martes, 22 de noviembre de 2011

Cloaca


Bienvenidos a Garrafa, la única ciudad del planeta Cloaca.

Cloaca está a unos 10000 años luz de la Tierra.  El primer explorador que llegó aquí fue uno de los  convictos fugado de Grenan tras el motín que acabó con la destrucción de esa colonia penal. De los catorce que se salvaron, Garuk Almeida vino a dar, por los azares del transportador, a este mundo deshabitado, descolorido, seco, esta pocilga o cloaca como él la llamó en sus diarios. Disponía de un aire algo saturado de azufre, de una vegetación rala pero suficiente y de un agua de extraño sabor que no le mató tras probarla. Después de Grenan aquello le pareció el paraiso. Sobrevivió los primeros días con provisiones que traía consigo. Le duraron lo suficiente para comprender aquel mundo y empezar a explotarlo en su provecho. Cinco años después alguien detectó su señal de socorro. Le visitaron. Consiguió convencer a sus visitantes de que aquel lugar era explotable y se convirtió en un factor de la Compañía de Explotaciones Interestelares. Entre los minerales era raro encontrar novedades en la galaxia, la tabla periódica es fastidiosamente limitada, pero la vida vegetal y animal del planeta podía llamar la atención de los elitistas habitantes de la Tierra, siempre ávidos de novedades.
Después de su rehabilitación, que consiguió como resultado de la investigacion que se inició  tras conocerce en La Tierra el grave motín de Grenán, y que concluyó en que los principales responsables habían sido los gestores de la colonia penal, Garuk viajó a la Tierra y se trajo algunos colonos. Así se fundó la primera ciudad de Cloaca: Garrafa.
Doscientos años después En el centro de Garrafa, el peor barrio de la próspera ciudad,  podrida por el hollín, las bacterias “come piedras” y los orines de los gatos, se sostenía a duras penas la estatua de Garuk Almeida, al que nadie recordaba ya.
La ciudad fue creciendo hacia la periferia. Cada nueva arribada de colonos fundaban una nueva metrópoli en perímetro externo de la anterior ignorando a los antiguos habitantes, compitiendo con ellos hasta derrotarlos con superiores tecnologías de explotación y comercio y nuevos derechos que promulgaban desde la Tierra sin reconocer los antiguos derechos concedidos antes. La corrupción política en la Tierra, sometida a las compañías mercantiles, volvía papel mojado cualquier acuerdo al cabo de unos pocos años Terrestres. La ciudad crecía hacia el exterior mientras el interior se iba pudriendo en un extraño crecimiento vegetal. A medida que nuevos edificios eran levantados, los antiguos eran abandonados por las élites. Estos quedaban ocupados por los desheredados, que habitaban esas viejas estructuras hasta que se caían de pura podredumbre.
La Garrafa primigenia al cabo de una generación ya era solamente el barrio de Potingue. Hubo un intento de rebelión contra los nuevos habitantes de la periferia que se arrogaban derechos de organización y gestión completamente al margen de los promulgados en la ciudad en la que presuntamente se estaban estableciendo. Hordas de ciudadanos de Garrafa que veían sus prerrogativas como primeros colonos desdeñadas y su organización ciudadana completamente obviada por los nuevos pobladores, se levantaron contra ellos y fueron derrotados y aislados por un muro. Así nació el barrio de Potingue. Pero así nació también el barrio de Calamidad, que rodea a este, cuando la siguiente generación de pobladores se comportó de la misma manera  con los antiguos usurpadores. Y así fue creciendo la ciudad hasta convertirse en la urbe anárquica, descontrolada y próspera, que es hoy en su parte más externa, y completamente abandonada, podrida en su interior.
El barrio de Potingue pues, no es más que el último lugar, el agujero del enorme retrete que es Garrafa. Pocos edificios quedan reconocibles de aquellos primeros que vio levantarse Garuk Almeida. Su propia casa, enfrente de la estatua que él mismo hizo levantar en el centro de lo que fue la primera plaza es hoy una muela cariada, derrumbado sobre sí misma. Junto a él se levanta el que fue ayuntamiento del que Garuk se nombró primer alcalde. Y detrás de su estatua está el alto edificio del hospital. Puede decirse que esas tres construcciones son la semilla de la historia de esta ciudad. El resto de casas, hoy prácticamente escombros, fueron construcciones unifamiliares apelotonadas alrededor de estas, todas mirando hacia la plaza central de la que parten las tres principales calles radialmente. Estas tres calles principales chocan abruptamente contra el viejo muro que la aisló en su momento de la primera periferia de Garrafa y que hoy es Calamidad. Las calles de Calamidad no se correspondían en absoluto con la planificación que Garuk pretendía. Él esperaba que su ciudad fuera creciendo a lo largo de estas tres avenidas principales, pero los nuevos colonos ignoraron estas normativas, se saltaron los planes de desarrollo y desarrollaron de una manera anárquica. El laberinto de calles, callejones, pasillos, pasos elevados y subterráneos, realizados sin ninguna planificación hacen imposible orientarse por Calamidad. Los siguientes pobladores fueron mucho más ordenados, y a la tercera periferia se la llamó Ciudad Jardin. Aún conserva ese nombre, pero el espíritu ha volado. Más allá siguen Nueva Garrafa. Que ya no es nueva y Glandeburg. Por fin, rodeando todo esto está la última excrecencia de Garrafa: Nueva7York, el emporio del comercio Intergaláctico de esta región.
Aún puede admitirse que Ciudad Jardin es un barrio de Nueva7York en tanto que recibe de ella servicios: alumbrado, agua corriente, vigilancia policial; la mayoría de los que aún habitan allí forman el “bajo mundo” de Garrafa: drogas, prostitución, literatura. Calamidad y Potingue son considerados literalmente nidos de gatos y escombro. No se concibe a los pocos habitantes humanos de esos lugares como congéneres. Alguna vez un alcalde ha propuesto limpiar toda esa zona y hacer un enorme parque central donde los ciudadanos de Garrafa pudieran tener un lugar de esparcimiento. Naturalmente no fue más que una propuesta electoralista y precisamente la causa de que no fuera reelegido.
Desde el cielo nocturno, Garrafa parece una diana, con sus secciones circulares iluminadas a diferente escala. Primero, el anillo brillante de Nueva7York. Después las luces más apagadas de Glandeburg a la que le siguen las luces más tenues de Nueva Garrafa. Ciudad Jardín es apenas distinguible como una franja amarillenta, y por fin la ocuridad total de Calamidad y Potingue, en el centro.
Gluck vive en la quinta planta del Hospital. Desde su ventana ve, allá abajo, la marchita estatua de Garduk, su antepasado. La plaza parece una anomalía en el paisaje que se observa desde allí. Un espacio despejado que parece acosado por las montañas de escombros que le rodea. También se mantienen despejadas las tres amplias avenidas. Desde su ventana el puede ver las dos que se abren una hacia el sur este y la otra hacia el sur oeste. Entre las dos, el edificio del Ayuntamiento, una construcción muy sofisticada con una enorme terraza que permitía a Garduk arengar a las masas reunidas en la plaza. Junto a él la vivienda de Garduk que ahora yace hundida sobre sí misma. También ve el muro que rodea Potingue. La única portada de paso a Calamidad está en la tercera avenida la que parte junto al edificio del hospital. Desde lo alto puede ver las franjas radiales de casas entre las avenidas. Apenas se distinguen las calles. Nadie se ha preocupado de despejar esos espacios durante años de desmoronamiento de las construcciones. Si fija la vista puede llegar a ver algún punto de luz de otros ermitaños, como él, que sobreviven, voluntariamente retirados del ajetreo periférico, en esta podredumbre. A lo lejos el brillo de Nueva7York parece un amanecer que se demora largamente.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Olivia y el fantasma

