martes, 24 de febrero de 2015

Cosas que se me ocurre pensar... y olvidar luego

Para saber que uno no se acuerda de nada tiene que acordarse de algo, de otra manera no sabría que no se acuerda de nada. Cuando sabes que hay algo que has olvidado necesariamente estas al borde de esa frontera, sabes que algo falta. Cuando de verdad has olvidado ni siquiera recuerdas que has olvidado. Hay caras de antaño que miras y no sientes ninguna familiaridad. Aunque la cara te hable y te llame por tu nombre y te suplique, no puedes haberme olvidado. Pues sí. En cambio hay otras caras que has olvidado, las miras y sabes que las conoces pero no recuerdas de qué, de dónde, de cuándo. A menudo son caras recientes, simplemente sacadas de contexto. Una señora de la limpieza de tu centro de trabajo con ropa de calle, un señor que vende helados en el puerto que te saluda por Triana, una señorita que te toca el corazoncillo al sonreírte y no es por atracción, sino porque la última vez le dejaste propina alta en el restaurante -un despiste. Otras veces son caras lejanas, un compañero de curso del 75 que trabaja en una cafetería a la que sueles ir. De pronto un día, mientras conduces pensando en un problema del trabajo te surge un nombre, Óscar, y todo se ilumina. 
La memoria es cosa curiosa. Te acuerdas que leíste un libro que pero no recuerdas en absoluto su trama. Crees recordar con precisión la trama de otro libro y cuando lo relees lo que recuerdas solo era una anécdota. ¿Y los nombres que se deshacen como cenizas en el mismo momento en que vas a buscarlos? Yo nunca recuerdo los nombres de los recién conocidos y siempre olvido apuntarlos como me tengo firmemente prometido. De otras personas, en cambio, lo voy olvidando todo, la memoria de su presencia, sus gestos, los rasgos menos evidentes de su rostro, el brillo de sus ojos, todo lo voy olvidando menos su nombre que permanece grabado a fuego sobre la blanda masa de mis sesos. 
Aprender es recordar. Almacenar información, imágenes, anécdotas, modelos, en la cabeza de los que echar mano cuando te enfrentas a un problema nuevo o nueva situación. El proceso es simple, lo semejante llama a lo semejante por una especie de resonancia neuronal. Por eso tener buena memoria es signo de inteligencia. Pero a veces la memoria es como un tubo, por un lado entra lo reciente y por el otro sale lo antiguo. Hay quien dice que nada se pierde, que todo está ahí. Para recuperarlo basta una chispa y de pronto todo se enciende y lo olvidado se vuelve de ahora mismo. 
 En realidad, muchas veces, recordar es triste. El semiolvido deja en penumbra los detalles sórdidos, o simplemente banales que saturan la realidad y que el recuerdo preciso vuelve a recuperar. Cualquier tiempo pasado fue mejor precisamente por eso, porque olvidamos todo lo olvidable y solo permanecen los momentos intensos. En el fondo ¿quién desea el suplicio de Funes? Recordar cada instante preciso, cada causa y cada efecto, la sordidez que satura hasta ahogarlos los breves momentos felices. Vivir en penumbras no es una opción, pero si lo fuera es la que elegiríamos. El personaje de Memento al final se descubre cuando anota por detrás de la fotografía que hay que matar a aquel tipo que le recordó que hacía mucho tiempo que su labor había concluido ¿Terminar con aquello: para qué? En El viaje a ninguna parte también nos recuerdan que muchas veces olvidar es más piadoso que recordar. La fantasía es una especie de recuerdo falso. Con un poco de entrenamiento uno puede llegar a sustituir progresivamente sus recuerdos por fantasías. ¿Y quién conseguirá demostrar después que todo es mentira? Y sobre todo, ¿para qué?
La Historia es el recuerdo piadoso de la sordidez de la humanidad. La soberbia y la inteligencia de aquel hombre y no los miles de cadáveres destripados esparcidos por los campos. El fragor de las batallas decisivas y nos las largas jornadas chapoteando entre el barro y comiendo comida agusanada. Las intrigas de palacio y no el hambre del pueblo al pie del castillo. ¿Quién quiere recordar eso? 
me acuerdo mucho, pero mucho, de la historia de España. En cambio las cosas de misa, me se olvidan”, dice un personaje de Amanece que no es poco. No viene a cuento pero siempre me hace gracia recordarlo.

