sábado, 27 de abril de 2019

Concierto en el CAAM

Antier fi a un consierto en el CAAM. L'artista era un chico joven; de parái, de Tenerife... Un taa Manué Rodrígue...

— Hola, ¿es aquí el consierto?
— Hola, buenas tardes. ¿Concierto?, ¿se refiere a la intervención sonora?
— ¿Interve qué...?, ¿no había un consierto?
— Si, bueno… exactamente un concierto no es, quiero decir que no es exactamente música…
— ¿'tonse qué eh?
— Es… una composición con materiales sonoros…
— ¡Música!
— Bueno…, estrictamente hablando… Digamos que no se utiliza el sonido a la manera tradicional…
— ¡Vamo!, que no va a habé violine, ni piano, ni flauta, ni trinos de señoras gordas.
— Podrían aparecer, al fin y al cabo son materiales sonoros, pero no de una manera continua.
— ¿'tonse qué suena?
— Ruido blanco, chirridos, chasquidos, suspiros, plaf, plop, going, alaridos, etc.
— ¡Ah!, como cuando se me rompe la lavaora.
— Por ahí va bien.
— O cuando frena la guagua y se oye el flssssh de la puerta...
— O se cae un piano, o llora un niño...
— O canta una vieja, silba un cojo…
— ¿Por qué un cojo?
— Por la pata de palo.
— ¡Ah, entonces vale! Como ve, en estas condiciones no le podemos llamar concierto. En el último, la señora intérprete usaba plátanos, un paquete de gofio, un papayo.
— ¿Qué era?, ¿frutera?
— No. Esos eran sus instrumentos sonoros.
— ¿Sin violines ni gaitas?
— Ni pianos ni colas.
— Vaaaya por diosss. ¿Y dice usté que eso es música?
— Bueeeno. Es más como un pintor que use otros materiales además de los colores. Que use por ejemplo tierra, o sangre, que los hay. Que use trapos, u objetos que pega en el cuadro. Componiendo así una … forma… relacionada con la pintura pero no exactamente o estrictamente pintura tal y como la entendemos tradicionalmente. Pues lo mismo es esta… música...
— ¡Qué curioso! Y este chico de hoy, ¿qué trae?, ¿otra vez fruta o es más de charcutería?…
— No, este chico trae ordenadores.
— ¿Y se va a pone a golpeá los ordenadores, cristiana?
— No hombre, no. Va a programarlos para que de ellos salgan sonidos.
— ¡Ah caramba!
— Sí, señor. Le veo interesado.
— Yo soy mucho de ordenadores. Mi nieta m'enseñó a buscá en interné.
— Pues ya sabrá que es todo un mundo. Este chico construye sonoridades que luego, en el… concierto… va generando y transformando y mezclando para construir un … paisaje sonoro.
— Pues está muy bien eso.
— ¿Entonces?, ¿se queda?
— Es que me esperan a cenar. Si no dura mucho…
— Eso depende del artista. Nunca se puede saber con exactitud. Pero yo creo que en cosa de media hora habrá concluido.
— Bueno, pues me quedaré un rato.
— Siéntese aquí. Ah, mire, aquí llega el artista.
Aplausos, plas plas. El artista se sienta. Empieza a manipular en diferentes ordenadores que tiene delante. Muchos cables salen de ellos que van a otros aparatos que luego alimentan los altavoces.  El artista toquetea, pulsa, gira botones. Se oye un pitido agudo que se va haciendo cada vez más grave …


— Ya ha terminado. ¿Qué le ha parecido?
— ¿Ya ha terminao? ¿El qué?
— La intervención… el concierto.
— ¿Pero cuando empesó?

miércoles, 24 de abril de 2019

Parábola de los diez talentos.

Si oficio es la  ocupación habitual, mi oficio es la no ocupación habitual, interrumpida por necesidad por breves lapsos de ocupación a que me obliga el tener un cuerpo con necesidades. Mi buena suerte me ha permitido acceder a un puesto de trabajo sin una excesivamente celosa cadena de mando, aunque cada vez se ponen más coñones, a lo que se suma una prodigiosa capacidad innata a pasar desapercibido, a desaparecer de la atención y de las memorias de las gentes que me rodean con una facilidad que en ocasiones me hace dudar de mi propia existencia física.

Curiosamente officio en latín significa yo estorbo, yo obstaculizo, yo impido. Es intransitivo por lo que no lleva objeto directo, es decir, no se aplica sobre nada concreto, es, por así decirlo, un estado; el oficio, en una traducción de principiante es molestar a los demás, y puesto que mi oficio es la negación de esto, resulta que mi no oficiar deviene en un no molestar.

Si algún oficio siento tener, desde luego no viene de facio sino de somnio. Mi oficio es soñar, esa es en verdad la única obligación que siento, que es eso lo que significa la palabra que da origen, ahora sí, a esta de ahora: officium: deber, obligación.

Soñar, pero no hacer soñar, que también es un oficio que obliga a mucho trabajo y a mucho molestar, y para el que, está claro  – cincuenta y pico años fracasando me avalan –, no reúno ni el equivalente de un grano de mostaza de predisposición.

