viernes, 26 de junio de 2015

Cereñoña


Estamos aquí reunidos –mi nieta se ríe– para unir en santo cuévano a este ectoplasma y a esta extasiada alma de cantonés lírico. Todas y, por supuesto, todos tenemos que testicular, y he ahí nuestro compromiso –una maricosa sale repitando desde debajo de la alfombra–. Durante la cerezania las monas y los otros se tomarán del ano y se sacudirán convulsa-mente mientras yo, ceremoníaco ebrio de lubricidad –lávense las uñas– gesticulo y cacareo para confirmar por jumento esta bestial consagra-acción. Acto seguido, la feraz pareja ubicará sobre la alfombra ante todos los presuntos –absténgase de medrar los taumaturgos– en fóbica coyunda hasta caer prendidos y, por qué no, sacrificados de lema, puma, esternón y otros cachivaches que las buenas damas de la saciedad hayan apretado amancebadamente contra sus globos especulativos. Las borras vendrán a constitución, desfilando de a dos por el fechillo ventral, jacarandosamente como corresponde a tan dignos digtálopes. Aplaudiremos toros gotosamente hasta caérseles los senos. A la una será el tuno que cantará dos mojones tres meses y , ahora sí, comenzará la bestia a balar. Que nadie se ría porque es un monumento trascultural. Si algo o alguien, por remoto que pudiese perecer, follase, habría que iniciarlo todo de huevo –gallinas cacacagando.  

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