martes, 27 de octubre de 2015

Lo que quiero decir

Creo que lo que sigue está "inspirado" en Sol de Mario Satz y en Palinuro de México de Fernando del Paso. Respecto al contenido, son un montón de insensateces producto del propósito de escribir sin lógica y sin sentido, lo que resulta extremadamente difícil cuando uno tiene una mente tan sumisa.


Avanza en derredor como los caníbales, como las escolopendras y las palabras en balaustres serios, no los que desbocan su desdentada camisa liviana y sucia. Pero, y ya van tres,  no me preocupan los muertos que son como rebaños de leche en praderas lúbricas, úbricas, cómicas y, por supuesto, kármicas, no vaya a ser que. Pero no me siento un igual desnudo a todos, renuncio casi siempre a la esfera bonita de una transformación, trascendental aleteo por la fama como mariposa encantada, y duermo en los rododendros florecidos como mi padre, que acostumbraba a perfumarse el culo cada día después del afeitado. Viejo pellejo ladino y astuto, escondió su forma bajo la forma del ayer y no quiso revelarnos sus secretos, por eso murió como murió, encogido y arrepentido, con miedo al qué será y la desilusión de lo que había sido. Pero no hablemos de ti, sino de nosotros y de la bomba que nos espera fuera del plato cuando consigamos alcanzar el, llamado así, goce supremo, que nosotros, salvajemente, decíamos goce supino, pensando en nuestras noches y nuestros días, nuestros y de nadie más. De nadie y de todos eras tú, pero no mía ni de mí, para qué vamos a engañarnos con medias mentiras. Yo no supe jamás y así me ha ido, mejor y peor, según el tramo, pero en general, nada y todo lo demás. Ya ves que no me quejo, es decir, sí, pero sin creérmelo y consciente de que al final no importa, que podría haber sido peor tanto como mejor y, de todas maneras, tampoco lo hubiera sabido. No me hubiera dado cuenta, ya ves, pero no importa, porque todo fue en vano, en el vano del precipicio sobre el que permanecíamos colgados todo el tiempo mientras las cosas sucedían a nuestro alrededor y no queríamos verlas, como si fuéramos inmortales o supiéramos que íbamos a morir exactamente mañana u otro día. En el fondo, quién sabe lo que hubiera podido haber sido; yo, al menos no lo sé. Yo, al menos, no sé nada de nada y sin embargo.
Es verdad, lo echo todo de menos, y el montón de menos se va acumulando hasta desbordar por encima de los límites que nadie ha establecido todavía y sigue creciendo. Algún día me moriré, lo sé. Me gustaría comprender al menos eso. Comprenderlo y abarcarlo con una sola mirada como hacías tú. Me atrevo a hablar de ti después de todo, no contigo. Pero no creas que es miedo, o créelo si te apetece y será verdad. Hace casi cuatro años ya, y aún no he encontrado el lugar, pero, te aseguro, he seguido buscando, no me he quedado quieto, aunque siga aquí. Aquí sigo, y aún espero pero no sé si es cierto, ninguna de las ocasiones que espero se ha presentado y me he cansado de esperarlas, así que ya no espero. Yo no sé por qué estoy explicando esto ni a quién, pero sí que lo sé, y tú, que no lo leerás nunca, lo sabes, aunque no mires dentro. Un dentro que siempre dudo que lo haya. Puertas que no existían se cerraron sobre mi mirada ansiosa y desaparecieron en los muros, cuando volví a mirar ya no había ni muro siquiera, y yo ya no estaba allí. No había nadie, como siempre había sido. He vuelto, y he escarbado en el sitio que convinimos, pero no encontré la señal. No quise interpretarlo entonces porque estaba demasiado cansado, pero no volví, no busqué más allá o más acá por si te hubieras equivocado. Y no dejé nunca de buscar, ya lo he dicho, no dejé nunca de esperar, también lo he dicho, y no he dejado nunca, maldita sea mi alma, de pensar en todo y en por qué, y en cuándo, olvidando que todo el tiempo estaba aquí. Y que ya lo sabía, pero me negaba, tres y cinco y mil veces me he negado y siempre el sacrificio tuvo lugar, pero cada vez dolía menos. Tal vez esa es una forma del olvido, en el que yo nunca he creído, hasta hoy. Y me vuelven los días de mi padre y me pregunto si no habré cometido los mismos errores, genética familiar, y cuáles errores pueden haber sido. Que es lo malo de los errores, que uno nunca aprende dónde exactamente estuvo el error y siempre se equivoca y vuelve a no elegir bien. Porque estamos equivocados al creer que teníamos razón en lo que creíamos tener razón. Y sin embargo aún queda futuro. Aunque ya no lo esperemos, incluso aunque prefiramos la alternativa; mentira, nunca creemos de verdad en eso, pero jugamos a que sí, porque, al final, todo es llenar el inmenso hueco que no se llena nunca, como ahora yo intento llenar esta página con estas insensateces que sé que no vas a leer. Y que empecé solo porque sí y que han acabado en esto, ya ves, una serena declaración de intenciones absurdas que no pienso cumplir, ni sostener en la próxima carta que te envíe, que ya estoy escribiendo y donde te hablo de mis última aficiones, del precio del pan y de ese pobre tipo que me pide monedas para desayunar y que le ha dado por llamarme cariño y ponerme ojitos.

1 comentario: