domingo, 13 de agosto de 2023

El problema de los tres cuerpos, de Liu Cixin

 Los ditirámbicos adjetivos con que suelen anunciarse las novelas modernas me tiran para atrás, ¡fos¡, me digo. Pero de vez en cuando tengo que sacar el dedito y probar un poquito de mierda para que no todo sea prejuicio. Y la mayor parte de las veces la mierda sigue sabiendo a mierda. Pero, a veces, sabe bien. Es muy raro, pero ocurre. 

A este hombre, creo recordar, lo han puesto de dostoievski para arriba. Le han dado el premio Hugo que diz que es lo mejor que se puede obtener en este entorno de la SF. Por ahí lo comparan con Arthur C. Clark; que si Barack Obama y Mark Zuckerberg han dicho no sé qué cosas. Bueno, bueno.

La novela está bien, pero no es para pasarse tanto. Me han gustado las ideas que contiene, pero no me ha gustado el desarrollo, digamos, la distribución de materiales, la organización. 

El asunto está bien: en términos generales, detrás subyace esta idea, parece que tan generalizada entre los países más aventajados económicamente, de que la humanidad se encamina al desastre, al caos, a la extinción, precisamente por su propia culpa, por su mal obrar en el planeta, por su pésima capacidad de convivencia con el resto del ecosistema. Digo que esta idea apocalíptica o milenarista es más propia de los países que ya han alcanzado un nivel industrial y económico saneado, es más, diría que es propia de las clases más cultivadas y económicamente mejor situadas dentro de esos países. La gente que todavía tiene que luchar duramente por su supervivencia o por unas condiciones de vida más dignas tiene la vista más pegada a la tierra y a los problemas cotidianos que a estas cuestiones globales. 

Esta es la primera idea, entonces. La segunda es que la humanidad no puede resolver los problemas que ella misma está creando y que va a necesitar una ayuda externa muy poderosa. Aquí se plantean otras cuestiones: hay quienes consideran que la humanidad es un mal a erradicar, y hay quienes consideran que aún hay esperanzas de cambio de mentalidad, que hay semillas esparcidas por ahí  que podrían estar planteando ya nuevos modos de existencia en el planeta no basados en su pertinaz explotación. Los que consideran que la humanidad es un mal a erradicar esperan que acabe con todos una invasión extraterrestre, un topetazo con una roca espacial descomunal, o una epidemia mundial que nos descabece a todos. Los que aún conservan alguna esperanza en la humanidad esperan que los extraterrestres nos ayuden, o que tras alguna catástrofe una humanidad renacida y con las lecciones aprendidas reconstruya una civilización más acorde con el equilibrio del ecosistema mundial. Ya nadie cree en un futuro lleno de máquinas voladoras, edificios de mil plantas en varios niveles, teletransporte y hologramas para todos. Naturalmente la gran mayoría de la población sigue viviendo como si el momento presenta fuera eterno y el futuro solo fuera una fantasía de soñadores o pesimistas, y las cosas son y suceden como han sido siempre y han sucedido siempre y el ayuntamiento ya se encargará de sacar toda esta basura de aquí, para qué voy a molestarme yo en ir a un punto limpio.

La tercera idea que aborda esta novela, claro, es la importancia de la ciencia y de la tecnología para afrontar los problemas futuros, a pesar de que ese desordenado desarrollo de la ciencia y de la tecnología es precisamente una de las causas de los problemas presentes y que vendrán. 

De estos temas trata la novela y los aborda de la siguiente manera: Casi por azar alguien consigue enviar un mensaje a las estrellas con la suficiente potencia como para llegar muy lejos. Tiempo después (nueve años) ese mensaje es respondido de una manera bastante preocupante: no respondas a este mensaje, explicando que si se responde a ese mensaje, la Tierra podría ser localizada por esa civilización extraterrestre y las consecuencias serían trágicas. Naturalmente quien responde es un disidente de aquella civilización. Pero resulta que quien envió el mensaje es un disidente de la civilización terrestre, así que responde, algo así como: “vengan y acaben con todo”.

Otro asunto interesante que siempre me ha preocupado es cómo unos pocos se sienten legitimados para condenar a una legión, solamente porque ellos se sienten heridos. Los casos de tiradores, estos que disparan a las multitudes simplemente porque, como decía aquella canción, “no me gustan los lunes”, se multiplican cada vez más, no solo en EEUU, su tierra de nacimiento y florecimiento, sino también en Europa y seguramente en otros países, como Japón. A un nivel de conjunto, es lo mismo que los terroristas que ponen bombas, pero al menos estos tienen un objetivo, una obsesión que les oculta toda piedad; que, incluso, sin ocultársela, su sentido del deber se impone a su sentido piadoso, o algo así – al menos eso se nos queda de las películas. Pero estos que, simplemente por que pueden, matan, y que lo hacen con un odio irracional por el otro, son casos de enfermedad muy grave de la humanidad que nos convendría estudiar. Porque, como en esta novela, no es raro que el acto de un solo ser humano pueda acarrear la destrucción de toda la humanidad. Estoy seguro de que colocando un botón rojo en medio de la calle que prometa la destrucción del planeta si se pulsa, acabaría desgastándose el pobre botón de tanta pulsación. 

