jueves, 26 de noviembre de 2015

Pararse a pensar

Día siguiente al día anterior. Todo sigue igual salvo que es otro día. Me gustaría pensar que toda esta convulsión es síntoma de un gran cambio. Pero quién puede pensar en el cielo mientras lo está masticando el dragón. Y tampoco se percibe una tendencia – aunque siendo percepción, depende de los sentidos, que, en este caso, son los medios de difusión de la información, condicionados, no por la necesidad de esclarecer la verdad, sino la de servir a intereses dispares y contradictorios, el primero y más banal el de vender la noticia, para lo cual utilizan el recurso más bajo, el miedo. Francia, más preocupada por la apariencia que por descubrir las verdaderas causas de tanta ansia de sangre en ciudadanos que han estado compartiendo las presuntas ansiadas mieles del modo de vida occidental, convocando a la Guerra Santa contra el Islam, radical, por supuesto; Turquía y Rusia enzarzados en no sé qué rencillas de matones de barrio, como si importaran poco las miríadas de refugiados y la propuesta de reseteo histórico de los místicos idiócratas; Estados Unidos, por primera vez en su historia, haciéndose el loco en lo que respecta a Oriente Medio, lavándose las manos con discreción de las consecuencias, no cabe duda de esto, que sus acciones del pasado han provocado. Y los místicos idiócratas aprovechándose de toda esta confusión que han tenido tanto éxito en provocar y reclutando cada vez más voluntarios para el terror, hombres y mujeres que nadie se pregunta por qué acumulan tanta rabia dentro. (Bueno, son seres humanos, ¿no?, ¿qué otra cosa se podía esperar?)
El gran cambio ha de sobrevenir, pero de dónde, cómo. Creo que todos pensamos que viene ya llegando el momento de pararse a pensar un poco, de dejar de actuar a la desesperada, con fines meramente puntuales y propagandísticos, con estrategias a corto plazo previstas solo para atacar los síntomas y tratar de mantener las cosas como están, es decir, dejando el campo libre y en paz para la especulación internacional del puro dinero, para seguir esquilmando a los países con recursos, mientras se habla de que los países progresistas son los que se dedican puramente al sector servicios, mientras se acentúa la polarización de las sociedades donde una parte de la población acabará siendo puramente consumidora y otra parte de la población terminará siendo puramente trabajadora (con sueldos infames que les impiden ser consumidores) y aún así emperrarse en mantener un sistema de producción consumista y hablar constantemente de crecimiento.
Parar todo esto de una vez y ponerse a pensar. Parece tan sencillo. 

domingo, 22 de noviembre de 2015

Crezco aunque sea absurdo

Creo aunque sea absurdo no debe ser interpretado, como hacen los estúpidos racionalistas, como una aceptación sumisa de los postulados impuestos por una jerarquía. Creo aunque sea absurdo viene de un imperativo mágico que dice que querer es poder. 
Creo aunque sea absurdo significa quiero aunque sea absurdo. Y aunque sea absurdo voy a hacer todo lo posible por conseguirlo aunque me vaya en ello la vida. Porque conseguirlo no es lo importante, lo importante es cómo le he dado sentido a mi vida,
En realidad los magistas creen que la voluntad mueve montañas. Por eso lo de creo aunque sea absurdo
Querer es poder pero querer no es simplemente desear, es creer que se puede. Cuando se quiere de verdad, toda la voluntad debe estar puesta en el deseo. Si toda tu energía se acumula en tu voluntad, en una única dirección, nada puede oponérsete. 
Si andas interponiéndole cortapisas lógicas o "de sentido común", un sentido imbécil que cada uno cree que tiene por separado y que es distinto al del otro, porque el otro es un imbécil, evidentemente no vas a poder. Querer es creer que se puede, con todas las consecuencias.

lunes, 16 de noviembre de 2015

El asunto del collar

A veces da risa eso de  Si no conocemos la Historia, estamos condenados a repetirla.

He aquí una historia que no conocía. En la Wikipedia la llaman EL ASUNTO DEL COLLAR.

