martes, 22 de junio de 2021

Tener razón o tener razón

 Oyendo hablar el otro día a un político, ni me acuerdo de quién, decía que en política no quedaba más remedio que "bajarse los pantalones", queriendo decir que había que transigir en la propias exigencias, alcanzar acuerdos reduciendo expectativas para obtener logros, aunque fueran menores (son mis palabras). 


Lo que queda claro es que en España, la idea que tienen los políticos acerca de debatir y "hacer política" es básicamente la de que se trata de una pelea en la que se gana derrotando al otro o se pierde. 


Hay tratar de convencer y antes la muerte que dejarse convencer por el otro. 


Todo debate tiene dos vertientes: la de que se debate para vencer convenciendo y si no se pierde (humillación), y la de que se debate para conocer los argumentos del otro y, eventualmente –qué me encanta esta palabra tan poco comprometida– convencer al otro o dejarse convencer por él. Esta segunda acepción es meramente idealista, está bien para definición de diccionario, pero en la calle, en las tribunas, en los estrados, sobre todo políticos, nadie está dispuesto a creer, al menos en primera instancia, ya si eso lo pienso, que no tiene razón (antes le parto la cabeza y se acabó la disensión)


En fin, amiguitos, atrevámonos a no tener razón y que la tenga el otro. 

martes, 15 de junio de 2021

Túnel Cuántico

 


Explicándomelo a mí, el efecto túnel viene a ser un suceso que ocurre sin pasar estrictamente por todas las fases por las que tiene que atravesar «normalmente» para alcanzar ese estado, y lo que es más importante, sin necesitar el aporte de energía que necesitaría para alcanzar ese estado desde un estado inicial. 

El ejemplo que te ponen es el de una pelota impulsada hacia arriba por un ladera de una montaña con la intención de que alcance la cima y resbale por el otro lado. Se necesita darle un buen patadón para eso (energía) pero puede ocurrir que sin llegar a darle tan fuerte, la pelota, habiendo alcanzado solo una parte del recorrido hacia la cima, aparezca ya rodando por el otro lado cuesta abajo. Como si hubiera atravesado un túnel a través de la montaña. 

No es un hecho inexplicable. Al parecer tiene que ver con la naturaleza de onda que tienen las partículas subatómicas. Si pensamos en las partículas como pequeños pedruscos, la cosa nos parece imposible, pero si pensamos en las partículas como formas de onda, pues poco más o menos viene a ser como si una onda de sonido llega y choca contra una pared, una parte de la onda rebotará en la pared pero otra parte, tal vez pequeñísima, avanzará por la pared y eventualmente saldrá por el otro lado por donde la vecina está tejiendo la bufanda de la nietilla con el oído atento.  

Tras escribir lo de arriba, hice un movimiento y cayó algo al suelo. Por el sonido deduje que se trataba de una regla con la que poco antes había estado midiendo un clavo (9,2 centímetros de largo y 3,5 milímetros de diámetro en el cuerpo del clavo, la cabeza no la medí. Me lo encontré al bajar del coche cuando iba a desayunar. Estaba nuevito, me agaché a recogerlo y me lo eché al bolsillo de la chaqueta. Lo recogí porque era algo útil y estaba nuevo, tal vez más porque estaba nuevo que porque era algo útil, aunque apenas tenga valor. Tan poco que al que se le cayó no lo echará de menos, y tal vez hasta lo oyó caer y ni se preocupó de recogerlo. Ahora está aquí, en mi mesa de despacho junto a las plumas, bolígrafos, rotuladores, lápices. Definitivamente ahora es un Objeto Fuera De Lugar –¿OFL?, ¿fuera de Sitio?, OFS, mejor–  que podría convertirse en una obra de arte o un ready made de esos. ¿Qué hace un clavo en medio de esta gente?, preguntará el observador. Y empezará a meditar sobre el sentido de la obra. El sentido es un invento de la imaginación. Es ella la que genera la duda y luego trata de satisfacerla. La realidad simplemente está ahí. Ocurre y ya está. La imaginación no puede soportar esta falta de misterio de lo que sucede. Lo que sucede ya no puede ser de otra manera. El camino es la única elección efectivamente realizada de todas las posibilidades que había de llegar desde A hasta B. La vida también es un camino). La regla se me cayó, pensé, y me agaché a buscarla. No la encontré. Aparté la silla y miré dentro de la papelera, pero nada. La regla había desaparecido. Por un instante imaginé que, por consecuencia del nuevo concepto que había introducido en mi existencia, el nuevo conocimiento había encendido nuevas luces en mi percepción de la realidad que me rodea, teniendo como consecuencia que llegase a apreciar nuevos matices de esa realidad, y que una expresión de eso era la desaparición de la regla justo después de caer, no sé tal vez trasladándose de dimensión por alguna especie de efecto túnel causado por una improbabilísima forma de golpearse contra el suelo, de modo que el yo de ese universo paralelo se encontraría, al agacharse a recoger la regla, con que habían dos reglas exactamente iguales. Fue un segundo en el que vislumbré el misterio y luego la puerta se cerró, recobré mis facultades naturales, me arrastré por el suelo y encontré la regla, medio camuflada contra las baldosas negras gracias a su transparencia. 

