domingo, 3 de mayo de 2015

Cosas de Cunqueiro, el Borges de España ( :-P )

Cuando le preguntaron a Jorge Luis Borges en su lecho de muerte si envidiaba a algún autor, él, humilde como era, dijo una vez, pues la pregunta se la hicieron muchas veces y siempre respondía con frases ambiguas, borgianas, aludiendo a los clásicos de esa manera suya que pareciendo modesto los igualaba si no los superaba, que contentaban tanto a sus interlocutores y afianzaban, de manera absolutamente innecesaria, su enorme figura literaria y erudita, que lo que más echaba de menos, «y esto debe quedar entre nosotros», intercaló con aquella vocecita insegura, pero firme, seria pero irónica, mirando a María, que supo comprender la trascendencia de aquel momento, lo que más echo de menos es no haber sido Alvaro Cunqueiro. Luego cerró los ojos. No murió de esa vez, pero ya no volvió a admitir conocer a un escritorcillo de provincias, gallego gallego, cuyas publicaciones apenas se conocían más allá de las fronteras de su Mondoñedo natural.

Esto es ficción, pero no me cuesta ni el más mínimo esfuerzo comparar a Borges con Cunqueiro tanto en erudición como en arte literario, habida cuenta de que no se trata de ninguna competición, y tanto gusto me da leer a uno como a otro. Y como a uno ya lo manoseé demasiado en la juventud, cuando se busca en la lectura tanto lo ajeno a lo habitual como lo reconocido, la escarapela que pueda lucir en la solapa con orgullo –no luce igual ser lector de Cunqueiro que ser lector de Borges-, me regodeo ahora con el otro en la ancianidad, que ya sé apreciar lo lejano y extraño en lo local y cotidiano.

Me ha venido a la mente esta comparación porque, leyendo a Cunqueiro, me saca a colación un personaje supuestamente real pero que a uno se le hace ficticio por los méritos que le confiere. Relata en un cuento de Xente de aquí de de acolá, concretamente el que titula Muñiz de Parada, a propósito de un cierto libro en el que se describe con precisión cómo se le han de tomar medidas a los perros para confeccionarles una levita y que Muñiz aseguraba al párroco de Vilardelle, don Vitorio Graña López, que él había visto cuando trabajó de ayudante en una sastrería de Barcelona; afirmación que el párroco se negaba a aceptar por absurda hasta el punto que se murió sin creerle, lo cual apesadumbró tanto a Muñiz que llegó a confesar al autor del relato que él mismo llegaba a dudar de la existencia de aquel libro a pesar de haberlo visto con sus propios ojos.

Ya tarde, muerto Muñiz, escribe este cuento don Álvaro para asistir al de Parada confirmándole que en efecto existió tal libro, aunque “e en inglés”. O seu autor e un crego, matemático coñecido, un tal Guillermo Oughtred, que viviu no século XVII, e era tan monárquico que morreu da ledicia que lle produciu a noticia de que restauraban a o Estuardo. Ademais e famoso porque foi o primeiro en usar la letra grega pi pra desiñar a relación entre a circunferencia e o diámetro, e a Aspa de San Andrés, equis, pra indicar multiplicación.  Pues bien, este hombre escribió un tratado de sastrería de perros y gatos, con dibujos de su propia mano y todas las maneras de tomar medidas, que muchos creen que es una sátira política.

Y como no me fiaba de Cunqueiro me fui a la Wikipedia y extraje la siguiente entrada

http://es.wikipedia.org/wiki/William_Oughtred


en la que, en efecto, se aclara que fue el primero en asignarle el nombre de pi a la famosa relación entre el diámetro y el perímetro de la circunferencia, y el primero en utilizar la x para indicar la operación de multiplicar, además de inventar una variante de cierta regla circular.
También es experto en gnomónica, que es una ciencia que se preocupa de la división del arco diurno o trayectoria del sol sobre el horizonte, y su proyección sobre un plano, muy útil para confeccionar relojes de sol, aunque parece que también tiene su utilidad en el trazado de planos.

Lo que no he conseguido es encontrar ninguna referencia al libro mencionado sobre cómo tomar medidas a perros y gatos con el fin de coserles una levita.

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