miércoles, 19 de noviembre de 2014

Cuéntame algo


Este texto, como toda mi obra, tiene un fin moral. Lo anima el ilustrar una enseñanza. Muchos tenemos amigos que nos toman por el pito del sereno, sobre todo cuando se enteran de que tenemos afición a contar historias. De pronto están aburridos y con gesto de rey dirigiéndose a su bufón le ordenan: cuéntame algo
Estoy cagando muy bien últimamente. En realidad siempre he cagado bien, lo que he notado estos últimos tiempos es la regularidad y la homogeneidad en la conformación de la mierda, una mierda muy consistente que forma un churrete casi diríamos canónico. Apenas variando en el color, claro que ya sabes que cuando tu dieta es muy ligera, refiriéndome con ligera a verduritas, pues la mierda te sale muy pálida, enfermiza, diría yo, mientras que cuando comes buenas grasas te sale un color más sano, más definido. Eso sin llegar a la exageración de una mierda después de haberte cogido una buena mierda con vino, valga la redundancia, que una vez salí del baño gritando de miedo porque pensé que había echado las tripas y que me iba a morir, por lo feísimo que había salido aquello, no sé por qué pienso en las tripas como una masa oscura y putrefacta. Pues en los últimos tiempos, y yo sospecho que gracias al vaso de agua tibia que me tomo cada día, justo al levantarme, y antes de desayunar, echo unas cagadas que dan ganas de fotografiarlas y ponerlas en el facebook de lo bonitas que me salen. Es que leí un artículo de esos de remedios milagrosos que dicen, los japoneses, por lo visto, que si te tomas un vaso de agua tibia todos los días en ayunas eso te cura de todos los males, y no es que me lo crea, pero como solo se trata de agua que apenas me cuesta, no como el vaso de zumo y el bocadillo que me pego después para desayunar que por eso solo me soplan cinco euros, pues lo estoy haciendo, y para dejar contenta a mi mujer, que remedio que lee en internet remedio que se aplica. Pues algo debe estar funcionando porque me salen unas mierdas preciosas; vamos, que dan ganas de volvérselas a comer. ¿Te he dicho que yo he comido mierda? No, claro, así de comerla con plato y cuchara, que si hablamos de lo que he comido en plato y cuchara probablemente habrían cosas que después de probarlas las habría cambiado por un plato de buena mierda; no, apenas sacar la lengua y probar un poco, a ver a qué sabía. En verdad te digo que la repugnancia, el asco, no es una verdadera emoción animal, mi perro se pirraría por zamparse cada uno de mis moñigos, bastante tengo que vigilarlo en los parques para que no se coma los de los mendigos que cagan entre los arbustos. No sé por qué me dio por hacerlo un día que estaba pensativo sentado en el retrete dándome el tiempo necesario para no meter prisa a las tripas que muchas veces no se toma uno tan en serio como debiera esto de cagar. Y que probablemente ya habría leído no sé qué libro de Henry Miller en el que el personaje hacía una cosa parecida. Opus Pistorun, creo que se llamaba.
Ahora me limpio el culo con la mano izquierda. Bueno, aún estoy en periodo de entrenamiento. No creas, aprender a limpiarse el culo con la mano izquierda es tan difícil como aprender a escribir. Es cierto que cuando uno ya sabe hacerlo con una mano comenzar a hacerlo con la otra ya tiene unas ciertas bases en el cerebro, pero en cualquier caso no es una tarea trivial. Pues en eso ando ahora. Estoy harto de que la mano izquierda permanezca la mayor parte del tiempo ociosa. Y que como yo voy mucho al baño, que entre cagar y mear me paso la mitad de la mañana, porque también meo litros y litros que a veces me pregunto si no me estaré deshidratando, porque no puedo beber tanta agua como meo. Pues como decía, que como voy tanto al baño, siempre me encuentro gente a saludar justo al salir de uno de esos trances, que en el trabajo el retrete está en un sitio de paso, que, de verdad, los arquitectos deberían pensar que a uno, en estos sitios, le gusta estar con cierta intimidad; pues no, se conoce que siguen consignas de productividad y de que cuanto menos tiempo esté uno en el baño mejor para la empresa, que acabarán haciendo los baños con paredes de cristal para que uno permanezca en ellos el menor tiempo posible; pues claro, saludar a cualquiera con la mano que ha estado trasteando por el culo unos minutos antes siempre resulta un poco incómodo. Y no es que no me lave, que soy muy escrupuloso, pero en la mirada del otro siempre está esa prevención al presumir qué es lo que hemos estado haciendo por ahí dentro. A eso tenemos que sumarle que no suelo secarme las manos, sino que me las dejo húmedas y que se vayan escurriendo: comprendo que darle la mano a un tipo que tiene las manos húmedas recién salido del baño, por muy buena voluntad que se tenga siempre da reparo. Pues como te decía, le enseño a mi mano izquierda a limpiarme el culo, que ya está bien de estar ociosa. Y que no sé donde, he leído por ahí que el tener ambidestreza es signo de inteligencia, de hecho los tipos más inteligentes eran ambidiestros, como Leonardo da Vinci que escribía simultáneamente dos textos distintos con ambas manos. Pues yo estoy en camino de ello. Y nada de privilegios, como los hijos de los empresarios cuando entran a trabajar en la empresa del padre: hay que empezar por lo más abajo, por los trabajos más serviles, sí señor. Así se enseña a un hijo, y a una mano izquierda. Estoy seguro de que con esto estoy mejorando mi nivel intelectual. En cuanto haya aprendido todas las minucias del limpiarme el culo pienso enseñarla a escribir. Y mañana quién sabe hasta donde puede llegar.
Al final no me he atrevido a poner la foto de una auténtica mierda

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