Al parecer, quieren convencerme de eso,
no soy un personaje real. Soy ficticio, dicen. Producto de la
imaginación de una mente insatisfecha con la monotonía de su vida.
Todo cuanto digo, siento, padezco, mi mismo respirar o reír, o mis
reflexiones sobre la vida y la muerte, el amor, el pan o la política
son, siempre, falsos. No existo. Nadie cree que lo que yo creo lo
crea, que lo que yo amo lo ame, que lo que sueño lo sueñe
auténticamente. Aunque crea ser sincero, miento, porque no soy yo
sino otro el que me ha inventado sincero. Y hasta cuando miento
miento y puede que en esos momentos esté expresando alguna verdad.
Esta misma reflexión se vuelve un
ejercicio retórico de esa retorcida, insatisfecha mente.
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