sábado, 30 de mayo de 2015

un recuerdo dudoso

Encontrado por ahí (No es mío). Una especie de grito o suspiro de alivio. Un ambiguo reconocimiento de que todo termina pasando de una manera u otra, aunque siempre se quede también, de una manera u otra.


Un recuerdo dudoso

A todo aquel que cada noche llegado el momento
tras su buen tiempo en la cama siente el pánico
cada vez que suena el portón de entrada a su bloque
y espera sin poder evitarlo el beso ebrio del padre
borracho a las tantas y el consecuente griterío y los golpes
y el desastre posible pero no seguro de cada noche,
que sepa que algún día, tras años de traspiés y andares
inseguros, vivirá como yo ahora en un sitio seguro,
donde solo tú y tus hijos dormiréis profundos sueños
y el ruido del portal cada dos por tres serán solo señales
de que hay gente que va y viene a sus cosas y no a vuestras casas,
y dormiréis a trancas y barrancas tranquilos y con una sonrisa.
Si aguantáis el ahora, claro. El mañana será un sitio donde los ruidos
de la noche no serán noticias sino solo eso, ruidos. Y el pánico
será un recuerdo de que dudaréis.
Y vuestros niños crecerán ajenos al pasado y todo será como debería ser.


miércoles, 27 de mayo de 2015

Utopías, ya

Propone Peter Russel en El agujero blanco en el tiempo que la Humanidad debería reorientar su rumbo si de verdad desea salvarse de la extinción inmediata a que esta desatinada manera de vivir nos llevará irremediablemente. La progresiva destrucción del medio ambiente, el aumento de la población, el aumento de las desigualdades sociales, no auguran ciertamente un largo futuro. Algunas cosas se hacen en el ámbito material, proyectos a escala global que tratan de detener el deterioro medioambiental, o proyectos internacionales contra el hambre, etc., pero, siendo lo graves que son, no parecen tener en nuestro comportamiento cotidiano más que una vaga repercusión. Es necesario un proyecto global más ambicioso que cambie la esencia del Ser Humano.

Un proyecto de estas características debería extenderse a todo el planeta aunque nuestras sociedades occidentales, que gozan de los beneficios que los avances sociales y tecnológicos nos han proporcionado, ya tienen la tranquilidad suficiente para pensar en las consecuencias de todo esto, mientras que otras sociedades que nunca han tenido tal bienestar aún no pueden pensar más que en lograr superar su estado de supervivencia material. Pero lo mismo que hemos sido foco del mal para extender el caos y la destrucción a otras sociedades más débiles –eso es lo que hemos hecho, entrar en otras sociedades más débiles (débiles con respecto a nosotros, aunque tan efectivas como la nuestra, puesto que también sobrevivían con sus estándares de bienestar), destruirlas y obligarles a pensar que su modo de vida, que nosotros hemos destruido, es defectuoso y deben aspirar, de grado o por la fuerza, a adoptar el nuestro–, podemos también ser un foco para extender un cambio de mentalidad.

Tal proyecto de cambio estructural del Ser Humano debería contemplar el desarrollo de tecnologías, pero ahora encaminadas hacia desarrollar lo que ha permanecido intacto desde el principio de los tiempos mientras todo lo exterior se modificaba prodigiosamente: el interior, nuestra manera de ser, de comportarnos, de enfrentar los problemas, de convivir con el resto de habitantes del planeta.

Investigar y desarrollar nuevas tecnologías, pero no de tipo material, sino tecnologías para el desarrollo interno que promuevan la maduración psicológica y el despertar interior. Algunos de los puntos de este programa deberían incluir: una mayor atención a las neurociencias y a la psicología, el conocimiento de la naturaleza de la mente, una exploración más profunda de las raíces de nuestro egocentrismo, una revisión global de los caminos de desarrollo espiritual que existen hoy en día, la búsqueda de nuevos métodos, la síntesis de las prácticas actuales y también la aplicación y difusión de estos descubrimientos, que es un asunto no menos importante. (Peter Russell, El agujero blanco en el tiempo)

 Un proyecto de este tipo requeriría una absoluta transformación de cómo concebimos la enseñanza en las escuelas –creada por y para una sociedad de mercado– como base fundamental, a mi juicio, de cualquier renovación social. Lo que nos llevaría primero a las Universidades en las que se debería formar un nuevo tipo de educadores orientados no hacia una educación para la integración laboral sino una educación para el desarrollo personal integral.