-Por favor, ¿quieres dejar de mirarme?
-¡Oh!, perdona. Me sorprende que te hayas dado cuenta. Soy un hombre invisible.
-Es que yo tengo una sorprendente capacidad de visión. Visión de la invisibilidad, la llaman. En cambio soy ciega para todo lo que sea azul.
-Yo llevo calzoncillos azules.
-Es un detalle que no me interesa en absoluto, por el momento.
-Si es por el momento, puedo esperar, y recordártelo más tarde, cuando pueda interesarte.
-Tendrá que ser muy tarde, por lo menos dentro de cuatro o cinco gin-tonics.
-Además de ser el hombre invisible soy el hombre intemporal, el tiempo no tiene sentido para mí.
-Yo en cambio envejezco muy rápido. La vida de las mariposas me parece eterna.
-¿Cuánto vive una mariposa?
-Una eternidad.
-Pues es verdad. Para mí también. Una eternidad o un instante, es igual.
-No, no es igual. Un instante es muchísimo tiempo.
-No me importa.
-A mí sí.
-Cuando te desnudas, ¿por dónde empiezas?
-Por los pies. Cuando te vistes, ¿por dónde empiezas?
-Por los pies.
-No me pareces un tipo interesante.
-Eso es porque no soy un tipo interesante. Significa que tienes intuición para identificar a los tipos que no son interesantes.
-Eres un tipo lógico. Me gustan los tipos lógicos.
-Gracias. Es una facultad que heredé de mi bisabuela.
-Yo también tuve una. Alguna vez. Supongo.
-Todos hemos tenido muchas bisabuelas, no te acordarás.
-No. Al tercer gin-tonics ya no me acuerdo ni de mi abuela. Y al cuarto, se me van evaporando de la memoria mis padres.
-¿Y qué pasa al quinto?
-Olvido mi nombre.
-Pues dímelo rápido porque ahí viene el camarero. Yo me erigiré en el guardián de tu nombre. Mañana cuando, te despiertes, te lo recordaré.
-Mi nombre es Olivia. ¿Me prometes que no lo olvidarás nunca?
-Te lo prometo, aunque no sé muy bien qué significa nunca.
-Pues entonces prométeme que lo recordarás siempre.
-Te lo prometo, aunque para mí siempre es siempre.
-En ese caso bastará con que lo recuerdes, simplemente.
-Recordar se me da bien.
-¿Qué dices?
-Que recordar se me da bien.
-¿Qué dices?
-Que recordar se me da bien.
-¿Qué dices?
-Esta conversación se está volviendo muy monótona. Ven. Déjame acompañarte. ¿Recuerdas dónde vives?
-No recuerdo ni que viva siquiera. ¿Eres otro fantasma?
-No, sólo soy invisible.
-Con razón.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Salmodia del hombre feliz que tenía dudas

¿Y si no lo merezco?
¿Y si no merezco la suerte que he tenido?
¿Dónde pago yo eso ahora?
¿Qué demonio vendrá a partirme las piernas
a cuenta de los intereses que debo?
¡Alejen de mí esos ángeles tentadores!
¡Alejen de mí el Paraíso!
Díganme primero el precio que debo pagar.
No me dejen en la incertidumbre de la deuda.
Denme mi cuota de dolor ahora.

domingo, 6 de noviembre de 2011

¿Y qué si ya no fui?

Y qué si ya no fui aquel que quería ser,
a qué andar lamentándose.
Acarreemos el fardo de nuestra vida silbando.
Agradezcamos lo que tenemos, que es mucho.
Agradezcamos, oh gracias, lo que nos da todavía,
pero no deseemos lo imposible,
que ya no es tiempo.
Ya no es tiempo de desear,
ya no es tiempo de lamentarse, ni llorar,
no estamos en edad de eso.
Estamos en edad de disfrutar lo que hemos tenido,
lo que aún conservamos,
y aspirar, oh gracias, a alguna sorpresa
con que esta pícara vida
nos quiera alegrar los postreros días.

martes, 1 de noviembre de 2011

El Retrato de Riforfo Rex

En El Retrato de Dorian Grey, el tal Dorian tenía un retrato que iba acumulando en sus rasgos toda la maldad del tiempo y también la que el propio Dorian ejercía sobre los demás, mientras que este permanecía joven y fresco como el mismo día de inocencia en que fue modelo para ese cuadro. El otro día cuando fui a pagar y me fijé en la foto de mi carnet, me vino a la mente la idea de que yo era el retrato de Dorian Grey de mis fotografías. Yo iba acumulando la maldad del tiempo y el resultado de mis propios actos inicuos mientras que ellos - los yoes fotografiados - permanecían anclados en el tiempo y en el grado de inocencia que tuvieran entonces. 

Esto, claro, es un juego de palabras, porque las fotografías sólo son una representación química de una imagen, adaptada a la particular forma de percepción de nuestros ojos, es decir, nada en el infinito universo, espacio y tiempo.