lunes, 17 de agosto de 2020

Sodoma y Gomorra, una escritura alternativa (manuscrito hallado en el fondo de una papelera)

 A mí la Humanidad en su conjunto, me cae mal. Solamente algunas de sus partes me resulta tolerables. Y preferiblemente de muy poquitas en muy poquitas, para qué nos vamos a mentir. Dicho esto, estaba pensando el otro día, leyendo la sección del Génesis en que Abraham trata de rebajar la cuota de hombres justos que pone Dios para decidir no cargarse Sodoma y Gomorra, y me sorprende todo lo que dura la conversación. Y también lo poco enérgico que es el Señor en sus decisiones, lo fácilmente que se deja convencer. Aquello parece un mercadillo al revés:

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Oye,Abraham, que había pensado que me voy a cargar las ciudades de Sodoma y Gomorra en castigo por la depravación en la que ha caído la raza humana. Y da suerte que  no les hago lo mismo que cuando Noé, pero como hice aquella maldita promesa.

¿Vas a hacer que perezca el justo con el pecador?, dijo Abraham. Hombre, no seas intransigente. Tu baja, mira como está la cosa. Y si encuentras, digamos, cincuenta justos. Oye, hay gente buena aquí, qué culpa tienen ellos de que los otros sean unos bestias. Esperemos a ver cómo evoluciona la cosa. Si estos acaban volviéndose como aquellos o algunos de aquellos se vienen para acá. ¿Eh, qué te parece?

El Señor no se lo piensa mucho.

¡Vaaale!, si encuentro cincuenta justos me ahorro los fuegos artificiales y la chamusquina. No creas tú que a mí me gusta mucho...

Hombre, Señor, ya que hemos fijado cincuenta. Espero que no sea terriblemente preciso. Vamos que si en vez de cincuenta encuentras cuarenta y cinco. Coño, pues son casi casi cincuenta, ¿no?

Pse. Pero sea. Si son cuarenta y cinco no mato ni a un gato. 

Esa es otra. Continúa Abraham. Esos pobres animalitos, qué culpa tienen. ¿Qué me dices de cuarenta?, venga, magnánimo Señor. Sea por los gatitos. Si encuentras cuarenta sigues de largo y te tiras el pedo, con perdón, un poquito más allá, en el desierto.

No te excedas en tus confianzas, Abri. Pero ¡bah!, cinco menos tampoco es menoscabo de mi cólera.

Perdón, Señor. ...pero , digo yo.

¿Más?

Es que pienso yo en Tu Divina Inmensidad, Señor, que abarca todas las estrellas y más allá.

Sí, sí,las estrellas son solo la primera cortina, hay más.

Eso digo. ¿Qué significan para ti estos pequeños numeritos? ¿Cómo distinguir entre tanta inconmensurabilidad un cuarenta de un treinta?, ¿eh?

Tengo mucha paciencia contigo, Abri. Mucha paciencia. Sean treinta. Si yo lo que quiero es no tener que hacerlo. Me va a doler más a mí que a ellos. Si es que a mí estas parafernalias también me dan mucho yuyo. Hacer de padre y castigador... yo lo que quiero es dormir toda la eternidad debajo de una higuera.

Coño, pues date una oportunidad, Señor, y déjalo en veinte. Seguro que hay veinte buenos muchachos por ahí debajo.

Sí, sí, esa es mi esperanza. Bueno, vale, si encuentro veinte personas justas no asolo la ciudad a sangre y fuego.

¿Dije veinte?, estaba pensando en diez, te lo juro, estaba pensando en diez y se me fue la lengua. Venga, a ti que más te da.

Diez y me voy, que mira que eres tú hábil mercader. Me va a salir un pueblo difícil de ti. Hala, me voy que ya se está poniendo el sol y quería dejarlo resuelto antes de la noche, que hacen más bonito las explosiones.


Se baja Dios para Sodoma y vuelve al cabo de una hora escasa. las ropas destrozadas, el pelo revuelto y lo ayudaban Lot, un sobrino de Abraham,y un hijo de este.


¿Pero qué ha pasado, Señor?

Calla, calla. Si me quedo un rato más me follan entre todos. ¡Qué panda de cabrones! Están tan ahítos de sus maldades entre sí, que se ceban en los extranjeros, por la novedad,  y como no me hice conocer, maldito respeto que me tenían. Estuve corriendo un rato por las calles, no por hobby, que me perseguían con unas caras de pervertidos, que me digo, yo no voy a preguntarles nada. Y donde quiera que pedía asilo era peor, el que no me echaba una escudilla de agua hirviendo, se bajaba de antemano los pantalones. Que va. Aquí no se salva nadie. Menos mal que estos buenos amigos me echaron una mano en el último momento. Aunque este pequeñín de aquí no hace más que palparme, sospecho que buscando la bolsa. No llevo bolsa, niño, no busques más.


Es Lot, mi sobrinillo, se casó con una chiquita muy buena de ahí, de la ciudad y se quedaron a vivir. Y este es su hijo, el pequeño, un revoltosillo.


Pues diles que salgan pitando porque a estos me los cargo ya mismo. Y que se den prisa y no se queden admirando el espectáculo porque la cosa va a ser dura y no quiero que se queden en shock.


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Y bueno, ya saben lo que ocurrió. Lo que decía es que Abraham demostró tener mucha buena voluntad por sus compadres de especie. Lo que es yo no hubiera pasado del primer renglón.


Oye, Riforfo, que había pensado que me voy a cargar las ciudades de Sodoma y Gomorra en castigo por la depravación en la que ha caído la raza humana. Y es suerte que  no les hago lo mismo que cuando Noé, pero como hice aquella maldita promesa.

A mí me parece bien. Señor. Y en cuanto a lo de la promesa. ¿Qué te digo? No te estés haciendo sangre. Cuando acabes con todos no quedará nadie que recuerde que prometiste nada. No sé si me entiendes.

¡Ah!, pues... no lo había pensado.

Es que eres tan justo Señor.


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