lunes, 17 de octubre de 2022

¿Para qué?



El hombre no vive únicamente su vida personal como individuo, sino que también, consciente o inconscientemente, participa de la de su época y de la de sus contemporáneos./.../ El individuo puede idear toda clase de objetivos personales, de fines, de esperanzas, de perspectivas, de los cuales saca un impulso para los grandes esfuerzos de su actividad; pero cuando lo impersonal que le rodea, cuando la época misma, a pesar de su agitación, está falta de objetivos y de esperanzas, cuando la pregunta planteada, consciente o inconscientemente, pero al fin planteada de alguna manera, sobre el sentido supremo más allá de lo personal y de lo incondicionado, de todo esfuerzo y de toda activdad se responde con un vacío, este estado de cosas paralizará justamente los esfuerzos de un carácter recto, y esta influencia, más allá del alma y de la moral, se extenderá hasta la parte física y orgánica del individuo. (Thomas Mann, La montaña mágica)


Sigue diciendo que para superar esa pregunta clave que se interpone al paso de uno cuando no tiene las seguridades sobre lo que quiere hacer o lo que quiere conseguir férreamente afirmadas, ¿Para qué estoy haciendo esto?, es necesario estar aislado de la época, estar loco, es decir, no compartir la locura común (en mis palabras). 


En verdad creo que esta es una época de esas en las que "la vida impersonal que nos rodea" tiene absoluta carencia de perspectivas. Vivimos una época milenarista, en la que nadie tiene demasiadas esperanzas en un futuro, donde se anuncian cada dos por tres catástrofes políticas, económicas y, sobre todo, climáticas. Con esta falta de perspectivas el que no se refugia en su propio ombligo, falto de cualquier asidero exterior confiable, se refugia en la estupidez de negar las evidencias y creer que la culpa la tienen otros y que eliminando a los otros eliminamos el problema.


Vivimos sin futuro. Y hasta que no empecemos a creer en un futuro no arrancaremos. Aunque cuando hemos creído en un futuro hemos arrasado bastante con todo lo que se nos ponía por delante, y ahora una parte de ese no futuro se debe a ese futuro precipitado que quisimos conseguir antes. 


Pero el texto de Thomas Mann en realidad está tratando de justificar la pasividad, la desgana vital de Hans Castorp, su entrega incondicional, sin autocrítica a los placeres mundanos de su condición burguesa. Lo excusa de ser una persona vulgar, es más, lo exonera de serlo, porque para ser una persona sobresaliente, para sobreponerse a la pasividad de la época son necesarias condiciones que "muy pocos poseen": "un aislamiento (del sentir y comportamiento general) y una pureza moral que son raros y una naturaleza heróica o de vitalidad particularmente robusta".


Ni Hans Castor ni yo poseemos ni lo uno ni lo otro, pues no somos más que simples hombres; hombres en uno de sus sentidos más honrosos. A buen decir de Thomas Mann, cosa que le agradezco.