viernes, 25 de mayo de 2018

¿Cómo estoy?

Es un hábito este de estar peguntándose a uno mismo cómo se siente, estar mirándose las propias emociones, preguntándose el por qué de ellas. No estoy seguro de que todo el mundo lo comparta, este hábito. Y creo más bien que es un hábito de infelices y que no es bueno.
Y sin embargo creo también que es un signo de inteligencia, es decir, me reconozco mejor en los que lo padecen que entre los que no. Somos, no más, sino de la misma inteligencia.
(No creo que haya mejores o peores inteligencias, simplemente que somos incapaces de reconocer inteligencia en las que no son como la nuestra. La única inteligencia que me parece objetiva es la supervivencia y hay multitudes a las que considero menos inteligentes que yo –porque no han leído tales y cuales libros que yo sí– cuyas vidas, probablemente son, a este respecto, más capaces, más efectivas –en uno u otro sentido– que la mía)
Los que no se preguntan por estas cosas (¿por qué me siento triste?, ¿cuál es la causa de este desasosiego tan indefinido?, ¿hoy soy feliz?, ¿hoy estoy alegre o no?,¿cómo superar este vacío?) ¿es porque no sienten, es por que no le dan importancia a esas cosas del sentimiento,  o porque simplemente se sienten bien todo el tiempo y no se hacen preguntas? ¿Es porque tienen cosas más importantes en qué preocuparse?
Lo cierto es que no creo que sea importante esto del propio sentimiento, que hacerse demasiado caso es síntoma de inmadurez. Y yo me siento muy inmaduro, entendiendo por eso, precisamente que no he conseguido superar en mi desarrollo personal, mental, determinadas cosas, como esta atención prioritaria hacia mí mismo, que los demás parecen haber superado casi sin ocuparse de ellas, casi como formando parte de su ciclo natural. 

miércoles, 23 de mayo de 2018

Sus ojos azules

Me gustaría creer, y no lo creo, que en una situación peligrosa me comportaría dignamente hasta llegar a entregar mi vida antes que humillarme. Así como el personaje ese de Borges que debe afrontar su destino de morir en un duelo a cuchillos que no sabe manejar.
Esta reflexión me viene a cuenta de un relato de Octavio Paz que leí esta mañana. Había un personaje que era abordado en plena oscuridad por un individuo portando un machete que tenía la intención de sacarle los ojos porque quería ofrecerle a su novia un ramo de ojos azules. El personaje se defendía asegurando que él no tenía los ojos azules y el individuo lo hacía arrodillarse ante sí, para iluminarle la cara con un fósforo. Satisfecho, lo dejaba marchar pidiéndole disculpas.
Me imaginé en esta situación y este es el diálogo que tuvimos:
– No se ponga nervioso, amigo, no pienso matarle, solo quiero sus ojos.
– Es inevitable, y no me agrada más la idea de que solo quiera mis ojos.
– ¿Prefiere morir?, me quedaré igualmente con ellos.
– No es por los ojos, que no me importan...
– ¡Ah!, es por honor.
– Es por miedo. Puedo vivir sin ojos, razonablemente bien. Pero sin ojos y con miedo, no me auguro un buen futuro.
– ¿Miedo?, ¿de mí? Solo necesito sus ojos. Nada más, nunca más.
– No de usted. De este instante, que se alargará ya para siempre el resto de mi vida.
– No le comprendo. Y tengo prisa, la noche es corta.
Y me mató.

martes, 15 de mayo de 2018

Claridad



Cada certeza solo extiende el círculo de claridad.
Pero lo oscuro no disminuye. No es menos
lo que desconocemos cuanto más sabemos.
No sería extraño que el objetivo final
de la búsqueda de conocimiento sea llegar
a descubrir que lo desconocemos todo.