sábado, 2 de marzo de 2019

el mercado y la tecnología

 Era una respuesta a un post que leí en uno de los blog que tengo referenciados, que se me alargó demasiado


Yo creo, como con todo, que hay un tiempo en que gracias a la novedad, a los inventos nuevos, a la tecnología, crecemos más rápido, pero que luego, con el hábito y la perversión del instrumento, sobre todo en manos del mercado, el crecimiento se remansa y hasta se detiene.
Ha pasado con la televisión, por ejemplo, que significó, a mi juicio un avance brutal de las sociedades y, igualmente a mi juicio, ahora mismo es uno de los elementos cruciales que bloquea su progreso, si no es que sirve precisamente para atontarlas y bloquear su movimiento.

Pasa lo mismo con los móviles, con los automóviles, y con todo lo que cae en manos de un mercado ciego a todo lo que no sea el brillo del oro. En un comienzo abrieron multitud de posibilidades que nos permitieron independizarnos aún más, ser, de algún modo, más libres. Para luego convertirse, con el hábito y el exceso, en ataduras, de las que todos somos conscientes, aunque las excusamos débilmente con flojas palabras que aluden al signo de los tiempos y a la necesidad a que estos te obligan.

Lo cierto es que obramos empujados menos por nuestro interés y voluntad que por las presiones del mercado (renueva tu móvil cada año, disfrutas de las nuevas capacidades, cómprate otro coche mejor que ese viejo que te vendimos hace dos años). Y cada nuevo producto es una versión aparentemente mejorada de la anterior, aunque muchas veces es una versión degradada --¿cuánto dura un móvil en condiciones y cuánto duraba hace cinco años? ¿Y un coche? -- ¿Cuánto esfuerzo realizaban en hacer televisión antes, y cuánto esfuerzo ahora, en calidad, en contenidos con cierta riqueza cultural?

Cuánto mejor sería darles un uso inteligente a todos estos recursos, competir mercantilmente, no digo que no, pero con cierta ética, pero no en el barro, donde lo hacen, sino un poquito más arriba, y todos creceríamos con ese mercado.

El mercado (como si el mercado fuera una entidad; no lo es, es la humanidad, es el uso que hace de la libertad una parte de la humanidad, y no la mayor, sino la más despiadada, los que creen que la fuerza, o la inteligencia, o el dinero, los avalan para pisotear, abusar, acaparar, depredar, a su libre y divino antojo) no representa la libertad, sino precisamente exhibe las debilidades de la libertad, permitir a los mal intencionados obrar a su antojo reclamando su derecho sacrosanto.

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