No lo sé. Unas veces creo que es todo muy simple. La rutina.
Y en medio de la rutina el sueño. Y ya está. Esa ventana del cuarto de los
trastos que da al cielo infinito. Pero otras veces deseo salir de ahí. Y sé que
el cielo infinito no me aceptaría, pero, al menos, salir del cuarto de los
trastos. Y me asomo a la puerta y hasta me aventuro a dar un par de pasos en el
pasillo que lleva al salón y a la cocina, a los dormitorios… a la puerta de la
calle. No imagino cómo será abrir esa puerta.
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