viernes, 27 de marzo de 2015

No quiero pertenecer a esto

Un relato de Roberto Bolaños me pareció de una intuición genial. Uno de esos relatos que nos hace darnos cuenta de, haciendo referencia a otro escritor -un discurso que dio W.F. Wallace en no sé qué universidad-, el agua que nos rodea y que a fuerza de vivir dentro de ella ya ni la advertimos. El relato trataba de unas ratas que investigaban una muerte y terminaban descubriendo que había sido un asesinato. Era la primera vez que una rata mataba a una de su especie, y los protagonistas consideraban terrible ese hecho que abría una perspectiva hasta el momento inconcebible por ellos.
El cuento te despierta al hecho de con cuánta facilidad hemos aceptado los seres humanos el matarnos los unos a los otros. A pesar de toda nuestras alabanzas a la vida, al valor de la vida, a pesar de nuestra celebración de este hecho maravilloso, a pesar de que el respeto a la vida está en todas las religiones y es prácticamente un instinto,  a pesar de considerarnos la especie privilegiada entre todas las que están dotadas de esta chispa divina, nos matamos los unos a los otros y nos parece normal. Terrible, pero normal.
En la película No es país para viejos,  de los hermanos Coen, basada en el libro de Cormac McCarthy, el policía se asombraba de que pudiera existir un hombre con la frialdad de Chigurh. El asombro y el vértigo ante las perspectivas que se abrían para la humanidad también estaban ahí, el miedo ante el descubrimiento de que un ser humano fuera capaz de comportarse como aquel hombre, y que eso solo fuera el comienzo, los primeros brotes de lo que está por venir.
Nosotros, los civilizados occidentales, nos rompemos la cabeza tratando de comprender qué pasa por la mente de estos yihadistas y su insaciable sed de muertes y de terror. Y su ejemplo prende en nosotros o tal vez ya estaba detrás de esos psicópatas que surgen de vez en cuando entre nuestras filas que, sin necesidad de una excusa divina, provocan matanzas de despistados ciudadanos, convirtiendo un día cualquiera de nuestras vidas en un abismo de pánico.
Ahora tenemos a este fulano que, por lo oído, simplemente se ha suicidado, sin preocuparle que en el mismo avión hubieran otras 150 personas que nada tenían que ver con sus imaginados problemas personales. Al escuchar esta noticia he sentido ese vértigo del shérif de la película y el mismo de las ratas del cuento de Bolaños, al pensar que nuestro individualismo ha llegado hasta el punto de ser capaces de no prestar atención a la minucia de que al acabar con nuestro sufrimiento nos podemos llevar por delante, por simple indiferencia, a un montón de personas sin ninguna relación con nuestras vidas. Me ha dado pánico pensar en la clase de seres vivos en que nos estamos convirtiendo, o somos ya.

martes, 24 de marzo de 2015

Empirismo

Estoy de acuerdo con los empiristas ingleses (lo que vagamente fantaseé sobre ellos alguna vez que me dio por leer acerca de lo que pensaban). Nosotros aplicamos a la realidad una máscara, la máscara de nuestra interpretación del mundo. Con esa máscara tapamos parte de la realidad y dejamos a la vista otra parte, precisamente la que confirma nuestra interpretación. Si nuestra interpretación nos sirve para sobrevivir e ir un poquito más allá de la satisfacción de las necesidades primarias, entonces es una buena interpretación, pero eso no quita que la realidad sea otra que esa que nosotros percibimos a partir de nuestra interpretación. Que la contenga, claro, pero que contenga también otras muchas realidades interpretadas. Mejor o peor, eso también es una interpretación. Primero hay que establecer un objetivo, un para qué. Cada interpretación tiene su objetivo y por lo tanto dos interpretaciones distintas no son exactamente comparables. La otra siempre será peor en algún sentido que la que nosotros estamos acostumbrados a usar, simplemente porque no es la nuestra. Pero ambas funcionan si alcanzan el único objetivo que tiene en realidad la vida, sobrevivir.
Nuestra sociedad contemporánea se vanagloria de su magnífica interpretación de la realidad, frente a la de los animistas, espiritualistas o aquellos que tienen una visión de la realidad poblada de ánimas, dioses, fantasmas y espíritus. Pero al mismo tiempo somos todos cada día más impávidamente conscientes de que nuestra sociedad se encamina hacia la autodestrucción -destruimos el entorno del que dependemos, destruimos nuestra alimentación, nos destruimos entre nosotros- ¿es realmente buena nuestra interpretación y mala las de los indígenas perdidos en las selvas amazónicas? (probablemente de los pocos hábitats del planeta que aún conserven tribus en un estado primitivo)

miércoles, 18 de marzo de 2015

Maximiliano

Vivía dos existencias, la del pan y la de las quimeras. Esta la hacía a veces tan espléndida y tal alta, que cuando caía de ella a la del pan, estaba todo molido y maltrecho