sábado, 21 de febrero de 2015

La muerte del charcutero

Hace un par de sábados –los sábados voy al mercado que está cerca de mi casa a comprar fruta verduras embutidos quesos–  al llegar al puesto del charcutero me lo encontré cerrado. Que se había muerto. El hombre ya había tenido, unos años atrás, un aviso. Un buen aviso y un recuerdo, pues desde esa ocasión llevaba un marcapasos. Pues el martes fue a hacerse una revisión y le dijeron que todo estaba muy bien, unos golpecitos en la espalda. Vaya usted tranquilo que todavía vivirá usted muchos años, tap tap tap. No sé si fue el exceso de confianza del paciente, mi charcutero, que confiado en las palabras del médico, se dedicó a realizar esfuerzos sobrehumanos, o si fue exceso de confianza del médico en la tecnología, que daba todo ok y el ping de la máquina de hacer ping hacía un ping de lo más saludable cómo iba a pensar yo… el caso es que el jueves el charcutero la palmó.  Y el sábado lo descubrí yo. Y me quedé desconcertado. ¿Dónde iba a ir a comprar yo ahora la charcutería, y el queso, y los chorizos, mi jamón serrano del caro de los sábados? Desconcertado, ya digo. Era un tipo simpático. Era una pareja simpática. El puesto lo llevaban él y su mujer. Pepe y Pino o Pino y Pepe, no sé cuál iba delante. Inevitable es hacer la referencia, cual unos Isabel y Fernando no se sabía bien quien mandaba más ni quien mandaba menos.  A él había que tenerlo controlado porque si no estás encima te cortaba el jamón como si estuviera destinado a bistec. Y cuando se excedía en atenciones te cortaba unas garepas  tan finas que para completar los cien gramos se pasaba cerca de diez minutos empujando el jamón en la máquina de cortar, al final te daba los cien gramos en hojillas, que para comértelos al momento está bien, pero si sobra, al guardarlo se forma una pasta fea que hay que ir desanudando casi con unas pinzas. La mujer es más profesional. Ya tiene la medida del corte y sus cortes son canónicamente perfectos, el grosor correcto para que la tira salga completa. Y sin embargo prefería que me despachase él porque ella también tiene ese defecto profesional de ofrecerte cosas que no has pedido como hacen ahora hasta las cajeras de las gasolineras que antes de  cobrarte te preguntan si de verdad no estás olvidando llevarte un paquete de chicles o una revista pornográfica o un bote de pepinillos.
A la semana siguiente, en efecto, estaba desconcertado. La muerte de mi charcutero rompía mi rutina sabatil y tenía que escoger nuevo charcutero. Hay tres. Uno es una mujer que se pasa todo el rato sentada esperando, como Penélope, a los clientes-ulises, no sé si tejiendo o maquinando en el telar de sus pensamientos. Da mal rollo. Y además no tiene jamón, solo unos sobres envasados al vacío. Luego hay un tipo que tiene un puesto enorme pero no tan grande como su desgana. Despacha con una amargura y una falta de gracia que uno se siente culpable de hacerle realizar aquellos titánicos esfuerzos.  Hoy probé en el tercer puesto. Lo dejé para el último simplemente porque lo había olvidado. Este puesto tiene de todo, sus jamones de varios precios, sus quesos de aquí y de allá –hoy me ha dado a probar un queso de oveja puro, del cual me he traído un cacho, porque soy de la teoría de que la primera impresión no hace juicio–. El hombre me ha caído bien, es activo, habla de sus quesos y de sus jamones y tiene preferencias, aunque eso signifique descrédito para algunos de sus productos. No le gusta, por ejemplo, el queso puro de oveja porque huele muy fuerte.  Así que ya tengo charcutero nuevo y me encuentro otra vez en disposición de iniciar una rutina de sábado.
¿Y mi viejo charcutero? Se murió y todo siguió igual. La vida no se paró, apenas un pequeño fastidio para algunos clientes que tienen que volver a elegir puesto.  Eso es la muerte, y ya está. Todo lo demás es la fantasía con que la decoramos para darnos importancia porque somos seres humanos, caballero, nada menos que los elegidos de Dios. Con nosotros no puede ir eso de simplemente morirse y ya está. La muerte es algo trascendental. Vaya si lo es.  Por supuesto.
Sentado esta mañana en el retrete leyendo a Álvaro Cunqueiro, contaba a este respecto una anécdota que citaba de Stendhal.  Decía, y voy a citarle a él, Stendhal, literalmente en la cita de Cunqueiro: ¿Habéis pasado alguna vez en los pequeños barcos bajo el puente del Santo Espíritu, navegando por el Ródano, cerca de Aviñón? Se habla de él, os ponéis nerviosos, lo veis ya muy próximo, al fin os acercáis; la corriente arrastra el barquichuelo con más fuerza; un instante solamente, y ya el puente quedó atrás. Eso es todo.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Poetas portugueses IV

