jueves, 21 de abril de 2011
Un espejo
Cuando escupes contra el viento y el escupitajo te vuelve a la cara, no es a tu cara a la que vuelve el escupitajo sino al reflejo de tu cara en el viento. Porque en esa ocasión el viento es un espejo, un extraño espejo en el que la imagen real y la imagen reflejada están ambas del mismo lado de la superficie reflectante.
jueves, 14 de abril de 2011
Gallardón, astuta izquierda infiltrada
Gallardón dice que debería haber una ley que obligara a los ayuntamientos a habilitar albergues suficientes para recoger a todos los indigentes que pueblan las calles de sus municipios.
¡Qué diferente suena esto a lo que verdaderamente ha dicho Gallardón!
¡Y qué poco aceptable para las buenas gentes – entre las cuales hay muchas en el PP – que se negarían en rotundo a que el ayuntamiento gastara dineros en esa panda de vagos desharrapados que ensucian nuestras calles!
En cambio diciéndolo como lo dijo: que debería haber una ley que permitiera a los ayuntamientos obligar a los indigentes que pernoctan en las calles a acogerse a albergues habilitados por los ayuntamientos, resulta muchísimo más admisible.
Todo lo que sea obligar, exigir, imponer, aporta un carácter casi de rentabilidad económica a cualquier acción. La acción, en ambos casos, sería la misma: que los ayuntamientos deberían habilitar albergues suficientes, lo cual les implica un gasto. Tal vez están los albergues vacío porque esta gente prefiere la calidez casi hogareña de un cajero o los bajos de un banco de parque antes que un incómodo albergue con cama, donde te obligan a ducharte.
(esto, por lo visto, pasa, por lo menos en Barcelona:
Podría pensarse que Gallardon es un quintacolumnista de la izquierda caritativa infiltrado en el PP que utiliza y manipula los recursos del leguaje para conseguir objetivos sociales que sus votantes nunca admitirían de labios de un rojo.
Si es así, estoy con Gallardón, ¡ánimo compañero, la lucha social continúa!
Ahora que, me temo, lo único que hay detrás es la proximidad de las elecciones. Pero, si fuera así, se hubiera limitado a expresar las típicas frases: "hay que barrer a esa escoria de nuestras calles", sin especificar claramente dónde habría que vaciar luego los contenedores. En fin, un zorrillo este Gallardón. ¡ánimo, compañero!
¡Qué diferente suena esto a lo que verdaderamente ha dicho Gallardón!
¡Y qué poco aceptable para las buenas gentes – entre las cuales hay muchas en el PP – que se negarían en rotundo a que el ayuntamiento gastara dineros en esa panda de vagos desharrapados que ensucian nuestras calles!
En cambio diciéndolo como lo dijo: que debería haber una ley que permitiera a los ayuntamientos obligar a los indigentes que pernoctan en las calles a acogerse a albergues habilitados por los ayuntamientos, resulta muchísimo más admisible.
«Es un debate para toda España. Tenemos que aprobar una ley estatal que establezca que, cuando hay recursos públicos gratuitos y suficientes, sea obligatorio abandonar la vía pública»,. La Razón
Todo lo que sea obligar, exigir, imponer, aporta un carácter casi de rentabilidad económica a cualquier acción. La acción, en ambos casos, sería la misma: que los ayuntamientos deberían habilitar albergues suficientes, lo cual les implica un gasto. Tal vez están los albergues vacío porque esta gente prefiere la calidez casi hogareña de un cajero o los bajos de un banco de parque antes que un incómodo albergue con cama, donde te obligan a ducharte.
(esto, por lo visto, pasa, por lo menos en Barcelona:
Tal vez Gallardón esté únicamente intentando mejorar la rentabilidad de un gasto ya hecho. En cualquier caso resulta curioso cómo la forma de decir las cosas las vuelve aceptables por unos y rechazable por otros. Cambiando sólo la palabra obligar por la de permitir Gallardón se vería acosado por las buenas gentes que le votan y que ahora aplauden su iniciativa.Actualmente hay unas 800 personas que duermen en la calle en Barcelona, pero desde el Área de Acción Social y Ciudadanía señalan que existen plazas suficientes para dar cobertura a todos ellos en albergues. La Razón )
Podría pensarse que Gallardon es un quintacolumnista de la izquierda caritativa infiltrado en el PP que utiliza y manipula los recursos del leguaje para conseguir objetivos sociales que sus votantes nunca admitirían de labios de un rojo.
Si es así, estoy con Gallardón, ¡ánimo compañero, la lucha social continúa!
Ahora que, me temo, lo único que hay detrás es la proximidad de las elecciones. Pero, si fuera así, se hubiera limitado a expresar las típicas frases: "hay que barrer a esa escoria de nuestras calles", sin especificar claramente dónde habría que vaciar luego los contenedores. En fin, un zorrillo este Gallardón. ¡ánimo, compañero!
martes, 12 de abril de 2011
La caridad
De Fernando González Ochoa otra vez
Al otro día del entierro fui a llevar alimentos a casa de los huérfanos y la encontré repleta de “señoras caritativas”: Emilia, la planchadora, había regado la noticia de “esa miseria”. Me topé con tres automóviles modelo 1936 que olían a incienso, polvos y enaguas, el santo hedor de la caridad capitalista. Porque los sacerdotes romanos huelen a una cosa y la caridad huele a la misma cosa.