 (Maximiliano es un personaje que acabo de conocer en Fortunata y Jacinta)

domingo, 15 de marzo de 2015

El acordeoncito

Jacinta se entera por Ido del Sagrario de que el niño que tiene José Izquierdo recogido en su casa es un hijo de Fortunata y de su queridísimo Delfín. Este le ha relatado punto por punto su historia con Fortunata, de cómo la abandonó cuando ella le comunicó su estado, así que el cuento de Ido tiene visos de ser verídico. Hablando con Izquierdo, este, en medio del mareante y fantasioso relato de sus andanzas por todos los conatos de rebelión habido por la península, le cuenta que cuando recaló por Barcelona se cruzó con Fortunata. De ahí, dedujo Jacinta, se trajo el niño.
Por mediación de Guillermina, que aprovecha cualquier ocasión para arramblar una dádiva para su obra benéfica, arregla con Izquierdo la compra del niño. Todo ha sido hecho en secreto, aunque a punto ha estado de revelarle la operación a Juan en la intimidad de la alcoba. La primera en saberlo es su hermana Benigna, a cuya  casa lleva al niño mientras prepara a sus suegros y esposo. Después entera a Barbarita, la suegra, que en una primera instancia percibe claramente el parecido del niño con el Juanito de su edad, no cabe duda. Es tal su ilusión que no puede refrenarse en comprarle unas ropitas de marinero y un nacimiento. Pero luego, cuando Barbarita habla con Baldomero y éste se comunica, en conversación secreta, con Juanito, todo el entuerto es deshecho. Juanito se burla de la inocencia de Jacinta, pero no le reprocha nada más que su bondad. El niño no es suyo. Está seguro porque su hijo murió, él mismo vio el cuerpo. Y le relata con pelos y señales la historia.

La última conversación la tiene Jacinta con Baldomero. Este le comunica que el niño no puede quedarse en la casa, pero que desde luego se harán cargo de él. Lo enviarán al hospicio de Guillermina y le pagarán a esta todas las atenciones que hicieren falta. En un último arranque de sinceridad don Baldomero confiesa que también por un momento le hizo ilusión que el niño fuera hijo de Juanito, y para demostrarlo saca del armario un acordeoncito de juguete que pensaba regalarle. Ahí se queda don Baldomero sonando el triste acordeón, que escucha doña Barbarita entrando en el despacho. Le hace tanta gracia su sonido que se va con él sonando, con la intención de llevárselo lo antes posible al gamberrillo. 

