viernes, 1 de agosto de 2014

Conjuros

Toda expresión oral o escrita lleva implícita una serie de supuestos que el oyente o lector asume o debe asumir para comprender el mensaje. De otra manera el mensaje se vuelve críptico, incoherente o contradictorio. Debemos entender que lo que está diciendo el otro tiene un contexto y que dentro de ese contexto es coherente lo que expresa. Cuando uno lee una novela  asume un universo distinto, un tiempo distinto, unos comportamientos y emociones de los personajes que no ha verificado en la realidad, al menos tal y como se manifiestan en las novelas, pero se los cree porque pertenecen a ese otro universo y en ese otro universo las cosas deben ser así. Hacemos una suspensión de la conciencia de la realidad para trasladarnos a la realidad que trasciende del relato con el fin de aceptar el relato.

En verdad toda conversación, toda escritura nos obliga a ello, a suspender nuestra conciencia de la realidad para trasladarnos a la realidad que se presume en el relato que escuchamos o leemos. Muchas veces lo hacemos de forma inconsciente y aceptamos frases completamente absurdas con naturalidad. Incluso cuando el otro las ha emitido con toda la mala intención de demostrarnos que no le escuchamos o que le ignoramos. Cierto será unas veces, que no le escuchamos o que le ignoramos, pero otras simplemente hemos supuesto que en el contexto en el que insertaba aquel absurdo, debía de ser coherente, aunque ni siquiera nos preocupásemos de tratar de intuir cuales fueran las asunciones que requería para aceptarlo.

Los capaces de convencer por medio de la palabra son aquellos que construyen una realidad a su medida más coherente y convincente en la cual  sus afirmaciones resulten completamente ineludibles. Por medio de la palabra te hipnotizan  y te trasladan a asumir una serie de supuestos dentro de  los cuales es inevitable admitir aquello de lo que desean convencerte.

Toda discusión es en realidad una lucha entre magos que se lanzan conjuros (palabras) para conseguir que el otro se instale en la realidad en la cual sus afirmaciones son categóricas. Cuando termina la discusión y cada uno se vuelve para su lado, acaba el efecto de los encantamientos y cada uno vuelve a su propia realidad donde las afirmaciones del otro siguen siendo absurdas, exageradas, incoherentes o simplemente bobas.

Como lector asiduo de narraciones estoy habituado a asumir otras realidad, a suspender mi propia consciencia, y aceptar las afirmaciones del otro con naturalidad y hasta convencimiento. Hasta que el otro se marcha y recupero de nuevo mi propia atmósfera en toda su pureza. Es entonces cuando comprendo que debo haber sido hipnotizado para admitir sin el menor resquicio de dudas tales estupideces. Soy muy sugestionable, tal vez mi atmósfera es muy débil, es más susceptible de ser contaminada que de contaminar, pero también es una atmósfera autolimpiante, desaparecida la influencia recupero mi propia pureza y vuelvo a ver las cosas bajo mi propia perspectiva, que hasta ahora es la que mejor me sirve para moverme por el mundo. O eso quiero creer, que esto ya es otra historia.

2 comentarios:

  1. Leyendo tu texto me he acordado de dos escritores que no tienen nada que ver. La primera parte me recuerda algo que acabo de leer de Margaret Atwood: Escribir sobre escribir requiere ser consciente de ello; escribir requiere renunciar a esa conciencia, en La maldición de Eva. No sé qué tipo de conciencia o pérdida de ella se requiere para leer y sumergirse en esos mundos que un inconsciente ha creado.
    Y luego, como no, me ha venido a la cabeza Jodorowsky y su Danza de la realidad. Supongo que el título del texto y que hables de magos, me ha sugestionado.

    Ela

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  2. En realidad de lo que quería hablar era de comunicación por medio de la palabra en general. La idea es que para comunicar por medio de palabras necesitas construir un contexto en el que esa palabra acote sus significados y al construir ese contexto limitas y diriges las interpretaciones, condicionas al oyente o lector a llegar a tus conclusiones. Es decir, lo hipnotizas para que se traslade al contexto en el que tus afirmaciones son irrefutables. (ja, aquí me ha salido mejor, creo)

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