Cuando ya no creo en las palabras,
en su poder de transmitir belleza y consuelo,
que a algunos les suscita el deseo de recrear los mitos antiguos
y a otros de realizar una película de acción.
Cuando ya no creo en su capacidad
para resolver perplejidades, miedos,
ansias, asombros
y otras cuestiones de actualidad,
las líneas comunes con los demás se rompen,
el vínculo entre mí y el mundo
se vuelve precario y sólo consigo pensar
silencio al caminar por las calles de la ciudad
de los recibos verdes, del interés mínimo y de las solicitudes,
donde junto a estatuas de héroes y monumentos
se amontonan pedazos de pizza,
vasos de cocacola y diarios.
Cuando ya no creo... Ya ha ocurrido en una ocasión.
Después viví en lo que los psicólogos llaman un estado
de intermitencia. Entre creer y no creer.
Cuando las palabras ya infligen daños al mundo rural
y emiten sonidos prolongados de insensatez
deambulo por las calles de la ciudad
entro en el café (mi hábitat natural)
y ayudo al camarero a colocar las sillas
encima de la mesa.
Jorge Gomes Miranda 1965 Oporto
Otros poemas
Oye, esto está excelente. Me recuerda a alguien, a otro poeta. O a otro poema. Si lo recuerdo te aviso.
ResponderEliminarParece que era algo de Henry Miller...
EliminarSi, podría sonar a Henry Miller. De pronto me vino a la cabeza el ambiente de Sexus o Nexus o Plexus, uno de esos que ya no recuerdo, donde el tío entraba en algunas parrafadas muy reflexivas. (Hojeaba a Gaston Bachelard en alguno de esos libros el Henry Miller)
ResponderEliminarA mí me ha recordado a gente que ayuda en lo bares a recoger mesas ;)
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