jueves, 19 de marzo de 2020

Ondas desvanecientes o algo asín

Vi una película. Se llamaba  Vanishing Waves, pero en realidad era de Letonia, y se notaba porque los personajes hablaban raro. Menos cuando venía uno que hablaba raro, pero en inglés.
Trataba de unos científicos que se metían dentro de la mente de una mujer que estaba en coma. No era para curarla ni nada, solo por el gusto de saber que podían hacerlo. Ya saben cómo son los científicos. El caso es que el tío al que le tocaba la parte activa, que tampoco es que fuera muy activa, porque lo metían dentro de un estanque de aislamiento, se pone en contacto con la muchacha que está en coma, y echan sus polvillos y eso. Pero a los de fuera que solo ven señales y gráficas, no les dice ni mú. Luego la cosa se complica un poquillo.
El caso es que mientras iba mirando la película iba tomando notas. Así que esto que sigue es, aproximadamente una transcripción del guión de la película. Aproximadamente quiere decir que cualquier parecido con la realidad, es lo que tiene, que como todo es realidad, todo se parece un poquillo.

Viaje a la mente de una mujer
Ella, que acaba de salir de la ducha, le mete mano al pibe, que está delante del ordenador to concentrao.
—¡Chacha, déjame tranquilo que estoy trabajando!
—Mentirosillo. Tú lo que quieres es que te deje solo para hacerte una paja mirando porno.

—Tengo que raparme la cabeza. Es pa un esperimento.
—Vale, yo compro una maquinilla cuando vaya al súper.
—¡No hace falta, con jabón y hojilla basta!
—¡Qué bruto es!. Te vas a cortar todo. ¿Y qué experimento es ese?
—¡Oh, uno!
—Misterioso estáis.
—Es que es secreto.
—Pero yo soy tu mujer.
—Por eso. No te lo puedo contar.
—Pues no me lo cuentes.
—Pues vale.

—Me quieren meter dentro de una señora.
—¿De cabeza?
—Nooo. Lo de la cabeza es pa los cables.
—¿Te van a meter cables en la cabeza? ¿Por las cortadas que te has hecho?
—Nooo. Me ponen unas pegatinas.
—¿Unas calcomanías? ¿Te van a tatuar la cabeza?
—¡Que no! Que es todo muy sientífico. Las pegatinas tienen unos cables que van a las máquinas esas y allí se ve too. A mí me meten dentro de una bañera y cierran la puerta.
—Parece un buen curro. ¿Está calentita el agua?
—¡Claro!, ¿y si no, quién aguanta, mujé?
—¿Y la señora quién es?
—No sé, una. No la he visto.
—¿Y te vas a meter dentro de ella sin conocerla? Se va a enfadar. Que yo conozco a las mujeres.
—¡Ah!, yo de eso no sé. Yo hago lo que me manda el jefe.
—Todo eso son cosas muy raras.
—La siensia es ansí.

—Oye, que me estoy follando a la chica esta.
—¿No decías que no la veías?
—Y no la he visto. A lo mejor ni siquiera es la misma. Como es por dentro.
—Y oye, digo yo. ¿Se te empalma allí dentro?, porque lo que es aquí fuera.
—Pues sí.
—¡Anda qué suerte! ¿Y cómo es ella?
—Pues, está muy bien. Es monilla.
—Monilla, ¿eh?. ¿Y dices que se te empina?
—Como una barra de hierro. Y ella le saca un rendimiento que no veas. Yo tampoco lo hago mal.
—Ese no eres tú. Si lo sabré yo.
—A lo mejor es que es un super yo, de esos.
—¿Y dónde lo tienes escondido?
—Tú estás celosilla.
—Hombre. No te digo que no me viniera mal una sesión de esas.
—Esto es solo para sientíficos.
—¡Y un rábano! A lo mejor se te queda algo, mira a ver.
—¡Quita, cochina, que tengo que estar consentrao para la sesión de mañana!
—¿Concentrado o descansado para esa golfa?
—No mujé. Que es cosas de la siensia. Tú no lo comprende.