Bueno, pues eso, que los extraterrestres han de venir. Y mientras los esperamos se forma en la tierra una organización que tienen por objetivo preparar la venida, precisamente tratando de anular una posible respuesta organizada de la Tierra contra esa llegada. Es decir, atacando a la ciencia y a la tecnología que podría desarrollarse lo suficiente, durante todo el tiempo que tardarán los extraterrestres en llegar, unos cuatrocientos años, como para hacerles frente. Estas organizaciones están formadas principalmente por científicos desengañados de la humanidad, ecologistas enfadado con la destrucción de las especies vegetales y animales, etc.

El nudo de la novela consiste en la investigación para descubrir, primero, quienes son estas organizaciones que están, literalmente, asesinando – al principio de una manera más esquinada, suicidios y accidentes – y luego para comprender el por qué de su actuación. Sobre todo, comprender el cómo consiguen realizar algunas acciones que parecen realmente prodigiosas y que lleva a muchos científicos a dudar de que realmente existan leyes estables que rijan la naturaleza. Naturalmente, esto último se debe al uso de tecnología alienígena enviada por adelantado por aquellos malandrines para ir preparando el terreno. 

Bueno, pues interesante está. Me la he leído al completo y hasta estoy viendo la serie que han desarrollado los chinos – en versión original con subtítulos en inglés en youtube, por si quieren echarle un vistazo –, que me está gustando más que la novela por mejor desarrollada.

Mi rechazo es básicamente a la parte estructural de la novela. Los diversos materiales que la componen: la historia de Ye Wenjie, La investigación y luego por último el relato extraterrestre, me parece burdamente introducido, falta elegancia en la distribución de esos contenidos. Lo más convincente es la historia de Ye Wenjie desde la época de la Revolución Cultural hasta que la pillan ya como jefa suprema del movimiento anti terrestre (Fronteras de la Ciencia, se llama) Se va desgranando a lo largo de la novela y creo que se hace bien. Pero todo el asunto de cómo se va desvelando el tema de Fronteras de la Ciencia, que intenta ser misterioso, con la muerte extraña por suicidio de los científicos, esas expresiones trágicas sobre sus dudas acerca de la ciencia, y la aparición franca del grupo Fronteras de la Ciencia… no sé, todo eso me parece forzado y poco desarrollado. No hay habilidad en ir introduciendo la perplejidad que produce esas muertes. A veces da la impresión de que creen que no mencionando lo evidente, los lectores no lo vemos. Hay ingenuidad en cómo se quiere dotar de tensión a esa parte del desarrollo. Sin discusión, eso sí, la personalidad del policía Shi Qiang, que en la serie también está muy logrado. La novela termina con el relato desde el punto de vista de los propios extraterrestres. Esta es la parte, sospecho, que al Polillas le resultó más chocante, y es que, en efecto, suena un poco ridícula. No hay ningún esfuerzo por dotar a los extraterrestres de un poco de misterio, de lejanía de la humanidad. Estos extraterrestres prácticamente fuman en pipa y van al parque a jugar a la petanca cuando termina su jornada de trabajo. Sin contar con que sus destrezas tecnológicas, consiguiendo montar todo un ordenador en un protón o algo así, con una inteligencia artificial que es capaz de trastocar en apariencia las leyes de la naturaleza en la tierra, no sé qué quieres que te diga. Para una civilización que vive en un planeta al que los tres soles que lo gobiernan no lo dejan tranquilo el tiempo suficiente como para desarrollar como dios manda una civilización seria. 

Ah sí, eso de los tres cuerpos se debe precisamente a esto de los tres soles del planeta. Se supone que si se consigue resolver este problema matemáticos se resolverían los problemas de esta civilización y no tendría que invadirnos. No sé cómo, sabiendo que te van a dar un topetazo en el futuro sin poder evitarlo, vas a resolver el problema de que te den un topetazo en el futuro. Resolver el tal problema solo permitiría saber cuándo van a ocurrir las cosas malas pero no cómo evitarlas. Pero bueno, me da la impresión de que este asunto es otra de esas complicaciones de trama que luego no significan nada, aunque le den nombre a toda la novela. Y de todas maneras dicen que el problema no tiene solución.

Pues sí, la novela está bien. Se entretiene uno. Pero ni mucho menos una obra maestra de la literatura mundial, ni siquiera dentro del ámbito de la literatura SF. Yo no leería otra vez esta novela como sí he releído varias veces Forastero en tierra extraña, de Robert A. Heinlein, o Cánticos de tierras lejanas, de Arthur C. Clark, con la musiquilla de fondo del disco de Mike Oldfield. Por mencionar dos que me han venido a la mente. 

Pues eso. Ahí sigo.