viernes, 21 de agosto de 2020

Kafka, Hannah Arendt y el menda

 Unas citas de Hannah Arendt, del artículo Kafka revalorado, que confirman mis impresiones acerca de estilo kafkiano. 

El protagonista descubre que el mundo y la sociedad de la normalidad son, de hecho, anormales, que las sentencias emitidas por los prohombres de prestigio reconocido son, de hecho, demenciales y que los actos que se derivan de esas reglas del juego son, de hecho, desastrosos para todos

A pesar de que todos, más o menos, a juzgar, por ejemplo, con lo que se puede apreciar en FB y con lo que dicen que pasa en otras redes sociales en las que la gente comenta cosas del mundo y no solo soplan pompas de jabón, somos conscientes del absurdo de nuestras modernas sociedades de consumo: imposible continuo progreso, especulación económica, crisis periódicas, polarización económica, destrucción de medio que nos sustenta, economía abusiva, etc., etc., etc. Y sin embargo quien más quien menos, mejor o peor, todos seguimos haciendo lo mismo, cumpliendo con nuestras obligaciones por absurdas y contrarias a nuestras propias ideas que sean, porque es lo que hay que hacer o porque no conocemos una alternativa razonable que no nos deje fuera y despojados o por las razones que sean, en esencia seguimos practicando el fingimiento.

El fingimiento de una competencia universal, la apariencia de una laboriosidad sobrehumana, es el motor oculto que impulsa la maquinaria

Es decir, mientras seguimos observando cómo todo nos parece que se precipita al caos y lo comentamos y nos llevamos las manos a la cabeza, seguimos levantándonos temprano, yendo a trabajar,  cumpliendo mal que bien con lo que tenemos que hacer y por lo que nos pagan, estamos contribuyendo, estamos manteniendo en marcha esa maquinaria que nos destruye. Y volvemos a casa y, los que aún tenemos tiempo para eso, entretenemos la espera de la siguiente jornada, entre otras cosas, comentando en Fb o en el bar de la esquina lo mal que va todo y que esto no hay quien lo arregle. Porque obedecemos a una creencia de necesidad, de que las cosas son como son y poco más se puede hacer para que no sean. Dice ella que hay una común (humanalmente o al menos occidentalmente) sensación de inevitabilidad, o mejor de necesidad, que tal vez habría que superar

La apariencia de necesidad, una apariencia que se hace real gracias a la fascinación del género humano por la necesidad

Yo más bien diría que más que fascinación es como una forma de rellenar esta sensación racional de no saber muy bien por qué ni para qué vivimos. De darle importancia al inexplicable hecho de estar aquí y saberlo, que es, esto último, lo que realmente nos mantiene desasosegados todo el tiempo. Y ese desasosiego es, seguramente, el que nos lleva a pensar en una inminente catástrofe. Otra idea recurrente de la Humanidad, como si aún siguiéramos sin creernos que tenemos derecho a estar aquí o como si fuéramos desde el principio conscientes de la culpabilidad de haber adquirido conciencia, es decir, de haber roto el equilibrio natural

La creencia absurda, tan vigente en los tiempos de Kafka como en los nuestros, de que la Humanidad está destinada a someterse a un proceso determinado a priori por no se sabe qué poderes, solo sirve para acelerar la decadencia natural

Opina ella que esa sensación de inevitabilidad en lo que se refiere a las cosas humanas nos lleva a una permisividad, una inacción que es precisamente la que nos conduce hacia la degradación hacia la que se dirige todo lo que pertenece a la naturaleza cuando se abandona a las fuerza naturales (la erosión, el tiempo, el desgaste). Todo se volverá polvo tarde o temprano, también nosotros. Pero la idea es que precisamente nosotros, como todo lo que tiene vida, podemos luchar contra esa degradación de manera consciente, y sin embargo pareciera como que no somos conscientes de esta capacidad sino que actuamos en contra, es decir, acelerando los procesos destructivos que íntimamente consideramos ineludibles.



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