La regla cayó y yo imaginé y me fui más allá de la realidad palpable, mecánica, contante. Tal vez eso es también el efecto túnel. Ese aventurarse más allá pero no físicamente sino en otra dimensión como es la dimensión de la imaginación. Otro ejemplo que te ponen para hacerte comprender el efecto túnel es una masa o nube de puntos que representa a una partícula, y que avanza hacia una pared. Cuando choca contra la pared, rebota y comienza a avanzar en sentido contrario, pero una especie de nube fantasma parece haber atravesado la pared y continuar en la misma dirección y sentido por el otro lado. Eso es la imaginación que continúa avanzando hasta agotarse o extinguirse. Si en el otro lado hubiera un «repetidor» como se hace con las corrientes eléctricas cuando se van atenuando a causa de la distancia recorrida por el cable, entonces esa entidad doble de la masa de partículas original adquiriría sustancia propia y habríamos conseguido crear un desdoblamiento de la realidad.


En cierto modo esto nos lleva a la idea de que el que quiere puede. Es decir, si tu voluntad de querer algo es lo suficientemente fuerte, ese fantasma que atraviesa la pared resulta más consistente hasta el punto que puedes conseguir llegar a convertirlo en una realidad. La pelota rebota contra la pared porque es demasiado consciente de que la pared es un obstáculo. Olvidando que la pared es algo que se contrapone a su voluntad de seguir avanzando, atravesaría simplemente la pared que ni si quiera verla. En la película (y ensayo-recreativo de Jon Ronson) “Los hombres que miraban fijamente a las cabras” había un personaje que estaba convencido de la verdad de este argumento y se negaba a utilizar la puerta para salir de su despacho, al menos en un primer intento. Con el topetazo, su mente se volvía demasiado consciente de la presencia de la pared como obstáculo y eso le desalentaba para volver a intentarlo.

En el mismo sentido de «el que quiere puede», (en tiempos esto se conseguía por medio de la fe y de la oración, que, decían, podía mover montañas), están los que llegan a decir, aduciendo, no sé si con excesiva extrapolación, argumentos cuánticos como este mismo del efecto túnel y aquel de que hasta que no se observa una partícula no se puede fijar su estado concreto, que es, todos al mismo tiempo( Quiérese decir que las partículas subatómicas parecen estar simultáneamente en todos sus estados y que solo al practicar una medición se las pilla en un estado concreto, por eso se habla de probabilidades y no de cantidades exactas), que la realidad es moldeable por la voluntad, que en sí misma no es más que un sistema de partículas, una matriz de datos, creo que decía Jacobo Grinberg, a la que nuestra mente le da sentido, y que por lo tanto el acto de nuestra mente es el que fija el estado de esas partículas, así que es nuestra mente la que decide.  De ahí por ejemplo las extrañas materializaciones que dicen que son capaces de realizar algunos curanderos mexicanos o algunos otros santones hindúes. ¿Y por qué los demás no podemos? Pues porque, como dice Gurdieff estamos muy lejos de ser Seres Humanos completos (él dice habitualmente Hombres, pero por mor del lenguaje inclusivo, he cambiado el término para que sea más abarcante), aún somos apenas máquinas biológicas que respondemos mecánicamente a estímulos, más o menos complejos, pero no muy lejos de que se hunda el botón cuando lo pulsamos. Nuestra mente, todo lo que somos capaces de concebir es simplemente una copia de patrones que se han instalado en ella y somos incapaces de dudar de la realidad que nos han enseñado a percibir. Si conseguimos refinar nuestra mente, tal vez lleguemos un día, es lo que se sugiere en la película Matrix, a comprender que todos somos representaciones, fantasías de unas mentes que se han creado un mundo fantástico común y que lo han olvidado con el paso del tiempo, acostumbrándose a creer que esta es la una realidad constatable. 

Esos que sueñan, que nos sueñan, ¿dónde están? No en esta realidad, que es su sueño, tal vez en una  realidad como  esta puesto que la sueñan y uno no hace telas con otros hilos que los que conoce, aunque la tela en sí sea otra. 

Cada uno de nosotros somos, hipotéticamente, la representación de dioses dormidos que obran en este mundo de fantasía a través de nosotros.  Cuando morimos, quien nos sueña despierta y comprende que todo ha sido un sueño. Maldice por no acordarse más que de briznas de todo lo que ha soñado, nuestra vida, se levanta, mea y se va a la cocina a hacer un café mientras se rasca la cabeza y bosteza.