lunes, 17 de noviembre de 2014

Asesino potencial, más no de facto

De vez en cuando violo la ley. No por comodidad o por descuido sino conscientemente y en situaciones en que me debo forzar a ello. Lo hago para recordarme que no respeto la ley por miedo o por coacción, sino por simple convicción. Ayer mismo le machaqué la cabeza a una niñita que jugaba en un parque. Es verdad que lo hice con su martillito de juguete, que cada vez que la golpeaba el martillo hacía chuuiick y la niña reía hasta dar miedo, pero eso es irrelevante; en mi ánimo estaba el acto delictivo y la convicción de que si no realizo esas horrendas acciones es simplemente porque me lo prohíbo por medio de  mi razón, convencido de que la vida en sociedad requiere una normas.

2 comentarios:

  1. Yo, aveces, cruzo la calle cuando el semáforo aún está en rojo. No tendría el vigor de hacerle tal cosa a una niñita; estoy varios pasos atrás de ti.
    S.

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  2. Yo solía cruzar los semáforos en rojo y de espaldas en las avenidas de más tránsito y a las horas más puntas. Pero me aburrí de todo aquello. Había menos de transgresión que de búsqueda afanosa de la muerte. Cosa de amores malhadados (me encanta esta palabra, la acabo de descubrir). La muerte, en cualquier caso, me esquivaba, como los coches. No así los guardias.

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