Soy eso que siempre se ha llamado un soñador y que ya casi no se oye porque probablemente es un no oficio demasiado desprestigiado y nadie quiere atribuírselo. En una sociedad capitalista, proactiva, económica, un soñador es precisamente un estorbo, un lastre, que no aporta conocimiento, que no aporta recursos, que no incrementa beneficios, que no consume. Hasta han tratado de prestigiar la palabra, sobre todo los americanos en sus películas, haciéndole corresponder con un fulano que se esfuerza muchísimo para conseguir alcanzar un objetivo grandioso en su existencia y que es capaz de sobrepasar por encima de cualquier obstáculo o cabeza para llegar a instalarse en una posición privilegiada.

Me da pereza solo escribirlo. Todo lo que espera de la vida un soñador ya lo ha conseguido y no lo tendrá nunca. Es esperarlo todo de la vida y saber que nada llega, por eso lo sueña. Conseguir, nunca le ha satisfecho, al contrario, conseguir es la peor de las desgracias porque es confirmar que no era eso, que tiene que haber más y que solo está al principio de un camino infinito. El soñar del soñador no es un querer, sino un querer seguir soñando. Por eso el soñador nunca tendrá un oficio. Hacer es solo comprender la banalidad de la existencia, lo efímero que es la realidad…

Algo como esto es lo que espero decirme a mí mismo al final de mis días en la Tierra para justificar tanta ineficacia, tanta falta de resultado, tan poco beneficio como le entrego al amo a su retorno, al devolverle los diez talentos que me dejó al partir
— ¿Ni un solo talento? –me preguntará, enojado.
— Ni uno –responderé, bajando la mirada humillado.
— Has sido un mal siervo –sentenciará.

lunes, 22 de abril de 2019

Yo nací en lunes

Cuando yo nací era lunes.
El siguiente año en el que el día de mi cumpleaños coincidía con un lunes fue 5 años después. Y el siguiente ocurrió seis años más tarde. Para el próximo tuve que esperar once años. Y después otros seis. Aquí se acabó un ciclo de 28 años, que se va a repetir en los veintiocho años que vendrán a continuación.
Este año vuelve a cumplirse ese ciclo. Habrán pasado otros veintiocho años cuando llegue el día de mi cumpleaños. No estoy muy seguro de que consiga esta gesta una vez más, que ya estaría plantándome en los 84.
La secuencia entonces es: 5,6,11,6-5,6,11,6-
He compuesto una melodía en la que la secuencia de notas sigue, según un criterio sin otro fundamento que que me suene mejor o peor, esos intervalos:
 do sol mi la fa do la re si fa re sol mi si sol do la mi do fa re la fa si sol re si mi do
Así es como suena
La secuencia aparece dos veces con una pequeña variación en la segunda ocasión en cuanto a la duración y altura de la nota (no sé como se dice esto en música, pero puedo seleccionar la misma nota a diferente altura. Uso la clave de sol y limpia que no sé como se llama a esa escala), pero siempre, salvo error, respetando la secuencia.

NOTA: tenía que haber hecho otras cosas esta tarde, cosas importantes de hombre serio. Cosas serias encaminadas a lograr afianzar un prestigio, hacerme un nombre en el entorno laboral o social, aumentar mi conocimiento en tantísimos ámbitos en los que flojea sobremanera... Ante la abrumadora tarea que se me imponía, nada más y nada menos que seguir labrándome un destino, decidí tomarme un descanso y dedicarme a hacer boberías.

martes, 9 de abril de 2019

Poema en línea recta, de Fernando Pessoa




Parecía como que la bolsa me estuviera instando a que la siguiera, se movía a unos pasos delante de mí y si yo me paraba ralentizada el movimiento. A la altura del árbol se elevó porque supongo que el aire allí formaba unas turbulencias. La perdí por un momento, pero luego pasados los bancos la volví a ver. Como si me esperara, continuó cuando me acerqué a ella. Siempre unos pasos delante de mí. Se paró y casi que señaló a la entrada de esa casa. Luego se quedó allí como esperando que yo me decidiera a tocar.


sábado, 6 de abril de 2019

Disputa con su espíritu de un hombre cansado de la vida

Es un poema egipcio de la XII dinastía. Ese es el título que aparece en el libro de historia donde lo descubrí. Luego, leyendo el poema, no percibes ninguna disputa ni ningún diálogo como dice el título de la página en internet donde encontré el poema. Más bien todo el poema es una constatación por medio de símiles del deseo de morirse de una santa vez de una persona que ya está un poco hartita de vivir. La muerte es mostrada en todos los casos como un lugar de reposo, un lugar en el que estar a salvo, un lugar de descanso tras el intenso y obligado ajetreo de la vida, y cosas tan sutiles como la de "un buscador llevado a lo que ignoraba" es decir, la novedad, lo nunca visto que es lo que más placer causa a los buscadores.

La muerte delante de mí hoy está
Como la salud para el inválido
Como superar la enfermedad.

La muerte delante de mí hoy está
Como el perfume de la mirra
Como sentarse bajo la tienda en día ventoso.

La muerte delante de mí hoy está
Como el final de la lluvia
Como el retorno de un hombre a casa tras una campaña de ultramar.

La muerte delante de mí hoy está
Como el aroma del loto
Como sentarse en los lindes de la embriaguez.

La muerte delante de mí hoy está
Como cuando el cielo se despeja
Como un buscador llevado a lo que ignoraba.

La muerte delante de mí hoy está
Como el afán de un hombre de ver su casa de nuevo
Tras innumerables años de cautividad.

(lo pillé de www.egiptoforo.com )