martes, 28 de marzo de 2017

El Tao y todo lo demás

No acabo de comprender el movimiento de las esferas. 
Todo ese rollo científico de la atracción 
de las masas, el movimiento inercial y el vacío.
Estoy por unirme a aquellos que lo atribuyen todo al golpe en la cabeza
de algo más contundente que una manzana.
Y la cosa se vuelve más complicada 
a medida que se profundiza: protones
electrones neutrones mesones gravitones.
Ese bullir de cosas pequeñitas que hay debajo de cada cosa mayor.
Por no hablar del tiempo y sus arrugas, 
estiramientos y encogimientos
según se suba o se baje, se aleje o se acerque, se venga o se vaya. 
Dice el Tao en el veintiséis que 
"Estar intranquilo es perder el control de uno mismo"
Y yo le pregunto al Tao que cómo puede permanecer tranquilo 
teniendo que desenvolverse en medio de toda esta complejidad.
El Tao debería responderme ahora que toda esta complejidad no es tal 
si miramos lo suficientemente cerca 
o lo abarcamos todo con la mirada.
Pero no, lo que dice, en el sesenta y ocho, es que
 "el sabio lleva ropas toscas y guarda la joya en el corazón"
Supongo que eso es una enseñanza.

lunes, 17 de abril de 2006

La Tierra en calzoncillos

martes, 21 de marzo de 2017

Corrientes

Una cosa es dejarse llevar por la corriente y otra cosa es nadar a favor de la corriente.
En el primer caso es un simple abandono. Te sientes satisfecho porque avanzas pero no pones nada de tu parte.
En el segundo caso, incluso vas más rápido que la propia corriente.
Nadar contra corriente es meritorio simplemente porque pones esfuerzo de tu parte, no por lo que en realidad consigas avanzar.
Por último, siempre puedes nadar hasta la orilla. El mérito es el esfuerzo que has puesto en sustraerte a la corriente.
Si al final te quedas quieto tampoco está mal; por lo menos mira el paisaje, no dejes la cabeza metida en el agua.

lunes, 20 de marzo de 2017

No mereces compartir mis defectos

Nuestra hambre es vuestra, os la ofrecemos. ¿Qué quiere decir este tipejo, eh?. Déjelo, patrón, es un pobre diablo. ¡Yo no soy un pobre diablo, hijo de la gran puta! Niños, niños, ¿a qué viene todo esto? Asígnale un número y que se marche de mi vista. Si lo vuelvo a ver me sacaré los ojos y se los daré de comer. No me prive de ese placer, patrón. ¡Zorra, ya sé lo que te gusta! A ver, señor, nos estamos alejando del tema. Alabim, alabam, alabimbombam -se menean las masas de carne sin conciencia. Y un espejo espejito negro reflejó la sombra del caimán. Señorita, sepa que no soy el mismo que usted solía escupir, defecar encima, vomitar y hasta orinarse graciosamente. Me he degradado mucho. Los daños no pasan en balde. Y sin embargo se menea usted tan deliciosamente, con un candor y una... cosa. Sáquesela y se la cortaré en lonchas tan finas que no tendrán mitad. ¡Eeeep pa, mi amigo! Si me he excedido en algún momento, ruego me reembolse el remanente. Tengo frío, la cosa no pinta bien, Marqués. Haremos fuego con estas muñequitas. ¡Déjame que te caliente, bribón, pícaro, bellaco! ¡Un alma!, ¡un alma!, ¡mi reino por un alma! Vamos a ver, vamos a ver -una figura simiesca s'aparese derepente frotándose las mano-, ¿algún color de preferencia, género, número, orden, filo? Solo rosas. Gracias. Las que usted tiene. Estamos tan bien así, juntitos. No puedo abrazarte, me cortaron los brazos. Pues bésame. Si no fuera porque tengo cien años, diría que el tiempo pasa como una exhalación. Y además me gusta. Elevemos al cubo esta relación. Tu nombre no es normal. Y tampoco se come. Pero eres la pastilla de jabón de mi vida. Haces que me sienta amada, querida, soñada y un poquito seducida. Pues entonces será mejor que lo dejemos. ¡Oiga! Y todo terminó el mismo día que empezó. La historia de su vida. Ejemplar, una muchacha ejemplar. Sorbe el zumo de la caja de cartón con un guiño pícaro que duele en las pantorrillas. Ella es así, tan inexpresiva como un jamón york. Casi la quería. ¿Y qué le faltó? Corazón. ¿Estaba muerta? Era su único defecto. Aquí tienes, te entrego cincuenta y tres por un lado y diecinueve por el otro. Excúsame pero me llaman de gerencia. ¡Slam! Ocio transgénico, consumir con precaución o bien desaforadamente. Ya no te quiero, Miguel. La osa mariposa fermenta en su estación. De tren o del año o de iglesia o de. ¡Arre, Manuel! Escapan. Se van. Voy corriendo tras ellos pero el polvo me cansa el cuerpo y la luz me penetra la piel y los pies se hunden en el suelo y el aire se adensa como muro. Una música que trae el viento. No sé. No sé. 