Un ser humano es una combinación de egoísmo,
sufrimiento y necedad. No conmueve a nadie.
Una piedra no conmueve a nadie. La belleza
es un accidente banal y presupone la muerte;
muchas veces se rodea de sandez, y si nos habla,
llega a ser aterrador. La inteligencia, refrescante
como una ducha, sabe bien, en el verano; pero ahora,
que es invierno toda la vida, ¿qué lugar atribuir
a la inteligencia? El de criada de servir en los aposentos
de la ganancia. No conmueve, es evidente, a nadie.
La bondad sí, conmueve. Pero es tan débil
y tan rara que nadie la oye. No es fácil,
así, encontrar algo que podamos amar. Yo
he buscado, juro que no sé qué hacer:
todo me parece, hasta la música, producto fallido.
Voy por esas calles sin rumbo y no consigo encontrar
quien me convenza de qué otra cosa podría ser
la vida. Todo se muestra bajo espejos deformantes,
todo arde en una extraña aceptación. Francamente,
no consigo entenderlo. Y me gustaría tanto, pero tanto,
que alguien me demostrase que no tengo razón.

José Miguel Silva 1969  extraído del libro El arte de la pobreza, edición de José Ángel Cilleruelo.


Otros poemas

lunes, 16 de febrero de 2015

Poetas portugueses III

O tempo cumpriu as promessas que nos fez.
El tiempo cumplió la promesa que nos hizo.
e o dia já nao é corrigido pela  música:
y el día ya no es corregido por la música:
estas casa nao terminan em nenhum jardim,
estas casa no terminan en ningún jardín,
estao viradas de frente para o Inverno, a nossa
están vueltas de cara al invierno, nuestra
direcçao. Mas nao deixa de ser estranho
dirección. Pero no deja de ser raro
reler agora os livros de que gostávamos, os livros
releer ahora los libros que nos gustaban, los libros
que nao podíamos compreender ainda:
que aún no podíamos comprender:
enchemos com eles as estantes do futuro,
llenamos con ellos las estanterías del futuro,
para o dia em que nao poderíamos suportá-los,
para el día que no podríamos soportarlos,
de tao próximos. A bela geometria das superficies
de tan próximos. La bella geometría de las superficies
nao pode continuar a distrair-nos de tudo
no puede seguir distrayéndonos de todo
o que nos atormenta: a vida é isto, esta imensa
lo que nos atormenta: la vida es esto, esta inmensa
e inútil espera, e os livros afinal
e inútil espera, y los libros al final
jamais nos ensinaram outra coisa.
jamás nos enseñaron otra cosa.


Rui Pires Cabral  extraído de la antología El arte de la pobreza, edición de José Ángel Cilleruelo


otros poemas

viernes, 13 de febrero de 2015

Poetas portugueses II

Cuando ya no creo en las palabras,
en su poder de transmitir belleza y consuelo,
que a algunos les suscita el deseo de recrear los mitos antiguos
y a otros de realizar una película de acción.
Cuando ya no creo en su capacidad
para resolver perplejidades, miedos,
ansias, asombros
y otras cuestiones de actualidad,
las líneas comunes con los demás se rompen,
el vínculo entre mí y el mundo
se vuelve precario y sólo consigo pensar
silencio al caminar por las calles de la ciudad
de los recibos verdes, del interés mínimo y de las solicitudes,
donde junto a estatuas de héroes y monumentos
se amontonan pedazos de pizza,
vasos de cocacola y diarios.
Cuando ya no creo... Ya ha ocurrido en una ocasión.
Después viví en lo que los psicólogos llaman un estado
de intermitencia. Entre creer y no creer.
Cuando las palabras ya infligen daños al mundo rural
y emiten sonidos prolongados de insensatez
deambulo por las calles de la ciudad
entro en el café (mi hábitat natural)
y ayudo al camarero a colocar las sillas
encima de la mesa.

