jueves, 31 de marzo de 2011

Fábula de Esopo

Fábula de Esopo

Había un pastor que estaba siempre de broma. Una de sus gracias consistía, ya a última hora y después de haber encerrado a sus ovejas, en entrar gritando en la aldea alertando de que venía el temible lobo. Cuando conseguía que todo el mundo se levantara y se echara al monte con palos y hoces para espantar el ficticio peligro, él se volvía a su casa y se echaba a dormir, regocijándose gratamente de que los demás estuvieran dando inútiles batidas por el monte.
Repitió este juego varias veces, siempre con la misma respuesta de los ingenuos aldeanos, hasta que poco a poco estos fueron sospechando el engaño.
Y llegó la ocasión en que, bajando del monte, se encontró de boca con el auténtico lobo. Sin pensárselo dos veces, confiando en la colaboración de sus paisanos, corrió por toda la aldea gritando: ¡que viene el lobo!, ¡el lobo! Pero nadie le creyó, y más de uno le exigió que callase de una vez.
El lobo se dio un festín con las ovejas y, dado que nadie llegaba de la aldea para interrumpirle, se tomó su tiempo masticando bien y mondando los huesos uno por uno.
El asunto es que la gente de la aldea se había acostumbrado tanto a los avisos de socorro del pastor que no solo no atendía a estos, sino que tampoco prestaba atención a los de los demás aldeanos. Así que el lobo, cuando se hartó de ovejas, se le ocurrió bajar a la aldea a ver qué había por allí. Y por cambiar de dieta se comió a un lugareño, que intentó alertar a los vecinos de lo que le estaba pasando, sin ningún éxito. Nadie creía verdaderamente que hubiera ningún peligro, e incluso más de uno, por entretenerse mientras iba del establo a la cocina, gritaba: ¡que viene el lobo!, ¡el lobo!, en lugar de silvar o cantar bajito. Así, poco a poco, el lobo se fue comiendo impunemente a todos los habitantes de la aldea, que quedó despoblada. Y como ya no había nada más que hacer allí, se fue a otra parte a buscar una fortuna parecida.


Moraleja. Entre unos que nos llaman idiotas a los ciudadanos y otros que nos tratan directamente como idiotas, hemos acabado como estos pobres aldeanos.

martes, 29 de marzo de 2011

Asaduras (2ª parte)

El 27 de Septiembre me dio el patatús del riñón. Me duró dos semanas. Luego acabé meando una piedrecita. La médica me mandó una radiografía que luego envió a un especialista para que la revisara porque había unas sombras que no sabía interpretar. También me mandó una ecografía, para tener una visión más clara de mis asaduras. Pues bien, ya ha llegado el momento. Por fin en abril me harán la ecografía. No sé si servirá de algo. Pediré que me la den y, por lo menos, haré un vídeo para el youtube. En cuanto a la radiografía, por ahí sigue esperando a que un experto le eche un vistazo y confirme que la sombra aquella era una mota de polvo en la cámara de rayos X. No sé. Me parece que ejemplos como este hay muchos y son significativos de por donde se cuela el dinero de la sanidad. No sé a quien echar la culpa de todo esto. A las pocas semanas de tener ese dolor, alguien me contó de un caso parecido. En esta ocasión el fulano orinó sangre, lo que no me pasó a mí, y al parecer eso fue crucial para que tuviera su radiografía y su ecografía en menos de una semana. De una semana a siete meses va toda una vida. Yo sigo vivo porque el azar quiso sustituir algo más grave por una simple piedrecita. Pero no me siento nada seguro. Con mi falta de espíritu combativo sumado a mi aversión a tratar con ciertos gremios me da la impresión de que no acabaré como uno de esos ejemplos de la eficacia de la sanidad pública.

martes, 15 de marzo de 2011

Un hombre y una vaca

El campesino está sentado junto a las ubres de la vaca. Ordeñándola. La leche va cayendo a disparos largos en un balde de metal reluciente. El blanco y espumeante contenido casi roza el borde ya. La vaca mueve distraídamente una pata y golpea el recipiente. Algo de leche se derrama a los pies del hombre.
-¡Saaa!. ¿Ves, vaca, lo que has hecho?-grita el campesino, dándole un golpe más cariñoso que violento en el lomo al animal. Endereza el balde y decide sustituirlo. Lo toma por el asa, se levanta y lo lleva a una repisa donde lo vacía en otro recipiente mayor. Las últimas gotas se las bebe a morro.
-¿Sabes, vaca?: sabe a vaca-dice mirando hacia la cabeza del animal que gira su enorme testuz y le mira.
-¡Muuuuuu!-responde la vaca.
-Sabia vaca-constesta el hombre, satisfecho. Y vuelve a sentarse en la banqueta.

