lunes, 22 de junio de 2015

Energía Limpia contra el Sistema de Mercado

El ser humano no está a la altura de sus propias fantasías. Creo que esta es una gran frustración que perciben sobre todo los artistas, que son los que más profundizan en el ámbito de la fantasía y sienten más agudamente el contraste. El resto de los humanos, simplemente vivimos las contradicciones sin percibirlas con claridad, resignadamente. Se evidencia mucho este contraste en el mundo de las emociones, el amor principalmente. Observar cómo idealizamos esta experiencia en los miles de canciones, poemas, novelas, películas y cómo contrasta esa idealización con nuestras experiencias reales del mismo es algo que a un loco romántico como yo a veces vuelve un poco loco. Tal vez el siguiente proceso evolutivo de la humanidad sea enfocar la realidad que vivimos con nuestras fantasía hasta tener una imagen precisa de una nueva realidad.
La idea de progreso me resulta muy partidista. Ya tenemos una frase para esto, «la historia la escriben los vencedores», son ellos los que deciden que hemos progresado. Pero yo muchas veces tengo dudas de que «esto» sea mejor y no simplemente otra cosa. Desde luego que yo pertenezco a «esto», y me resistiría tanto como cualquiera a trasladarme a una alternativa, pero eso no lo hace «mejor». Lo que nos mueve a adoptar nuevas ideas a menudo no es la idea principal de progreso, sino muchas ideas locales entre las que predominan las que tengan mejor aval en el momento en que surjan, las que se vean apoyadas por los líderes, los capaces  de convencer o imponer a otros sus particulares ideas o preferencias. Y también existe, o se va creando, un cierto mecanismo de defensa sedentario, guiado por el miedo, que se opone a todo cambio, una vez que la última revolución se ha asentado. Por eso se desechan grandes ideas que podrían haber acelerado el progreso (algunas de las cuales son retomadas tiempo después como novedades revolucionarias). Un ejemplo patente, hoy, es la obtención de energía. La férrea oposición de las grandes instituciones a adoptar las cada vez más proliferantes tecnologías de obtención de energía limpia.
Las energías fósiles proporciona energía de forma más rápida y estable. Esto provocó en su momento la aceleración de los cambios tecnológicos, y como consecuencia los cambios sociales, a una velocidad superior a las necesidades reales. Por eso, a mi juicio, se impuso el capitalismo mercantil, para dar movilidad a los excesos de producción. Esta dinámica nos ha llevado a una situación en la que producimos –a velocidad siempre creciente– no para satisfacer necesidades sino para satisfacer consumo que, a su vez, es fomentado no como satisfacción de necesidades, al menos del individuo, sino del mercado. (“Hay que consumir”, grita alguna vez en público Zapatero, intentando reactivar la economía nacional, al comienzo de la crisis de 2008). Es obvio que actualmente no se produce para satisfacer necesidades, sino para movilizar el mercado. Se crea primero el producto y luego se fomenta la necesidad de su consumo, (los teléfonos móviles son un magnífico ejemplo). Este modo de obrar dispersa el esfuerzo que debería estar encaminado hacia un verdadero progreso (que faltaría por definir, en realidad, porque, ¿a qué estamos llamando progreso?) y a la satisfacción de las verdaderas necesidades (el hambre en el mundo, por ejemplo, la mejora de las condiciones sociales del planeta), que actualmente ocupan un lugar secundario, si no residual, de asistencia, en los objetivos de la producción, siendo el principal el mero consumo y la sustentabilidad del sistema de mercado (cuyo desmoronamiento es considerado apocalíptico).
Para adoptar como estándares de obtención de energía las tecnologías limpias es necesario que el sistema se ralentice, de otra manera la excusa que siguen utilizando para no incorporarlas de lleno sigue siendo válida, la irregularidad y la cantidad de energía producida no alcanzaría para sustentar este sistema de locura productiva orientada al consumo. Como contra ataque las grandes corporaciones proponen grandes entramados de obtención de energía, con extensos campos de paneles solares, o paneles reflectantes, en EEUU hay alguno creo haber leído, que están causando ya sus correspondientes perjuicios en el ecosistema. Creo que este tipo de energía descarta a las grandes corporaciones de suministro en favor de una distribución de los medios de producción (autoconsumo). La batalla, en serio, ya ha comenzado; cada vez hay más noticias sobre nuevas tecnologías para obtener energía limpia (me encanta esa pulsera que al agitar la mano se recarga y que servirá para recargar el móvil o el tablet, aprovechar la energía individual incluso en los momentos de «ocio») y cada vez hay más iniciativas de adopción de estos medios –ya tenemos muchas farolas alumbrando presuntamente con  paneles fotovoltaicos, hasta los contadores de aparcamiento tienen uno, hay por ahí una carretera que produce energía con el paso de los vehículos. Hay países, ¿República Dominicana?, o islas, como el Hierro, que pretenden depender exclusivamente de este tipo de energía–. Necesariamente se irán imponiendo a pesar de leyes protectoras de las grandes corporaciones y sus medios abusivo –en todos los aspectos– de obtención y distribución de energía fósil o sucia. Y esta imposición lenta pero segura, necesariamente, la Humanidad futura me oiga, impondrá cambios sociales, ralentizará esta locura absurda del sistema mercantil y preparará un futuro más acorde con las fantasías sobre él que la raza Humana ha soñado siempre.

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