Había una tal Jeanne Valois de la Motte, de familia aristocrática en decadencia. Tal decadencia que su padre, nada menos que un Valois, descendientes de reyes de Francia (otra vez según la Wikipedia), no tenía otro medio de subsistencia que la caza furtiva. Pues, la chica, para contribuir a la economía familiar, pedía por los caminos.
Tuvo suerte y la recogió la marquesa de Boulainvilliers, escandalizada de que una aristócrata anduviera por los caminos mendigando, qué iba a pensar el pueblo si esto se divulgaba. Así que la envió a un colegio con el objeto de que la chica terminara siendo monja, única salida decente en sus condiciones económicas.
Pero la chica tenía aspiraciones y en cuanto pudo se fugó del convento. Después de vagar por ahí terminó casándose con un militar, don Nicolás de la Motte. Los militares tienen prestigio, pero no dinero y la chica ansiaba mucho de ambas cosas. Recurrió a su antigua protectora, doña marquesa de Boulainvilliers y allí conoció al tontorrón de esta historia, el cardenal de Rohan.
El cardenal era un tipo muy rico, y la muchacha no debía carecer de dotes porque empezó una fulgurante carrera que los llevó a ella y a su marido, primero, a obtener, para el militar, un puesto de capitán en la guardia real, más tarde, un título para ambos, condes de Valois de la Motte y, durante el trayecto, todo el dinero que le podían sacar al bueno del cardenal.
Sus aspiraciones aún están más arriba, e intenta relacionarse con la corte, e incluso con la propia reina, a la sazón, María Antonieta. No llega tan alto, pero permite que todos a su alrededor hagan las más inciertas suposiciones, y ella se aprovechaba de ese falso prestigio pidiendo prestado y delegando el pago de las deudas, o bien al vacío, o bien al cardenal.
Todavía no ha empezado la historia. Resulta que el cardenal tenía una debilidad, también aspiraba a estar en lo más alto. Pero alguna tirria le tenía la reina María Antonieta, que impedía al cardenal aproximarse a ella. Una rencilla familiar o una simple antipatía de la reina por este hombre, a pesar de que tenía cargos eclesiales muy próximos a la corte real. Necesitaba congraciarse con la reina y reveló sus preocupaciones a Jeanne, esperando que esta, con la gran intimidad que tenía con ella, pudiera ayudarle como él la había ayudado. Naturalmente Jeanne no conocía ni por el forro a su majestad, pero ayudó en todo lo posible al cardenal, lo que este recompensaba generosamente. Cuando se ponía muy pesado exigiéndole que le concertara una cita con la su majestad, Jeanne se las arreglaba como podía, hasta el punto de que en cierta ocasión contrató a una prostituta muy parecida a María Antonieta y concertó una fugaz cita entre ésta y el cardenal, tras la cual quedó muy satisfecho. De este suceso obtuvo un sustancioso beneficio, digamos solo números porque las monedas cambian, 50000, que al parecer era para ponerse muy contentos.
Esto solo fue el principio. Ocurrió que unos joyeros disponían de un costosísimo collar que el padre del rey había encargado para una amante, y que, desgraciadamente, no habían podido entregar antes de que el buen rijoso rey la palmara. Cuando intentaron colarle la joya a su hijo por medio de la mujer, estos la rechazaron por la enormidad de su precio, estamos hablando de un millón setecientas mil, y esto, después de haberla rebajado considerablemente. Previamente ya habían intentado venderlo a otras cortes sin éxito, entre ellas a Carlos III en España, por dos millones.
Nuestra buena Jeanne llegó a ver el collar y quedó prendada, así que decidió que su buen cardenal tenía que hacer un último esfuerzo. Ideó un plan según el cual ella hacía de intermediaria de la reina, que tenía intención de comprarlo, pero a escondidas del marido, para lo cual necesitaba un avalista que hiciera de mediador. El elegido, por supuesto, era el Limosnero, cardenal de Rohan -limosnero es, por lo visto, el que maneja los dineros y teniendo en cuenta que hablamos de limosnero asociado a la corona, ese dinero era mucho, no por casualidad el cardenal era considerado fabulosamente rico. La idea era que el cardenal comprara la joya y la reina le iría pagando cantidades periódicas hasta saldar la deuda.  Así se hizo, y Jeanne recogió el collar para entregárselo a la reina. Ella y su marido separaron las cuentas, que eran diamantes, del collar y trataron de venderlas en París, pero nadie se atrevía a comprar sin preguntar, así que tuvieron que trasladarse a Inglaterra, donde al parecer eran más profesionales.
El tiempo pasó y llegó el día del primer pago. Los joyeros, llegado el momento, fueron directamente y le llevaron el primer recibo a la reina. (Rohan no había pagado directamente sino que se postulaba como avalista en caso necesario, esto no lo supo Jeanne). Cuando la reina leyó el recibo insistió en que ella no debía aquel dinero porque no tenía aquel collar. Y al fin se destapó todo, cuando salió a la luz el nombre del avalista, el del cardenal. Como decimos, la reina le tenía tirria así que lo mandó prender, también a Jeanne, mientras que su marido andaba por Londres, presuntamente vendiendo el género. Junto con el cardenal también detuvieron a un tal Cagliostro, otro estafador de alto copete que también estaba parasitando al de Rohan.
No crean que les fue mal. Se montó un escándalo nacional y hasta internacional. Dentro de la propia corte había división porque, al fin, el cardenal y Jeanne eran aristócratas y la reina se había atrevido a acusarle directamente de un delito tan bajo como estafa. La reina no estaba bien vista dentro de los círculos de la aristocracia, que vio este asunto idóneo para desacreditarla. Exigieron que el juicio del cardenal y sus cómplices fuera realizado por el parlamento de París, detentado por aristócratas, en contra de hacerle un llamado Juicio del Rey donde éste tenía mayor influencia.  Y, como no podía ser de otra manera, el cardenal sale libre. A la condesa y a su marido los condenan, pero, pásmese quien quiera, consigue escapar de la cárcel y huir a Inglaterra en donde termina por morir presuntamente tirándose por una ventana mientras huía de unos acreedores.


