Me fascina esta historia que me contó mi señora.
Un señor se encuentra un espejo por la calle. No conocía las características de los espejos aunque sí tenía perfecto conocimiento de la técnica de la fotografía, así que confundió aquel con esta. Es decir, un señor encontró un espejo por la calle y creyó que era una especie fotografía. Al observar la imagen que se reflejaba tuvo la impresión de conocer a aquel individuo. Le recordaba a alguien. Cuanto más lo miraba, más estaba seguro de que aquel tipo le era familiar, pero no conseguía recordar quién era. Tuvo un atisbo al pasar por una barbería, “será el tipo ese que me mira fijamente cuando me estan pelando”, pero no quedó satisfecho con la idea. Al llegar a casa, aún seguía sumido en este enigma. Miraba cada tanto el espejo y se rompía la cabeza esforzándose en recordar. Su mujer lo vio tan interesado observando aquel objeto que empezó a sospechar que el hombre tenía una amante y que aquello que miraba era la fotografía de ella. Cuando se fueron a la cama, el hombre echó un último vistazo a su espejo-fotografía y se durmió. En ese momento la mujer, hirviendo de celos, echó mano al espejo y confirmó su sospecha, “lo sabía”, se dijo, “una mujer”. “¡Y qué cara de puta tiene!”
Cuestiono la verosimilitud de la historia. Por lo demás, está muy bien.
ResponderEliminarEl microrrelato tiene su miga. Pienso que podría servir de pretexto para un relato un poco más grande en el que lo fundamental fuese la creación de suspense hacia el objeto mágico -el espejo- y el significado que este tiene para su poseedor.
ResponderEliminarAl final, el viraje del relato se produciría por la actuación de la esposa en la trama.
Podría resultar gracioso, sobre todo si tenemos en cuanta la pericia del autor en estas lides.