Jorge Gomes Miranda 1965 Oporto

Otros poemas


miércoles, 11 de febrero de 2015

Poetas portugueses I

Ele afecta-me imenso, nao há dúvida
-nem às paredes, só a si, confesso.
O que estaba vazio tornou-se cheio,
o recanto ocupado ficou livre.
A própia liberdade se fez táctil
-e as coisas palpáveis, um mistério.
O que era mistério sao águas claras,
o que foi claro agora é muito obscuro.
E vice-versa, nao sei se me entende.
Cada dia tem as quatro estaçoes,
e o sol quando nasce amanhece eterno.
Por isto e tantas coisas, eu confesso
-embora muito me custe dizê-lo:
ele afecta-me imenso, só sei isso.

Me afecta una barbaridad, no hay duda
-ni a las paredes, sólo a usted, confieso.
Lo que estaba vacío ya está lleno,
el rincón ocupado quedó libre.
La propia libertad se hizo táctil
-y las cosas papables, un misterio.
Lo que era misterio es agua clara,
lo que fue claro es ahora  muy oscuro.
Y viceversa, no sé si me entiende.
En cada día hay cuatro estaciones, 
cuando el sol nace, amanece eterno.
Por esto y tantas cosas, yo confieso
-aunque  mucho me cueste el decirlo:
me afecta una barbaridad, solo sé eso. 

José Antonio Almeida (1960)

Otros poemas

Libros suyos

Poeta portugués inserto en la antología El arte de la pobreza, edición de José Ángel Cilleruelo

miércoles, 4 de febrero de 2015

Me parece que he visto a un lindo gatito


Cuando camino hago un ruido distinto con el pie derecho que con el pie izquierdo. Ya lo había notado antes, pero hoy, que me aburro, no por falta de cosas por hacer sino por falta de ganas de hacerlas, me ha dado por anotarlo, y por eso parece que le diera importancia, lo que no es verdad. Como tampoco le di importancia al crucial descubrimiento de que tengo una oreja más alta que la otra, razón por la cual llevaba siempre las gafas torcidas. Ese descubrimiento fue imprescindible para aplicarle una torsión a las gafas que corrigió su inclinación. Es curioso que para corregir un error haya que introducir otro error, en este caso en la simetría de las gafas, de sentido contrario que anule el efecto del primero. En cierto modo me sentí un individuo peculiar, el único en el mundo que tendría una oreja más alta que la otra, hasta que se lo comenté a mi amigo E., un filósofo de la observación humana, que, con un casi desdén, cuando le expresé mi asimetría: “oye, que he descubierto que tengo una oreja más alta que la otra”, me respondió, “Como todo el mundo”, dando fin categóricamente a mi peculiaridad orejil.

Pero volviendo al ruidito de mis pasos al caminar, he advertido que con el pie derecho hago un ruido doble, , mientras que con el izquierdo hago un ruido sencillo, , así que el ritmo de mis paso, al menos con estos zapatos, es ♩. Creo notar, no me hagan mucho caso, que la cosa ocurre porque al apoyar el pie izquierdo lo hago por la parte lateral izquierda y al avanzar se produce un apoyo gradual que evita el golpeteo. En cambio con el pie derecho apoyo el talón y al avanzar cae el pie en plano sobre el suelo. En el apoyo del talón se produce el primer golpecito y cuando llega la zona de la almohadilla detrás de los dedos al piso se produce el segundo.

