miércoles, 6 de mayo de 2015

La publicidad

La publicidad es un acoso salvaje al ciudadano. El ciudadano la tolera bajo el chantaje de la necesidad -económica, que es actualmente la única razón de necesidad. Algunos (de entre sus víctimas; por supuesto que los que la esgrimen la aman porque les da poder sobre los demás –la publicidad no acosa, solo informa, el espectador es libre de tenerla en cuenta o no–)  hasta le rinden admiración, lo mismo que otros admiran las armas que solo tienen por objeto matar –las armas no matan, es el mal uso que se haga de ellas lo que mata–. Es la misma aceptación: no está bien, no es bueno, pero como está ahí y no hay manera de quitárselo de encima: amémoslo


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