jueves, 17 de diciembre de 2015

La mayoría

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¿Por qué todo el mundo maneja «la mayoría» como Charlot jugaba con aquel globo terráqueo en El Gran Dictador? Todos creemos saber qué es lo que piensa «la mayoría» a pesar de que «la mayoría» nunca se manifieste, como se manifiestan las mayorías, de la manera que hemos dicho. «la mayoría» de los españoles piensa qué..., dicen, aplicándole a «la mayoría» su pensamiento de hace un momento que, como «la mayoría», cambiará de dirección y sentido a poco que el viento sople. «la mayoría» a la que representamos, dice el partido que gana las elecciones, ignorando a «la mayoría» que no ha votado más los que han votado a los otros partidos. Y lo peor es que en el fondo «la mayoría» pensamos que «la mayoría» son un rebaño de ovejas que es traído y llevado sin aparente resistencia por el pastor y los perros sin apenas más que unos silbiditos y unos ladridos, tan acostumbrados están a ser llevados y traídos. Y lo más peor de todo es que nunca «la mayoría» somos nosotros, que siempre estamos apartados, como si precisamente nosotros fuéramos la oveja negra que se niega a seguir al pastor y temer a los perros, la que se salta la valla cuando le da la gana y se va a pastar la hierba, más fresca, que hay al borde del bosque, sin temor a los lobos. Hay ovejas negras, quiero creer, son esos a los que miramos como a unos pobres locos porque no se comportan de la manera tranquilizadora con que lo hace «la mayoría», les tenemos miedo y procuramos apartarnos de ellos porque nunca se sabe qué desgracias atraerán con su comportamiento anómalo, por miedo a que nos caiga una mordida injusta del perro o un palo mal medido del pastor.
Tal vez, cuando empecemos a darnos cuenta de que «la mayoría» somos «la mayoría» y empecemos a reaccionar contra eso comenzará a tener sentido hablar de una «la mayoría» como fuerza de opinión. Mientras, «la mayoría» seguiremos opinando contra «la mayoría» mientras damos vueltas en esta circunferencia sin fin atentos al silbido del pastor y el ladrido de los perros. 

martes, 15 de diciembre de 2015

Tener fe

Yo no tengo fe. Todo el mundo la tiene a mi alrededor. Yo no. Hay quien cree en sí mismo. Hay quien, olvidado de sí, cree en su trabajo, y se entrega afanosamente por prestigio, por orgullo, o simplemente por gusto. Hay quien cree en el dinero y hay quien cree, no sé, en la ciencia, en su propio sentido común que nadie comparte. Hay quien cree en su obra, que lleva a todas partes bajo el brazo y la muestra con pasión y contagia de esa pasión a otros. Hay quien cree ser esto o lo otro: privilegiada clase social con prerrogativas sobre el vulgo o pobre de solemnidad con derechos sociales, enfermo de cáncer, viejo, o formar parte de la alocada juventud. Hay quien cree en el progreso y quien cree en la lucha obrera. Los hay apasionados por la política internacional y los hay apasionados por el esoterismo, por los juegos de rol, por el deporte. Hay quien tiene fe en una religión y decide matar indiscriminadamente por eso y los hay que dedican su vida a luchar fieramente contra estos. Los hay que se entregan calladamente a ayudar a los demás y los hay que se van por ahí y nos informan comprometidamente de las cosas que suceden en el mundo, aquellas que no interesan a los grandes medios, y lo hacen porque «sienten que es su deber».
En medio de todos ellos, a los que admiro o envidio, deambulo yo con una vergonzosa sensación de estar desnudo, de llevar las manos vacías, de no tener nada que ofrecer, nada que exhibir, nada de qué envanecerme u ostentar. Invisible. Manso. (ya lo decías tú)

lunes, 14 de diciembre de 2015

¿Tú eres feliz?

...y entonces me preguntas – así, sin venir a cuento –: “¿tú eres feliz?”. Y yo interrumpo lo que estoy haciendo, que no tendrá nada que ver con la felicidad, ni con nada, seguramente, de provecho, y pensaré por un momento y tendré el impulso de responder: “Sí”; pero un escrúpulo me lo impedirá, trayéndome imágenes del mundo, y de los malos momentos, y del aburrimiento del trabajo y la monotonía de muchos de nuestros días, y titubearé; entonces estaré tentado de responder: “No”, pero otro escrúpulo de sentido contrario me traerá a la cabeza imágenes de nuestros viajes y nuestros paseos por ciudades y lugares ajenos, de nuestras mañanas de los sábados, de las siestas, larguísimas, que acostumbro a echar, de mis libros, de esta casa de la que nunca nos apetece salir, de toda la música y el cine y los libros por descubrir todavía, de lo que algún día escribiré, y tantas cosas, y volveré a titubear, y me quedaré indeciso, temeroso de responder “no sé” por miedo a que tu siguiente pregunta sea: “¿por qué?”.  Y no diré nada mientras me pongo cada vez más nervioso bajo tu mirada atenta, inquisitiva, sincera e inocentemente curiosa de saber qué se esconde debajo de esta hierática mirada mía, de mis silencios que te lastiman tanto. Me falta la soltura de escabullirme devolviéndote la pregunta o elaborando una compleja reflexión acerca de qué es lo que pasa por la cabeza de una persona que, de pronto, sin venir a cuento, arroja una pregunta como esa en el agua tranquila de un ánimo distraído.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

El temor

El temor
de vernos reflejados en esa cara de zangolotino
que nos mira desde el espejo del baño.
El temor
de que esa calva sea la nuestra,
esa nariz desproporcionada,
ese balón ahuevado en el vientre,
más obsceno por feo que el fláccido,
minúsculo pene,
y las asimétricas bolsas escrotales, sean las nuestras.
Ese temor,
que se desvanece
en cuanto nos duchamos y nos tomamos el café,
ya vestidos,
y comprobamos que no,
que seguimos teniendo el rostro equilibrado y resplandeciente,
el vientre contenido y armonioso,
el pene alerta, siempre dispuesto a saltar
y los testículos fabricando esperma sano y fuerte
en cantidad suficiente
para poblar
cien veces
la Tierra. 

martes, 8 de diciembre de 2015

Visita al CAAM


Detalle de una las pinturas de Abraham Lacalle

Estuve en el CAAM mirando las cositas de Juliao Sarmento, Abraham Lacalle y Santiago Ydañez.
Por decirlo de alguna manera, «no me gustó» los de Juliao, en cambio lo de Abraham y Santiago era «aceptable». Nada de eso que he subrayado significa nada. No sé muy bien qué quiero decir cuando digo «no me gustó», salvo que no me despertó ningún interés en volver a ver sus obras. No sé qué quiero decir con lo de «aceptable», salvo que percibí que había un trabajo de artesanía, los tíos pintan, concretamente. Me gustaron las pinturas de guerra de Abraham, esas impresiones de un paisaje, no bélico, sino sometido a la catástrofe de una guerra; edificios destrozados por balas y bombas, pintados en tonos grises, muy esquemáticos pero que causan la impresión debida. Luego tiene otros paisajes más coloridos, que me parecen muy saturados, aunque también logran la impresión de paisaje en guerra. Ahora que miro el título de esta exposición, Pintura Bélica, apunta a que es una pintura guerrera y no una pintura de la guerra, que es como lo he interpretado yo. Los grandes formatos ayudan mucho a causar impresión, yo diría que facilitan, así que hay que desconfiar del pintor de gran formato que puede utilizarlo como recurso fácil. Tiene Abraham un cuadro que recuerda a Russeau el llamado aduanero.
Apenas recuerdo lo de Santiago Ydáñez, salvo el gran perrazo que pintó en la pared de una de las salas y que está de nuevo, y exactamente, reproducido en la parte interior de la tapa de una caja que contiene menaje de cocina, concretamente cuchillos. Toda esta sala contiene cosas parecidas, cajas con cubiertos, con aspecto de muy antiguos, a los que se les ha decorado la parte interior de la caja con paisajes y o figuras. Ahora recuerdo que tuve una extraña sensación con Santiago, una sensación inquietante, por ejemplo con esas hoces, cuchillos, guadañas, decorados con ¿ojos?, o miradas. El tio tenía una vertiente discretamente amable pero otra vertiente siniestra. Los cuadros de esta sala de las cajas resultan vagamente incómodos, creo que algunos representan animales descuartizados, cuchillos hiriendo carne,... en fin, inquietante.
De Juliäo Sarmento no sé qué decir. El tío me «hablaba» y yo no era capaz de descubrir un lenguaje en los «sonidos» que emitía. Hay un par de vídeos que son agradables de ver solo porque hay chicas preciosas paseándose por ellos. En uno es como estar espiando a las vecinas del chalet de enfrente que disfrutan de su piscina. En otro, después de una larga sesión de piernas –pensé, esta tía tiene metidas unas bolas chinas y el movimiento de esas piernas es una forma refinada de revolver las bolas allí dentro (dicho sin saber realmente qué son las «bolas chinas» ni si tienen una función orgásmica). Después se levanta y camina hacia un despacho, donde, ahora sí, le vemos la cara, pues nos cuenta una historia a medida que va situando los personajes «muñequitos» en fila sobre la mesa.  También recuerdo otra chica en una playa, creo que en el mismo vídeo. Y en otro una muchacha que viste y se desviste pero proyectando las imágenes hacia atrás. Lo que es propiamente la obra pictórica-collage-etc., no tengo ni idea de cómo interpretarla. Y luego hay un par de bustos, de mujer, por supuesto, en cera, ahí en pie,una medio descabezada, y la otra con una bolsa negra sobre la cabeza. La medio descabezada me llamó la atención, se hundía los dedos en el pecho como para querer alcanzar su corazón.
Como era domingo y había feria de artesanía, fuera, en la calle, cantaba una trouppe folclórica.(y repetía mucho trouppe porque le hacia gracia aunque no sabía qué significaba)

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Esa actitud

Carece de interés, en sí, lo que hace otro. Bastaría con dejarle hacer. Él, empero, no nos deja hacer; siempre nos vemos envueltos en los asuntos de los demás. Se nos obliga a una solidaridad que en realidad no existe. Pues no hay una auténtica solidaridad; solo compasión. Pero en vez de permitirnos dar, se nos despoja. Los pobres, por no ser ricos, nos obligan a pagar por ellos; si el Estado tiene malos empleados, nosotros tenemos que expiarlos y porque una mujer ha sido engañada, nos engaña luego a nosotros. Siempre tenemos que cargar con nuestros prójimos; cuelgan de nosotros como un fardo; nos imponen su vacuidad; nos cubren con una capa de su ser, que no es ninguno. Ya hace tiempo que no somos nosotros y llegará el día en que nos convertirán en lo que son ellos, en que nosotros seremos igual que los demás.