lunes, 13 de marzo de 2017

No me merezco

No me merezco mi desprecio. Y no me los merezco porque yo todo lo que hago lo hago por mí. Desde lo más sublime hasta lo más degradante, si es que se puede llamar así a alguna cosa que haga, que lo dudo, porque yo me respeto muchísimo; todo lo hago por mí. Y todo lo hago pensando en mí y en como lo recibiré yo. Mi único objetivo es agradarme, satisfacerme, hacerme progresar física y mentalmente. Al menos poner todo mi empeño en ello. Pero a veces, ese desprecio mío me duele. Me hiere.
Tal vez en muchas ocasiones me equivoque y no sea eso lo que necesito, tal vez en otras ocasiones me falte brío y no actúe como debiera, pero es entonces cuando debería actuar y decirme, no, oye, no sigas por ahí porque no es eso lo que quiero, o, sí oye, hay que moverse, hay que hacerlo de esta manera. Pero no, me dejo actuar y después, a toro pasado, ya comido el cochino, empiezo a lamentarme de lo mal que lo he hecho, de que tenía que haber obrado de otra manera, que si lo mejor hubiera sido, que si no he obrado bien, que si me he precipitado o no he sido suficiente.
No es justo. No es justo que me venga con todo eso cuando la decisión era de los dos. No es justo que me castigue cuando fallo y no me premie cuando tengo éxito; porque en muchas ocasiones lo hago bien. Y no es justo que no me agradezca o me felicite cuando me proporciono un momento sublime o simplemente feliz. Un qué bien lo he hecho, un hoy lo hemos conseguido, aunque me atribuya el mérito, yo lo comparto conmigo y eso me hace feliz. Pero algo, un golpecito en la espalda. Algo.
No; no me merezco. A veces, de verdad, pienso que no me merezco.
Pero me quiero. Y ya estoy muy acostumbrado a mí. No voy a dejarme, mi mucho menos, pero me pediría un poquito de comprensión, un poquito de sensibilidad conmigo. Que sumemos, coño, y no andemos restando o dividiendo, que con lo poco que hay apenas tocamos a nada.
Ea, ya está dicho. Tenía ganas de echarme este discurso. Sin acritud. Pero con la esperanza de que algo me llegue. Que son muchos años juntos. Un poquito de por favor.

viernes, 10 de marzo de 2017

Exijo

Exijo que esta vida no sea solo material, que haya una vía de escape. Aunque cueste mucho encontrarla, aunque sea casi imposible alcanzarla, aunque solo unos pocos de toda la Humanidad de Todos los Tiempos vayan a conseguir atravesarla y ninguno sea yo, exijo que exista, y exijo saberlo.
(¿o sería mejor que no?)

sábado, 4 de marzo de 2017

Mi suerte

Escuchando una canción de Antonna donde se dice a sí mismo que no se merece la suerte que tiene, me da por preguntarme: ¿me merezco la suerte que tengo?,entendiendo que considero que he tenido mucha suerte en la vida para el poco empeño que he puesto en ello. Y me respondo que claro que sí. En primer lugar porque nunca he arriesgado, y por lo tanto nunca he perdido. En segundo lugar, o paralelo al primero, porque nunca he apetecido claramente nada por lo que arriesgar y, por lo visto, a quien no quiere nada de la vida la vida le da todo lo que necesita; no más, pero tampoco menos. La vida da el salario púrpura como lo describía Philip J. Farmer en su relato, del que ya solo recuerdo el título, Los jinetes del salario púrpura, y luego te deja que lo gestiones como tú quieras. Lo que pasa es que mucha de la gente se tiene en gran estima y se empeña en conseguir más de lo que puede abarcar, sobre todo en la juventud, y de ahí vienen todos los desastres. Para cuando se dan cuenta de que se han metido en problemas, que ya han sobrepasado eso que en los aviones se llama -lo he visto en una película- punto límite de retorno, es decir, el punto en que, si surgen problemas, es mejor continuar que retroceder, ya resulta demasiado tarde, y entonces entran en barrena, en lugar de seguir empujando para llegar lo más lejos posible; es decir, se hacen viejos a los treinta, cuarenta, cincuenta años; empiezan a pensar en su juventud, que ya les parece remota por más jóvenes sean, y se resisten a creer que vivir sean una secuencia de oportunidades, porque solo miran para el camino y no para la enorme pradera que lo rodea y por el que circula, el camino, caprichosamente. Los que nunca hemos tenido ambición o nunca hemos creído en ella si es que alguna lucecita nos alumbrada por dentro, miramos la enorme pradera y nos da vértigo las demasiadas posibilidades y las tan pocas apetencias.
No somos felices, sin embargo, no vayan a creer que esto es una loa a la desapetencia. Nos pasamos la vida soñando y poniéndonos en el lugar de todos los demás, si no hubiéramos sido nosotros. No por creer que su vida ha sido mejor que la nuestra, sino, simplemente porque, con certeza, era otra.

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Después de escribir esto, y otras cosas parecidas, me pregunto: ¿creo de verdad en esto que he escrito?, ¿soy yo así?, ¿refleja esta reflexión cómo me siento, cómo soy?, ¿puedo sostenerla como una bandera diciendo: esto soy yo? Pues la respuesta es: no lo sé. A veces sí, a veces no. A veces sí, pero digo que no, por la poca madurez que refleja, y me avergüenzo un poco reconocer que soy esto. A veces es no, pero digo que sí, porque queda bien moralmente, pienso, parecer tan sincero con uno mismo. En fin, al final, es solo una excusa para escribir un rato mientras que me decido o no me decido a meterme en el baño  a afeitarme y ducharme, que está el día hoy un poco frío.