jueves, 31 de marzo de 2011

Fábula de Esopo

Fábula de Esopo

Había un pastor que estaba siempre de broma. Una de sus gracias consistía, ya a última hora y después de haber encerrado a sus ovejas, en entrar gritando en la aldea alertando de que venía el temible lobo. Cuando conseguía que todo el mundo se levantara y se echara al monte con palos y hoces para espantar el ficticio peligro, él se volvía a su casa y se echaba a dormir, regocijándose gratamente de que los demás estuvieran dando inútiles batidas por el monte.
Repitió este juego varias veces, siempre con la misma respuesta de los ingenuos aldeanos, hasta que poco a poco estos fueron sospechando el engaño.
Y llegó la ocasión en que, bajando del monte, se encontró de boca con el auténtico lobo. Sin pensárselo dos veces, confiando en la colaboración de sus paisanos, corrió por toda la aldea gritando: ¡que viene el lobo!, ¡el lobo! Pero nadie le creyó, y más de uno le exigió que callase de una vez.
El lobo se dio un festín con las ovejas y, dado que nadie llegaba de la aldea para interrumpirle, se tomó su tiempo masticando bien y mondando los huesos uno por uno.
El asunto es que la gente de la aldea se había acostumbrado tanto a los avisos de socorro del pastor que no solo no atendía a estos, sino que tampoco prestaba atención a los de los demás aldeanos. Así que el lobo, cuando se hartó de ovejas, se le ocurrió bajar a la aldea a ver qué había por allí. Y por cambiar de dieta se comió a un lugareño, que intentó alertar a los vecinos de lo que le estaba pasando, sin ningún éxito. Nadie creía verdaderamente que hubiera ningún peligro, e incluso más de uno, por entretenerse mientras iba del establo a la cocina, gritaba: ¡que viene el lobo!, ¡el lobo!, en lugar de silvar o cantar bajito. Así, poco a poco, el lobo se fue comiendo impunemente a todos los habitantes de la aldea, que quedó despoblada. Y como ya no había nada más que hacer allí, se fue a otra parte a buscar una fortuna parecida.


Moraleja. Entre unos que nos llaman idiotas a los ciudadanos y otros que nos tratan directamente como idiotas, hemos acabado como estos pobres aldeanos.

5 comentarios:

  1. La fábula está un poco modificada, ¿no?
    Por el párrafo final creo que te ha molestado un poco que Pérez Reverte llame idiotas a los que estamos inánimes viendolas pasar; pero en mi opinión, no le falta un punto de razón, muchos estamos descontentos con la evolución del gobierno de España en los últimos años, y no hacemos nada, en mi caso, lo confieso, por cobardía. ¿No nos estamoa comportando como idiotas? No están apaleando y da la impresión de no sólo no sabemos como evitar los palos, sino que además ni siquiera sabemos quién lo tiene en la mano.

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  2. Perez Reverte, como cada uno de nosotros, habla como si él fuera el único que se da cuenta de las cosas y los demás estuviéramos dormidos. Pero lo cierto es que él está sumido en la misma confusión que nosotros sin saber absolutamente qué puede hacer para cambiar las cosas y sigue con su vida, haciendo lo de siempre, que es lo que hacemos nosotros y la razón por la que nos llama idiotas.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. ¿Qué es lo que te molesta? ¿Qué él mismo forme parte de la masa de idiotas?¿Cambia en algo la situación? De acuerdo, él también es un idiota, pero eso no nos convierte en menos idiota al resto; al menos, él se ha escrito un artículito en el que nos refleja nuestras, y la de él también, tristes imágenes de idiota; y antes de que me repliques, ya sé que Perez Reverte escribe por dinero, pero eso no cambia la validez del artículo.

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  5. Con independencia de lo que haga y diga el siempre polémico Pérez-Reverte, a mí lo que más me interesa es que, si se dan cuenta, la moraleja de esta fábula puede no solo aplicarse a la política, sino a casi todos los ámbitos de la vida, incluso al talante de ciertas personas.
    Todos conocemos a personas así, gente que está continuamente abusando de alguna broma o algún comentario, y después, cuando ocurre de verdad, nadie le hace caso.
    Creo que forma parte de la idiosincrasia del ser humano. En este sentido, creo que el relato refleja perfectamente esa idiosincrasia.

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