martes, 15 de diciembre de 2015

Tener fe

Yo no tengo fe. Todo el mundo la tiene a mi alrededor. Yo no. Hay quien cree en sí mismo. Hay quien, olvidado de sí, cree en su trabajo, y se entrega afanosamente por prestigio, por orgullo, o simplemente por gusto. Hay quien cree en el dinero y hay quien cree, no sé, en la ciencia, en su propio sentido común que nadie comparte. Hay quien cree en su obra, que lleva a todas partes bajo el brazo y la muestra con pasión y contagia de esa pasión a otros. Hay quien cree ser esto o lo otro: privilegiada clase social con prerrogativas sobre el vulgo o pobre de solemnidad con derechos sociales, enfermo de cáncer, viejo, o formar parte de la alocada juventud. Hay quien cree en el progreso y quien cree en la lucha obrera. Los hay apasionados por la política internacional y los hay apasionados por el esoterismo, por los juegos de rol, por el deporte. Hay quien tiene fe en una religión y decide matar indiscriminadamente por eso y los hay que dedican su vida a luchar fieramente contra estos. Los hay que se entregan calladamente a ayudar a los demás y los hay que se van por ahí y nos informan comprometidamente de las cosas que suceden en el mundo, aquellas que no interesan a los grandes medios, y lo hacen porque «sienten que es su deber».
En medio de todos ellos, a los que admiro o envidio, deambulo yo con una vergonzosa sensación de estar desnudo, de llevar las manos vacías, de no tener nada que ofrecer, nada que exhibir, nada de qué envanecerme u ostentar. Invisible. Manso. (ya lo decías tú)

2 comentarios:

  1. No concuerdo con lo de Manso. Lo que usté escribió es pura anarquía. No hay nada más rebelde que pretenderse invisible en un mundo donde todo es demasiado visible. Una de las consecuencias del nihilismo.
    Un abrazo!

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  2. Pues creo que, en la vía de Sémola y sin tener claro qué cosa es el nihilismo, que hay exceso de gritos de la pobre gente que somos, que busca como principal cosa que se le vea, aunque sea a base de perpetrar barbaridades. El recorrido de autoconciencia que abrimos al salir de las cavernas hay que cerrarlo en sentido contrario. Tu deseo de invisibilidad es poco humano y, quizás por eso, envidiable.

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