A lo mejor, como lo de las orejas, esto le pasa a todo el mundo, porque cuando ves en las películas que quieren representar con sonidos el andar de los personajes, generalmente en películas cómicas o dibujos animados, la música u onomatopeya sonora que utilizan nunca es ♩ ♩ ♩ ♩ ♩ ♩, sino más bien . Todo lo más, me viene ahora a la mente la imagen, en los dibujos del gato Silvestre, cuando está tramando alguna felonía para atrapar al nada inocente canarito Piolín se oye un pizzicato descendente que es más bien ♫ ♫ .




es cierto es cierto he visto a un lindo gatito

martes, 3 de febrero de 2015

Violencia

Es curioso cómo tolera uno la violencia en la fantasía de un relato o en una película y luego en la realidad cualquier nimio conato le afecta con una sensación de peligro -miedo- que le deshace toda la construcción fantasiosa de la realidad en la que uno vive cotidianamente -como la mujer aquella a la que perseguía Ramón Llull de joven, y que un día lo citó y el mostró sus pechos totalmente carcomidos por el cáncer. A partir de ahí se le hizo real la vanidad de todas las cosas del mundo y se volvió un místico.

Estaba leyendo un relato de Carlos Marzal sobre la muerte de Rasputín. Parece que su asesino primero intentó envenenarlo con unos pasteles y con un vino ambos emponzoñados. Rasputín apenas se sintió un poco adormilado así que su asesino se hizo con una pistola y le pegó un tiro en el pecho. No fue suficiente, Rasputín recuperó el ánimo y salió huyendo. Por la espalda le pegaron otros dos tiros que erraron y luego, más lejos, otros dos que acertaron, uno en la cabeza. Aún así le golpearon la cabeza con una barra histéricamente y más tarde lo arrojaron al río helado. Cuando al día siguiente recuperaron el cadáver Rasputín tenía los brazos alzados como si hubiera intentado alcanzar la superficie.

Hace gracia leer la obstinación vital de ese hombre y la brutalidad de sus asesinos. Mientras lo lee uno es consciente de la distancia que hay entre lo relatado y uno mismo y su propia realidad. En cierto modo no cree que eso haya sucedido en el mundo real.

El otro día estaba tranquilamente comprando en el mercado, como todos los sábados, con mi mujer y mi hija. Accidentalmente, reculando para dejar pasar otro carro, atropellé a una chica. Le pedí disculpas, pero debí hacerle daño porque la chica murmuró algo a su pareja. Su pareja era un casi chandalero que empezó a insultarme. Reaccioné diciéndole que no fuera tan bruto que solo había sido un accidente no una agresión, pero el tipo siguió insultándome. Naturalmente agarré el carro y me largué. Sin embargo me sentí cobarde y la escena disolvió esa bruma de irrealidad en la que permanentemente vivo con cierta sensación de seguridad simplemente porque ignoro la realidad "real". Como soy muy cobardica imaginé de todo, que el tipo me montaría una escena en el supermercado, o que me esperaría en la calle y me apuñalaría o que llamaría a su banda de mataos para darme una paliza. Lo cierto es que esa estupidez -mi debilidad es esencialmente la confrontación con los otros- desvaneció esa bruma que uno habitualmente llama realidad y dejó la auténtica realidad desnuda tal y como es, como el mundo aquel que contaba Stanislaw Lem en El congreso de futurología cuando el personaje dejaba de tomar la pastilla.


Pequeño poema estúpido

Un verso va caminando
yo no sé a dónde va
si se irá a la montaña
o terminará en el mar

No son versos bien medidos
no tienen ningún sentido

No van buscando belleza
no se arrancan por dolores
ni invocan viejos amores
solo hablan de sí mismos

como todo lo que escribo
aludiendo a lo que vivo

Estoy seco señores míos
es inútil este poema
por más que busco no encuentro
para estos versos un tema

Me aferro pues a la estructura
con algún fallo en la esttura

de algunos versos, esos dos
que atrás quedan no corrijo
para qué si nada digo
van a la basura fijo

si no es que los pongo en el blog
algo harán de relleno, ¿o no?

