martes, 24 de abril de 2012

La familia de Pascual Duarte y un orador anónimo

Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltan motivos para
serlo. Los mismo cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin
embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en
variarnos como si fuéramos de cera y en destinarnos por sendas
diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres quienes se les
ordena marchar por un camino de flores, y hombres a los que se les
manda tirar por el camino de los cardos y las chumberas. Aquéllos
gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la
cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la
llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay
mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia,
y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.


                                                    La familia de Pascual Duarte
                                                       Camilo José Cela

No sé. Me acuerdo siempre de este comienzo. Y me digo, no sé si complacido o lleno de culpa, que soy de los que deberían gozar de un mirar sereno y sonriera al aroma de su felicidad con la cara inocente. Pero lo cierto es que no lo hago. Ando siempre a la caza de razones para ser malo, o más que para ser malo, para arrugar el ceño como las alimañas por defenderse, porque ser malo, lo digo con orgullo, no está en mi naturaleza. Pienso que me he perdido algo al no haber andado por esa otra senda de cardos y chumberas por la que parecen haber ido todos los demás, a decir de ellos, porque no oye uno sino quejarse a la gente, y me siento culpable de no ser un pobre desgraciado maltratado por la vida, para unirme en solidaridad y compañía a esa cohorte de desamparados, y sentirme, tal vez, un poco menos solo y desamparado yo compartiendo sus miserias. ¡Acogedme en vuestro seno, desharrapados del mundo!

Yo, señor, soy bueno. Y nunca he abrigado ninguna razón para no serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer, y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuéramos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la felicidad. Aunque no todos la alcanzan antes del cierre definitivo. Hay hombres a quienes se les ofrece a raudales las oportunidades para desarrollar sus inquietudes, y se les puebla de inquietudes la cabeza para que no desaprovechen ninguna, y hay otros a los cuales se les despoja completamente la imaginación o el valor se les incorpora menguado o simplemente se les dota de una prodigiosa capacidad para la pereza, y los tales, encontrándose al paso las mismas oportunidades que los otros, pasan junto a ellas como si no las vieran, no viéndolas efectivamente, y esperando siempre una señal que nunca llega; y así se les pasa la vida como un soplo de aire frío, hasta alcanzar el postrero día con una sensación de fraude que les pesa tanto en los hombros que no les pesa tanto la misma muerte que les sobreviene.

Nota: no sé si creo esto o no lo creo, pero me ha quedado bonito, eso es lo que cuenta. (l'autor)

1 comentario:

  1. Hay muchos tipos de flores y también de cardos, y hay de ambos en el camino de casi todos. Disfruta de las flores si te es permitido. Pasa entre los cardos con firmeza.

    ResponderEliminar