Después de leer esta historia no puede menos que venirme a la cabeza cierto yerno del rey con su empresa de asesoría, que no se sabe muy bien qué asesoraba, pero que ingresaba por ello cantidades muy interesantes. También, a menor escala económica pero a la misma escala de interés, me vienen a la cabeza los éxitos sociales de un muchachito que sin duda ya está en la Wikipedia a la altura de nuestra Jeanne, nuestro Pequeño Nicolás. También tenemos, descendiendo escalones desde la aristocracia hasta la burguesía, los tejemanejes de cierto Bigotes en la órbita del PP o Juan Guerra en el PSOE. Y yo me pregunto de qué nos ha servido conocer la Historia si  no es para echarnos unas risas al comprobar que doscientos y pico de años y una revolución brutal, alguna que otra guerra y nuevos sistemas de gobierno, no han cambiado nada.


Decir que la importancia de este episodio no fue poca para revelar a las gentes el descaro de sus gobernantes, que mientras ellos pasaban hambre, en aquellas alturas se jugaba con joyas de precios inimaginables para cualquier ciudadano de a pie. Todo esto ocurrió en torno a 1784 - 1785  y muy poco después se les llenaría el gorro. Después de conocer los millones en Suiza de Bárcenas, y los millones en Andorra de los Pujol, nosotros no solo no les cortamos la cabeza sino que los votamos para que puedan acogerse al estatus intocable de diputado, y puedan elegir jueces que los juzguen.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Las dos espadas

Ya habían cenado y andaban paseando por el huerto para bajar la comida. Jesús estaba ensimismado, pensando en sus cosas mientras los muchachos charlaban entre ellos. Comentaban el súbito abandono de Judas, tal vez ofendido porque Jesús le había dado un cacho de pan pequeñito y mojado. Al fondo estaba Lucas, apartado, escribiendo todo lo que observaba.
De pronto Jesús se detiene. Algunos, distraídos, se tropezaron con los de delante. Sin mirarlos, Jesús habló.
–Recordáis cuando os envié por los caminos sin bolsa, ahí a la buena de Dios.
–Sí, maestro.
–¿Y qué tal fue, os faltó de algo?
–De nada, maestro. Cuando teníamos hambre, nos daban de comer. Cuando teníamos sed, nos daban de beber. Cuando teníamos deseo, nos dejaban yacer con las mujeres.
–¿Ah, sí?, a mí no me ocurrió esa parte.
–Tonto que eres. No tenías más que sugerirlo y te daban a elegir.
–Pues yo tampoco lo pensé, y eso que a veces estaba como una moto y tenía que parar detrás de unas peñicas para aliviarme.
–Ahora voy a ser yo el único listo de esta cofradía.
–Bueno. Yo confienso que … pero solo una vez. Era tan deliciosa y me miraba con aquellos ojitos.
–Anda el Pedro. Y parecía bobo.
–Bueno, bueno –interrumpió Jesús–. Lo que os quiero decir es que esos tiempos se han acabado. A partir de ahora, será mejor que llevéis bolsa, y alforja si tenéis. Es más, quien no tenga una espada, que venda su manto y compre una. Porque, en verdad, en verdad, os digo, se han de cumplir las escrituras donde dice, Y LO TRATARÁN COMO A UN DELINCUENTE.
–Pero, ¿está hablando en serio?, en mi vida he tenido una espada, no sé ni por donde se coge. Yo soy pescador.
–Y yo, pero tengo una, que le robó mi padre a un romano que estaba cagando.
–Tu padre era mucho. Hasta cuando lo colgaron en la cruz parecía que se estaba riendo en lugar de gritar.
–Sí, un gran hombre.
–Yo también tengo una. Pero prácticamente no la he usado nunca.
–Coño, Pedro, tú eres una cajita de sorpresas.
–Maestro, que ya tenemos dos espadas, que cuando quieras nos explicas para qué las vamos a utilizar.
–¡Basta!
Jesús se aleja, siempre con ese aire ausente, por la oscuridad entre los olivos murmurando: "Señor, Señor, dame paciencia".
Pedro se fue detrás de Jesús, preocupado por aquellas enigmáticas palabras.
–Maestro, maestro.
Jesús estaba agachado detrás de unos matorrales. Dio unos suspiros y contestó con cierto fastidio.
–Qué pasa ahora, Pedro. ¿No puedo tener un momento de intimidad para obrar?
–Disculpa, maestro, que interrumpa tu oración. Solo quería decirte que si hay que pelear yo voy a ser el primero. Estaré a tu lado pase lo que pase. No soy muy bueno con la espada, y tampoco es que sea un valiente, tú lo sabes, pero, si hay que morir voy a ser el primero.
–No me jodas, Pedro. Que yo conozco tus dudas y tus debilidades. Que sé qué pasó con la chiquita esa. Y que la espada te la compraste por miedo a los ladrones y no sé qué te da mas miedo, si los ladrones o tener una espada en casa y que la descubran los romanos. Entre tú y yo Pedro, eres un cobardica. Antes de que cante el gallo ya me habrás negado tres veces.
–Jamás, maestro.
–Tres veces, Pedro, ni una ni dos, sino tres. Y para que te acuerdes, el gallo cantará inmediatamente después. Toma, coge este gallo y llévalo debajo del brazo hasta mañana. No lo sueltes. Y ahora déjame terminar.
Y en efecto, un gallo salió desde detrás de los matorrales, ante el asombro de Pedro, que, un poco temeroso porque nunca se había acostumbrado a las cosas de aquel hombre, lo persiguió un rato hasta que logró atraparlo. Regresó a donde estaban los muchachos que se burlaron de él porque no habían acabado de comer y ya volvía a tener hambre, aquel tontorrón de Pedro.
Como Jesús tardaba y estaban empanchados con la cena y el vino, se fueron acurrucando en el suelo y se durmieron. Cuando llegó Jesús, roncaban como benditos.
Ya se me han vuelto a dormir estos cabrones.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

La rosa y el bacalao

no es mi culpa cuñao
si las musas me sorprenden
e' que las tipas comprenden
que en verdá soy un poeta
y que a falta 'e un puña'e tetas
tengo de verso' un puñao
(Riforfo Fierro)


No tienen nada que ver
la rosa y el bacalao
que no te quede a mi la'o
es fácil de comprender

yo soy bacalao, no rosa
pesca'o rico 'e comer
las rosas solo dan pa' ver
y no sirven pa' otra cosa

si eres rosa y solo rosa
y yo solo bacalao
si no tengo buen cuida'o
me quedo sin ti, preciosa

así que a ver cómo lo hago
para ser un poco rosa
y sé que es difícil cosa
que una rosa sea pesca'o
que te vuelvas bacalao
lo veo más propio de un mago



martes, 10 de noviembre de 2015

Subiendo bajando o bajando subiendo

Toda pérdida es una oportunidad, si uno consigue sobreponerse o, mejor, asumirlo así desde el principio. Entonces se vuelve creativa la pérdida. Pero lo que tenemos muy asumidas son las ideas pudridoras del sistema: fracaso, cobardía, pereza, salvación, competitividad o excelencia, mediocridad, ideas generadoras de culpa, de infravaloración, desmerecimiento. Ideas que propician la auto segregación, que potencian el sentimiento de clase, la diferenciación social. Ideas pudridoras porque el sistema nos obliga a comportarnos como los que construyen el sistema a su medida para favorecer sus ansias depredadoras y obviamente no todos queremos estar a esa altura, y por lo tanto merecemos lo que nos pase.
Es natural disponer una actitud combativa cuando te atacan pero el sistema que hemos creado o dejado crear es un sistema en permanente alarma −competitividad, crecimiento− que tiene como regla el todos contra todos. Adelantarse a las intenciones del otro atacando primero es considerado astucia, derrotar al otro es meritorio, aprovecharse del débil, un derecho −si son tontos, que se aguanten, se lo merecen−. Y cualquiera que se salga de esta línea de pensamiento es un utopista inmaduro sin perspectivas de futuro. Porque solo hay un futuro razonable que es la continuación de este presente.
Por eso hay que mirar con buenos ojos a cualquiera que  trate de romper este circulo vicioso, absurdo, de consecuencias inevitablemente terribles −todos, muchos, al menos, lo pensamos a menudo mientras seguimos haciendo lo mismo, avanzando en el círculo−. Ir a peor es lo peor que puede pasar y eso sería lo bueno porque identificaríamos claramente el mal y todos acabaríamos empujando en la misma dirección para recuperarnos de él.
Ahora lo que persiste es una inercia controlada por unos poquitos a los que favorece. Nihilistas incapaces de pensar en generaciones, en futuro, ni siquiera en grupos humanos. Solo los une un interés circunstancial, y, si pudieran, se despedazarían entre ellos para quedarse con lo del otro −por eso son cada vez menos los más ricos del mundo, y son cada vez más ricos (según Oxfam intermon
en 2014 las ochenta personas más ricas acumulan tanto como los 3500 millones más pobres; en otro lado, no confirmado, he leído que en dos mil diez ese número ascendía a 388)
No puedo pensar en el problema de Cataluña como algo circunstancial, político, local. Veo una iniciativa desesperada por salirse de ese círculo, empañada por todos los matices que se quieran, intentos de eludir la justicia por tramas corruptas, mezcla anómala de partidos claramente inmovilistas con partidos confusamente utopistas, borreguismo social berreando consignas nacionalistas −mientras aquellos que los lideran mueven cantidades ingentes de dinero entre bancos internacionales−, todo lo que se quiera, incluso que haya sinceridad en el sentimiento nacionalista −una clase de fe como otra cualquiera, nacionalista, religiosa, científica, o la fe en el dinero que es la única que ha movido, verdaderamente, montañas.... de dinero−, pero por encima de todo eso hay un movimiento tendente a salirse del círculo vicioso en el que andamos metidos desde hace muchos años que es como una de esas escaleras de Escher que parece que suben bajando o bajan subiendo. Esta gente, por fin alguien se atreve, ha decidido saltar por la barandilla y huir de ese alocado edificio. ¡Bien por ellos! Esperemos que no se maten en la caída, que no nos maten a nosotros o que  los nuestros no se empeñen en matarlos a ellos (¿se habrán acabado ya por fin los tiempos de las guerras a este lado de Europa?) Esperemos que haya algo más que este edificio de locos en el que vivimos.

martes, 3 de noviembre de 2015

más sobre el olvido

El pasado pesa, y, a veces, pisa el presente, aplastándolo y restando futuro.  Por eso conviene dejar olvidar, que olvidamos que el olvido viene solo, si nada se le opone. ¿Y por qué nos oponemos al olvido? Porque creemos conservar en la memoria lo que somos o creemos ser. Pero lo que somos no está en la memoria, al menos en esa memoria emocional que es la que muchas veces queremos conservar. Lo que somos está en nuestro comportamiento de cada día, en nuestras reacciones y decisiones, en nuestros cambios también (has cambiado, decimos como un reproche, como diciendo sigues vivo después de mí). A menudo lo que queremos conservar es la memoria que creemos que tienen los otros de nosotros, olvidando, conscientemente, que los otros nos han olvidado.