Es un texto de un personaje de una novela de Alexander Lernet-Holenia, El conde de Saint Germain. Al principio el texto me pareció muy elitista, luego me pareció imbécil y al final me pareció irónico. La ironía viene al final cuando reconoce que todos somos iguales intentando despegarnos de la masa que son los otros, distinguirnos de ella, de la cual en realidad no somos distinguibles porque la misma molestia que son los otros para nosotros lo somos nosotros para algún otro. Y precisamente es esa actitud de clasismo, de tratar de distinguirnos de "la gente", la que lleva a que todos al final nos comportemos como esa gente que tanto despreciamos, porque cada uno creemos no ser ese y estar solos luchando contra la estulticia de la masa. Porque la actitud siempre termina, por algún tipo de prerrogativa que te da el hecho de ser víctima de la estupidez de los demás, en que uno se vuelve peor de lo que es, incluso siendo consciente de que ese comportamiento es reprobable. Esto también lo describe este autor en otra frase: La gente cree poder disculparse de todo lo malo que hace por el hecho de haber fracasado en sus buenos intentos.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Pararse a pensar

Día siguiente al día anterior. Todo sigue igual salvo que es otro día. Me gustaría pensar que toda esta convulsión es síntoma de un gran cambio. Pero quién puede pensar en el cielo mientras lo está masticando el dragón. Y tampoco se percibe una tendencia – aunque siendo percepción, depende de los sentidos, que, en este caso, son los medios de difusión de la información, condicionados, no por la necesidad de esclarecer la verdad, sino la de servir a intereses dispares y contradictorios, el primero y más banal el de vender la noticia, para lo cual utilizan el recurso más bajo, el miedo. Francia, más preocupada por la apariencia que por descubrir las verdaderas causas de tanta ansia de sangre en ciudadanos que han estado compartiendo las presuntas ansiadas mieles del modo de vida occidental, convocando a la Guerra Santa contra el Islam, radical, por supuesto; Turquía y Rusia enzarzados en no sé qué rencillas de matones de barrio, como si importaran poco las miríadas de refugiados y la propuesta de reseteo histórico de los místicos idiócratas; Estados Unidos, por primera vez en su historia, haciéndose el loco en lo que respecta a Oriente Medio, lavándose las manos con discreción de las consecuencias, no cabe duda de esto, que sus acciones del pasado han provocado. Y los místicos idiócratas aprovechándose de toda esta confusión que han tenido tanto éxito en provocar y reclutando cada vez más voluntarios para el terror, hombres y mujeres que nadie se pregunta por qué acumulan tanta rabia dentro. (Bueno, son seres humanos, ¿no?, ¿qué otra cosa se podía esperar?)
El gran cambio ha de sobrevenir, pero de dónde, cómo. Creo que todos pensamos que viene ya llegando el momento de pararse a pensar un poco, de dejar de actuar a la desesperada, con fines meramente puntuales y propagandísticos, con estrategias a corto plazo previstas solo para atacar los síntomas y tratar de mantener las cosas como están, es decir, dejando el campo libre y en paz para la especulación internacional del puro dinero, para seguir esquilmando a los países con recursos, mientras se habla de que los países progresistas son los que se dedican puramente al sector servicios, mientras se acentúa la polarización de las sociedades donde una parte de la población acabará siendo puramente consumidora y otra parte de la población terminará siendo puramente trabajadora (con sueldos infames que les impiden ser consumidores) y aún así emperrarse en mantener un sistema de producción consumista y hablar constantemente de crecimiento.
Parar todo esto de una vez y ponerse a pensar. Parece tan sencillo. 

domingo, 22 de noviembre de 2015

Crezco aunque sea absurdo

Creo aunque sea absurdo no debe ser interpretado, como hacen los estúpidos racionalistas, como una aceptación sumisa de los postulados impuestos por una jerarquía. Creo aunque sea absurdo viene de un imperativo mágico que dice que querer es poder. 
Creo aunque sea absurdo significa quiero aunque sea absurdo. Y aunque sea absurdo voy a hacer todo lo posible por conseguirlo aunque me vaya en ello la vida. Porque conseguirlo no es lo importante, lo importante es cómo le he dado sentido a mi vida,
En realidad los magistas creen que la voluntad mueve montañas. Por eso lo de creo aunque sea absurdo
Querer es poder pero querer no es simplemente desear, es creer que se puede. Cuando se quiere de verdad, toda la voluntad debe estar puesta en el deseo. Si toda tu energía se acumula en tu voluntad, en una única dirección, nada puede oponérsete. 
Si andas interponiéndole cortapisas lógicas o "de sentido común", un sentido imbécil que cada uno cree que tiene por separado y que es distinto al del otro, porque el otro es un imbécil, evidentemente no vas a poder. Querer es creer que se puede, con todas las consecuencias.

lunes, 16 de noviembre de 2015

El asunto del collar

A veces da risa eso de  Si no conocemos la Historia, estamos condenados a repetirla.

He aquí una historia que no conocía. En la Wikipedia la llaman EL ASUNTO DEL COLLAR.

Había una tal Jeanne Valois de la Motte, de familia aristocrática en decadencia. Tal decadencia que su padre, nada menos que un Valois, descendientes de reyes de Francia (otra vez según la Wikipedia), no tenía otro medio de subsistencia que la caza furtiva. Pues, la chica, para contribuir a la economía familiar, pedía por los caminos.
Tuvo suerte y la recogió la marquesa de Boulainvilliers, escandalizada de que una aristócrata anduviera por los caminos mendigando, qué iba a pensar el pueblo si esto se divulgaba. Así que la envió a un colegio con el objeto de que la chica terminara siendo monja, única salida decente en sus condiciones económicas.
Pero la chica tenía aspiraciones y en cuanto pudo se fugó del convento. Después de vagar por ahí terminó casándose con un militar, don Nicolás de la Motte. Los militares tienen prestigio, pero no dinero y la chica ansiaba mucho de ambas cosas. Recurrió a su antigua protectora, doña marquesa de Boulainvilliers y allí conoció al tontorrón de esta historia, el cardenal de Rohan.
El cardenal era un tipo muy rico, y la muchacha no debía carecer de dotes porque empezó una fulgurante carrera que los llevó a ella y a su marido, primero, a obtener, para el militar, un puesto de capitán en la guardia real, más tarde, un título para ambos, condes de Valois de la Motte y, durante el trayecto, todo el dinero que le podían sacar al bueno del cardenal.
Sus aspiraciones aún están más arriba, e intenta relacionarse con la corte, e incluso con la propia reina, a la sazón, María Antonieta. No llega tan alto, pero permite que todos a su alrededor hagan las más inciertas suposiciones, y ella se aprovechaba de ese falso prestigio pidiendo prestado y delegando el pago de las deudas, o bien al vacío, o bien al cardenal.
Todavía no ha empezado la historia. Resulta que el cardenal tenía una debilidad, también aspiraba a estar en lo más alto. Pero alguna tirria le tenía la reina María Antonieta, que impedía al cardenal aproximarse a ella. Una rencilla familiar o una simple antipatía de la reina por este hombre, a pesar de que tenía cargos eclesiales muy próximos a la corte real. Necesitaba congraciarse con la reina y reveló sus preocupaciones a Jeanne, esperando que esta, con la gran intimidad que tenía con ella, pudiera ayudarle como él la había ayudado. Naturalmente Jeanne no conocía ni por el forro a su majestad, pero ayudó en todo lo posible al cardenal, lo que este recompensaba generosamente. Cuando se ponía muy pesado exigiéndole que le concertara una cita con la su majestad, Jeanne se las arreglaba como podía, hasta el punto de que en cierta ocasión contrató a una prostituta muy parecida a María Antonieta y concertó una fugaz cita entre ésta y el cardenal, tras la cual quedó muy satisfecho. De este suceso obtuvo un sustancioso beneficio, digamos solo números porque las monedas cambian, 50000, que al parecer era para ponerse muy contentos.
Esto solo fue el principio. Ocurrió que unos joyeros disponían de un costosísimo collar que el padre del rey había encargado para una amante, y que, desgraciadamente, no habían podido entregar antes de que el buen rijoso rey la palmara. Cuando intentaron colarle la joya a su hijo por medio de la mujer, estos la rechazaron por la enormidad de su precio, estamos hablando de un millón setecientas mil, y esto, después de haberla rebajado considerablemente. Previamente ya habían intentado venderlo a otras cortes sin éxito, entre ellas a Carlos III en España, por dos millones.
Nuestra buena Jeanne llegó a ver el collar y quedó prendada, así que decidió que su buen cardenal tenía que hacer un último esfuerzo. Ideó un plan según el cual ella hacía de intermediaria de la reina, que tenía intención de comprarlo, pero a escondidas del marido, para lo cual necesitaba un avalista que hiciera de mediador. El elegido, por supuesto, era el Limosnero, cardenal de Rohan -limosnero es, por lo visto, el que maneja los dineros y teniendo en cuenta que hablamos de limosnero asociado a la corona, ese dinero era mucho, no por casualidad el cardenal era considerado fabulosamente rico. La idea era que el cardenal comprara la joya y la reina le iría pagando cantidades periódicas hasta saldar la deuda.  Así se hizo, y Jeanne recogió el collar para entregárselo a la reina. Ella y su marido separaron las cuentas, que eran diamantes, del collar y trataron de venderlas en París, pero nadie se atrevía a comprar sin preguntar, así que tuvieron que trasladarse a Inglaterra, donde al parecer eran más profesionales.
El tiempo pasó y llegó el día del primer pago. Los joyeros, llegado el momento, fueron directamente y le llevaron el primer recibo a la reina. (Rohan no había pagado directamente sino que se postulaba como avalista en caso necesario, esto no lo supo Jeanne). Cuando la reina leyó el recibo insistió en que ella no debía aquel dinero porque no tenía aquel collar. Y al fin se destapó todo, cuando salió a la luz el nombre del avalista, el del cardenal. Como decimos, la reina le tenía tirria así que lo mandó prender, también a Jeanne, mientras que su marido andaba por Londres, presuntamente vendiendo el género. Junto con el cardenal también detuvieron a un tal Cagliostro, otro estafador de alto copete que también estaba parasitando al de Rohan.
No crean que les fue mal. Se montó un escándalo nacional y hasta internacional. Dentro de la propia corte había división porque, al fin, el cardenal y Jeanne eran aristócratas y la reina se había atrevido a acusarle directamente de un delito tan bajo como estafa. La reina no estaba bien vista dentro de los círculos de la aristocracia, que vio este asunto idóneo para desacreditarla. Exigieron que el juicio del cardenal y sus cómplices fuera realizado por el parlamento de París, detentado por aristócratas, en contra de hacerle un llamado Juicio del Rey donde éste tenía mayor influencia.  Y, como no podía ser de otra manera, el cardenal sale libre. A la condesa y a su marido los condenan, pero, pásmese quien quiera, consigue escapar de la cárcel y huir a Inglaterra en donde termina por morir presuntamente tirándose por una ventana mientras huía de unos acreedores.