miércoles, 4 de marzo de 2015

Errar es humano


No sé cuándo oí esta expresión, pero sé que desde entonces se me metió en la cabeza que yo quería ser vagabundo. Mi hermano, en cambio, que también oyó tantas veces como yo esta expresión en la voz de mi padre terminó siendo herrero. Yo no fui vagabundo, pero en cambio desarrollé una prodigiosa propensión a la fantasía. Así, mientras yo permanecía en casa soñando y estudiando en los libros, mi hermano permanecía en las caballerizas montando caballos y jinetas. Montar a caballo se le dio muy fácilmente. En cambio montar jinetas resultó un asunto peligroso porque esos mamíferos vivérridos resultaban demasiado pequeños para su corpachón robusto; se revelaban contra sus propósitos y salían huyendo después de arañarle o morderle. Más tarde introdujo una minúscula preposición y un artículo en plural y  la cosa le fue muchísimo mejor, mucho más gozosa, dónde va a parar, en sus propias palabras. Su vida fue feliz, en cambio la mía tampoco me fue mal. Ambos agradecimos las constantes torpezas de mi padre que le llevaban a recuperar la poca dignidad -pero mucho amor- de que gozaba entre nosotros aludiendo al refranero.
Ya de viejo, mi padre, se volvió muy huraño. Apenas toleraba mi visita semanal para organizarle un poco la casa que él prácticamente no atendía desde la muerte de mi madre. Ya no tenía oportunidad de cometer torpezas porque casi no hacía nada, pero como se le había quedado aquella musiquilla pegada a sus hábitos y porque la adicción a la televisión, en particular los canales de noticias, le había desarrollado un odio feroz por la humanidad, introdujo algunos cambios en su expresión que se convirtió en Horror es humano.
Cuando murió, mi hermano insistió en que le grabáramos en la lápida Morir es humano, pero yo insistí aún más en que no hubiera lápida, ni tumba, y que con las cenizas y un poco de arena hiciéramos cemento y encargásemos a algún escultor local un pequeño busto conmemorativo.  Ahora está en casa, encima del televisor. Cuando pongo las noticias me parece creer que torna un poco rojo. Mi hija, que no sé si también lo percibe o simplemente se burla de mí y aprovecha la ocasión para obligarme a cambiar de canal, me dice: “abuelo se está poniendo rojo, será mejor que cambies de canal antes de que estalle”, y pone el canal de Disney. A mi padre le gustaba mucho el canal de Disney. Cuando llevaba a mi hija a visitarlo ella le robaba el mando para cambiar a ese canal y él no se oponía. Allí los dejaba viendo a aquellas castas jovencitas en minifalda adiestrando a los jóvenes en el arte de ser un completo imbécil. A mi padre le gustaba mucho la parte de las minifaldas y las jovencitas y a mi hija la parte de las imbecilidades. Ahora se ha hecho mayor y ha cambiado, le gustan muchísimo las minifaldas.
Mi hermano viaja por todo el mundo herrando. En cierto modo él cumplió el sueño de mi padre. El sueño de mi padre era trabajar con las manos y viajar. Con las manos era muy torpe, de ahí su continua expresión de disculpa, en cuanto a viajar, su empleo de precario oficinista en una compañía de seguros nunca se lo permitió. En el mismo cierto modo yo reproduje la vida de mi padre. Erré a su misma manera. Yo de mí sé que prefiero el viaje interior. O que tal vez he alcanzado la resignación que quizá mi padre no logró. No tengo inconvenientes en padecer penalidades atravesando las gélidas llanuras repletas de peligrosas grietas cubiertas por la nieve de los polos australes o boreales mientras pueda marcar la página de vez en cuando y darme un paseo hasta el baño o hasta la cocina. Pero me da muchísima pereza siquiera pensar en desplazarme hasta el coche, mucho menos hasta un aeropuerto o puerto de mar, para hacer un viaje.  Colecciono las postales que me envía mi hermano desde Riad, Tombuctú, Algeciras, Londres, Asunción, Otawa, Helsinki.... Le respondo a través de un mensaje telefónico, porque también me da mucha pereza comprar sello y emprender la aventura de hallar un buzón en medio de la inhóspita y violenta ciudad.
Sí. Hace años que no salgo de casa. Tras la muerte de mi padre decidí fingir una depresión y tras algunos meses conseguí una baja y una pensión. Mi hija vive en la casa de mi padre que reformó para convertirla en un coqueto loft, según he visto en las fotos que me envía de vez en cuando para demostrarme lo bien que están ella y su madre. Yo también les envío una vez por semana una foto mía tomada en el espejo del baño justo después de mi afeitado y aseo semanal. En cierto modo somos una familia feliz, a nuestra manera, desmintiendo completamente aquel comienzo dostoievskiano.

Retrato de Dorian Gray


Ella es mi Retrato de Dorian Gray, cuando me miro en ella percibo la horrible persona que soy, egoísta, hipócrita, viejo, mientras en mi propia visión sigo siendo bueno, alegre, atractivo.

martes, 3 de marzo de 2015

El ángel de Lyon

Fue la visión de Ana María
con el rosario entre los dedos
que lo hechizó con un encantamiento
para hacerle cambiar de vida

Dejó la escena con un traje gris
dejó un mensaje con una sonrisa
Decía: “Parto para Lyon
en busca de un ángel del paraíso”

Tomó el tren que llevaba a Bruselas
ordenó coñac y croissants
Hizo una lista de sus posesiones
sentado en el vagón restaurante

Pensó en su mansión, en la piscina
en los peces raros de su colección
E hizo un voto, como San Francisco,
por su ángel de Lyón

Y cantó el Ave María
al menos los versos que recordaba
mientras miraba por la ventana
la sombra del tren de lo transportaba

Y con los ojos cerrados
soñó con aquellos dos ríos sagrados
el Ródano y el Saone
símbolos eternos de las dos almas
masculina y femenina de Lyon

De pie sobre el viejo puente
pensó en el encuentro de hacía un año
Los días habían transcurrido
y se habían vuelto meses
Cuatro estaciones habían pasado ya

Ahora sus ropas estaban destrozadas
hasta hacerle parecer un mendigo
de recorrer los caminos
buscando a su ángel de Lyon

Esa noche, en la catedral
miles de velas están encendidas
las mantiene sor Eva María
sustituyéndolas a medida que se consumen

En las calles como en un sueño
su luz se prolonga hasta el mendigo
el viejo tonto, enloquecido,
por su ángel de Lyón

Y cantó el Ave María
al menos los versos que recordaba
mientras observaba en los viejos muros
su propia sombra que lo seguía

Y se hundió en los dos ríos sagrados
el Ródano y el Saone
en su agua oscura como el misterio
de aquel ángel de Lyon