—¿Y cómo va la cosa?
—No sé. Estábamos tan tranquilos, comiendo…
—¿También comen?
—¡Buah!, ostras, purpo, marisco, fresas…
—A ti te dan asco las ostras.
—Pues allí me las como. Y me gustan.
—Será por eso que se te empina. ¿Comes muchas?
—¡Me jarto!
—¿Y no te sientan mal? Mira que las ostras son muy traicioneras.
—Pues no.
—Es por eso, seguro.
— ...pues va y se me pone toa loca a tirarme la comida. Y, claro, yo le respondí. Un desastre hicimos en un momento. Luego me dijo, muérdeme.
—¿Y la mordiste?
—Un poquito.
—¿Y qué?
—Dijo, más fuerte.

—¿Cómo va la chica?
—Se está poniendo rara. En plan dramática.
—Esta va a querer algo serio. ¿Tú le has dicho que estás casado?
—¡Si no hablamos!
—¿Todo el rato es toma y daca?
—Todo el rato no. A veces descansamos. Pero no hablamos mucho.
—Esa es una lagarta.
—¡No seas así, mujé! Es solo en la cabeza.

—Que me llevó a una orgía.
—¿Una de esas de machos y hembras todos desnudos?
—Yo no toqué ninguna cosa rara. Creo que todo eran mujeres. Se restregaban entre ellas como en un nido de babosas o de serpientes.
—Tú no has visto una serpiente en tu vida.
—Eso no es verdad. Acuérdate de cuando fuimos a Galda. Pero yo me refiero a eso de las películas cuando se ven todas revueltas, que se mueven unas por encima y otras por debajo y luego se dan la vuelta, y sacan la lengua.
—¡Chico, qué asco!
—Ya te digo. Me dio asco y me fui.
—Y luego quieres que hagamos un trio con Laura.
—Es distinto. Solo son dos.
—A mí me parece que hasta yo voy sobrando…
—Ay, mujé. Siempre con esas cosas tuyas.
—A lo mejor podríamos invitar también a Alberto.
—¡Quita pa llá, cochina!

—Oye, ¿tú me quieres?
—¡Anda con lo que me sale esta ahora!
—Es que estás tan raro.
—Es lo del esperimento. Todo empieza a ponerse un poco… raro.
—¿La quieres más que a mí?
—Son amores diferentes.

—La cosa se va aclarando.
—¡Ah, sí!
—Sí. Verás. Yo no soy yo, sino su querío.
—Pero no decías que no la conocías de antes.
—En su mente, boba. Ella cree que yo soy su querío.
—¡Ah, claro!, por eso se te empina.
—Bueno…
—Ya me parecía a mí muy raro.
—Y como él la palmó, pues ella lo echa de menos.
—Y entonces llegaste tú.
—Un gorrino que hubiera llegado, una puerta, una señal de tráfico….
—Que te tocó. A otros les toca la lotería.
—En nombre de la ciencia cualquier sacrificio.

—Ella se despertó.
—¿Dormía?
—Estaba en coma, ¿no te lo dije?
—Al principio era una señora. Luego una chica. Eso es todo lo que sé.
—¡Venga, bah!, si ya se va a acabar.
—¿No dices que despertó?
—No es tan guapa, eh, no creas.
—Ya la viste.
—De refilón.

—Hueles a tabaco, ¿ahora fumas?
—¿Yo?, qué va.
—Todo esto es muy raro. ¿Te enteraste de que mataron a una prostituta ahí debajo?
—Yooo, no sé. Estoy tan consentrao en mi trabajo.
—Ya, ya.
—Tustás muy raro.

—Oye, que me han echao.
—¿Y eso?
—Se murió la chica.
—Claro. Tanto meneo.
—Ellos no sabían…
—¿No les contabas lo de los meneos?
—No.
—Con razón.
—Pues tendré que buscar algo.
—El mercadona tiene una lista para entrar de cajero. Como eres científico sabes de números, a lo mejor te cogen.
—Probaré a ver.

—¿Sabes qué? Echo de menos lo de los meneos.
—Con la chica esa.
—No. Así en general.
—Pues anda que yo estoy un poquito harta del dedito.
—¿Y si probamos a ver? Cuando estaba en el estanque tragué un poco de agua. A lo mejor con eso…
—Por probar...

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