lunes, 16 de noviembre de 2015

El asunto del collar

A veces da risa eso de  Si no conocemos la Historia, estamos condenados a repetirla.

He aquí una historia que no conocía. En la Wikipedia la llaman EL ASUNTO DEL COLLAR.

Había una tal Jeanne Valois de la Motte, de familia aristocrática en decadencia. Tal decadencia que su padre, nada menos que un Valois, descendientes de reyes de Francia (otra vez según la Wikipedia), no tenía otro medio de subsistencia que la caza furtiva. Pues, la chica, para contribuir a la economía familiar, pedía por los caminos.
Tuvo suerte y la recogió la marquesa de Boulainvilliers, escandalizada de que una aristócrata anduviera por los caminos mendigando, qué iba a pensar el pueblo si esto se divulgaba. Así que la envió a un colegio con el objeto de que la chica terminara siendo monja, única salida decente en sus condiciones económicas.
Pero la chica tenía aspiraciones y en cuanto pudo se fugó del convento. Después de vagar por ahí terminó casándose con un militar, don Nicolás de la Motte. Los militares tienen prestigio, pero no dinero y la chica ansiaba mucho de ambas cosas. Recurrió a su antigua protectora, doña marquesa de Boulainvilliers y allí conoció al tontorrón de esta historia, el cardenal de Rohan.
El cardenal era un tipo muy rico, y la muchacha no debía carecer de dotes porque empezó una fulgurante carrera que los llevó a ella y a su marido, primero, a obtener, para el militar, un puesto de capitán en la guardia real, más tarde, un título para ambos, condes de Valois de la Motte y, durante el trayecto, todo el dinero que le podían sacar al bueno del cardenal.
Sus aspiraciones aún están más arriba, e intenta relacionarse con la corte, e incluso con la propia reina, a la sazón, María Antonieta. No llega tan alto, pero permite que todos a su alrededor hagan las más inciertas suposiciones, y ella se aprovechaba de ese falso prestigio pidiendo prestado y delegando el pago de las deudas, o bien al vacío, o bien al cardenal.
Todavía no ha empezado la historia. Resulta que el cardenal tenía una debilidad, también aspiraba a estar en lo más alto. Pero alguna tirria le tenía la reina María Antonieta, que impedía al cardenal aproximarse a ella. Una rencilla familiar o una simple antipatía de la reina por este hombre, a pesar de que tenía cargos eclesiales muy próximos a la corte real. Necesitaba congraciarse con la reina y reveló sus preocupaciones a Jeanne, esperando que esta, con la gran intimidad que tenía con ella, pudiera ayudarle como él la había ayudado. Naturalmente Jeanne no conocía ni por el forro a su majestad, pero ayudó en todo lo posible al cardenal, lo que este recompensaba generosamente. Cuando se ponía muy pesado exigiéndole que le concertara una cita con la su majestad, Jeanne se las arreglaba como podía, hasta el punto de que en cierta ocasión contrató a una prostituta muy parecida a María Antonieta y concertó una fugaz cita entre ésta y el cardenal, tras la cual quedó muy satisfecho. De este suceso obtuvo un sustancioso beneficio, digamos solo números porque las monedas cambian, 50000, que al parecer era para ponerse muy contentos.
Esto solo fue el principio. Ocurrió que unos joyeros disponían de un costosísimo collar que el padre del rey había encargado para una amante, y que, desgraciadamente, no habían podido entregar antes de que el buen rijoso rey la palmara. Cuando intentaron colarle la joya a su hijo por medio de la mujer, estos la rechazaron por la enormidad de su precio, estamos hablando de un millón setecientas mil, y esto, después de haberla rebajado considerablemente. Previamente ya habían intentado venderlo a otras cortes sin éxito, entre ellas a Carlos III en España, por dos millones.
Nuestra buena Jeanne llegó a ver el collar y quedó prendada, así que decidió que su buen cardenal tenía que hacer un último esfuerzo. Ideó un plan según el cual ella hacía de intermediaria de la reina, que tenía intención de comprarlo, pero a escondidas del marido, para lo cual necesitaba un avalista que hiciera de mediador. El elegido, por supuesto, era el Limosnero, cardenal de Rohan -limosnero es, por lo visto, el que maneja los dineros y teniendo en cuenta que hablamos de limosnero asociado a la corona, ese dinero era mucho, no por casualidad el cardenal era considerado fabulosamente rico. La idea era que el cardenal comprara la joya y la reina le iría pagando cantidades periódicas hasta saldar la deuda.  Así se hizo, y Jeanne recogió el collar para entregárselo a la reina. Ella y su marido separaron las cuentas, que eran diamantes, del collar y trataron de venderlas en París, pero nadie se atrevía a comprar sin preguntar, así que tuvieron que trasladarse a Inglaterra, donde al parecer eran más profesionales.
El tiempo pasó y llegó el día del primer pago. Los joyeros, llegado el momento, fueron directamente y le llevaron el primer recibo a la reina. (Rohan no había pagado directamente sino que se postulaba como avalista en caso necesario, esto no lo supo Jeanne). Cuando la reina leyó el recibo insistió en que ella no debía aquel dinero porque no tenía aquel collar. Y al fin se destapó todo, cuando salió a la luz el nombre del avalista, el del cardenal. Como decimos, la reina le tenía tirria así que lo mandó prender, también a Jeanne, mientras que su marido andaba por Londres, presuntamente vendiendo el género. Junto con el cardenal también detuvieron a un tal Cagliostro, otro estafador de alto copete que también estaba parasitando al de Rohan.
No crean que les fue mal. Se montó un escándalo nacional y hasta internacional. Dentro de la propia corte había división porque, al fin, el cardenal y Jeanne eran aristócratas y la reina se había atrevido a acusarle directamente de un delito tan bajo como estafa. La reina no estaba bien vista dentro de los círculos de la aristocracia, que vio este asunto idóneo para desacreditarla. Exigieron que el juicio del cardenal y sus cómplices fuera realizado por el parlamento de París, detentado por aristócratas, en contra de hacerle un llamado Juicio del Rey donde éste tenía mayor influencia.  Y, como no podía ser de otra manera, el cardenal sale libre. A la condesa y a su marido los condenan, pero, pásmese quien quiera, consigue escapar de la cárcel y huir a Inglaterra en donde termina por morir presuntamente tirándose por una ventana mientras huía de unos acreedores.


