de cardos y chumberas por la que parecen haber ido todos los demás, a decir de ellos, porque no oye uno sino quejarse a la gente, y me siento culpable de no ser un pobre desgraciado maltratado por la vida, para unirme en solidaridad y compañía a esa cohorte de desamparados, y sentirme, tal vez, un poco menos solo y desamparado yo compartiendo sus miserias. ¡Acogedme en vuestro seno, desharrapados del mundo!

Yo, señor, soy bueno. Y nunca he abrigado ninguna razón para no serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer, y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuéramos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la felicidad. Aunque no todos la alcanzan antes del cierre definitivo. Hay hombres a quienes se les ofrece a raudales las oportunidades para desarrollar sus inquietudes, y se les puebla de inquietudes la cabeza para que no desaprovechen ninguna, y hay otros a los cuales se les despoja completamente la imaginación o el valor se les incorpora menguado o simplemente se les dota de una prodigiosa capacidad para la pereza, y los tales, encontrándose al paso las mismas oportunidades que los otros, pasan junto a ellas como si no las vieran, no viéndolas efectivamente, y esperando siempre una señal que nunca llega; y así se les pasa la vida como un soplo de aire frío, hasta alcanzar el postrero día con una sensación de fraude que les pesa tanto en los hombros que no les pesa tanto la misma muerte que les sobreviene.

Nota: no sé si creo esto o no lo creo, pero me ha quedado bonito, eso es lo que cuenta. (l'autor)

lunes, 23 de abril de 2012

Amor viejo


Este amor viejo, que se cae a pedazos de desuso,
colgado tras la puerta de un cuarto olvidado en un oxidado corazón.

San Jorge y el Dragón

Iba a colocar un relato sobre San Jorge y el Dragón, para celebrar lo del día del libro, pero es un poco largo,  así que les pongo un resumen y un extracto de una parte que me gusta: (por supuesto, si están interesados en leer la historia completa, pueden solicitármela)

En un pueblo hay un dragón, le dan de comer doncellas así que las doncellas se lanzan sobre los jóvenes para dejar de serlo. Al fin tienen que darle de comer a la princesa, pero entonces llega oportuno San Jorge y mata al dragón:


Todos a una se acercaron en silencio al caballero, pero sólo la princesa, desnuda aún, alargó su brazo y secó una lágrima. Ante el contacto, San Jorge despertó del trance de la batalla y la victoria posterior, y se ruborizó. Unos juran que se ruborizó por la desnudez de la princesa, otros que por haber estado llorando como una virgen tonta y aún otros que lo hacía por el pobre dragón que se había visto obligado a matar sin conocer sus circunstancias. A estas dudas contribuyó la pregunta que el caballero hizo: "¿Como se llama?" y muchos respondieron a coro con la princesa: "Belinda", creyendo que se refería a la princesa, otros afirmaron "llanto" porque eran los que creían que San Jorge preguntaba que cómo se llamaba lo que había estado haciendo poco antes, y un tercer grupo gritó desde atrás "dragón", porque el dragón no tenía nombre propio y todos le llamaban sencillamente por el apelativo de su especie.

Buen día del libro.

domingo, 22 de abril de 2012

Alma sucia


Allí, a niveles intolerables de vacío, alumbrando exequias con hachones de cordura, allí fuiste a parar, alma sucia, a purgar tus pecados de ilusión

Intacto

Yo no aúllo: ¡auuuuu! No me sale bien.
No pruebo a gritar:¡aaaaagh!, tampoco.
Me quedo quieto y no hago nada
esto sí me sale bien.
Soy un experto en la no acción.
Acción por omisión.
No te quiero,
no te hablo,
no te miro,
no desangro,
no respiro,
no suspiro,
no comprendo,
no me explico,
no te explico,
Y me quedo así, parado,
sin pararme en nada,
flotando a través de todo,
transparente yo a los males del mundo
que se desmorona alrededor mío,
y yo sin ver, sin oír, sin tocar,
habitando fuera de este cuerpo mío
que hace por sí como si no fuera conmigo.