Me imagino a esa nueva generación de niños mutantes luchando a brazo partido para sobrevivir en una sociedad como la nuestra y tengo necesariamente que pensar en pueblos o ciudades semilla en los que pudieran desarrollarse hasta que adquirieran fuerza suficiente para poder extender su influencia e ir propagando poco a poco los nuevos modos de vida. Por cierto que para este tipo de experimentos las islas somos lugares idóneos, alejados de los focos más feroces de la idiosincrasia de nuestra malsana sociedad contemporánea. Ideas de este tipo utopista no faltaron en el siglo diecinueve, cuando ya se barruntaba que el naciente capitalismo acabaría en un caos; tengo vagos recuerdos de que Sudamérica fue lugar de destino de más de algún proyecto de este tipo, al menos en la literatura. Me viene de pronto a la memoria Walden 2. De más está mencionar la Utopía de Tomás Moro o el Summerhill, de A.S. Neill, uno de los pocos proyectos educativos orientados en este sentido que se llegaron a ejecutar que conozco –y que todavía existe.

Sí, creo que es momento de volver a pensar las utopías, y no solo de pensarlas, de ponerlas en práctica como proyectos sociales. Sorprende que teniendo como tenemos casi todos –es un tema recurrente, aunque probablemente de toda época, las críticas a nuestro modelo de sociedad que se deteriora aceleradamente– sigamos andando en manada hacia el abismo sin percibir reacciones más que de palabra, como esta, y algún que otro movimiento aislado, del que siempre desconfiamos como se desconfía de todo lo que se aparte de nuestra normalidad. Supongo que habrá que desmitificar la normalidad, cuyo principal sustento es el miedo al porvenir, al qué va a ser de nosotros como individuos; aunque preveamos que el conjunto pudiera mejorar, luchamos como ratas por evitar los cambios que a nosotros personalmente nos perjudican, por poco que sea. (Y, a veces ese poco es tan ridículo)

Palabras. Todo esto son palabras de buena voluntad. Llega un momento en que a las palabras se les extingue el calor y se convierten en género literario, perfectamente descrito en las contraportadas de los libros. Este texto pertenece al género de la misma colección del libro de Russell: Conciencia Global. Hay que empezar a hacer algo. ¿Pero, quién? ¿Yo?  Y es aquí cuando empieza el miedo.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Voluntad

Voluntad. Ejercicio de la voluntad. No controlo mis impulsos, lo que considero una debilidad. Demuestra lo de siempre, que la mente, por debilidad, inseguridad, pierde el control por poco que el cuerpo presione. Es necesario ejercitar la voluntad lo mismo que ejercitamos el cuerpo. De la misma manera que corremos sin estar huyendo o tener prisa, o levantamos objetos pesados sin necesitarlos arriba, o competimos con otros sin tener contra ellos ninguna rencilla, debemos ejercitar la voluntad proponiéndonos objetivos innecesarios; pequeños al principio, mayores a medida que nos veamos más fuertes. Solo así llegaremos a tener un control de nosotros mismos.

Voluntad. Ejercicio de la voluntad. Voluntad. Voluntad. Voluntad. Extraña palabra. Volungtak. Ahora parece una palabra nórdica. Si le añadimos una diéresis, más: Völungtak. Precioso. Abandonarse es lo contrario de Voluntad. Dejarse ir, como estoy haciendo ahora. Escribiendo boberías pero intentando que sea con buena letra. Si consiguiera llegar hasta el final de la página sería un ejercicio de voluntad. Luchar contra la desgana y esa sensación de inutilidad, de improductividad, de banalidad. Un muro blando y pegajoso que se nos presenta de pronto, que empezamos atravesándolo con decisión, pero que en lugar de resistírsenos cede, nos deja pasar aparentemente, pero no salimos al otro lado, sino que estamos dentro y avanzamos cada vez más, haciéndonos preguntas como para qué estamos haciendo esto, por qué queremos llegar al otro lado o si habrá otro lado y no será que ya todo es muro. Recordar las veces que hemos abandonado y de pronto estamos otra vez ante el muro claro y rotundo burlándose de nosotros y nosotros avergonzados de haber sucumbido una vez más al engaño, de haber cedido otra vez a la debilidad. Pero alguna vez será que ya no estemos dispuestos a empezar de nuevo y nos convenzamos de que ya solo puede ser atravesar el muro o morir por dentro tal vez, y eso quizá sea otra debilidad. Pensemos que al fin y al cabo morir por dentro tampoco sea tan malo, conocemos o presumimos que muchos de los que conocemos lo están, que se han resignado a morir por dentro o que han nacido ya muertos y son o creen ser o no se lo plantean en absoluto felices. Tal vez sea eso –debilidad, debilidad– el secreto de la felicidad, que se apague de una vez la llama sagrada (*) y todo siga igual salvo –ozú, qué pueblo má desaborío(*)– que todo ha perdido no sé qué luz mágica, no sé qué misterio, y seguirá siendo ya para siempre lo mismo de antes, pero ya no igual. 


(*) Hace referencia a un relato de El Cazador de Mariposas, El fuego sagrado.

lunes, 18 de mayo de 2015

Contribución a la polémica

Resulta que, a decir de Peter Russell, de la Teoría de la Relatividad se deduce que, aunque para un fotón, desde un observador en la Tierra, le tome ocho minutos hacer el recorrido –hombre, no estaremos hablando de un tipo con un cronómetro midiendo, sino un cálculo matemático aplicando leyes derivadas de la observación– para el fotón propiamente dicho, que viaja a la velocidad de la luz, la duración de su viaje es: nada. De la misma manera, el espacio que recorre el fotón, que medido desde la Tierra andaría por unos 150 millones de kilómetros, sería: cero. Y damos gracias a que el fotón no tiene masa, porque si la tuviera ya no estaríamos aquí desde el minuto cero, porque el primer fotón que nos llegaría tendría masa infinita, así que más que llegar nos absorbería en su instantáneo crecimiento desmesurado.
Y yo me pregunto: ¿cómo pueden tragarse eso los científicos y luego ir por ahí diciendo que Iker Jiménez no dice más que boberías en su programa? ¿Cómo pueden rebatirle al Santo Padre la existencia de su Representado mientras llevan los bolsillos llenos de fotones? ¡Ah!, dicen, es que la ciencia lo ha demostrado. Y ponen esa carita de perdonavidas que ponen los escépticos –¿escépticos?, ¿con los bolsillos llenos de fotones?, ¡machangos es lo que son!– irritadamente burletera.Y esgrimen el opúsculo de Einstein como una maza contra La BibliaEl Corán, El Libro Tibetano de los Muertos, El Baghavad Gita, Las Enseñanzas Secretas de todos los tiempos, El Retorno de los Brujos, La vida es real solo cuando yo soy,...– que sostienen los otros.
A mí me escama mucho que todo en el Universo sea relativo ¡excepto! la velocidad de la luz. Pero me escama más aún que los amigos de la ciencia se empeñen en destruir los falsos ídolos de la superstición para situar en su lugar a la ignominiosa Velocidad de la Luz y a su único y verdadero profeta, El Fotón. ¡Un poco de seriedad, señores, dejen a cada uno soñar su sueño!

jueves, 14 de mayo de 2015

¿Hay escritores ciegos?

Se empeña Peter Russell en convencernos que porque nuestra mente es consciente del espacio y del tiempo solamente porque los sentidos nos proporcionan información al respecto y no porque sean conceptos que estén en ella, nuestra mente es en realidad un concepto intemporal y inespacial. Dadas sus argumentaciones no hay manera de rebatirlo. Pero sí que es rebatible lo que subyace a eso, y es que la mente es una entidad que persiste más allá de los sentidos, e incluso −esto no lo dice él pero yo creo que es adonde quiere llegar− más allá de la propia existencia del cerebro.
Desde luego que para el ser humano todo es mente. El ser humano vive en su mente o al menos ese medio en el que cree vivir, su realidad, es prácticamente todo una creación de su mente. Por supuesto que hay materia, pero su mente la ha transformado en objetos funcionales que han dejado de ser materia para ser silla, pianos, colores, amigos, enemigos, vecinos ...todos esos son conceptos mentales y no físicos. Por supuesto que la silla está compuesta de hierro, plásticos, madera, son objetos físicos, pero no existe la silla en la materia, lo que existe es un objeto complejo, artificial, compuesto, solo es silla en la mente del hombre. Ese es el mundo espiritual del hombre. El mundo en el que vive continuamente y del cual ¿puede o no puede salir?, no lo sé. Salir de ese mundo es volver al mundo del caracol, o del pez, los cuales, sospecho, no se hacen una composición del mundo, simplemente lo habitan y reaccionan a los estímulos de manera más o menos compleja según su sistema nervioso.  Lo mismo está haciendo el hombre continuamente, solo que él ha sublimado su sistema nervioso hasta crear un mundo virtual  que es el que habita, que encaja en el mundo real o más bien que se amolda a las rigideces del mundo real  y que las interpreta (las rigideces) para modelar ese mundo interno. Así, establecemos leyes a partir de la observación selectiva que nos permiten nuestros sentidos −ampliando la palabra «sentidos» a las extensiones artificiales que hemos creado para percibir más allá de las nuestras capacidades físicas− prestando atención a las regularidades que observamos, y eso nos ayuda mejorar nuestra experiencia del encaje de nuestro mundo en el mundo real, lo que quiera que haya ahí fuera, que necesariamente es mucho más grande de lo que podemos percibir. (Tal vez esto también sea una fantasía generada en mi mente, y el mundo «real» sea bastante más limitado de lo que yo quiero creer, que por ejemplo la tabla periódica más las cuatro o cinco fuerzas fundamentales sean verdaderamente el resumen del universo)
Yo veo claro esto, que nuestro mundo es mental, cuando trato de imaginarme como sería un mundo de ciegos. No el mundo de un ciego, que ya de por sí es diferente, pero que al fin ha tenido que adaptarse a un mundo de videntes, y por lo tanto es un «discapacitado», sino cómo sería un mundo donde todos fuéramos ciego, cuáles serían los inventos, cómo serían las construcciones, qué elementos de percepción más allá de nuestras capacidades construiríamos para ir más allá, cómo poblaríamos el mundo, cómo nos las habríamos ingeniado para sobrevivir (¿hubiéramos sobrevivido como raza?). Pongamos que nos quedamos ciegos todos de golpe y tenemos que empezar de nuevo a reconstruir un mundo a partir del otro al que ya estábamos habituados, y a partir de lo que ya habríamos creado. Yo creo que aún así cambiarían muchas cosas. No lo sé. Pero es fascinante pensar en ello. ¿Hay escritores ciegos?

miércoles, 6 de mayo de 2015

La publicidad

La publicidad es un acoso salvaje al ciudadano. El ciudadano la tolera bajo el chantaje de la necesidad -económica, que es actualmente la única razón de necesidad. Algunos (de entre sus víctimas; por supuesto que los que la esgrimen la aman porque les da poder sobre los demás –la publicidad no acosa, solo informa, el espectador es libre de tenerla en cuenta o no–)  hasta le rinden admiración, lo mismo que otros admiran las armas que solo tienen por objeto matar –las armas no matan, es el mal uso que se haga de ellas lo que mata–. Es la misma aceptación: no está bien, no es bueno, pero como está ahí y no hay manera de quitárselo de encima: amémoslo


lunes, 4 de mayo de 2015

Basado en pechos remotos




Besado en ocho raíles
asado en huchas reales
salado en hechos roídos
atado a muchas verdades
dolido por tantos motivos
entrado en pochos reinados
nacido en pinchos rizados
hollado por sucios zapatos
errado en muchos destinos
cogido por muchos motivos
herido tras blandas deidades
obrado con poco cuidado
salido por muchos motivos
rasgado en pechos flacidos
estando un poco perdido
aullando a lunas podridas
libando tus labios libidos
esperando pero sin cuidado
sabiéndolo todo cumplido

domingo, 3 de mayo de 2015

Cosas de Cunqueiro, el Borges de España ( :-P )

Cuando le preguntaron a Jorge Luis Borges en su lecho de muerte si envidiaba a algún autor, él, humilde como era, dijo una vez, pues la pregunta se la hicieron muchas veces y siempre respondía con frases ambiguas, borgianas, aludiendo a los clásicos de esa manera suya que pareciendo modesto los igualaba si no los superaba, que contentaban tanto a sus interlocutores y afianzaban, de manera absolutamente innecesaria, su enorme figura literaria y erudita, que lo que más echaba de menos, «y esto debe quedar entre nosotros», intercaló con aquella vocecita insegura, pero firme, seria pero irónica, mirando a María, que supo comprender la trascendencia de aquel momento, lo que más echo de menos es no haber sido Alvaro Cunqueiro. Luego cerró los ojos. No murió de esa vez, pero ya no volvió a admitir conocer a un escritorcillo de provincias, gallego gallego, cuyas publicaciones apenas se conocían más allá de las fronteras de su Mondoñedo natural.

Esto es ficción, pero no me cuesta ni el más mínimo esfuerzo comparar a Borges con Cunqueiro tanto en erudición como en arte literario, habida cuenta de que no se trata de ninguna competición, y tanto gusto me da leer a uno como a otro. Y como a uno ya lo manoseé demasiado en la juventud, cuando se busca en la lectura tanto lo ajeno a lo habitual como lo reconocido, la escarapela que pueda lucir en la solapa con orgullo –no luce igual ser lector de Cunqueiro que ser lector de Borges-, me regodeo ahora con el otro en la ancianidad, que ya sé apreciar lo lejano y extraño en lo local y cotidiano.

Me ha venido a la mente esta comparación porque, leyendo a Cunqueiro, me saca a colación un personaje supuestamente real pero que a uno se le hace ficticio por los méritos que le confiere. Relata en un cuento de Xente de aquí de de acolá, concretamente el que titula Muñiz de Parada, a propósito de un cierto libro en el que se describe con precisión cómo se le han de tomar medidas a los perros para confeccionarles una levita y que Muñiz aseguraba al párroco de Vilardelle, don Vitorio Graña López, que él había visto cuando trabajó de ayudante en una sastrería de Barcelona; afirmación que el párroco se negaba a aceptar por absurda hasta el punto que se murió sin creerle, lo cual apesadumbró tanto a Muñiz que llegó a confesar al autor del relato que él mismo llegaba a dudar de la existencia de aquel libro a pesar de haberlo visto con sus propios ojos.

Ya tarde, muerto Muñiz, escribe este cuento don Álvaro para asistir al de Parada confirmándole que en efecto existió tal libro, aunque “e en inglés”. O seu autor e un crego, matemático coñecido, un tal Guillermo Oughtred, que viviu no século XVII, e era tan monárquico que morreu da ledicia que lle produciu a noticia de que restauraban a o Estuardo. Ademais e famoso porque foi o primeiro en usar la letra grega pi pra desiñar a relación entre a circunferencia e o diámetro, e a Aspa de San Andrés, equis, pra indicar multiplicación.  Pues bien, este hombre escribió un tratado de sastrería de perros y gatos, con dibujos de su propia mano y todas las maneras de tomar medidas, que muchos creen que es una sátira política.

Y como no me fiaba de Cunqueiro me fui a la Wikipedia y extraje la siguiente entrada

http://es.wikipedia.org/wiki/William_Oughtred


en la que, en efecto, se aclara que fue el primero en asignarle el nombre de pi a la famosa relación entre el diámetro y el perímetro de la circunferencia, y el primero en utilizar la x para indicar la operación de multiplicar, además de inventar una variante de cierta regla circular.
También es experto en gnomónica, que es una ciencia que se preocupa de la división del arco diurno o trayectoria del sol sobre el horizonte, y su proyección sobre un plano, muy útil para confeccionar relojes de sol, aunque parece que también tiene su utilidad en el trazado de planos.

Lo que no he conseguido es encontrar ninguna referencia al libro mencionado sobre cómo tomar medidas a perros y gatos con el fin de coserles una levita.

Competitividad

Dicen que nuestra sociedad es competitiva. Y les parece que sea bueno. A mí me parecería, tal vez porque yo no soy competitivo, que sería mejor que cada acto que realizásemos lo hiciéramos por el gusto de hacer cosas, no por hacerlas mejor o peor que otros, o más rápido o más grande. Pero dicen que la competencia es el motor de nuestra sociedad de progreso. Que sin este impulso de la competencia nuestra sociedad no habría progresado tanto tecnológica y socialmente. Puede ser. Pero también puede ser que sin este acicate de la competencia los seres humanos no sintiesen ninguna necesidad de ese progreso, porque no estarían acuciados por la constante lucha contra el otro, la necesidad de demostrar ser mejor o más grande o más merecedor de no sé qué privilegios.

Nuestra supervivencia en la naturaleza no requiere competencia sino ingenio para resolver nuestros pequeños conflictos con ella. Una vez resueltos no necesitamos seguir empujando, porque no hay necesidad de empujar. En cambio, a causa de este constante ardor competitivo, seguimos empujando y empujando, inventándonos batallas y empeñándonos en ganarlas y sintiéndonos orgullosos de haberlo hecho, cuando hemos sido nosotros los que nos hemos inventado el innecesario reto y la manera de vencerlo y qué significa superarlo.

Tal vez sea cierto que la competitividad nos haya traído hasta esta época de progreso tecnológico y social, pero lo que no me parece tan cierto es que esta época de progreso tecnológico y social sea tan necesaria.  Puede que sea inevitable, teniendo en cuenta las inquietudes que mueven al hombre, que, una vez que se ha estabilizado su lucha por la supervivencia, necesita de nuevos retos para no aburrirse, porque simplemente vivir es un puro aburrimiento.

Lo único que ha aportado la competitividad es la prisa con la que todo esto ha llegado, de manera que nos encontramos con unas herramientas muy poderosas en manos de unos seres que aún no están lo suficientemente formados para utilizarlas. Eso es lo que nos ha traído la competitividad, velocidad, pero velocidad física, velocidad para mejorar nuestras habilidades manuales, dejando muy atrás nuestras capacidades psicológicas, es decir, de comportamiento.

Y así, gracias a nuestras habilidades tecnológicas y a nuestra competitividad, esquilmamos cada vez a mayor velocidad el mundo, destruimos cada vez a mayor velocidad nuestro entorno, del que dependemos para sobrevivir y nos acercamos cada vez más al punto crítico en que seremos capaces de generar un problema que esté muy por encima de nuestra capacidad para prever sus consecuencias y, por supuesto, de nuestro ingenio para resolverlo –ya lo hemos hecho, tal vez, con la bomba atómica, y lo estamos haciendo con el clima y, sospechan algunos que también se ha hecho con la manipulación genética.

 A mí me parece que se va acercando el momento en que debemos frenar todo este progreso tecnológico –el económico hace ya decenas de años que debió haber frenado,  ese es una consecuencia de nuestro desajuste entre habilidades manuales y habilidades psicológicas, la economía es otro de esos problemas que hemos generado y del que no supimos prever las consecuencias – antes de que nos metamos en verdaderos problemas si no es que ya estamos metidos, y empecemos a desarrollarnos interiormente para ponernos a la altura de todo este poder de que disponemos.