Dizque estaban aterradas con “aquella miseria”. Preguntaron si los chicos sabían la doctrina y si habían hecho la primera comunión, Las unas eran de “las damas de la santidad”; las otras, de “la columna de choque contra el mal”; las había de “la gota de leche” y “vírgenes del altar”. Venían a ejercer sobre los doce huérfanos, que las miraban con sus ojazos abismados. Agarraron a los Manjarreses, les treparon a sus automóviles y se fueron rodando a exhibir sus caridades, grandísimas rameras de la virtud.
lunes, 11 de abril de 2011
Síndrome de "grande hombre incomprendido"
He vuelto a Fernando González Ochoa. Leo "El maestro de escuela". El maestro de escuela es Manjarrés. Aquí F.G.O. se inventa este síndrome y razona sobre él.
Estamos al borde de la llave del secreto vital. Recuerdo muy bien que fue al pasar una vaca cuando comprendí a Manjarrés. Se me entregó el conocimiento y lo expresé en esta frase interior:Dice Fernando que de esta manera objetivamos la culpa de nuestro fracaso. Y mientras mantenemos esta situación podemos seguir viviendo. Pero si desaparece esta objetivación, desaparece el otro al que culpamos de nuestras frustraciones, entonces no nos queda más remedio que admitir que nosotros tenemos esa culpa: subjetivamos la culpa, nos volvemos "buenos", y este será nuestro fin, porque no podremos vivir con esa culpa sobre nuestras espaldas.
-Manjarrés y yo somos “grandes hombres incomprendidos”.
Quienquiera que tenga por encima a otro, lo es. “Yo soy tu perro, Señor, pero, ¿cúyo perro eres tú?”. El lector cesante, o el artista de menos demanda que otro, gozan cuando se maldice del presidente, o del novelista muy leído, y mientras más pobres o inferiores en la escala, más gozarán. Los libelos son medicina para los que sufren, si comprueban que los incapaces gobiernan.
La gente no sabe por qué se alegra: es porque les nace el sentimiento de “grande hombre incomprendido”. El razonamiento de la subconsciencia es: “Los imbéciles poseen honores y riquezas; si yo estoy pobre, olvidado, es por eso, por incomprendido. La culpa la tienen los demás”
/…/ La humanidad le es precisa para echarle la culpa y evitar así que se disuelva la personalidad, al tener conciencia de pecado. ¿Qué sería de Manjarrés el día en que tuviese conciencia de que sufre por incapaz y por anárquico? Moriría; se culparía y moriría.
martes, 5 de abril de 2011
¡Caramba! Vaya balada
A la mañana, la rata asalta la casa. La dama llama a la gata. La gata, nada. La dama, alarmada, llama a la vaca. La vaca mansa salta la valla más alta hasta alcanzar la casa. Caga la gran cagada. La rata aparta la caca para pasar a la casa. La vaca ataca a la rata a patadas hata matarla. La dama agarra a la rata aplastada, la arrastra hasta la caca. “Ah, rata, vas a acabar cagada”, canta la dama. La dama avanza hasta la vaca, la abraza. La agarra, la traslada hasta la valla. La gata avanza acallada. Cata a la rata cagada. “Agh, nada para la gata, malhadada vaca”. Va para la casa, amargada.
El chiste del espejo
Me fascina esta historia que me contó mi señora.
Un señor se encuentra un espejo por la calle. No conocía las características de los espejos aunque sí tenía perfecto conocimiento de la técnica de la fotografía, así que confundió aquel con esta. Es decir, un señor encontró un espejo por la calle y creyó que era una especie fotografía. Al observar la imagen que se reflejaba tuvo la impresión de conocer a aquel individuo. Le recordaba a alguien. Cuanto más lo miraba, más estaba seguro de que aquel tipo le era familiar, pero no conseguía recordar quién era. Tuvo un atisbo al pasar por una barbería, “será el tipo ese que me mira fijamente cuando me estan pelando”, pero no quedó satisfecho con la idea. Al llegar a casa, aún seguía sumido en este enigma. Miraba cada tanto el espejo y se rompía la cabeza esforzándose en recordar. Su mujer lo vio tan interesado observando aquel objeto que empezó a sospechar que el hombre tenía una amante y que aquello que miraba era la fotografía de ella. Cuando se fueron a la cama, el hombre echó un último vistazo a su espejo-fotografía y se durmió. En ese momento la mujer, hirviendo de celos, echó mano al espejo y confirmó su sospecha, “lo sabía”, se dijo, “una mujer”. “¡Y qué cara de puta tiene!”
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