jueves, 10 de marzo de 2011

Un Gobierno en la Sombra

Un mito muy extendido es el de un Gobierno En La Sombra de poderosos que son los que en realidad manejan los hilos del entramado económico de un país, o del mundo. Uno piensa en que se trataría de un grupo de clarividentes hombres de negocio que confabulan inteligentemente para que las cosas de la economía a gran escala se predispongan a su favor. Una estadística que he oído por la radio a vuela oreja confirma que en efecto, las fortunas más grandes del mundo crecen; no que aumente el número de ricos sino que los ya ricos se enriquecen aún más, al parecer. Oyendo esto uno los odia porque se enriquecen a costa de la gran mayoría, que pierde eso que se llama poder adquisitivo. Porque esto del poder adquisitivo es como la energía, ni se crea ni se destruye sino que cambia de manos, y si unos pocos ganan tanto es porque muchos pierden aunque sea un poco cada uno. Naturalmente uno los envidia porque son ricos y no les afectan los pequeños – a su escala – desastres económicos que nos destrozan a los demás: están, por así decirlo, por encima del manto de nubes de tormenta. Uno piensa en esos tipos inteligentes, maquinando, organizando, trazando planes complejísimos para canalizar los ríos de dinero hacia sus cuentas bancarias.
Y entonces lee las cartas de uno de esos que creía un gran potentado, al menos uno que ha levantado –y derrumbado – dos veces un gran imperio – se le cuentan más de cien empresas – y queda patidifuso cuando por más que busca no encuentra rastro de inteligencia en esas cartas. Lo que encuentra es un pacato cristianismo beatón que no roza, se hunde en la infantilidad. Y le acomete a uno un terrible espanto al pensar que los individuos que conforman ese astuto Gobierno de Poderosos puedan parecerse a este señor que regala bustos de santos y vírgenes a los banqueros y reza en su capilla privada para que el buen Dios tenga a bien iluminar su alma a la hora de considerar la concesión de un crédito. Y se le viene abajo todo ese romanticismo, esa remota esperanza de que, al menos, los malvados potentados sean la verdadera representación de la Racionalidad en esta Tierra, aunque la usen para el mal. Se espanta uno de que tanto poder pueda estar en manos de fulanos tan ridículos e incapaces para otra vida que no sea la acumulación desaforada.
En el cuento de Aladino y la Lámpara Maravillosa que escuchaba de pequeñito se daba ya la clave, absurda, que movía a esos señores del Gobierno en la Sombra: “Qué hacen los ricos”, preguntaba el mago, que acababa de robarle la lámpara a Aladino, al genio, y este le respondía: “Se visten con ricos ropajes, viven en lujosos palacios, se bañan en agua perfumada”. “Eso me gusta, me gusta”, paladeaba el mago frotándose las manos.

lunes, 7 de marzo de 2011

Dios vs Energía

Lo que pasa es que los cerriles partidarios de la ciencia consideran que la palabra “energía” es de su propiedad lo mismo que los adalides de la religión consideran suya la palabra “dios”. Y así unos se burlan de los otros porque emplean “mal” su palabra y la insertan en contextos en donde el “verdadero” significado queda, no sólo desvirtuado, sino, a juicio de cada parte, insultantemente menoscabado.

Mini Relatos (a concurso pasado)

La isla surge en el horizonte como un amanecer de esperanza. La sed sujeta la alegría. En los ojos prende un poco de luz.

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El empresario, inmerso en la ensoñación de hoteles, piscinas y jardines no vio al náufrago que hacía gestos desde la playa.

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Una gran mano agarró el Roque Nublo y tiró. ¡Pop!... La isla se desprendió dejando un agujero por donde empezó a colarse el mar.

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Los domingos ofrecemos naufragios en islas desiertas. Viva usted la experiencia de Robinsón con todas las comodidades.

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Luz. Sol. Espuma de mar de ida y vuelta. Arena caliente. Cuerpos desnudos. No hacer nada. Tiempo. 
¡Siga trabajando, Ramírez!

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El sueño fue un largo y húmedo beso que rompió contra la orilla y se extendió por toda la playa. Despertó con la boca llena de arena.

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Tras mil años de viaje, los monjes llegaron a la isla. Al descender para orar, belicosos nativos de verde los asedian.

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Aquel año la calima fue brutal. Cuando el tiempo cambió, se podía ir caminando de una isla a la otra sin mojarse los pies.

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El mar se secó. Y las islas se convirtieron en altas montañas. Se fundaron pueblos en los fondos abisales

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