viernes, 26 de junio de 2015

El sudoku y yo

Mientras hacía el sudoku me he dado cuenta de un comportamiento que hasta ahora consideraba «normal» por habitual. El tal comportamiento es que me empeñaba en resolver el sudoku de una sola tirada, sin borrar, sin anotar ningún número al margen, sin, naturalmente, aventurar propuestas que no fueran perfectamente lógicas. Según mi entender, este juego, para que sea un juego lógico, no puede permitir más que una única respuesta y por lo tanto cada número va en una localización exacta dada la configuración inicial, de modo que simplemente analizando el estado actual del tablero debe uno conseguir averiguar la siguiente tirada. Sin embargo ocurre que a veces hay ambigüedad, y uno se ve en la obligación de imaginar qué pasaría si colocamos este dígito en esta posición; a menudo esas tiradas hipotéticas se ven  coartadas un poco más adelante por una situación imposible, que a un dígito no le quede más remedio que ir en una casilla en cuya fila, columna o recuadro ya está ubicado, por lo tanto uno decide que la hipótesis  inicial era falsa y, como consecuencia, la buena es la otra. Cuando es al revés, cuando uno no alcanza en poco tiempo una situación de incoherencia, entonces no puede afirmar que esa incoherencia no se dé más adelante, así que no puede asegurar que la hipótesis de partida sea la correcta. Bien, todo esto lo hacía yo con la imaginación y la memoria, de manera que si después de haber aceptado una hipótesis llegaba a un punto de incoherencia, pues me consideraba derrotado y dejaba el juego con una sensación de no haber estado a la altura. Al final, de desvalimiento.
De pronto me he dado cuenta de la estupidez de este comportamiento. O, más que estupidez, del error en mis objetivos al jugarlo. Aunque yo creo que el objetivo es resolver el sudoku, en realidad mi objetivo está siendo resolverlo de una manera, digamos, «pura», es decir, no estoy resolviendo el sudoku, estoy probándome a mí mismo que tengo una especie de superpoderes. Si fallo, es una demostración de que no tengo superpoderes, y me frustro porque es signo de desvalidez. Este es el fallo que he detectado en mi comportamiento. Porque estoy completamente convencido de que, el problema, soy capaz de resolverlo, y sin embargo eso no me basta, quiero hacerlo en determinadas condiciones para demostrarme a mí mismo mis supercapacidades.
Creo que a menudo descubro en mí esta idea de que más que demostrarme mi capacidad de resolver problemas quiero demostrarme que soy capaz de resolverlos en determinadas condiciones de dificultad, que probablemente voy complicando a medida que lo anterior me resulta trivial. Esto no es malo, lo malo es creer que soy incapaz cuando no supero estas pruebas que yo mismo me impongo, cuando, en la mayoría de los casos, soy perfectamente capaz de resolver el problema, que es realmente lo que importa.
En fin, que ahora ya me permito anotar y hasta aventurar propuestas alternativas en otro papel, empeñado en resolver el sudoku, no en demostrarme que lo puedo hacer de tal o cual manera, que es otro juego distinto.
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Es obvio que, lo del sudoku, siendo exactamente lo que ha pasado, es una metáfora que representa asuntos más serios en la vida, social o laboral; pero, aun siendo obvio, lo quiero aclarar para no quedar como un gilipollas que cree que sus problemas con el sudoku le pueden importar a alguien. Prefiero quedar como un gilipollas que cree que sus problemas con su propia personalidad le pueden importar a alguien.

1 comentario:

  1. Soy de los gilipollas que consideran primordiales los problemas con los juegos. Sobre todo los puzles y ese tipo de dinámicas que se pueden aniquilar con un solo cerebro detrás.
    En principio, en cuanto a las casillas ambiguas del sudoku, las más convenientes para comenzar una vertiente del juego al azar, son las casillas que pueden tener solo dos opciones. Se entiende que una es la correcta. Me imagino que ya tienes la capacidad de saber, más o menos, cómo descubrir cuál es, probablemente, la correcta. Claramente, anotar en un papel o en una esquina del sudoku, el numero en pugna, es una estrategia formidable. Yo lo hacía, pero lo dejé de hacer porque lo consideré poco humano: imaginar una posibilidad es una excelente estrategia, porque implica pensar que, muchas veces, los acertijos no siempre se pueden resolver sólo con razonamientos. No somos máquinas. Es interesante. Yo empecé jugando de una manera ultra técnica y terminé haciendo lo que hacías antes: dándome una sola oportunidad y saldando las dicotomías con suerte en lugar de hacerlo con precisiones. Mal que mal, los problemas cotidianos no siempre se solucionan pensando. O quizás sí. Te lo dice alguien que está lleno de problemas.
    Buen juego. Buena entrada.

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