Creo ser muy racional. Y suelo creer que mi mente y mi cuerpo son entidades separadas, ajenas incluso la una a la otra. Es el cuerpo el que suele ponerle traspieses a los serios propósitos de la mente. Y es el cuerpo también el sentimental. El que llora cuando ve un accidente de moto mientras la mente, escandalizada, trata de reprimir el llanto. Siempre he sospechado de mí que esta asimétrica relación es una tara que nunca me he atrevido a encarar. Soy un tarado pero me he hecho el loco todos estos años para no darme cuenta de ello. Tal vez este distanciamiento que mantengo con los otros sea parte de la estrategia. Yo lo sospecho, los demás lo saben. Y, conociéndolos, se mostrarían ansiosos de informarme de ello si les diera la oportunidad.
Oigamos al doctor deseo. Para no escuchar las voces
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