Después de leer esta historia no puede menos que venirme a la cabeza cierto yerno del rey con su empresa de asesoría, que no se sabe muy bien qué asesoraba, pero que ingresaba por ello cantidades muy interesantes. También, a menor escala económica pero a la misma escala de interés, me vienen a la cabeza los éxitos sociales de un muchachito que sin duda ya está en la Wikipedia a la altura de nuestra Jeanne, nuestro Pequeño Nicolás. También tenemos, descendiendo escalones desde la aristocracia hasta la burguesía, los tejemanejes de cierto Bigotes en la órbita del PP o Juan Guerra en el PSOE. Y yo me pregunto de qué nos ha servido conocer la Historia si  no es para echarnos unas risas al comprobar que doscientos y pico de años y una revolución brutal, alguna que otra guerra y nuevos sistemas de gobierno, no han cambiado nada.


Decir que la importancia de este episodio no fue poca para revelar a las gentes el descaro de sus gobernantes, que mientras ellos pasaban hambre, en aquellas alturas se jugaba con joyas de precios inimaginables para cualquier ciudadano de a pie. Todo esto ocurrió en torno a 1784 - 1785  y muy poco después se les llenaría el gorro. Después de conocer los millones en Suiza de Bárcenas, y los millones en Andorra de los Pujol, nosotros no solo no les cortamos la cabeza sino que los votamos para que puedan acogerse al estatus intocable de diputado, y puedan elegir jueces que los juzguen.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Las dos espadas

Ya habían cenado y andaban paseando por el huerto para bajar la comida. Jesús estaba ensimismado, pensando en sus cosas mientras los muchachos charlaban entre ellos. Comentaban el súbito abandono de Judas, tal vez ofendido porque Jesús le había dado un cacho de pan pequeñito y mojado. Al fondo estaba Lucas, apartado, escribiendo todo lo que observaba.
De pronto Jesús se detiene. Algunos, distraídos, se tropezaron con los de delante. Sin mirarlos, Jesús habló.
–Recordáis cuando os envié por los caminos sin bolsa, ahí a la buena de Dios.
–Sí, maestro.
–¿Y qué tal fue, os faltó de algo?
–De nada, maestro. Cuando teníamos hambre, nos daban de comer. Cuando teníamos sed, nos daban de beber. Cuando teníamos deseo, nos dejaban yacer con las mujeres.
–¿Ah, sí?, a mí no me ocurrió esa parte.
–Tonto que eres. No tenías más que sugerirlo y te daban a elegir.
–Pues yo tampoco lo pensé, y eso que a veces estaba como una moto y tenía que parar detrás de unas peñicas para aliviarme.
–Ahora voy a ser yo el único listo de esta cofradía.
–Bueno. Yo confienso que … pero solo una vez. Era tan deliciosa y me miraba con aquellos ojitos.
–Anda el Pedro. Y parecía bobo.
–Bueno, bueno –interrumpió Jesús–. Lo que os quiero decir es que esos tiempos se han acabado. A partir de ahora, será mejor que llevéis bolsa, y alforja si tenéis. Es más, quien no tenga una espada, que venda su manto y compre una. Porque, en verdad, en verdad, os digo, se han de cumplir las escrituras donde dice, Y LO TRATARÁN COMO A UN DELINCUENTE.
–Pero, ¿está hablando en serio?, en mi vida he tenido una espada, no sé ni por donde se coge. Yo soy pescador.
–Y yo, pero tengo una, que le robó mi padre a un romano que estaba cagando.
–Tu padre era mucho. Hasta cuando lo colgaron en la cruz parecía que se estaba riendo en lugar de gritar.
–Sí, un gran hombre.
–Yo también tengo una. Pero prácticamente no la he usado nunca.
–Coño, Pedro, tú eres una cajita de sorpresas.
–Maestro, que ya tenemos dos espadas, que cuando quieras nos explicas para qué las vamos a utilizar.
–¡Basta!
Jesús se aleja, siempre con ese aire ausente, por la oscuridad entre los olivos murmurando: "Señor, Señor, dame paciencia".
Pedro se fue detrás de Jesús, preocupado por aquellas enigmáticas palabras.
–Maestro, maestro.
Jesús estaba agachado detrás de unos matorrales. Dio unos suspiros y contestó con cierto fastidio.
–Qué pasa ahora, Pedro. ¿No puedo tener un momento de intimidad para obrar?
–Disculpa, maestro, que interrumpa tu oración. Solo quería decirte que si hay que pelear yo voy a ser el primero. Estaré a tu lado pase lo que pase. No soy muy bueno con la espada, y tampoco es que sea un valiente, tú lo sabes, pero, si hay que morir voy a ser el primero.
–No me jodas, Pedro. Que yo conozco tus dudas y tus debilidades. Que sé qué pasó con la chiquita esa. Y que la espada te la compraste por miedo a los ladrones y no sé qué te da mas miedo, si los ladrones o tener una espada en casa y que la descubran los romanos. Entre tú y yo Pedro, eres un cobardica. Antes de que cante el gallo ya me habrás negado tres veces.
–Jamás, maestro.
–Tres veces, Pedro, ni una ni dos, sino tres. Y para que te acuerdes, el gallo cantará inmediatamente después. Toma, coge este gallo y llévalo debajo del brazo hasta mañana. No lo sueltes. Y ahora déjame terminar.
Y en efecto, un gallo salió desde detrás de los matorrales, ante el asombro de Pedro, que, un poco temeroso porque nunca se había acostumbrado a las cosas de aquel hombre, lo persiguió un rato hasta que logró atraparlo. Regresó a donde estaban los muchachos que se burlaron de él porque no habían acabado de comer y ya volvía a tener hambre, aquel tontorrón de Pedro.
Como Jesús tardaba y estaban empanchados con la cena y el vino, se fueron acurrucando en el suelo y se durmieron. Cuando llegó Jesús, roncaban como benditos.
Ya se me han vuelto a dormir estos cabrones.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

La rosa y el bacalao

no es mi culpa cuñao
si las musas me sorprenden
e' que las tipas comprenden
que en verdá soy un poeta
y que a falta 'e un puña'e tetas
tengo de verso' un puñao
(Riforfo Fierro)


No tienen nada que ver
la rosa y el bacalao
que no te quede a mi la'o
es fácil de comprender

yo soy bacalao, no rosa
pesca'o rico 'e comer
las rosas solo dan pa' ver
y no sirven pa' otra cosa

si eres rosa y solo rosa
y yo solo bacalao
si no tengo buen cuida'o
me quedo sin ti, preciosa

así que a ver cómo lo hago
para ser un poco rosa
y sé que es difícil cosa
que una rosa sea pesca'o
que te vuelvas bacalao
lo veo más propio de un mago



martes, 10 de noviembre de 2015

Subiendo bajando o bajando subiendo

Toda pérdida es una oportunidad, si uno consigue sobreponerse o, mejor, asumirlo así desde el principio. Entonces se vuelve creativa la pérdida. Pero lo que tenemos muy asumidas son las ideas pudridoras del sistema: fracaso, cobardía, pereza, salvación, competitividad o excelencia, mediocridad, ideas generadoras de culpa, de infravaloración, desmerecimiento. Ideas que propician la auto segregación, que potencian el sentimiento de clase, la diferenciación social. Ideas pudridoras porque el sistema nos obliga a comportarnos como los que construyen el sistema a su medida para favorecer sus ansias depredadoras y obviamente no todos queremos estar a esa altura, y por lo tanto merecemos lo que nos pase.
Es natural disponer una actitud combativa cuando te atacan pero el sistema que hemos creado o dejado crear es un sistema en permanente alarma −competitividad, crecimiento− que tiene como regla el todos contra todos. Adelantarse a las intenciones del otro atacando primero es considerado astucia, derrotar al otro es meritorio, aprovecharse del débil, un derecho −si son tontos, que se aguanten, se lo merecen−. Y cualquiera que se salga de esta línea de pensamiento es un utopista inmaduro sin perspectivas de futuro. Porque solo hay un futuro razonable que es la continuación de este presente.
Por eso hay que mirar con buenos ojos a cualquiera que  trate de romper este circulo vicioso, absurdo, de consecuencias inevitablemente terribles −todos, muchos, al menos, lo pensamos a menudo mientras seguimos haciendo lo mismo, avanzando en el círculo−. Ir a peor es lo peor que puede pasar y eso sería lo bueno porque identificaríamos claramente el mal y todos acabaríamos empujando en la misma dirección para recuperarnos de él.
Ahora lo que persiste es una inercia controlada por unos poquitos a los que favorece. Nihilistas incapaces de pensar en generaciones, en futuro, ni siquiera en grupos humanos. Solo los une un interés circunstancial, y, si pudieran, se despedazarían entre ellos para quedarse con lo del otro −por eso son cada vez menos los más ricos del mundo, y son cada vez más ricos (según Oxfam intermon
en 2014 las ochenta personas más ricas acumulan tanto como los 3500 millones más pobres; en otro lado, no confirmado, he leído que en dos mil diez ese número ascendía a 388)
No puedo pensar en el problema de Cataluña como algo circunstancial, político, local. Veo una iniciativa desesperada por salirse de ese círculo, empañada por todos los matices que se quieran, intentos de eludir la justicia por tramas corruptas, mezcla anómala de partidos claramente inmovilistas con partidos confusamente utopistas, borreguismo social berreando consignas nacionalistas −mientras aquellos que los lideran mueven cantidades ingentes de dinero entre bancos internacionales−, todo lo que se quiera, incluso que haya sinceridad en el sentimiento nacionalista −una clase de fe como otra cualquiera, nacionalista, religiosa, científica, o la fe en el dinero que es la única que ha movido, verdaderamente, montañas.... de dinero−, pero por encima de todo eso hay un movimiento tendente a salirse del círculo vicioso en el que andamos metidos desde hace muchos años que es como una de esas escaleras de Escher que parece que suben bajando o bajan subiendo. Esta gente, por fin alguien se atreve, ha decidido saltar por la barandilla y huir de ese alocado edificio. ¡Bien por ellos! Esperemos que no se maten en la caída, que no nos maten a nosotros o que  los nuestros no se empeñen en matarlos a ellos (¿se habrán acabado ya por fin los tiempos de las guerras a este lado de Europa?) Esperemos que haya algo más que este edificio de locos en el que vivimos.

martes, 3 de noviembre de 2015

más sobre el olvido

El pasado pesa, y, a veces, pisa el presente, aplastándolo y restando futuro.  Por eso conviene dejar olvidar, que olvidamos que el olvido viene solo, si nada se le opone. ¿Y por qué nos oponemos al olvido? Porque creemos conservar en la memoria lo que somos o creemos ser. Pero lo que somos no está en la memoria, al menos en esa memoria emocional que es la que muchas veces queremos conservar. Lo que somos está en nuestro comportamiento de cada día, en nuestras reacciones y decisiones, en nuestros cambios también (has cambiado, decimos como un reproche, como diciendo sigues vivo después de mí). A menudo lo que queremos conservar es la memoria que creemos que tienen los otros de nosotros, olvidando, conscientemente, que los otros nos han olvidado. 

martes, 27 de octubre de 2015

Lo que quiero decir

Creo que lo que sigue está "inspirado" en Sol de Mario Satz y en Palinuro de México de Fernando del Paso. Respecto al contenido, son un montón de insensateces producto del propósito de escribir sin lógica y sin sentido, lo que resulta extremadamente difícil cuando uno tiene una mente tan sumisa.


Avanza en derredor como los caníbales, como las escolopendras y las palabras en balaustres serios, no los que desbocan su desdentada camisa liviana y sucia. Pero, y ya van tres,  no me preocupan los muertos que son como rebaños de leche en praderas lúbricas, úbricas, cómicas y, por supuesto, kármicas, no vaya a ser que. Pero no me siento un igual desnudo a todos, renuncio casi siempre a la esfera bonita de una transformación, trascendental aleteo por la fama como mariposa encantada, y duermo en los rododendros florecidos como mi padre, que acostumbraba a perfumarse el culo cada día después del afeitado. Viejo pellejo ladino y astuto, escondió su forma bajo la forma del ayer y no quiso revelarnos sus secretos, por eso murió como murió, encogido y arrepentido, con miedo al qué será y la desilusión de lo que había sido. Pero no hablemos de ti, sino de nosotros y de la bomba que nos espera fuera del plato cuando consigamos alcanzar el, llamado así, goce supremo, que nosotros, salvajemente, decíamos goce supino, pensando en nuestras noches y nuestros días, nuestros y de nadie más. De nadie y de todos eras tú, pero no mía ni de mí, para qué vamos a engañarnos con medias mentiras. Yo no supe jamás y así me ha ido, mejor y peor, según el tramo, pero en general, nada y todo lo demás. Ya ves que no me quejo, es decir, sí, pero sin creérmelo y consciente de que al final no importa, que podría haber sido peor tanto como mejor y, de todas maneras, tampoco lo hubiera sabido. No me hubiera dado cuenta, ya ves, pero no importa, porque todo fue en vano, en el vano del precipicio sobre el que permanecíamos colgados todo el tiempo mientras las cosas sucedían a nuestro alrededor y no queríamos verlas, como si fuéramos inmortales o supiéramos que íbamos a morir exactamente mañana u otro día. En el fondo, quién sabe lo que hubiera podido haber sido; yo, al menos no lo sé. Yo, al menos, no sé nada de nada y sin embargo.
Es verdad, lo echo todo de menos, y el montón de menos se va acumulando hasta desbordar por encima de los límites que nadie ha establecido todavía y sigue creciendo. Algún día me moriré, lo sé. Me gustaría comprender al menos eso. Comprenderlo y abarcarlo con una sola mirada como hacías tú. Me atrevo a hablar de ti después de todo, no contigo. Pero no creas que es miedo, o créelo si te apetece y será verdad. Hace casi cuatro años ya, y aún no he encontrado el lugar, pero, te aseguro, he seguido buscando, no me he quedado quieto, aunque siga aquí. Aquí sigo, y aún espero pero no sé si es cierto, ninguna de las ocasiones que espero se ha presentado y me he cansado de esperarlas, así que ya no espero. Yo no sé por qué estoy explicando esto ni a quién, pero sí que lo sé, y tú, que no lo leerás nunca, lo sabes, aunque no mires dentro. Un dentro que siempre dudo que lo haya. Puertas que no existían se cerraron sobre mi mirada ansiosa y desaparecieron en los muros, cuando volví a mirar ya no había ni muro siquiera, y yo ya no estaba allí. No había nadie, como siempre había sido. He vuelto, y he escarbado en el sitio que convinimos, pero no encontré la señal. No quise interpretarlo entonces porque estaba demasiado cansado, pero no volví, no busqué más allá o más acá por si te hubieras equivocado. Y no dejé nunca de buscar, ya lo he dicho, no dejé nunca de esperar, también lo he dicho, y no he dejado nunca, maldita sea mi alma, de pensar en todo y en por qué, y en cuándo, olvidando que todo el tiempo estaba aquí. Y que ya lo sabía, pero me negaba, tres y cinco y mil veces me he negado y siempre el sacrificio tuvo lugar, pero cada vez dolía menos. Tal vez esa es una forma del olvido, en el que yo nunca he creído, hasta hoy. Y me vuelven los días de mi padre y me pregunto si no habré cometido los mismos errores, genética familiar, y cuáles errores pueden haber sido. Que es lo malo de los errores, que uno nunca aprende dónde exactamente estuvo el error y siempre se equivoca y vuelve a no elegir bien. Porque estamos equivocados al creer que teníamos razón en lo que creíamos tener razón. Y sin embargo aún queda futuro. Aunque ya no lo esperemos, incluso aunque prefiramos la alternativa; mentira, nunca creemos de verdad en eso, pero jugamos a que sí, porque, al final, todo es llenar el inmenso hueco que no se llena nunca, como ahora yo intento llenar esta página con estas insensateces que sé que no vas a leer. Y que empecé solo porque sí y que han acabado en esto, ya ves, una serena declaración de intenciones absurdas que no pienso cumplir, ni sostener en la próxima carta que te envíe, que ya estoy escribiendo y donde te hablo de mis última aficiones, del precio del pan y de ese pobre tipo que me pide monedas para desayunar y que le ha dado por llamarme cariño y ponerme ojitos.

lunes, 19 de octubre de 2015

El miedo necesario

Hemos olvidado que somos gente. Que somos semejantes, que somos imprescindibles los unos para los otros. Lo hemos olvidado y ahora creemos lo contrario, que la Humanidad es despreciable, menos nosotros y unos poquitos más. Y los demás, solo instrumentos o estorbos para nuestras pretensiones. ¿Y cuales son nuestras pretensiones?, asegurar lo que ya tenemos y conseguir aún más, dinero casi siempre. Y con dinero quiero decir cosas: coches, casas, móviles, ordenadores, sexo, notoriedad y reconocimiento, amigos, familia, que nos consideren necesarios. Nos hemos olvidado de nosotros, de que somos gente. No nos ocupamos de eso, de nosotros, salvo cuando nos duele; si le duele al otro y se para, que deje paso, algo habrá hecho mal.
Admiro a la gente que lucha, que cree en los otros, que ve y se compadece de los otros y los ayuda, los acompaña y lucha por ellos, aunque a veces ni aquellos mismos luchen a su lado. Los admiro y no les comprendo. Y querría comprenderlos, estar dispuesto a abandonar esta única comprensión, justificación, de mí mismo. Si no fuera porque también yo he dejado de ver a la gente, de mirarles a los ojos y ver a un semejante que comparte conmigo la incomprensión de todo este absurdo. Si no fuera porque también yo les temo, y les odio, a veces, y les compadezco, pero a distancia, con miedo. Con miedo a que su sufrimiento mayor se abata sobre mí.
Celebrad este miedo, poderosos del mundo, temedlo si desaparece, ¡ay de vosotros si desaparece!

martes, 13 de octubre de 2015

El misterio de las piedras imán



Toda la vida hemos conocido la extraordinaria facultad de estas piedras o metales o lo que sean –por óxido de hierro dicen que están compuestas–. Atraen a los metales –una clase de metales, los que llaman ferromagnéticos– y a otros imanes. Con sus semejantes tienen un comportamiento peculiar. Resulta que todo imán tiene dos «hemisferios», llamémosles así, de modo que si dos imanes enfrentan el mismo hemisferio, se repelen, pero si enfrentan distintos hemisferios entonces se atraen. Técnicamente a esos hemisferios los llaman polos. Y más curioso aún es que si tomamos un imán y lo dividimos exactamente por la mitad, pretendiendo separar los hemisferios, cada una de esas partes vuelve a comportarse como un imán completo, es decir, que cada una volverá a tener dos hemisferios o polos y se atraerán o repelerán según la regla descrita arriba.  Esto viene a decir que la piedra en sí tiene características homogéneas, no hay una composición diferente en cada hemisferio,   el comportamiento del imán no está inscrito en sus características morfológicas sino que es algo más espiritual. (En esoterismo habría que hablar de alma que está más ligada al cuerpo físico como lo está esta característica del comportamiento del imán, mientras que espíritu ya sería algo más trascendental; no sé si los imanes tienen espíritu, pero alma tienen si convenimos en que alma sería ese comportamiento)
La Tierra misma es un imán. En este caso no es exactamente un imán natural, quiero decir que al parecer el efecto imán se produce debido a una cuestión mecánica, derivada de un frotamiento de diferentes capas con diversa densidad que provoca una carga eléctrica que acaba creando un campo magnético. Si nombramos polo sur a uno de sus polos y polo norte a otro, al tomar un imán, una aguja de una brújula, por ejemplo, el polo sur de la brújula apuntará al polo norte de la Tierra y viceversa. Esto supongo que es un convenio, lo de llamar a uno sur y a otro norte o a uno positivo y a otro negativo. Si la Tierra no fuera magnética descubriríamos cuál es el polo positivo y el polo negativo de un imán solo cuando lo enfrentáramos a otro imán. ¿Cambia la polaridad de un imán? Al parecer un fuerte impacto puede apagar las magneticidad de un elemento imantado. En el caso de la Tierra se sabe que esa polaridad se va desplazando debido a la peculiar manera en que se forma, por eso el polo magnético está ligeramente separado del polo geográfico. Sería una desgracia que dejara de haber campo magnético en la Tierra, porque entonces entrarían en nuestra atmósfera un fleje de partículas provenientes del sol que no nos sentarían nada bien, ni a nosotros ni al resto de bichos vivientes.  También es posible crear imanes artificiales, todos lo hemos hecho con una aguja, frotándola contra un imán. Luego, ya en el siglo diecinueve, se descubrió que había una relación entre el flujo de corriente y la imantación, y así se pudo crear imanes temporales, gobernando su imantación a voluntad –las grúas estas de los almacenes de chatarras, que se ven en las películas americanas utilizan esta funcionalidad–. Gracias al imán también y a esta posibilidad de gobernar la imantación de un trozo de metal funcionan los motores eléctricos.
Si nos metemos en las causas del magnetismo, dicen que puede tratarse, no sé si lo afirman enfáticamente, de que las partículas que conforman el material son en sí mismas pequeños imanes (ojo, las partículas a su vez tienen una carga eléctrica y se atraen y repelen conforme a su leyes, esta propiedad magnética sería otra cosa) y que, en estos materiales, las partículas están, ¡coño, qué casualidad!, orientadas todas o en su mayor parte de la misma manera en cuanto a su polaridad, sumando todos sus pequeños campos magnéticos para resultar el gran campo magnético de la piedra en su conjunto. ¿Y cómo es que ha ocurrido esto?, porque en la mayoría de los materiales no pasa,  al no estar todas las partículas con una misma orientación, unos micro campos magnéticos se anulan con otros dando un resultado cero o muy pequeñín. Por eso una piedra cualquiera no tiene propiedades magnéticas. No es casualidad que el imán natural esté formado por algo así como óxido de hierro; uno imagina que estas partículas son susceptibles de verse afectadas por el campo magnético de la Tierra, es decir, que ya están orientadas por esta fuerza que se les impone, si juntamos muchas de esas partículas, que empiezan a unirse unas a otras por la atracción magnética y que a media que van aumentando en número van incrementado su capacidad de atracción, pues se formarán unos grandes conglomerados que luego son prensados por las fuerzas geológicas y ya tenemos una piedra imán.
En el siglo diecinueve el asunto del magnetismo, esta propiedad espiritual del imán, gustaba mucho a los esotéricos, inventándose una ciencia que llamaban magnetismo, bajo la cual situaban, por ejemplo, el hipnotismo (el gran Mesmer). En verdad todo bicho viviente está formado también de partículas, las cuales también podrían verse afectadas por esto del campo magnético. Los científicos que estudian el comportamiento del cerebro, lo hacen poniendo en la cabeza unos detectores de minúsculas corrientes eléctricas, que, como ya hemos dicho, generan campos magnéticos. Es probable que haya un desorden de corrientes, de sentidos de esas corrientes, de manera que los posibles campos magnéticos que se generen se anulen unos con otros, pero, ¿sería posible que se ordenasen esos flujos de partículas –neurotransmisores cargados eléctricamente– hasta generar un campo magnético apreciable? Hombre, puei sé, tanto como que un mono (inmortal y con toda la eternidad por delante) escribiendo aleatoriamente en una máquina de escribir termine por redactar el Quijote; como posibilidad no queda descartada. O no.
Hablar del imán y no hablar de las fuerzas de la naturaleza es un olvido imperdonable. Parece que nuestros amiguitos los científicos dicen que en la naturaleza hay cuatro tipo de fuerzas por medio de las cuales interactúa todo lo existente: La fuerza Gravitacional, la fuerza Electromagnética, la fuerza Nuclear Fuerte y la fuerza Nuclear Débil. En fuerza Electromagnética incluyen tanto esa fuerza de atracción repulsión debida a las cargas de las partículas –recordar lo de los protones y los electrones– como a esta de que tratamos tan informalmente aquí. La fuerza Gravitacional es la derivada del hecho de tener masa las partículas, aunque a niveles microscópicos  no parece que sea muy relevante, y luego están otras fuerzas que hacen que el núcleo, a pesar de estar formado de cargas de un mismo signo, permanezca unido. La última, la Nuclear Débil, bueno, ahí les faltaba algo para que se cumpliera lo que tenía que cumplirse y como no lo veían claro van y dicen, esto va a ser porque...y se inventaron otra fuerza, aquí con partícula y todo, el neutrino, sin masa ni carga ni nada que soporte el nombre tan pequeñín que tiene. Pero esto, si eso, va a ser otra historia.
Esta imagen representa los estrechos límites de la ciencia (o de mi conocimiento sobre ella) También representaría a la alegoría Segismundo, en este caso Segismunda, que sería la ciencia, encerrada en su torre onírica.
 ¡Chica, la verdad está ahí fuera!