domingo, 1 de febrero de 2015

Ruy Belo (1933-1978) - Muriel

Muriel
A veces si te acuerdas te buscaba
te retenía te agotaba y si no te perdía
era solo por haberte ya perdido al encontrarte
Nada en el fondo tenía que decirte
y para verte verdaderamente
y en tu visión complacerme
indispensable era evitarte
Era todo tan simple cuando te esperaba
tan disponible como entonces yo estaba
Pero hoy están los papeles están los sucesos
está la gente a mi alrededor está la corbata
Mezclé muchas cosas con tu imagen
Tú eres la misma pero ni imaginas
como cambió aquel que te esperaba
Tú sabes cómo era si supieses cómo es
En una vida tan corta cambié tanto
que es con cierto espanto que en el espejo del mañana
distraído diviso la cara que me queda
después de todo lo que el tiempo se llevó
Tenía una ciudad tenía el nombre de Madrid
estaban las calles las personas el anonimato
los bares los cines los museos
Un día te vi y desde entonces Madrid
si por ventura tiene todavía para mí sentido
es ser solidez que te rodea a ti
Pero el precio que pago por verte
es al verte saber que voy a dejar de verte
soy muy pobre tengo solo por mí
en medio de estas calles y del pan y de los jornales
este sol de enero y algunos amigos más
incluso ahora te veo y al verte no te veo
porque sé que dentro de poco dejaré de verte
Aprendí a ver en mi infancia
vine a saber más tarde la importancia de ese verbo para los griegos
Y pienso que si bach hoy naciese
en vez de componer aquel preludio y fuga en re mayor
que esta misma tarde en un concierto oí
habría concebido aquellos sweet hunters
que esta noche vi en el cine rosales
Te veo ahora te vi ayer y anteayer
y pienso que nunca es bueno decir te veo
si fuese que además de verte sin remedio te perdía
Pero yo decía que te veía aquí y allá
y cuando no te veía dependía
de un momento marcado para verte
Llegaba primero y tenía que esperarte
y antes de que llegases ya estabas allí
en aquel preciso sitio combinado
donde siempre llegabas siempre tarde
aunque antes de llegar ya estuvieses allí
si ausente más presente por la expectativa
Por eso más te veía de lo que ahora teniéndote en frente
Pero sabía y sé que un día no vendrías
que hasta dudaré si estuviste donde estuviste
 o hasta de si exististe o si yo mismo existí
pues en la duda tengo la única certeza
¿Habrá incluso existido el sitio donde estuvimos?
¿aquella hora precisa aquel lugar?
A fuerza de pensar pienso que no
En la mejor de las hipótesis estoy lejos
cualquiera de nosotros habrá tal vez muerto
En el fondo quien nos viese a aquella hora
a la salida del metro de serrano
sensiblemente en frente de aquel bar
podría pensar que éramos reales
puntos materiales de referencia
como los árboles o las farolas
Tal vez pensase que en aquellos encuentros
en que tal vez en el fondo procurásemos
el encuentro profundo con nosotros mismos
habría entre nosotros un verdadero encuentro
como el que apenas tenemos en los encuentros
que vemos entre los otros donde solo al final somos felices
Eso era por ejemplo lo que me sucedía
cuando hace años en las mañanas de roma
entre los pinos aún indecisos
de mi perdido parque de villa borghese
veía a esa mujer y a ese hombre
en aquellos encuentros puntuales
Seguro no serían tan felices como yo en ellos
pues la felicidad para nosotros posible
es siempre la que soñamos que hay en los otros
Hasta que cierto día no sé bien
o no pasé por allí o ellos ya no fueron
nunca más fueron nunca más pasé por allí
Pasamos como todo sin remedio pasa
y un día seguro incluso dudamos
un día no tan distante como pensamos
si estuvimos allí si Madrid existió
Si por lo tanto llegaras tú primero
alguna vez de aquí a algunos años
junto a california veintiuno
que no te asombres de mirar y no verme
Estaré lejos tal vez haya envejecido
Habré incluso tal vez muerto
No te vayas a quedar esperándome
no telefonees no marques el número
el número habrá cambiado la casa será otra
No hagas ni pienses nada vete
tú serás a esa altura joven como ahora
tú serás siempre la misma fresca y joven pura
que inunda de luz los ojos
que exhibe el sosiego de los antiguos templos
y que resiste al tiempo como a la piedra
que ve pasar los días uno por uno
que contempla la sucesión de oscuridad y luz
y asiste al asalto por el sol
De aquel poder que pertenece a la luna
que transfigura en lujo la propia basura
que vive tan leve que ni la buscan las parcas
implacables para los otros
Que aunque todo mude nunca muda
o si mudase que no se acuerde de morir
o que al fin muera pero que no me decepcione
Decía que al llegar si mirases y no me vieses
no piense o hagas nada vete
yo no te hago falta no tiene sentido
esperar por quien tal vez haya muerto
o ni siquiera tal vez haya existido.