martes, 13 de octubre de 2015

El misterio de las piedras imán



Toda la vida hemos conocido la extraordinaria facultad de estas piedras o metales o lo que sean –por óxido de hierro dicen que están compuestas–. Atraen a los metales –una clase de metales, los que llaman ferromagnéticos– y a otros imanes. Con sus semejantes tienen un comportamiento peculiar. Resulta que todo imán tiene dos «hemisferios», llamémosles así, de modo que si dos imanes enfrentan el mismo hemisferio, se repelen, pero si enfrentan distintos hemisferios entonces se atraen. Técnicamente a esos hemisferios los llaman polos. Y más curioso aún es que si tomamos un imán y lo dividimos exactamente por la mitad, pretendiendo separar los hemisferios, cada una de esas partes vuelve a comportarse como un imán completo, es decir, que cada una volverá a tener dos hemisferios o polos y se atraerán o repelerán según la regla descrita arriba.  Esto viene a decir que la piedra en sí tiene características homogéneas, no hay una composición diferente en cada hemisferio,   el comportamiento del imán no está inscrito en sus características morfológicas sino que es algo más espiritual. (En esoterismo habría que hablar de alma que está más ligada al cuerpo físico como lo está esta característica del comportamiento del imán, mientras que espíritu ya sería algo más trascendental; no sé si los imanes tienen espíritu, pero alma tienen si convenimos en que alma sería ese comportamiento)
La Tierra misma es un imán. En este caso no es exactamente un imán natural, quiero decir que al parecer el efecto imán se produce debido a una cuestión mecánica, derivada de un frotamiento de diferentes capas con diversa densidad que provoca una carga eléctrica que acaba creando un campo magnético. Si nombramos polo sur a uno de sus polos y polo norte a otro, al tomar un imán, una aguja de una brújula, por ejemplo, el polo sur de la brújula apuntará al polo norte de la Tierra y viceversa. Esto supongo que es un convenio, lo de llamar a uno sur y a otro norte o a uno positivo y a otro negativo. Si la Tierra no fuera magnética descubriríamos cuál es el polo positivo y el polo negativo de un imán solo cuando lo enfrentáramos a otro imán. ¿Cambia la polaridad de un imán? Al parecer un fuerte impacto puede apagar las magneticidad de un elemento imantado. En el caso de la Tierra se sabe que esa polaridad se va desplazando debido a la peculiar manera en que se forma, por eso el polo magnético está ligeramente separado del polo geográfico. Sería una desgracia que dejara de haber campo magnético en la Tierra, porque entonces entrarían en nuestra atmósfera un fleje de partículas provenientes del sol que no nos sentarían nada bien, ni a nosotros ni al resto de bichos vivientes.  También es posible crear imanes artificiales, todos lo hemos hecho con una aguja, frotándola contra un imán. Luego, ya en el siglo diecinueve, se descubrió que había una relación entre el flujo de corriente y la imantación, y así se pudo crear imanes temporales, gobernando su imantación a voluntad –las grúas estas de los almacenes de chatarras, que se ven en las películas americanas utilizan esta funcionalidad–. Gracias al imán también y a esta posibilidad de gobernar la imantación de un trozo de metal funcionan los motores eléctricos.
Si nos metemos en las causas del magnetismo, dicen que puede tratarse, no sé si lo afirman enfáticamente, de que las partículas que conforman el material son en sí mismas pequeños imanes (ojo, las partículas a su vez tienen una carga eléctrica y se atraen y repelen conforme a su leyes, esta propiedad magnética sería otra cosa) y que, en estos materiales, las partículas están, ¡coño, qué casualidad!, orientadas todas o en su mayor parte de la misma manera en cuanto a su polaridad, sumando todos sus pequeños campos magnéticos para resultar el gran campo magnético de la piedra en su conjunto. ¿Y cómo es que ha ocurrido esto?, porque en la mayoría de los materiales no pasa,  al no estar todas las partículas con una misma orientación, unos micro campos magnéticos se anulan con otros dando un resultado cero o muy pequeñín. Por eso una piedra cualquiera no tiene propiedades magnéticas. No es casualidad que el imán natural esté formado por algo así como óxido de hierro; uno imagina que estas partículas son susceptibles de verse afectadas por el campo magnético de la Tierra, es decir, que ya están orientadas por esta fuerza que se les impone, si juntamos muchas de esas partículas, que empiezan a unirse unas a otras por la atracción magnética y que a media que van aumentando en número van incrementado su capacidad de atracción, pues se formarán unos grandes conglomerados que luego son prensados por las fuerzas geológicas y ya tenemos una piedra imán.
En el siglo diecinueve el asunto del magnetismo, esta propiedad espiritual del imán, gustaba mucho a los esotéricos, inventándose una ciencia que llamaban magnetismo, bajo la cual situaban, por ejemplo, el hipnotismo (el gran Mesmer). En verdad todo bicho viviente está formado también de partículas, las cuales también podrían verse afectadas por esto del campo magnético. Los científicos que estudian el comportamiento del cerebro, lo hacen poniendo en la cabeza unos detectores de minúsculas corrientes eléctricas, que, como ya hemos dicho, generan campos magnéticos. Es probable que haya un desorden de corrientes, de sentidos de esas corrientes, de manera que los posibles campos magnéticos que se generen se anulen unos con otros, pero, ¿sería posible que se ordenasen esos flujos de partículas –neurotransmisores cargados eléctricamente– hasta generar un campo magnético apreciable? Hombre, puei sé, tanto como que un mono (inmortal y con toda la eternidad por delante) escribiendo aleatoriamente en una máquina de escribir termine por redactar el Quijote; como posibilidad no queda descartada. O no.
Hablar del imán y no hablar de las fuerzas de la naturaleza es un olvido imperdonable. Parece que nuestros amiguitos los científicos dicen que en la naturaleza hay cuatro tipo de fuerzas por medio de las cuales interactúa todo lo existente: La fuerza Gravitacional, la fuerza Electromagnética, la fuerza Nuclear Fuerte y la fuerza Nuclear Débil. En fuerza Electromagnética incluyen tanto esa fuerza de atracción repulsión debida a las cargas de las partículas –recordar lo de los protones y los electrones– como a esta de que tratamos tan informalmente aquí. La fuerza Gravitacional es la derivada del hecho de tener masa las partículas, aunque a niveles microscópicos  no parece que sea muy relevante, y luego están otras fuerzas que hacen que el núcleo, a pesar de estar formado de cargas de un mismo signo, permanezca unido. La última, la Nuclear Débil, bueno, ahí les faltaba algo para que se cumpliera lo que tenía que cumplirse y como no lo veían claro van y dicen, esto va a ser porque...y se inventaron otra fuerza, aquí con partícula y todo, el neutrino, sin masa ni carga ni nada que soporte el nombre tan pequeñín que tiene. Pero esto, si eso, va a ser otra historia.
Esta imagen representa los estrechos límites de la ciencia (o de mi conocimiento sobre ella) También representaría a la alegoría Segismundo, en este caso Segismunda, que sería la ciencia, encerrada en su torre onírica.
 ¡Chica, la verdad está ahí fuera!

2 comentarios:

  1. Si la Tierra no tuviera un campo magnético, ¿cabría la posibilidad de que existieran imanes naturales? Según mi razonamiento de arriba, no. Porque no habría una "fuerza superior" que orientara las partículas de óxido de hierro todas hacia una misma parte.

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  2. Existirían los imanes naturales; lo que no existirían serían las brujulas, o más bien estas serían artefactos que apuntarían a uno u otro sitio en función de su localización geográfica. Por cierto, es probable que nosotros tampoco existieramos.

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