Intruso

 Me busco. Por tus selvas y desiertos. Me busco por tus paisajes de desolación y tus dulces vergeles. Me busco por tu mundo poblado de seres fabulosos y rastreros. Exploro cada sima y cada gruta, cada valle y cada montaña. Observo atentamente cada movimiento tratando de descubrirme en un gesto, en una palabra, en un giro verbal. Y no consigo encontrarme. Soy un extraño, un intruso ajeno a todo cuanto acontece en ti.

sábado, 21 de abril de 2012

Dos extractos de Estación de Lluvias de José Eduardo Agualusa



1.- En Luanda, Artur y ella organizaban peleas de saltamontes, entre sí o contra mantis; en este último caso, las mantis ganaban siempre. Eran como pequeñas diosas traicioneras. Atacaban a los saltamontes por la espalda y les devoraban los ojos. Lídia las veía hacer esto muda de horror (de fascinación). A continuación, Artur iba a buscar una piedra y mataba a las mantis.

2.- Una [historia que le contaban] en especial la mantenía en vilo: la de las hechiceras cuyas lenguas se soltaban del cuerpo, iban arrastrándose por la noche, entraban en las casas y estrangulaban a los niños dormidos. La vieja Fina contaba que hace muchos años, una amiga suya, aún joven, se despertó por la noche, vio a los pies de la cama una de aquellas lenguas y la mató a machetazos. Al día siguiente descubrió que la madre estaba muda.

viernes, 20 de abril de 2012

La boca de la tierra

La boca de la tierra
Del libro La feria de los ahogados.
José Eduardo Agualusa (Angola 1960)

Una desaparición - De Mucaba nos llega la noticia de la desaparición del aventurero italiano Carlo Esmeraldi, quien se había granjeado entre nosotros tantas simpatías. La columna que acompañaba al intrépido italiano ha sido diezmada por la dolencia del sueño (hoxa), que en el interior del país tantas víctimas continúa haciendo. 
En “El Correo de Luanda” de 23 de Septiembre de 1898 


Afonso, el cazador, lo vio desaparecer en la tarde inmóvil, trágica y silenciosa como una fotografía. Iba montado en un buey-caballo, trajeado impecablemente de blanco y llevaba la cabeza protegida por un amplio sombrero de paja. Aquella fue la última vez que Alfonso lo vio. Aunque, claro, a esas alturas aún no sabía eso (no lo podía saber), y así, se despidió de él con un gesto obsceno, que era la manera que tenía de decir adiós a quien más quería. La naturaleza alegre y delicada de Carlo Esmeraldi, su verbosidad extravagante, los trajes de buen corte con que gustaba pavonearse por la ciudad alta, la habilidad con que seducía a las damas y bailaba el vals de moda, todo eso irritaba especialmente a Afonso, a punto de rechazar con desprecio las primeras propuestas que el otro le hiciera. Para que finalmente aceptase servir de guía al aventurero, comprometiéndose a llevarlo hasta los saltos de Calandula, fue necesario que aquel desembolsara muchos reales. Incluso así, el cazador se mostró desagradable y poco le dirigió la palabra durante la primera semana de viaje. Pero aconteció entonces el episodio de la fiera, y a partir de ahí comenzó a desarrollarse entre ambos una gran amistad. Por eso, en aquella hora en que le vio por última vez, la magra figura diluida dentro de puesta luminiscente del atardecer, Afonso alzó el brazo en un gesto obsceno, añadiendo un insulto. Dos meses después alguien le dijo que había encontrado a Esmeraldi en San José de Encoge. Más tarde supo por un mercader que había sido visto por Quivoenga, intentando, sin éxito, desenterrar el casco de un navío que misteriosamente había ido a parar allí. Cuando recibió la carta, no tenía noticias de él desde hacía catorce meses. Carta es por decir algo. Lo que el viejo Quissongo le entregó merecería más la designación de diario, si no fuese porque, de hecho, estaba dirigida a él. Eran casi treinta páginas de una caligrafía apretada e irregular, donde, ora en portugués, ora en francés, español o italiano, Esmeraldi le daba cuenta de sus asombrosas peregrinaciones por el interior del país. Se detuvo al principio en Quivoenga, población de los alrededores, en la cual descubrió un cementerio gentil, y, en él, el casco entero de un buque de alto cabotaje y remota construcción. “A tantas millas de la costa”, escribía aún el aventurero, “la presencia de esta pieza es un desafío a la imaginación”. A continuación dejaba Quivoenga internándose en la floresta, y a partir de ahí su caligrafía se tornaba más nerviosa, el texto se multiplicaba en interrupciones, y, a veces, el sentido de la frase se perdía entre una confusa profusión de observaciones inconexas. Repetida e incesantemente, Esmeraldi denunciaba la existencia de una “geografía perversa”, pero era difícil percibir el exacto significado de esa expresión: “Existen”, escribía el italiano, “perversiones naturales. Geografías secretas. Fenómenos aberrantes y monstruosos. Extraños animales habitan el corazón de las montañas...”. Y, más adelante: “¿El Obligo del mundo? Aquí donde ahora me encuentro no hay pájaros en el cielo. Los grandes árboles están curvados para Occidente y, si cogemos una piedra y la lanzamos en la vertical, describirá una elipse y caerá también en la misma dirección. A dos días de donde en este momento nos encontramos, desatamos el pesado carro de la yunta de bueyes ¡y subió solo una colina con desnivel de catorce grados!”. Y ya en las últimas páginas: “No me pidas nombres. En este lugar maldito los nombres son malditos, y de todas formas, ningún mapa los conoce. La Tierra aquí se devora a sí misma. ¡No es una hendidura lo que yo imagino que existe al fondo del barranco, es una boca!” Al despedirse, Esmeraldi evoca la escena de la fiera para confesar que, en aquel momento, sintió mucho miedo:”Pero el miedo que siento ahora”, concluía,”no es comparable al que sentí entonces. No sé lo que me aguarda, pero sé que voy a descender solo hasta el fondo del barranco. La única forma de vencer el miedo es encararlo a los ojos. Cuando fallaste el tiro y la fiera saltó, lo que hice no fue para salvarte a ti; lo que hice fue matar mi miedo, salvándome a mi.” Había aún un Post Scriptum: “Suceda lo que suceda, seamos racionales. Lo que me espera no es ciertamente la entrada al Infierno (esta es una ingenua convicción de mis porteadores). Una aberración gravitacional de la magnitud que estamos presenciando, puede explicarse por la existencia, en el fondo de la hendidura, de una masa de increíble densidad. Tal vez haya caído aquí un meteorito; una piedra, no necesariamente de grandes dimensiones, pero muy pesada. Tan densa y tan pesada que sea capaz de atraer todo lo que esté próximo, alimentando así, cada vez más, su propio peso y densidad: ¡una boca! Una boca voraz, insana e insaciable. ¡Acuérdate de Carlo, Afonso!, ¡Hasta un día!”. A través del viejo Quissongo supo Afonso que la carta había sido entregada en una hacienda de Quibocolo por un negro andrajoso y extraviado, que se decía natural de Luanda y que era parte del la expedición de Esmeraldi. El hombre estaba atacado por la hoxa y, en cuanto lo recibieron, se hundió en un sueño espeso, del cual no salía más que para implorar un poco de agua y la misericordia de un padre. En sus delirios hablaba de un agujero que absorbía los pájaros del cielo y donde el demonio había edificado su casa.

Yo, el espejo, y tú.

Llegas a la habitación y observas el espejo indiferente. No te posee el espíritu de Alicia y tu imagen permanece en el umbral. He cometido el error de atravesar el espejo para atraer tu mano. ¿Quién sabe qué horrible garra habrás percibido tú ahí fuera intentando atraparte?

miércoles, 18 de abril de 2012

Cada gota de tu risa que me pierdo me da más sed, cada reflejo de tus ojos que no aprecio acentúa la inutilidad de mis ojos, cada vez que alguien roza tu piel mis manos pierden sentido.

Callar




Esta boca es tuya.

Eso no habría ni que decirlo.

Esa boca es mía.

No necesitas decir más.

Llueven peces

Como mis amigos leen a Murakami, me he puesto a leer referencias de Kafka en la orilla. En alguna me dicen que Murakami utiliza el efecto de introducir elementos fantásticos como una lluvia de peces, no sé si es verdad, pero enseguida me he acordado de que Galeano cuenta eso en algún sitio. Lo he buscado y aquí está:
 


lo he encontrado aquí: