miércoles, 20 de mayo de 2015

Voluntad

Voluntad. Ejercicio de la voluntad. No controlo mis impulsos, lo que considero una debilidad. Demuestra lo de siempre, que la mente, por debilidad, inseguridad, pierde el control por poco que el cuerpo presione. Es necesario ejercitar la voluntad lo mismo que ejercitamos el cuerpo. De la misma manera que corremos sin estar huyendo o tener prisa, o levantamos objetos pesados sin necesitarlos arriba, o competimos con otros sin tener contra ellos ninguna rencilla, debemos ejercitar la voluntad proponiéndonos objetivos innecesarios; pequeños al principio, mayores a medida que nos veamos más fuertes. Solo así llegaremos a tener un control de nosotros mismos.

Voluntad. Ejercicio de la voluntad. Voluntad. Voluntad. Voluntad. Extraña palabra. Volungtak. Ahora parece una palabra nórdica. Si le añadimos una diéresis, más: Völungtak. Precioso. Abandonarse es lo contrario de Voluntad. Dejarse ir, como estoy haciendo ahora. Escribiendo boberías pero intentando que sea con buena letra. Si consiguiera llegar hasta el final de la página sería un ejercicio de voluntad. Luchar contra la desgana y esa sensación de inutilidad, de improductividad, de banalidad. Un muro blando y pegajoso que se nos presenta de pronto, que empezamos atravesándolo con decisión, pero que en lugar de resistírsenos cede, nos deja pasar aparentemente, pero no salimos al otro lado, sino que estamos dentro y avanzamos cada vez más, haciéndonos preguntas como para qué estamos haciendo esto, por qué queremos llegar al otro lado o si habrá otro lado y no será que ya todo es muro. Recordar las veces que hemos abandonado y de pronto estamos otra vez ante el muro claro y rotundo burlándose de nosotros y nosotros avergonzados de haber sucumbido una vez más al engaño, de haber cedido otra vez a la debilidad. Pero alguna vez será que ya no estemos dispuestos a empezar de nuevo y nos convenzamos de que ya solo puede ser atravesar el muro o morir por dentro tal vez, y eso quizá sea otra debilidad. Pensemos que al fin y al cabo morir por dentro tampoco sea tan malo, conocemos o presumimos que muchos de los que conocemos lo están, que se han resignado a morir por dentro o que han nacido ya muertos y son o creen ser o no se lo plantean en absoluto felices. Tal vez sea eso –debilidad, debilidad– el secreto de la felicidad, que se apague de una vez la llama sagrada (*) y todo siga igual salvo –ozú, qué pueblo má desaborío(*)– que todo ha perdido no sé qué luz mágica, no sé qué misterio, y seguirá siendo ya para siempre lo mismo de antes, pero ya no igual. 


(*) Hace referencia a un relato de El Cazador de Mariposas, El fuego sagrado.

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