martes, 6 de octubre de 2015

Ganas de más

Abandonar todas las posesiones y seguir al profeta. ¿Para qué? Yo siento que la vida es un acto inútil, vivir no tiene ningún sentido, objetivo. Vivimos porque sí, y no es mejor, ni peor, estar muerto. ¿Por qué, entonces, perdura la vida? Por la misma razón que perduran las piedras, los planetas, los sistemas solares, las galaxias y todo lo demás. Porque se van complicando las cosas. Surgen fuerzas que atan las partículas unas a otras y esta unión de partículas genera nuevas fuerzas que a su vez las atan a otras uniones de partículas para formar sistemas, y así sucesivamente. Tal vez hubo otros intentos en los que no surgieron determinadas fuerzas y todo se deshizo en un instante. Tal vez aún otros intentos duraron un poco más y luego terminaron. La vida no tiene muchos visos de durar, ¡es tan frágil!, pero aguanta. La fuerza que gobierna la vida es el instinto de supervivencia. Todo ser vivo tiende a seguir vivo y hará todo lo posible por mantenerse así. Si no fuera por esa inercia no existiría la vida. Y nada más. Pero una vez que estamos vivos todo sigue complicándose. Se forman comunidades, por afinidad de cualquier tipo, y aparecen colonias, tribus, familias, sociedades, ecosistemas. Toda sociedad tiende a permanecer unida, incluso sacrificando algunos de sus miembros, esta es la nueva ley. Y sigue complicándose. Las sociedades muy sofisticadas «liberan» a los individuos. Nuevo nivel: pensamiento, razón, imaginación.
Esto debe seguir creciendo. ¿Cuál será el siguiente nivel después de un sistema social? La materia no da para mucho, al menos no permite imaginar más que una continuidad más o menos elaborada de lo que ya hay, siempre constreñida a los límites de la materia, de la carne, del instinto. El instinto de supervivencia está en peligro a causa de la razón. Urge encontrar salida a esto o la vida, al menos en la Tierra, habrá sido solo una pesadilla. No, no la vida, la raza humana (y todos cuantos se lleve consigo en el proceso)... estaba extrapolando, como siempre vida=nosotros. En cualquier caso, urge una solución, una nueva vía, una revolución, o no lo contamos.
Pero me desvié. ¿Adónde quería llegar? A profundizar en la inutilidad de la vida. ¿Qué es lo que espero? ¿Trascendencia? ¿Y eso qué significa? Significa liberarse de los estrechos límites de la materia, de los estrechos límites de los instintos, de los estrechos límites de los sentidos, de los estrechos límites de la razón. ¿Es posible?, ¿cómo saberlo? Solo sabemos que damos vueltas y vueltas sin avanzar hacia ningún lado –teléfonos móviles, televisión, drones, y hasta genoma humano y cura de la viruela o la poliomielitis, vueltas y vueltas–, que ya no es suficiente follar, comer, dormir, viajar, leer, tener poder o éxito –aunque esas cosas, entregándote, anulándote en ellas puedan hacerte no pensar en nada más, ¿será esa la única respuesta?–. Y que uno esperaría que hubiera algo más, pero ¿qué?, ¿hacia dónde mirar?, ¿hacia adentro?(está tan vacío, tan repetido, tan cambiante), ¿hacia arriba? (esos dioses ridículos). ¿Es, tal vez, toda esta reflexión, uno de los problemas de la razón: la imaginación que te hace creer, soñar, esperar más?, ¿hacerte concebir que podría haber algo más que esto? ¿Es solo imaginación esta gana de más?

martes, 29 de septiembre de 2015

Otra de mis reflexiones bíblicas

Entre los milagros que realiza Jesús en Los Evangelios, los que más me llaman la atención son dos, que serían, para mí, los que tienen auténtico carácter de milagro y muy poco de taumaturgia. El primero es el de la resurrección de Lázaro al que ordenó salir de la tumba tres días después de que hubiera fallecido. Este, además, está subrayado por una frase genial que dice el futuro Cristo, que es algo así como: “Oh Dios, hazme este favor, pero no creas que lo hago para probarte, que no lo necesito, sino para que ellos crean que eres tú el que me manda”. Para mí esta expresión marca el carácter de auténtica fe que tiene el tío, confianza absoluta en lo que está haciendo. Hay otras prácticas de resurrección en las Escrituras, pero en circunstancias menos precisas que esta. Esta, naturalmente está remarcando los tres días que nuestro amigo va a permanecer muerto después que lo hayan crucificado, antes de salir por su propio pie de la tumba. Precisamente es este paralelismo el que le quita credibilidad como hecho sucedido en favor de relato simbólico sobre lo que está por sucederle al propio Jesús.
El otro milagrillo que me fascina es el de la recuperación de la vista de un ciego de nacimiento en la piscina de Siloé. La cursiva es, evidentemente, porque un ciego de nacimiento no puede recuperar la vista, todo lo más puede adquirirla. Pero uno se pregunta, ¿qué podía ver ese hombre al adquirir de pronto esta facultad si nunca había visto antes? Ignoro la fisiología del asunto, pero desde luego un ciego de nacimiento no tendrá las estructuras cerebrales dispuestas para procesar la información visual procedente de las retinas. Esa información empezaría a llegar de repente y el cerebro no sabría qué hacer con ella, cómo ordenarla en patrones de información que la mente del ex-ciego supiera integrar en el conjunto de información que estaba acostumbrado a procesar hasta el momento. En resumen quiero decir que el ciego no podía saber que estaba viendo, todo lo más empezaría a notar un montón de nuevas sensaciones que necesariamente tendrían que disfrazarse de patrones conocidos, tal vez de sonido, tal vez de sensaciones indefinibles, desconocidas que le provocarían inquietud, desasosiego, incomodidad, o gozo tal vez. Solo después de largos años de entrenamiento preguntando a otros sobre la naturaleza de lo que estaba percibiendo terminaría por aprender a identificar imágenes y a discriminar dentro de ellas objetos hasta llegar, alguna vez, a tener un cierto control del proceso que le permitiría utilizar la información derivada para actuar, en base a ella, en la vida cotidiana. De esto no se dice nada en la biblia, claro, solo se dice que el ciego veía y los sacerdotes no podían creerse que eso pudiera estar ocurriendo. Esto también puede ser interpretado simbólicamente, claro, pues Jesús se representa a sí mismo como la Luz del Mundo y por lo tanto el que ve bajo esa luz es el que llegará a salvarse mientras que el que no ve permanecerá en las tinieblas. Hay ciegos que recuperan la vista; efectivamente, antes veían y dejaron de hacerlo, y gracias a la intervención del Divino recuperaron la visión; es decir, fueron creyentes en una auténtica fe, pero degeneraron, se institucionalizaron, como la mayoría de los sacerdotes y fariseos que desvirtuaron las leyes, exigiendo un respeto riguroso de sus formas, pero olvidando el fondo, el espíritu que esas leyes trataban de preservar a través de su imperfecta redacción. Los ciegos de nacimiento podría estar apuntando a que la nueva creencia que estaba fundando Jesús no estaba destinada exclusivamente a la recuperación de los malos hábitos en que habían caído los judíos sino que se ampliaba a aquellos que no formaban parte de esa comunidad.
Piscina de Siloé, donde el cieguito se lavó los ojos de la mezcla de barro y escupitajo de Jesús

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Leyendo sobre la Crisis Siria



El terror. Vivir bajo el terror. 10 millones de «desplazados» frente a cientos de miles de combatientes. Relación 4 combatientes son responsables del desplazamiento de 100000 personas aproximadamente. Cada cuatro personas con armas consiguen que 100000 personas dejen sus casas y se vayan a otro sitio. Pero esos cuatro no están solos, los apoya incondicionalmente el Terror. Terror Estratégico. Lo que tenemos todos en la cabeza de una manera u otra: si no estás de acuerdo conmigo te mato y asunto zanjado. Y para «convencer» a otros te mato ejemplarmente, llamativamente, con público obligatorio: fusilado, degollado, decapitado, defenestrado, quemado, a pedradas, torturado hasta morir. Que duela, que grites y que todos, cuantos más mejor, lo vean y lo cuenten. (¡Qué gran ayuda ha sido internet en todo esto!, y las nuevas tecnologías, teléfonos móviles con cámara de vídeo y conexión a internet, ¿qué combatiente no tiene uno? Tarifa plana para todos los combatientes del Califato). Gran aliado es el terror.
Todos queremos vivir tranquilos. Llámalo cobardía. Vivir tirado por los caminos, padecer hambre, frío, miedo (no terror) cada día, es preferible. No somos, no podemos ser como ellos para combatirlos. ¿Cómo se soluciona todo esto? ¿Matando? Su poquito no debe venir mal. Ahí están las coaliciones internacionales, el partido kurdo, los ejércitos gubernamentales. Pero el nudo es mucho más complejo: sunís-chiís, yihadistas, salafistas, wahabistas, alauitas, Arabia Saudí-Irán, islamistas moderados-islamistas radicales, petróleo, mercado negro –¿quién les compra el petróleo y las reliquias del pasado que no destruyen sino que venden para financiarse? ¿Quién les vende las armas y la munición que se gasta tanto?–, Occidente-Oriente, Estados Unidos-Rusia... El nudo es muchísimo más complicado. A río revuelto ganancia de pescadores. Otros son los que han revuelto el río, ellos solo están aprovechándose para recoger su poquito de pescado.
En todo esto hay algo que no importa: la gente. En todo lo que está pasando aquí, lo que menos importa es la gente. A ver cómo se lo explicamos a los extraterrestres.
Para mí, este asunto del Estado Islámico es como otra de esas pandemias que han estado ocurriendo últimamente, desde el SIDA, la crisis del Pollo (me refiero a la Gripe Aviar), la crisis del cochino (o Gripe Porcina), las Vacas Locas, el Ébola. Durará lo que durare, pero no tiene futuro porque devora al propio cuerpo que le sustenta. Pero, como las otras, dejará muchos muertos detrás. Esto es algo así como un signo para la esperanza. Nosotros, todavía, estamos en el lado bueno. Aún podemos ironizar un poco con todo esto.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

¿Cuánto somos? ¿Cuál es el grado de nuestra existencia?

¿Necesitamos la confirmación de los otros para saber que existimos? Yo tiendo a creer que sí, que de alguna manera. La búsqueda de fama, de prestigio, la simple satisfacción de saber que los demás te tienen en buena consideración, el hecho de que eso te provoque una sensación de satisfacción me lo confirma. Hay gente que lucha por estos propósitos de manera explícita, se auto llaman competitivos. Buscan lograr la satisfacción de saberse «mejores» que otros en algo,  haciendo cualquier deporte, en la buena realización de su trabajo, «búsqueda de la excelencia» le llaman, o también «ser autoexigente», o simplemente buscando una fama sin base, hacerse conocidos de muchos por cualquier medio. Hay, por el contrario, otros que rehuyen todo tipo de competición, pues se consideran incapaces de vencer a nadie en ninguna lid, dicen de ellos que tienen baja «autoestima». Hasta los que se consideran bastante satisfechos consigo mismo sostienen esa satisfacción, aunque no la reconozcan, en el hecho de que los demás le confirman que tiene razón en sentirse satisfecho consigo mismo.
Esto de «saber que existimos», es como muy trascendental, por supuesto que sabemos que existimos. Pero no sé otra manera de explicarlo. Y qué más da si existimos, pero no tenemos confirmación o a nadie parece importarle demasiado que así sea o no. Pues sí que debería dar. Obviamente existimos, lo sepan los otros o no. Basta con que exista algo que dude que existe para que efectivamente deba existir algo en lo que surja esa duda. Es un razonamiento lógico. Pero nuestra mente no es exactamente lógica. La lógica solo son unas gafas. Que nos han venido muy bien para construir puentes, levantar edificios, extinguir especies y todo eso, pero aún no para comprendernos. Deberíamos ser auto suficientes, y acudir a los demás no como confirmación o soporte, sino como semejantes, pero, sospecho, la mayoría dependemos de la opinión de los demás para construir la opinión que tenemos de nosotros mismos.
Bueno, creo que todo esto ya se ha estudiado en psicología cuando se habla de la necesidad de pertenencia a un grupo y lo que provoca el miedo, generalmente más prospectivo que real, a ser excluido. Pero, ¿esa necesidad de pertenencia al grupo, es solo instinto de protección, de estar arropado por una manada? Puede ser, pero como la mente sublima, muy bien puede derivar en el hombre a una especie de gradación de la sensación de existencia. Cuantos más nos conocen más «fuerza» de existencia tenemos. No sé. 

martes, 15 de septiembre de 2015

ze me pega tó

Como ahora ejcusho a Antonio Mairena, ze me ha pegao un aire que ni Quintero León y Quiroga, zeñore:
Antonio Mairena

Mujé, estás escondía
y no te pueo encontrá
mira ve, no sea jodía
no te pierda de mi vía
que una vía sin tu aliento
le quita a uno el contento

y hasta las ganas de durá

Prosaica vida

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. (Antonio Machado)


Nada os debo, nada me debéis, cuanto he escrito nada fue.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Sobre la voluntad y la física cuántica

Insisten mucho los esotéricos en la voluntad, es decir, el «querer» incondicionalmente como fuerza motivadora para lograr cualquier objetivo. Algo muy parecido a la fe que no necesita avalarse con ningún razonamiento. Al parecer en física cuántica no puede hablarse de una posición de una partícula en un momento determinado, sino de un rango de probabilidades o una función de probabilidad que solo es determinada por la observación. La observación fija la posición o algo así. Es algo muy raro lo que pasa por ahí debajo con eso de la observación. Por fin he comprendido ese experimento de los electrones y las ranuras: cuando se lanzan electrones uno a uno a través de dos ranuras verticales practicadas en una plancha que no dejaría pasar a esas partículas salvo por las ranuras, lo que se deduce es que los electrones se comportan como una onda –lo que se deduce por el efecto que causan al impactar en una pared que está detrás de la mencionada plancha–, que es como decir que el electrón lo mismo pasa por una ranura que por la otra que por las dos al mismo tiempo que por ninguna (yo, esto no lo entiendo bien, lo de que un solo electrón se comporte como una onda, así que todas mis conclusiones no sirven para nada, y tal vez malinterpreto lo que oigo decir al respecto). Pero si se coloca un observador cerca de las ranuras para determinar exactamente por cual pasa cada electrón pues lo que resulta es que el comportamiento del electrón cambia, es decir, el efecto que se percibe en la pared del fondo es como si el electrón efectivamente hubiera pasado por una u otra ranura o por ninguna, es decir, ya no parece que se comportase como una onda, sino como un corpúsculo, materia, una minúscula piedrecita.  ¿A qué viene ese cambio de comportamiento? Pues el único cambio es la observación. Es decir, la observación cambia el comportamiento. Así, los tipos vienen a concluir que el electrón lo que hace cuando no lo observan es situarse en probabilidad en todas las localizaciones posibles, y cuando se lo observe definirse. Pero,  ¿en base a qué se define?, pues vaya usted a saber, tal vez en base a lo que el observador espere que ocurra.
En efecto, hay gente por ahí que quiere estudiar si la expectativa de un observador puede influir en la determinación del fenómeno. Se hacen experimentos con máquinas generadoras de aleatoriedades y dicen que han conseguido que el observador provoque tendencias precisas en los resultados generados por esas máquinas. ¿Será posible que la realidad sea determinada por el observador? El investigador Jacobo Grinberg que estudia cómo es posible que ocurra lo que ocurre en las manipulaciones curativas de los chamanes mexicanos –evidentemente lo estudia porque fue allí y lo observó y creyó que ocurría algo, y luego lo transmitió al mundo en no sé cuántos tomos– cree que la realidad es construida por el observador, que lo que hay ahí fuera es lo que él llama una Matriz de Conocimiento, poco más o menos, supongo yo, un montón de partículas flotando, y que es el cerebro el que las pilla y las convierte, según le conviene, en luz, sonido, contacto, y aún va más allá, cosas en general. Según él estos chamanes, de una manera inconsciente, se sitúan en una posición en la cual son capaces de crear la realidad que les conviene simplemente deseándolo, es decir influyendo por voluntad en la determinación o fijación de la posición de las partículas que andan flotando por ahí.
También este Jacobo ha hecho experimentos que tratan de demostrar que nuestros cerebros, o más bien nuestras mentes, o yo qué sé, están en contacto. Resulta que otro de los efectos raros que se ha descubierto en la física cuántica es que cuando dos partículas se crean al mismo tiempo, ambas partículas están algo así como conectadas, es decir, que todas las mataperrerías que le hagamos a una las sufre la otra. Y eso ocurre instantáneamente, no a la velocidad de la luz, sino instantáneamente estén donde estén ambas partículas. Ahora bien, si resulta que todo el Universo se creó a partir de un gran estallido ocurriría que todas las partículas del universo están conectadas, es decir, que en verdad en verdad todo el Universo es Uno. Todo es uno, es precisamente otra de las máximas heredades desde la más rancia antigüedad en ese mundillo que llamamos del esoterismo para abreviar.
Yo no sé lo que piensan ustedes de todo esto. De hecho no sé ni lo que pienso yo de todo esto, pero me basta con que sea fascinante.
Jacobo Grinber también investigó la posible conexión cerebral entre hombres y delfines.

viernes, 4 de septiembre de 2015

No me vale la pena


me vale la alegría
no te vale la pena
perder la alegría
no nos vale la pena
tanto lamento y dolor
tanta culpa que luego no resolvemos.
Al menos, alegría.
Qué menos.

sábado, 8 de agosto de 2015

El equipaje del Bolonia
siete días a la semana
se pasaba poco, se regateaba mucho
un Dios malvado y aburrido
empeñado en seguir la doctrina
como un árbitro pitando
todo porque
decir, hacer, besar
ojo, esta es la pelota
que nos puede salvar

Intentabamos salvarnos a pesar
de algunas canciones
que oíamos en la radio de Silvia
sentada buscando estaciones
qué ridículo estaba Luca
intentando cogerle la mano
no recuerdo si lo consiguió
pero comprendí que allí pasaba algo extraño

...qué raro encontrarte,
Silvia, escucha,
escucha, debo hablarte

Silvia lo sabe
sabe que Luca se pincha ahora
Silvia tal vez
sea en Luca en quien piensa ahora
Silvia lo sabe
sabe que luca está enfermo en casa