Después de leer esta historia no puede menos que venirme a la cabeza cierto yerno del rey con su empresa de asesoría, que no se sabe muy bien qué asesoraba, pero que ingresaba por ello cantidades muy interesantes. También, a menor escala económica pero a la misma escala de interés, me vienen a la cabeza los éxitos sociales de un muchachito que sin duda ya está en la Wikipedia a la altura de nuestra Jeanne, nuestro Pequeño Nicolás. También tenemos, descendiendo escalones desde la aristocracia hasta la burguesía, los tejemanejes de cierto Bigotes en la órbita del PP o Juan Guerra en el PSOE. Y yo me pregunto de qué nos ha servido conocer la Historia si  no es para echarnos unas risas al comprobar que doscientos y pico de años y una revolución brutal, alguna que otra guerra y nuevos sistemas de gobierno, no han cambiado nada.


Decir que la importancia de este episodio no fue poca para revelar a las gentes el descaro de sus gobernantes, que mientras ellos pasaban hambre, en aquellas alturas se jugaba con joyas de precios inimaginables para cualquier ciudadano de a pie. Todo esto ocurrió en torno a 1784 - 1785  y muy poco después se les llenaría el gorro. Después de conocer los millones en Suiza de Bárcenas, y los millones en Andorra de los Pujol, nosotros no solo no les cortamos la cabeza sino que los votamos para que puedan acogerse al estatus intocable de diputado, y puedan elegir jueces que los juzguen.

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