jueves, 10 de marzo de 2011

Un Gobierno en la Sombra

Un mito muy extendido es el de un Gobierno En La Sombra de poderosos que son los que en realidad manejan los hilos del entramado económico de un país, o del mundo. Uno piensa en que se trataría de un grupo de clarividentes hombres de negocio que confabulan inteligentemente para que las cosas de la economía a gran escala se predispongan a su favor. Una estadística que he oído por la radio a vuela oreja confirma que en efecto, las fortunas más grandes del mundo crecen; no que aumente el número de ricos sino que los ya ricos se enriquecen aún más, al parecer. Oyendo esto uno los odia porque se enriquecen a costa de la gran mayoría, que pierde eso que se llama poder adquisitivo. Porque esto del poder adquisitivo es como la energía, ni se crea ni se destruye sino que cambia de manos, y si unos pocos ganan tanto es porque muchos pierden aunque sea un poco cada uno. Naturalmente uno los envidia porque son ricos y no les afectan los pequeños – a su escala – desastres económicos que nos destrozan a los demás: están, por así decirlo, por encima del manto de nubes de tormenta. Uno piensa en esos tipos inteligentes, maquinando, organizando, trazando planes complejísimos para canalizar los ríos de dinero hacia sus cuentas bancarias.
Y entonces lee las cartas de uno de esos que creía un gran potentado, al menos uno que ha levantado –y derrumbado – dos veces un gran imperio – se le cuentan más de cien empresas – y queda patidifuso cuando por más que busca no encuentra rastro de inteligencia en esas cartas. Lo que encuentra es un pacato cristianismo beatón que no roza, se hunde en la infantilidad. Y le acomete a uno un terrible espanto al pensar que los individuos que conforman ese astuto Gobierno de Poderosos puedan parecerse a este señor que regala bustos de santos y vírgenes a los banqueros y reza en su capilla privada para que el buen Dios tenga a bien iluminar su alma a la hora de considerar la concesión de un crédito. Y se le viene abajo todo ese romanticismo, esa remota esperanza de que, al menos, los malvados potentados sean la verdadera representación de la Racionalidad en esta Tierra, aunque la usen para el mal. Se espanta uno de que tanto poder pueda estar en manos de fulanos tan ridículos e incapaces para otra vida que no sea la acumulación desaforada.
En el cuento de Aladino y la Lámpara Maravillosa que escuchaba de pequeñito se daba ya la clave, absurda, que movía a esos señores del Gobierno en la Sombra: “Qué hacen los ricos”, preguntaba el mago, que acababa de robarle la lámpara a Aladino, al genio, y este le respondía: “Se visten con ricos ropajes, viven en lujosos palacios, se bañan en agua perfumada”. “Eso me gusta, me gusta”, paladeaba el mago frotándose las manos.

5 comentarios:

  1. Sí, cuando uno atisba de lejos (wikileaks o como se llame también ha contribuido a que nos formemos esta idea) los tejemanejes en las altas esferas sospecha que son una camarilla de mediocres que manejan verdades de perogrullo, que están sometidos a las mismas o peores vilezas y sesgos que un ciudadano medio y que operan al albur de las fuerzas de peso y contrapeso entre ellos sin tener claro ningún rumbo ni seguir ninguna estrategia. Son tan partícipes del caos como el más miserable de los mendigos que se busca la vida cada día según salga. No sé si da miedo o tranquiliza.

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  2. El mundo camina no porque tres alucinados se suban a una montaña de cadáveres y a agitar una bandera gritando cuatro sandeces. El mundo camina porque siguen existiendo panaderos que se levantan cada madrugada y saben cual es el peso exacto de un pan. Que yo sepa nadie ha hecho un monumento al panadero, en abstracto, mucho menos a ningún panadero de un barrio en particular.

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  3. Más que al panadero un monumento "al hombre común". También se levantan los barrenderos todas las mañanas, bastante temprano. Y los que trabajan en los bares para tenernos el café ya caliente cuando nosotros llegamos, etc En fin, gente que no cuenta para las grandes finanzas.

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  4. Completamente de acuerdo con el comentario de Juanjo. Sólo que los mendigos no deciden el rumbo de las vidas de los demás, y esos miserables sí.
    Por eso merecen nuestro más profundo desprecio.

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  5. Ah! se me olvidaba: la comparación entre la energía y el poder adquisitivo, buenísimo: ni se crean, ni se destruyen, tan sólo se transforman.
    Magnífico.

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