Los profesores nunca preguntaban
si éramos felices
Silvia reía y bromeaba
Luca, en cambio, no hablaba nunca
Que perfume tiene Bolonia
las tardes de mayo
Luca se peleaba con los mayores
para demostrar que tenía coraje

decir, hacer, besar
es cierto, pero nada detiene el tiempo

La otra tarde he encontrado una excusa
para poderle hablar
"Eh, Luca, cuánto tiempo ha pasado"
"Sí, está todo bien, pero ahora déjame en paz"
No creo haber sido violento
pero ha comenzado a temblar
me ha mirado con los puños cerrados
y no siguió hablando

y ahora qué hacemos
no deberíamos alejarnos tanto



Una vez, paseando al perro seguramente, se me plantó un tipo delante, un desconocido bastante desastrado, la cara cubierta de pelo, desdentado, con aspecto de estar bastante quemado por la droga y con poco aspecto de haber salido todavía. Me saludó por mi nombre, el nombre que yo decía cuando pequeñito, que era como me llamaban en casa, Richard. Y me dijo que era Sergio. ¿Sergio, qué Sergio? Sergio, aquel tipo de quinto de egb, con el Patineta, que todavía daba palmetadas, aunque pocas, y que cuando te preguntaba murmuraba la respuesta, que tenía una pata de palo y caminaba arrastrándola sin doblar la rodilla, ese Patineta. ¡Ah, ese Sergio! Yo lo miraba y remiraba y trataba de hacer matching con la imagen que tenía en mi cabeza. Un chico alto, guapo, dicharachero, gamberrillo, líder de la clase, inteligente, pero desde luego no estudioso. A él y a Óscar son a los únicos que recuerdo, porque vivían en el mismo barrio, en las Chumberas y yo alguna vez fui a casa de Oscar a estudiar.
Esta canción habla de eso. De los amigos que se perdieron. Yo nunca fui de pandilla. Mi relación con los compañeros de clase se limitaba a las horas de clase. Tenía algunos amigos de calle, que perdí cuando empecé a ir al instituto y ellos no. Así que a pocos amigos he perdido en los terribles ochenta del auge de la droga. A mí me gustó la canción en aquel momento que la oí -a finales de los ochenta- y se me quedó grabada. La recuerdo cada cierto tiempo, pero nunca la había comprendido bien, aunque más o menos pillaba el tema por el estribillo de la versión en español.

Lo mejor de esta canción, me parece, es esa frase que dice: los profesores nunca nos preguntaban si éramos felices. ¿Y qué hubieran podido hacer si de verdad les hubiéramos contestado?

Clichés

«Tener criterio» es considerado un signo de distinción intelectual. «Tener criterio» significa ser capaz de detectar que una obra de arte tiene «calidad» de tal, lo que quiera que eso signifique. Como nadie sabe muy bien lo que significa, todos, la mayoría, hacemos lo mismo que me decían a mí en el cuartel cuando teníamos que redactar un nuevo tipo de documentos y yo desconocía el formato que debía adoptar: “busca en los archivos, creo que tal año hubo que redactar uno”. Y, en efecto, allí estaba, y yo me limitaba a copiar el formato, sin tener muy claro si aquel formato era el correcto o no. Es decir, copiaba un «cliché», que probablemente fue copiado por su autor de otro cliché y así desde quién sabe cuando. Por más que busqué no encontré algún documento original que indicara como debía redactarse cada parte según qué objeto. Al final, la «calidad» de una obra de arte, para la mayoría de nosotros, está en cuánto se parece a otra obra de arte, ya considerada así sin discusión. Todos tenemos una serie de clichés que utilizamos para clasificar nuestras percepciones. Sea una obra de arte, sea un bistec, sea un libro, sea una persona. Nos burlamos de lo que es burlable, respetamos lo que es respetable, admiramos lo que es admirable, despreciamos lo que es despreciable según nos lo dicten los clichés que hemos adoptado. Cierto que, al menos, nos hemos tomado el trabajo de elegirlos, pero, una vez que los hemos escogido, nos tomamos muy poco trabajo creativo más. Porque trabajo creativo es recibir y analizar cada cosa con una cierta inocencia y tratar de captar los elementos de validez que contengan, tanto como despreciar lo que contenga de manido, repetido, estúpido. Pero a menudo nuestra pereza puede más, y catalogamos y nos burlamos, o admiramos a bloque completo. A menudo solo somos capaces de apreciar algo si otros lo han apreciado ya, si no, preferimos extrañarnos o burlarnos, según el cliché que le asignemos. La burla es una gran herramienta, porque todo el que se burla tiene una sensación de estar por encima de aquello burlado. Todo burlado tiene conciencia de inferioridad, a no ser que tenga un carácter de absoluta seguridad en sí mismo o sea un completo imbécil. Lo nuevo o lo raro requiere un esfuerzo que la mayoría de nosotros no está dispuesto a hacer. Pero lo nuevo, lo raro, lo extravagante, siempre nos parece burla, y, huyendo de esa sensación de inseguridad, de menosprecio, corremos aterrados hacia el lado contrario, el rechazo o la burla nosotros mismos de aquello que nos amenaza.
 Yo no tengo criterio... o me gustaría no tener criterio. Aprecio lo raro, lo feo, lo diferente, lo extravagante. Me parece que en todo lo que se sale de los clichés hay como una puerta que me está indicando que este estrecho mundo es mucho más amplio que estas cuatro paredes en las que nos hemos confinado. Quiero ver en cada extravagancia una capacidad que yo no tengo de prescindir de la lógica, del sentido común, de las formas preestablecidas, de mi propia supuesta identidad. Quiero ver en cada intento de obra de arte, alguien, que como yo, anda buscando. Hacia adentro o hacia afuera. Toda búsqueda es rebelión, movimiento. Tener criterio es apenas trabajo de clasificación a partir de plantillas: se parece a A, a; se parece a B, b....

Noticias del día

Portada. Gran foto de una porción de mar con puntitos negros. Son cabezas de personas que han naufragado y esperan que alguien las recoja. (En la foto no se ve a nadie recogiéndolas, y el fotógrafo  queda oculto detrás de la cámara, como si no estuviera. La impresión que recibimos es la de un montón de náufragos abandonados a su suerte en medio del mar). Han naufragado porque intentaban pasar ilegal y desordenadamente a Europa. El periódico nos informa de que actualmente el 38% provienen de Siria, huyendo de la evangelización ecuménica de los Yijadistas; ISIS son sus siglas en inglés, diosa madre y fecundadora: Mal elegido. Otros huyen del África negra, de lugares donde hay conflictos como Eritrea, Nigeria o Somalia (Eritrea y Somalia  están así así, pero Nigeria no está mal, salvo por el asunto de, otra vez, los Yijadistas al norte, el resto, es simplemente un país africano adaptándose a las costumbres occidentales, es decir, hacer dinero y enriquecerse a costa de lo que y quien sea, vamos lo normal en el capitalismo liberal este de nuestros pecados).
Bueno, pues debajo  de esta marina tenemos a los rusos tirando fruta y verdura por los suelos. 320 toneladas de frutas y verduras, la cantidad de potages, ensaladas y macedonias que debe dar eso. Incluso flotando en el mar alguna de esas cabeza agradecería un tomatito mientras espera a que lo rescaten. Con esa cantidad de frutas y verduras lo mismo no se hubieran venido de África hasta por lo menos el año que viene. No sé, es otra vez una simplificación, pero resulta contradictorio, a vista de extraterrestre, y al mismo tiempo resulta perfectamente lógico a ras de tierra: ¿quién no va a querer venir a un lugar donde se tiran trescientos veinte mil kilos de frutas y verduras por un quítame allá esas pajas políticas? Esto es jauja, amigo, vénganse para Europa que aquí sobra de todo.
Los Sirios no solo huyen del hambre, por allí debajo, bajo el epígrafe de ADEMÁS tenemos que los  Sírios han secuestrado a unos pobrecitos cristianos. ¡Ah, no!, eso es lo llamativo, luego comprobamos que han secuestrado a 230 personas (civiles, es decir, no militares, no guerreros, gente a la que solo debería preocuparle ir al mercado, arreglarse la zapatilla, hacer las camas, guisar aquellas frutas y verduras que mencionábamos antes) de los cuales 60 son cristianos, que son los únicos que nos interesa resaltar. ¿Porque son de los nuestros?

Lo demás, lo demás es que Rajoy abre no sé qué, que el PSOE se alarma, que Facebook está siendo atacado y ¡son los gobiernos!, asegura su jefe de seguridad. Y hay una niña que con diez años va a ir a los mundiales de natación. ¡Ah!, y vamos al «Hospital del Ébola» un año después a ver cómo están las cosas. Cuando llegamos no estás en África, sino en Madrid.


miércoles, 5 de agosto de 2015

La vuelta a la isla en un día

Sin apuesta ni nada, he decidido seguir los pasos de Phileas Foog y demostrar que se puede dar la vuelta a la isla (Gran Canaria) en un solo día en guagua –este artículo debería patrocinármelo la Compañía de Transportes de Gran Canaria, antes llamada Global y aún antes disgregada en dos ramas, una que dominaba la zona que llamamos sur, Salcai, y otra cuyo ámbito era el norte, Utinsa. Ocurrió que la del sur se comió a la del norte, simplemente por volumen de viajeros–.
Decidí seguir el sentido de las agujas del reloj mirando desde arriba, a ojo de Dios o de astronauta de la Estación Espacial, así que me hice un planning a partir de los horarios de guaguas.
Desde San Telmo parte una que me lleva directamente hasta el Puerto de Mogán. Salen con bastante frecuencia; a intervalos de quince o veinte minutos, no mucho más. En realidad hay dos, la 1 y la 91. Esta segunda hace el trayecto «directo», lo que quiere decir que, una vez que sale de Las Palmas, para en el Aeropuerto, y luego da un largo salto de casi treinta minutos, hasta Arguineguín. A partir de ahí, ya no es tan directo, porque para en Patalavaca, Puerto Rico, Tauro, Playa del Cura, Taurito, etc. En total se tomará unos veinte minutos entre Arguineguín y Puerto de Mogán. La 1 va por el interior, por la «carretera vieja» y parando en cada agrupamiento urbano con suficiente entidad. Por eso se demora unas dos horas en llegar al Puerto de Mogán, cuando la otra ha tardado cincuenta y cinco minutos.
Nada que destacar en el trayecto salvo la sorpresa de que Tauro sigue siento exactamente el mismo poblado que era cuando nosotros veraneábamos en la Playa del Cura en casetas. Me refiero a los años sesenta. Es sorprendente que no haya ni el menor vestigio de intento de construcción y que se conserve la fila de casa, exactamente la misma, al borde del roquedal, que no playa, y hasta el mismo camino de tierra delante de ellas. Allí estaba la única tienda que había en bastantes quilómetros alrededor. Lo que me recordó Tauro fue a la Aldea Gala de Asterix y Obélix, rodeada por los ejércitos guiris invasores, un paisaje congelado en el tiempo. Deberían conservarlo tal y como está como una reserva antropológica.
Llegamos a Puerto de Mogán a las diez y media. Mi intención era echar un vistazo al pueblo de Mogán, en el que nunca he estado, porque siempre he pasado de largo de camino hacia o desde algún otro lugar. Pregunté por la guagua que me subía hasta allí y salía a las once. El asunto es que la guagua que me lleva hasta la Aldea sale a las once y media –tengo que tomar esa, porque la siguiente sale a las cuatro para llegar a la Aldea a las cinco, y media hora después sale la última desde la Aldea hasta Gáldar. Como soy un tipo muy precavido, prefiero no arriesgar.– lo que me deja un margen muy breve para echar un vistazo al pueblo. No obstante tomé la guagua y llegué a Mogán a las once y cuarto y me pasé de largo, porque el pueblo es tan estrecho que no tiene lugar para que la guagua aparque, y debe hacerlo un quilómetro más allá. Estupidez la mía por no haberme bajado en la parada del propio pueblo, pensando en que habría una estación y podría confirmar que por allí pasaría la guagua que sube hacia la Aldea y a qué hora. La alternativa era estar sentado esperando bajo el sol durante quince o veinte minutos a que apareciera la susodicha, o bajar hasta el pueblo y ver lo poco que me diera tiempo ver. Eso hice. Y apenas pude alongarme a mirar la plaza que es un pasillo estrecho que ahoga la calle y carretera principal  por la que apenas puede pasar un coche cada vez. Mogán  no deja buena impresión. No se ven innovaciones, actualizaciones del pueblo a los tiempos que corren. En Puerto de Mogán, la estación es un descampado de tierra. Es verdad que ya la tienen a medio construir en frente del descampado, pero teniendo en cuenta que estamos en el siglo veintiuno y que el Puerto de Mogán se explota turísticamente desde los setenta del siglo pasado, se han demorado un poquito en sentir la necesidad. En cuanto al Pueblo, nada pude ver, pero esa carretera que pasa por el medio en la que tienen que hacer florituras los camiones porque, para colmo, a continuación de la estrechez hay una curva, tampoco demuestra preocupación por algo tan esencial como el tráfico. Es incomprensible cómo a estas alturas no se ha pensado furibundamente en encontrar una vía alternativa que comunique el sur con la Aldea.
Una señora sentada en el umbral de una casa, que hacía de acera, porque no hay lugar para más, me informó de que esa era la parada de la guagua, que estaba a punto de llegar y que apenas me costaría tres cincuenta. La guagua llegó a su hora. Después de un enorme camión que parecía imposible que no se quedase atorado en aquel estrecho.
Antes de subir a la Aldea se pasa por Veneguera –donde se bajó la señora– y entonces comienza la subida. La carretera es bastante ancha, y subiendo vamos pegados a la montaña. De todas maneras no hay grandes barranqueras porque aquí la subida es relativamente suave. Es decir, se va subiendo progresivamente por las barranqueras. Hay un primer tramo que es todo pendiente, hasta que alcanzamos la cima, que se allana, por así decirlo, un trecho, para luego emprender la bajada hasta el valle de San Nicolás. En el «tramo llano» hay otra interrupción para bajar hasta Tasarte, que es un conjunto de casa desperdigados por la ladera de un barranco. La guagua baja hasta determinado punto de encuentro, maniobra dificultosamente y vuelve a subir; con un poco de suerte, ese esfuerzo se ve recompensado con algún pasajero.
Y ya estamos en la Aldea. Me bajo en el pueblo, para que no me pase lo mismo que me ocurrió en Mogán. El chófer me informa de que para coger la guagua a Gáldar basta con que me espere allí. Pero aún falta una hora y media. Sale, según horario, a las dos y cinco. Me doy una vuelta por el casco que hace años que no visitaba. Otro lugar por el que no pasa el tiempo. O, bueno, tal vez un poquitín. Alguna calle que recordaba que no tenía salida, ahora ya la tiene; algún edificio que estaba en construcción, ya está envejeciendo. El bar en el que me emborraché después de hacer una compra en el spar porque me entretuve allí con los parroquianos mirando la película (una, sobre unos italianos, durante la segunda guerra mundial, destacados en una remota isla griega) ya está cerrado; en realidad, ni supe localizarlo. Eso sí, me tomé una cerveza en el chino, que en aquellos tiempos estaba recién abierto –sospechosa reducción de la población felina, se bromeaba–. Al hijo de la chinita le había venido a visitar una amiga, que se bajó de la guagua en la que yo llegué, creo que subió en Tasarte.
Me di una vueltecilla pero era la una de la tarde, y no hay mucho que ver en la Aldea a las una de la tarde de un 4 de agosto. El parque tiene un recinto completamente vallado y cerrado, supongo que para los espectáculos de pago, lo cual da una pésima impresión. También estaba cerrado un recinto con diversas maquinarias para la extracción de agua. No quise entrar en un primer momento en la panadería y más tarde cuando ya me decidí, la habían cerrado. Podía haber vuelto al bar de la china, o a otro que está a un costado de la iglesia, pero no se me apetecía otra cerveza y me senté a esperar en la parada. Poco movimiento, algún coche que pasa y toca la bocina para saludar a no sé quién, un señor que también espera la guagua –lo supe después– pero a la sombra de los árboles del parque de enfrente. Una chica que pasa con una de esas blusas que dejan los hombros al aire y que parecen sostenerse con el volumen de los senos, que me dejó ensoñando travesuras hasta que llegó por fin la guagua de Gáldar.
El conductor era un «fitipaldi». Eso significa que el tío prácticamente ponía la guagua sobre dos ruedas en las incontables curva de esa carretera que va desde la Aldea hasta Agaete. Ya desde el primer trayecto desde el pueblo hasta la playa se le notaba al hombre cierta prisa. No era impresión mía porque los cuatro pasajeros que había le preguntaron, entre bromas y risas, si tenía a alguien esperándole en Gáldar, lo que significa que para ellos también conducía de manera, al menos, poco regular. Menos mal que yo iba distraído en mis pensamientos y además con el ánimo dispuesto, pero no es experiencia para emotivos o timoratos el ir en guagua a velocidad poco moderada por el tramo de Tirma. ¡Era la propia guagua la que adelantaba a los prudentes conductores! Por fortuna, al estar bajando, nosotros quedábamos por el lado de la montaña, lo cual nos evitaba el espectáculo de las barranqueras, estas ya no tan amables como las de la subida desde Mogán. Aquí la posible caída es de consideración, y no son pocos los que lo han confirmado. A lo que se le suma la estrechés de la carretera y el peligro, aunque más bien en época de lluvia, de derrumbamientos. La bajada hasta el Agujero siguió los mismos derroteros, con frecuentes bocinazos en las curvas para avisar a los otros conductores de que venía una guagua con un loco al volante. En esta bajada, también lo advertí en la subida hasta Tirma, se aprecian ya los trabajos de la nueva y financieramente dificultosa travesía que pretende ahorrarnos todo este trayecto horadando un túnel en la montaña. El trayecto entre el Agujero y Agaete es menos «impresionante», por la altura, aunque aún hay tramos con problemáticos estrechamientos.
Dudé si comprar un billete hasta Agaete o hacerlo directamente hasta Gáldar. Al final me decidí por Gáldar, porque suponía que en Agaete habría algún barullo debido a las fiestas de la Rama. ¡Y claro que lo había, precisamente hoy era el día grande de la bajada de la Rama! Ya desde lo alto se veían, en primer lugar, la multitud de coches desperdigados por todas partes, y, si se fijaba uno bien, veía una multicolor y semoviente masa por las calles, de la cual resaltaban las figuras saltarinas de los gigantes y cabezudos. El verde de las ramas no se destaca hasta que está uno abajo y ya ve a la gente a pie de guagua. Me temí una avalancha de viajeros borrachos pero aún era temprano y los que se retiraban eran los mayores, huyendo, probablemente, de la rebatiña alcohólica en que resulta todo fin de fiesta.
Ya estamos en Gáldar. Otra vez me bajé en el pueblo, lo que me impidió confirmar que, en efecto, en Gáldar también hay estación de guaguas. Esta ignorancia, cierta timidez que ya es de vergüenza confesar a mi edad, y la confianza en la sabiduría popular, me hicieron perder una buena hora esperando la guagua hacia las Palmas, cuando podía haberla cogido en la estación cada diez o quince minutos, tal y como yo mismo había previsto.
Eran las tres, así que me metí en un bar y me tomé un par de tapas junto con un par de cervezas, total seis euros, siete con propina, porque las chicas me cayeron bien y me gustó un tema musical que pusieron (no pregunté, apenas anoté el estribillo, pero no he conseguido localizarlo). ¿Y qué se puede hacer en Gáldar a las casi cuatro de la tarde? ¿Volver a casa?, nunca. Recordé que aún no había visitado la Cueva Pintada desde su acondicionamiento, imperdonable, así que fui allá.
Me atendió una guía muy amable que inició la visita solo conmigo, porque no había nadie más. Luego fueron llegando hasta juntarnos unos seis. Poco de nuevo aprendí que ya no supiera. La organización de las viviendas, por ejemplo, que nunca me había planteado. Me gustaron mucho esos huecos laterales para los lechos, y una única habitación de estar. La cocina, fuera, comunal. (Interesante, reflexiono ahora, la necesidad de intimidad familiar). Respecto a la propia Cueva Pintada, recuerdo una visita que hicimos cuando estudiante. Todavía habían plataneras en los alrededores de la cueva, y hasta alpendres con animales en los laterales. Se lo conté a la guía solo después de que se me pasara la desolación de que el calvorota del mostrador me preguntara, ¡a mí!, si tenía carnet de jubilado. La otra cosa que aprendí es que, al parecer, aprecian determinadas regularidades y/o patrones en los dibujos –geométricos– de la cueva para aventurar que pudieran ser ideogramas; con alguna función de calendario tal vez. Aún hay otra cosa a destacar, he visto mi primera película en 3D. Ya había tenido una primera impresión en casa de un amigo que tiene uno de esos televisores sofisticados, pero nunca he ido al cine a ver una de estas películas –primero, porque voy poco al cine, y segundo, porque las películas 3D suelen ser unas auténticas mierdas de entretenimiento ñoño con argumentos ridículos o simplemente aparentes para poder mostrar prodigiosas imágenes, prodigiosas solo en cuanto a la novedad del formato–. Después de darme una vuelta por el pueblo –nada llamativo que destacar, aunque podía haber visitado la casa museo de Antonio Padrón y no lo hice– me volví a la parada de guaguas, que no estación, señores galdenses –para ser justos, señor galdense– y tomé la siguiente hacia las Palmas, que venía del Puertito de Agaete, con un grupo de jóvenes gritones, pero pacíficos, que se bajaron casi todos en Guía.
Cuando estábamos por Las Arenas, por ahí entra la guagua cuando viene del norte, supongo que luego tomará el túnel Luengo para luego regresar a San Telmo (la otra posibilidad es que vaya por Mesa y López hasta Santa Catalina; sea como sea, al final todas acaban en San Telmo), me bajé con la intención de regresar andando a casa, por alagar el final de la jornada un poquitín.  A casa llegué a las ocho y pico, tras poco más de doce horas de travesía y con la satisfacción de haber cumplido mi modesto objetivo.